El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

enero 31, 2012

Derecha, populismo e "izquierdidad"


Las breves reflexiones que siguen a continuación intentan generalizar algunas cuestiones tomando como referencia a los populismos latinoamericanos que en los últimos años se han erigido como modelos de gestión y acción política con algún grado -mayor o menor- de desafío a los mandatos del neoliberalismo “ortodoxo” mundialmente imperante.


A la derecha no le interesa definir si el populismo es más o menos de izquierda para considerarlo su enemigo, lo es y punto, le resulta suficiente y no le interesa entrar en análisis ni disquisiciones ideológicas. El populismo les resulta intolerable.

Uno es suficientemente de izquierda cuando logra que la derecha lo declare su enemigo. Tal como suele ser la generación de anticuerpos un indicador fiable del nivel de infección, ergo, en indicador fiable para medir si un gobierno está llevando adelante medidas que son auténticamente medidas de izquierda, es medir el nivel de virulencia de la reacción de la derecha.

La ley superior de la sociofísica político-ideológica dice que:
“El nivel de “izquierdidad” de un gobierno es directamente proporcional al grado de demonización que la derecha hace de él”. O en una expresión menos matemática y más literaria podríamos decir que “Dime cuanto mal habla de ti la familia Vargas Llosa y te diré cuanto eres de izquierda”.

Pero por cualquier vía llegaremos a la conclusión que lo que mide eficazmente el grado de “izquierdidad” de un gobierno es la sumatoria alfabeto-algebraica de lo mal que de él hablen Andrés Oppenheimer, Santiago Kovadloff, Mario y Alvaro Vargas Llosa, Mariano Grondona y Beatriz Sarlo.

Oponerse al comunismo o al socialismo hace rato que dejó de tener sentido para la derecha neoliberal. Uno es un ex enemigo ya totalmente derrotado y desaparecido de la acción, reducido a minúsculas expresiones testimoniales en el medio de sempiternas divisiones microscópicas; no vale la pena gastar energía ni siquiera en mantener una confrontación verbal. El socialismo democrático fue totalmente cooptado y subsumido, convertido en un tibio intento de versión socialmente suavizada del crudo neoliberalismo. Aquella vieja socialdemocracia estatista defensora a ultranza del welfare state, que fuera uno de los enemigos jurados de las cruzadas neoliberales de los 80 -cuando refinados escritores como el francés Guy Sorman por ejemplo desplegaban sus astutas artillerías retóricas para convencernos que privatizar era sinónimo de civilización y virtud- pasó a revestir las filas de los gobiernos amigos, preferibles y aún deseables para la ortodoxia neoliberal, toda vez que se han mostrado como consecuentes alumnos y fueron abandonando cualquier amenaza de desobediencia. Entonces, el populismo que fue emergiendo en algunos lugares de Latinoamérica, se fue convirtiendo en el nuevo enemigo a batir, por su doble mérito y osadía de animarse a reactivar una confrontación a nivel discurso que parecía ya clausurada, y lo que es peor, por atreverse al juego de algunas desafiantes acciones políticas concretas.



enero 29, 2012

Aquel que nunca serás


...Tal vez entre los dientes de sus tiburones depresivos haya saldado su deuda interior, y haya reforzado la soldadura que lo sostenía a las patas de la mañana siguiente, portando el oro del tiempo que quita el sueño, poseyendo la horma de la pisada hacia delante, para volver al paraíso del dolor sobrevivido, para retomar la caída libre desde el mejor lugar de la pendiente, para volver a ser entre la fiesta de una carcajada aquel que nunca fue...

enero 24, 2012

De profesión intelectual II


Intelectual es el que no hace otra cosa que leer y escribir


Si nos tuviéramos que atener a una definición sencilla, intelectual sería todo aquel que trabaje fundamentalmente con el intelecto, y en esa categoría los habría diversos: escritores, investigadores, profesionales, científicos, artistas, técnicos, diletantes. Pero el diccionario de la Real Academia Española nos depara una advertencia en una tercera acepción del adjetivo: “Dedicado preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras”. Más allá de todo esto, en el ámbito cultural un intelectual es ante todo quién se muestra como tal y vive del capital simbólico de serlo. El novelista, el ensayista, el opinólogo, el filósofo, el sociólogo, el profesor de ciencias sociales aparecen con más posibilidades de reunir los requisitos para sostenerse en la sustantivación del adjetivo.

Ahora bien ¿por qué un crítico literario luce más intelectual que un proyectista de ingeniería nuclear o un tratadista de neurofisiología? ¿O en ambos no se requieren altísimas prestaciones y desarrollos del intelecto?

Se supone que alguien que hace algo con sus manos más complejo técnicamente que escribir no es un intelectual. De René Favaloro por ejemplo se hubiera dicho cualquier cosa menos que era un intelectual. ¿Pero acaso su excelencia en la cardiocirugía y sus proyectos no implicaban un alto nivel de trabajo intelectual? Quién posea habilidad práctica pareciera alejarse de lo intelectual, reservado a los que no saben hacer otra cosa que escribir, leer o hablar. Llegamos a otro campo categorial donde el intelectual se diferencia de sus parientes cercanos; el científico y el artista. Una cosa es un “científico”, otra casi por oposición es un “artista”, y otra tercera diferente a las dos es un “intelectual”.

