El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 30, 2011

Restos masivos


El productivismo capitalista imperante -aunque convulsivo- ofrece la todavía insuperable atracción de la utopía del éxito individual. Un cielo social con un estrechísimo margen de admisión que es percibido como posibilidad tan remota como concreta por las masas por la excesiva publicidad que reciben sus escasos ejemplares admitidos. El éxito proporciona una salvación irresistible en tanto volverse millonario es sinónimo de obtener suficientes recursos como para poder hacerse equilibradamente querido, adulado, mimado, envidiado, respetado y homenajeado por doquier. El tránsito vital deviene fuga hacia adelante y carrera de ratas, bajo las ceremonias distributivas de ese frenesí luctuoso que caracteriza a la furia evaporadora de rivales. La diferencia entre los millones que reciben los estímulos de fecundación y los pocos que logran conseguirlo conforma una inmensa masa de sustentación, un combustible esclavo inagotable. Es la resta que acumula un resto desproporcialmente masivo, pero tan apartado del foco del deseo como para que se le preste atención.

agosto 28, 2011

Guerra preventiva al Cielo



Cansados del flagelo del huracanismo internacional los EE.UU planean hacerle una guerra preventiva al Cielo...


agosto 25, 2011

Revueltas desnudas


"Gamberros rockeros adolescentes toman por asalto las calles de todas las naciones. Irrumpen en el Louvre y arrojan ácido al rostro de la Gioconda. Abren puertas de zoos, manicomios, cárceles, revientan las conducciones de agua con martillos neumáticos, rompen a hachazos el suelo en los lavabos de los aviones comerciales, apagan faros a tiros, liman los cables del ascensor hasta dejar un solo hilo, conectan las alcantarillas a los depósitos de agua, arrojan tiburones y rayas, angulas eléctricas y candirús a las piscinas (el candirú es un pez pequeño en forma de anguila o gusano de medio centímetro de grosor y de unos cinco de largo que circula por ciertos ríos de mala reputación de la cuenca del Amazonas, y que se cuela por la picha o por el culo, o por el coño de las mujeres faute de mieux, y se queda allí enganchado gracias a sus espinas afiladas sin que se sepa bien con qué objeto porque no ha habido ningún voluntario que observe in situ el ciclo vital del candirú), meten el Queen Mary a toda máquina en el puerto de Nueva York vestidos de marineros, hacen carreras con aviones y autobuses de pasajeros, irrumpen vestidos de bata blanca en hospitales y clínicas llevando serruchos y hachas y bisturíes de un metro de largo; sacan a los paralíticos de sus pulmones de acero (imitan sus ahogos revolcándose por el suelo con ojos desorbitados), ponen inyecciones con bombas de bicicleta, desconectan los riñones artificiales, cortan a una mujer por la mitad con una sierra quirúrgica de dos manos, meten piaras de cerdos gritones en la Bolsa, cagan en el suelo de las Naciones Unidas y se limpian el culo con tratados, pactos, alianzas…"


William S. Burroughs, "El almuerzo desnudo"

agosto 22, 2011

Instrucciones de la experiencia I


-“La sociedad como obra de arte” era una de las utopías que mencionaba Herbert Marcuse.

-Podemos distinguir un puñado de dicotomías irresueltas que pululan tejiendo sentido y dando soporte técnico a la naturaleza social. La hidalguía de la naturaleza moral y el poderío de la razón humanas se debilita en contradicciones irresolubles: la guerra contra la paz, la ambición contra la modestia, el tumulto del cambio contra la previsibilidad de la continuidad, las ventajas de la crueldad contra las de la bonanza, la acumulación del placer individual frente a la festividad grupal. Procesos de puesta en tensión que tienen en común a El Otro como una indescifrable tentación de fraternidad siempre desmentida; El Otro como lección de puja eterna, una imposibilidad de concordia incorregible en tanto la finitud que aguarda a toda relación humana en algún punto es el alejamiento confrontativo.

-La indicación vital que guía el ejercicio de la individualidad se manifiesta a través del consenso de una educación de facto aprehendida en el transcurso de la experiencia. Es una instrucción acerca de la necesidad de un intrincado guerrear contra todo lo exterior a si mismo donde el entorno no es otra cosa que una densa red de enemigos, sean carnales o simbólicos, tangibles o intangibles, que se interpondrán en el camino de la supervivencia con diferentes máscaras más con una misma y última condición: su beligerancia hacia la posición a prueba de cualquier escape o indiferencia. Se trata de una lucha indivisa, indirecta, constante y universal en la que es necesario salir a combatir hasta por el aire que se respira porque nos puede ser arrebatado en un descuido por la codicia de un Otro que no cesa un instante en constituirse en amenaza. Por eso, en el transcurso de la experiencia de vivir se incrementa el repudio a la maldita interdependencia a la que el diseño del género humano condenó al individuo, otorgándole la contradicción de una falsa autonomía.

-¿Cuántas improntas de acción violenta llevan nuestras membranas perceptivas luego de años y años de vivir esta cultura hidro-visual? Esa educación aventurera nos condiciona las fantasías. ¿Acaso no soñamos alguna vez con ser ese astro volador super poderoso capaz de arrasar ciudades con sus rayos y retorcer el rumbo de toda injusticia? Pero al mismo tiempo hemos sido igualmente tentados por imaginarios paraísos de paz y apacible tranquilidad, donde a contramano de las ansiedades del mundo desarrollar una vida plena en contacto con las raíces sustentables de la naturaleza y el arte. Siempre fue una opción de utopía un súbito estado de beligerancia cósmica capaz de resolverse con el triunfo arrasador de los héroes contra toda maldad, de una ola de honestidad que extinga toda la corrupción del mundo, como así también el escape al oasis pacífico de la protección donde ninguna maldad nos alcanzara aunque no se hubiera extinguido.



agosto 16, 2011

Impresiones primarias





La sensatez está en el cotejo de los matices, en las enmiendas relativas con las que procede el entendimiento para poder discernir. Es insensato y necio no saber reconocer la diferencia entre lo malo y lo bueno en primera instancia, como así también entre lo bueno y lo mejor, pero también lo es no saber diferenciar lo malo de lo peor.


El aplastante triunfo de Cristina Kirchner alcanzando el 50% de los votos en las elecciones primarias irrumpió con un fuerte grado de sorpresa. Tras los episodios de Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, la cosmovisión anti-oficialista venía gozando de una breve primavera ascendente a través de sumar indicios favorables que luego demostraron ser una sucesión de lecturas interesadas y desviadas por la ansiedad y el deseo. Por momentos “el efecto Del Sel” ilusionó con que bastaría con muy poco para recoger el voto anti-K que parecía ofrecerse casi regalado a disposición de cualquier esperpento que apareciera sonriendo y diciendo obviedades. El triunfo del marketinero orgullo “cordobesista” de De La Sota y los cacareos federalistas de Binner enfatizaron las presunciones de una inminente rebelión peronista protagonizada por los “históricos pejotistas” regionales que defenderían sus derechos ante el intolerable avasallamiento de una Cristina centralista y digitadora de candidaturas camporistas. La sombra de ulteriores traiciones de parte de algunos Barones del Conurbano en beneficio duhaldista completada el combo del optimismo opositor.


Pero lo llamativo es que yo notaba en las conversaciones cotidianas de la calle con personas de evidente sesgo antikirchnerista, era un flujo de confianza que se retroalimentaba para exacerbar un cauteloso pero firme entusiasmo. Predominaba en estos “razonamientos” que se dejaban oir una especie de contagioso desprecio personal hacia la Presidenta extensivo a toda una estructura oficial vista como siniestra, corrupta y terminal. Una sencilla y voluptuosa animadversión, que por carácter transitivo se propagaba como sentido común de referencia sensata, de buena gente, en parte recogiendo de modo acrítico las bajadas de línea de las corporaciones mediáticas alineadas en un trabajo de destrucción tan perseverante como capcioso, y en otra anudando diversos clisés imperantes. Pero también era notable como en el núcleo de este rechazo prevalecían las críticas formales a los modos de ser y de conducirse políticamente del kirchnerismo respecto de las objeciones al modelo económico o a la gestión. Frases del tipo “la gente está podrida de ese autoritarismo que tienen”, “esa forma altanera de expresarse y siempre querer imponer lo de ella” eran moneda corriente. Pero cuando se hacía la pregunta por las razones concretas que respondieran a una evaluación de la gestión, no se ofrecían respuestas contundentes ni menos razones para determinar que el voto contrario respondiera al entusiasmo de las otras opciones superadoras. ¿La inflación, la corrupción, el desorden urbano, la falta de viviendas, la inseguridad, tal vez reconocidos puntos negros de la gestión oficial eran lo primero sobre lo que las ofertas opositoras nos aseguraban solución? En absoluto. La carencia de propuestas concretas era tan desoladora que ni siquiera los opositores se aventuraban a mencionar la posibilidad de tener un plan que pusiera fin a estas falencias, que más allá de estar agrandadas por la propaganda, existían. Primaba el reconocimiento de que se votaría a Binner, Alfonsín o Duhalde tan solo para expresar un rechazo visceral a Cristina y no porque algunos de los mencionados mereciera algún verdadero interés o confianza. Si repasábamos prolijamente lo que ofrecía esa oposición como propuestas estructurales de modelo para suplir al que ha encarnado el oficialismo ¿qué era lo que se veía? En un mar de vagas indefiniciones solo se dejaban ver señales de coqueteo con regresiones neoliberales anacrónicas que para colmo chocaban como un tren de frente contra los acontecimientos internacionales desbordados por la más cruel crisis de dicho paradigma. Tal era la única tendencia legible de la inclusión de operadores eternos del ajuste como Javier González Fraga, Martín Redrado o Alfonso Prat Gay. Y esas tibias insinuaciones de Alfonsín y Binner sobre el “aprovechamiento progresista” de una situación internacional favorable resultaban totalmente incompatibles con esta ingenua –o deliberada- amistad con los representantes del neoliberalismo más regresivo.

El colmo de aquella postura que ponía por delante una cuestión de piel por sobre los fundamentos conceptuales y técnicos que debieran fundamentar un voto, hacía hincapié en el rechazo a la Presidenta por su narcisismo personal, olvidando que los dirigentes de la oposición practicaban un mismo o peor narcisismo respecto del gobierno y respecto de su forma de hacer política, como quedó expresado en su comportamiento a la hora de construir alianzas y estructuras electorales. Pareciera que si se es narcisista en el ejercicio del poder está mal, pero si se lo es desde la oposición está todo bien. Buena lección fue para los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo, o de enfermos de autoritarismo despótico o egocentrismo extremo como Elisa Carrió o Pino Solanas que acusan a sus enemigos de sus propias patologías.

Otra de las cosas que me resultaba irritante de la escena era la falta de reconocimiento de los adherentes a la oposición a medidas concretas del gobierno de sesgo progresista y más aún las que beneficiaron a sectores que son paradójicamente los que siempre encabezaban la más tenaz oposición. Y que fueran negadas desde la pura necedad o la repulsa personal. Los que las desprecian por izquierda con esa mezquindad de no saber reconocer los méritos tan solo porque son encabezados por una fuerza ajena e intentan descalificarlos de modo absoluto sin otorgar al menos el beneficio de una relativización con arreglo al contexto. Nadie pretende, por ejemplo, que una izquierda que sueña con la abolición del capitalismo apruebe una gestión de un modelo que no la plantea, pero si se aspira a que sepa hacer una lectura inteligente de las gradaciones existentes entre los niveles de furia reaccionaria de unas derechas cuyo proyecto aborrece cualquier concesión, frente a otras propuestas que implican una fuerte dirección contraria y provocan beneficios concretos a favor de los ideales de cambio. La muletilla “hacerle el juego a la derecha” que suele esgrimir el oficialismo suele quedar en ridículo cuando se busca con ella apagar el derecho a la crítica y el disenso, pero cuando se comete con total alevosía por parte de sectores que se dicen de izquierda resulta una operación tan irritante como concluyente en sus resultados; se termina avivando el fuego de las peores calañas de insensibles sociales, de salvajes fascistas que conciben la pobreza como un hecho natural justo e incorregible.

El voto anti-cristinista quedaba reducido a un collage vidrioso sustentado por una lado por los restos sobrevivientes de aquel shock de resentimiento campestre del 2008 que todavía permanecía en los más soberbios y desagradecidos -que aún nadando en la mayor bonanza de sus vidas eran superados por su rancia, mezquina, prejuiciosa e ignorante ambición- y por el otro las inclinaciones naturales de radicales, independientes, centro derechistas, garcas y progres anti-peronistas que ni siquiera se movilizaban por un entusiasmo genuino por alguna de las pálidas opciones ofrecidas sino por el impulso de votar en negativo. Frente a tanta oposición capciosa, odiosa, necia y revanchista impulsada por un machaque mediático expuesto en su obvio interés, frente a tanta negación de evaluar evidencias y exacerbar ese voto reactivo, es entendible encontrar la respuesta que dio el pueblo a la hora de las urnas en estas primarias presidenciales, cuando prima una síntesis perceptiva mucho más global, superando las expectativas de ambos bandos.


agosto 15, 2011

Londres llama


"Si hubiese un partido de oposición serio en este país, exigiría el desmantelamiento de este sistema neoliberal con pilares inestables, antes de que se desmorone por sí mismo, arrastrando consigo a más gente. En toda Europa, las diferencias que separaban al centro derecha del centro-izquierda, que diferenciaban a conservadores y socialdemócratas, se desvanecen. La fusión entre las políticas oficiales de los partidos viene a desposeer a los segmentos más desfavorecidos del electorado, a la mayoría"


Tariq Ali intenta explicar por qué la chispa se enciende en Londres.

agosto 11, 2011

Las reglas de la locura


Minificciones

Como todo acto del superior conocimiento, esta historia comienza con una pregunta, y la pregunta hoy es: ¿Quién se lo iba a imaginar? Lo inesperado es capaz de derribar cualquier equilibrio del sentido, ultrajar la parsimonia con la que la lógica se dirige a ocupar su reinado de cada día, aburguesada en el tránsito de su pura normalidad. La sorpresa es la única ventaja definitiva en la lucha contra la indiferencia de la continuidad. Fue de golpe. Debe decirse, en simples palabras. De repente, desde un instante más del montón partió el impulso inédito del acto.


—Florencia, me voy a ladrar a la calle—dijo y partió con total naturalidad en busca del exterior.


Fue y ladró, ladró con toda su voz humana, en las veredas, delante de los transeúntes, frente a las puertas de los domicilios. Dijo que se iba a ladrar y ladró, pero de pie, no buscó posturas perrunas como podría suponerse, ladró de parado, erguido o adelantando levemente la cabeza hacia adelante. Le ladró al portero de un edificio de departamentos que barría una vereda, le ladró a un grupo de chicas estudiantes secundarias de blazers coloridos que cruzaban la calle por la cebra peatonal. Tomaba aire, alimentaba sus cuerdas vocales y volvía a ladrar. Pero en una plaza tampoco orinó en un árbol ni levantó la pierna para hacerlo, simplemente se detuvo y bien parado regó uno de los árboles con su pis. Siguió ladrando. Recibió indiferentes reacciones al principio, porque a la gente le cuesta absorber una escena en la frenética puja de estímulos de la gran ciudad. Pero iba a suceder y sucedió. Un señor canoso de unos cincuenta años, vestido de traje, como un impecable empleado de oficina, detuvo su transitar y lo observó con intenciones de reaccionar ante lo inverosímil. Pero él le ladró desafiante, usando todo el rango de su registro grave, fijando la mirada directo a los ojos, ladró hasta provocar la huída del voluntarioso oficinista. Entró a un bar y ladró sentado a una mesa, le ladró al mozo en la cara, y no tardó en obtener un cúmulo de miedo y desconcierto a su alrededor. Las posibilidades de supervivencia de la locura cuando se hace pública son de muy breve duración porque rápidamente surgirán acciones que dirijan a su supresión, en el juego de la convivencia social la interpretación de cualquier rol inverosímil despierta alarma de denuncia.


No hubo ninguna señal que pudiera hacer sospecha de algo anormal en él declaró Florencia. Nada de nada, ni antes ni ahora. Simplemente dijo que se iba a ladrar y por cierto se comprueba que cumplió. Ningún antecedente de brotes psicóticos, ni siquiera estados depresivos o angustias que lo hayan hecho concurrir a un terapeuta. Florencia, pobre, no estaría capacitada para ver las señales inequívocas que seguramente se desparramaron antes sus ojos a lo largo de los años que lo conoció. Nadie ladra de la noche a la mañana sin emitir avisos de alguna incorrección, sin poner en evidencias indicios de lo que será la resolución de su acto más trascendente. Una encarnación de perro tan verosímil requiere un proceso silencioso pero indiscreto de construcción psíquica, no se elabora en un instante de psicótica inspiración y no crece sin dejar mensajes de anuncio.

Florencia seguramente fue víctima de la naturalización perceptiva que es efecto de la convivencia y hace que hasta las señales más extrañas se pierdan en el constante rodar de la cotidianeidad. No habrá podido percibir por ejemplo que en los últimos tiempos era el olfato el sentido que guiaba su conducta sensible, que al hacerle el amor detenía como nunca su nariz en las partes íntimas procurándose un placer que retaceaba a los demás sentidos. Tampoco su agitación prematura en las habituales caminatas aeróbicas que lo mostraban respirando por la boca con una frecuencia desproporcionada al esfuerzo realizado.


Cuanto tiempo podría ladrar hasta que algún representante de la ciudadanía en ejercicio del poder de la normalidad buscara hacerlo detener por la fuerza, acudiera a la denuncia policial, al pedido de asistencia médica compulsiva, al reclamo de un accionar coactivo que hiciera cesar la falla, que abortara la amenaza indeterminada para la integridad tísica del mundo corriente. Intuyó la conmoción en aumento y salió del bar, nadie le había servido nada obviamente porque solo había proferido ladridos. Las calles céntricas se volvían una encerrona. Volvió a ladrar en la vereda colmada de gente que esperaba el colectivo, y ya un par de personas del bar lo siguieron, interesado en tomar parte de su desequilibrio. Percibiendo quizá los sonidos más que mirando tomó nota del corte del semáforo y cruzó por la senda peatonal ladrándole a los que cruzaban con él, pero siempre erguido, desde la altura de su boca, sin agacharse.


Todo aquello que no supera la compleja debilidad con que el destino marcó su implante vital, tarde o temprano se derrumba. La falla está en el origen, y por más que en siglos y siglos no tengamos noticias de su existencia, en algún momento de la cruel anormalidad se presenta, irrumpe soberana. Entonces se prueba que las reglas carecen de infinitud, siempre llega el momento en que se agotan y cesan en su función. Y tampoco sabemos cueles son las que realmente gobiernan nuestra realidad; si las que suponemos fluyen delante de nuestros ojos o aquellas que ocultas tal vez no han dejado de cumplirse ni un instante. Fácil sería aventurar que el súbito ladrar pudo haber sido el reflejo tardío de una procesión patológica derivada de un trauma infantil, pero la irrupción azarosa del comportamiento anómalo se encarga de borrar sus propias huellas al estallar, aniquila los indicios que permitirían destruir el secreto, su mayor tesoro.


Florencia necesitaba concluir, acabar con esa confusa sucesión de confidencias que se había vuelto relato. Su mirada en un punto lejano presagió un final infeliz, una ajustada correspondencia entre la pena que derivaba de lo narrado y su irremediable autenticidad. Su apresuramiento indicaba la necesidad de una síntesis tan aliviadora como una clausura.


—Al final lo encerraron, pobre, se lo llevó la policía…

—Ah, claro, era de esperar, lo denunciaron por loco…

—No, porque le mordió el culo a una vieja…


Las primeras leyes que no se respetan son las científicas. La realidad racional no resiste un archivo, está sujeta a morir de vergüenza cuando se le muestran sus brutales contradicciones. Tantas veces el Orden de la Lógica es puesto en ridículo por el más infeliz de los hechos, que pocas ganas le deben quedar de seguir haciéndose cargo de la conducción. Es demasiado milagro sostener el simulacro de una hegemonía solo a través de los fatigados hilos de una reputación todopoderosa. Las leyes científicas deberían avergonzarse ante tamaño papelón cotidiano a las que las somete la realidad. Florencia acabó ignorando tanto las causas probables como el destino final de aquellos ladridos que un día lo cambiaron todo. Las responsabilidades y respuestas se arrojaron al mar de la incertidumbre biológica, y el encierro que ya fue irrecuperable, ocurrió muy lejos de su conocimiento. Y sobre el recuerdo que guardaba de él, muy pronto comenzaron a crecer sombras húmedas sobre las que germinaron musgos y verdines desolados, síntomas que aparecen sólo cuando el intransigente olvido ha tomado una decisión definitiva.

agosto 09, 2011

Atracción, política y filosofía


Hace unos días un participante de un foro sobre filosofía reflexionaba sobre por qué la mayoría de las polémicas donde rondaba el tema político -o bien se terminaba desembocando en él-, contaban con un nutrido fervor participativo y a las puramente filosóficas las afectaba una escuálida repercusion. Prejuicio todavía vigente de la cultura occidental: los asuntos de la política están sospechados de pequeñez frente a los grandes temas filosóficos que necesitan volverse abstractos para mantener su reputación. La política se refiera al poder y el poder tiene el defecto de no ser reducible a una especulación flotante en otra dimensión que no sea una tajante realidad que se sufre, como el dolor, el hambre o la opresión, en la carne. La filosofía vive de su reputación, de sus glorias pasadas, de sus momentos en los que reinó como la gran emperatriz del conocimiento humano unificado, aquella gran dueña de la vocación de los más lúcidas mentes de la naturaleza humana. Puede que la filosofía se seque en la falta de riego adrenalínico sobre sus campos respecto de la política.

Los temas políticos traccionan brutalmente la atención, arrasan con el fervor disponible, acaparan las energías polémicas de los interesados en el intercambio de ideas, en gran parte porque su trama está ocurriendo en el aquí y ahora; y los problemas filosóficos, por culpa de los que han hecho de la filosofía esto que es, nunca ocurren en ninguna parte y en ningún tiempo. La filosofía debe dejar de ser una especulación desarraigada que deambula errante por un espacio indefinido y volverse un acontecimiento ubicable en algún domicilio del tiempo y el espacio, aún en su más pura y evanescente abstracción. ¿Por qué tendemos a creer que le falta sabor a una discusión filosófica? ¿Por qué la suponemos sutil y difusa, siempre enrevesada y árida? Alguien la ha vestido alguna vez con esas ropas y ninguno tuvo la convicción para desvestirla. ¿Como puede ser que no despierte el estallido del fervor y la vehemencia pensar en temas tan hondos y tan cotidianos como la existencia, la muerte o la vida? Es que la filosofía ya no se refiere a aquellos temas que suponemos son suyos, sino que la pasa navegando en disquisiones menores, vulgares y accesorias que hacen a la mera instrumentalidad del pensamiento; que se ocupa de su propia lucha interna sobre sistemas y posturas que combaten unas contra otras para hacerse de un prestigio que aún decadente es apetecido por aquellos que han heredado su administración. Un entretenimiento de parroquia donde las discusiones no son sobre los temas de fondo sino sobre como poder establecer la autoridad de la corriente en la que cada uno se atrinchera para exibirse.

Ocuparse de vigilar ortodoxias y de refutar afirmaciones ajenas en base a la confrontación de intríngulis formales sobre los grandes y pequeños "sistemas de pensamiento" que al final colapsan unos contra otros sencillamente porque no pueden verse en la espesa niebla del aislamiento con el que fueron concebidos, es la peor condena de una filosofía que ha olvidado que su naturaleza nunca debió desobeceder el mandato de filosofar. El resultado es una confusa y detestable continuidad de diálogos de sordos, de la flagrante imposibilidad de entenderse porque no se cumple el mínimo requisito de saber de lo se está hablando. La filosofía no es esa desapasionada ejercitación del vano orgullo intelectual como nos quieren hacer creer, como si fuera un deporte de reyes aplomados y aburguesados, sino que se puede teñir de las características del carácter humano, habrá filosofía apasionada y encendida desde el fuego voraz de las pasiones como puede que también la haya desde la calma o la contemplación.

Es lo que han convertido a la discusión filosófica lo que resulta un tema menor, y no la política que sigue encendiendo pasiones legítimamente pues su objeto es el poder desnudo que desborda nuestras reacciones emocionales y hace temblar de necesidad de expresión a nuestras entrañas morales.


agosto 07, 2011

Cirugía de cambio de hábito


Lamentablemente -decía para si mismo y para los que pudieran oírlo o leerlo- la trivialidad disuelta en el ambiente es contagiosa.

¿Es un vicio el entretenimiento superficial? Oh, en el fondo se trata de la educación del gusto obviamente. Un constante entrenamiento en pos de refinar el placer promedio que consume nuestra existencia puede lograr la proeza de una sustracción más o menos estable de la tentación superficial.

Pero también hay una naturaleza perezosa del gusto minando toda resistencia cultivada. ¿Cómo encontrar distensión inmediata en las maravillas del arte cuando se nos inunda de estímulos dirigidos directamente a abusar de nuestros instintos primarios, de nuestras más animales leyes biológicas del menor esfuerzo? ¿O será que la falta de cultivo intenso ha vuelto al disfrute de las excelsas representaciones culturales una misión que se nos presenta oscura, esforzada y atormentante?

Nunca creí que una tanda de ejercicio del pensamiento profundo, por ejemplo, diera dolor de cabeza o fatiga muscular, pero a veces me atropella en el desorden la sensación de una desventaja. Un bocado desaforado de asado sabroso, pleno de sal y jugos grasientos, no debería competir con la delicada exquisitez de algún plato exótico cuyo sabor se nos revela como satisfacción trascendente tras una sutil, sorda y hasta imperceptible manifestación. La fábula del caviar y la mortadela recrudece como encrucijada terminal, como el cerco inexpugnable que define el futuro de toda cultura entre seres sociales que han sido condenados desde su origen a permanecer exiliados en el barrio de lo popular.

Uno se vuelve igual a aquello con lo que se entretiene. Y cuando lo que lo entretiene comienza a asustarlo, entonces es momento tal vez de permitirse una refundación emocional, de hacerse una cirugía de cambio de hábitos.


agosto 05, 2011

Las cacerolas trasandinas


Los modelos neoliberales vienen acompañados de una fase inexorable: estallido y represión

agosto 02, 2011

¿La rebelion de las biomasas?


"Con creciente entusiasmo, empresas, políticos y algunos científicos nos hablan de cómo se van a resolver los desastres ambientales, la crisis energética y climática, y hasta el hambre, con el uso de biomasa en lugar de combustibles fósiles. Se presenta como un elemento fundamental de una transición a una nueva economía verde, y por estar basada en materiales biológicos, parecería que es más sustentable y beneficiosa para el ambiente. Al fin, suena bien comer en un plato hecho de maíz o papa en lugar de plástico, conducir automóviles con biocombustibles o hasta volar en aviones con bioturbosina. No hay duda que es urgente salir de la civilización petrolera, ¿pero será esta nueva ola de apropiación de la biomasa realmente sustentable?"

Parece que la biomasa no es la solución a la crisis ambiental que implican los altísimos consumos de energía de nuestra actual civilización.

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