Pero parecen requerirse algunas cualidades suplementarias para graduarse socialmente como un intelectual; una amplitud cultural que exceda su marco profesional específico, una voz propia demostrada a través de trabajos, libros o ponencias, y un cierto grado de intervención pública. Raramente alguien que permanezca absorto y circunscripto en torno a los estrechos límites de su metier podría ser considerado un intelectual puesto que para visibilizarse como tal necesita algún tipo de toma de posición en asuntos sociales y culturales que excedan su labor cotidiana. Todo intelectual por lo tanto es por definición alguien comprometido con un nivel mínimo de intervención, lo que refutaría la noción corriente de que existen intelectuales puros, no comprometidos.


El escudo protector del pesimismo

El pesimismo del intelectual frente al optimismo del político es una cortina de humo que esconde motivaciones totalmente extrañas a estas nociones. La actitud reflexiva y crítica ante la realidad, el sostén de una postura intransigente respecto de asumir compromisos con estructuras políticas o económicas que condicionen o limiten la absoluta potestad sobre la propia interpretación de la realidad, sobre la propia palabra, son caracterizaciones esenciales de la intelectualidad pero no tienen relación con el pesimismo como actitud, que es una calificación intencionada del pensamiento crítico autoimpuesta y constituye toda una orientación del pensamiento; el pesimismo puede ser desde una actitud de posicionamiento social hasta una corriente determinada del pensamiento crítico, pero nunca la característica típica del oficio del pensamiento crítico como se la pretende presentar. Por ello, existe el intelectual optimista y no es menos intelectual que el pesimista en un sentido categorial, como el intelectual materialista no es menos intelectual que el idealista.

El pesimismo del intelectual de izquierda es un contenido determinado de una postura frente a la realidad social; y en las últimas décadas, tras los fracasos de las ilusiones sesentistas y setentistas, tras la erección del pensamiento único neoliberal como teorización triunfante, vio incrementada su nómina de adscripciones. No creer en nada ante todo porque todo en definitiva está regido por la órbita de un poder capitalista de obediencia insalvable, por lo que cualquier confianza en la posibilidad del cambio es nada más que un preámbulo para un inexorable final de defraudación y desilusión. El optimismo gana la reputación de engañoso aún cuando no se haya demostrado que el pesimismo no lo sea también.

El optimismo es visto como una estrategia destinada a manipular voluntades con intereses políticos, asociando como sinónimo que su entusiasmo convocante no pudiera ser usado a favor de una política transformadora, y siempre debiera estar ligado a intenciones conservadoras que solo encubren ambiciones de enriquecimiento personal.

El pesimismo, en tanto se lo supone consecuencia natural de una evaluación desinteresada de la realidad, es visto como prenda de honestidad intelectual. El pesimismo da reputación técnica y moral, el optimismo por el contrario pareciera ser indicador de ligereza, insensatez y liviandad interesadas en la manipulación. El pesimista se preserva limpio, el optimista corre el riesgo de ensuciarse. Y si bien ambas posturas están igualmente expuestas al error frente el devenir de los hechos, el fallo del pesimista siempre luce virtuoso, previsor, comprensible y excusable, frente al de optimista que se torna denigrante, ligado a la ingenuidad, la credulidad, el entusiasmo fácil e interesado o el liviano voluntarismo.


Libre de contaminantes políticos

El exceso de independentismo del intelectual resulta a veces tan exasperante como el "dependentismo" monolítico. Es irritante esa sobreactuada huida de cualquier apoyo colectivo que caracteriza a algunos intelectuales, esa pretensión de ser como un cristal, orgullo individualista de independencia como rechazo a cualquier instancia de contaminación social. Lo social como la tumba de la libertad individual, concepto ultraliberal pero el preferido de los intelectuales de izquierda.

El principal temor es ser contaminado por la ola aceitosa y maloliente que rodea lo político desde que fue consolidándose su mala imagen pública. Como si el apoyo a un proyecto desde el propio lugar lo convirtiera automáticamente en defensor adherente de la conducta pública y privada de funcionarios, un rendidor de obediencia a aparatos y comisarios que dictan relatos oficiales, amigos y cómplices de oportunistas y corruptos.

Todo pasa por retener la facultad de la libre decisión, y nunca ponerse bajo las órdenes de los mandos tácticos y estratégicos del electoralismo político si no es por convicción autónoma, nunca por disciplina partidaria. Si se está reflexionando como intelectual no cabe el argumento sobre que “no digas tal cosa porque no es tácticamente bueno para el proyecto y les estás dando pasto a los opositores” Eso es una indicación de gestión política, solo admisible dentro de una estructura orgánica de actividad, más nunca tolerable, ni siquiera como consejo, para la actividad del intelectual. Si el intelectual subordina su actividad a los intereses tácticos de un Proyecto Político, deja de ser un intelectual y pasa a ser un funcionario, aún sin cargo.

La decisión final de que decir debe estar a cargo del propio intelectual, y nunca necesitar la aprobación de los administradores del sentido común partidario. Si el intelectual cree que no es conveniente exponer un tema por una cuestión táctica, lo hará, pero si no lo cree así debe decidir por si mismo con total independencia de los que digan las voces que se adjudican el control estratégico del relato oficial. El intelectual independiente que apoya un Proyecto no es vocero de ese proyecto, sus palabras no deben interpretarse como referencias oficiales. Ese el peligro de Carta Abierta, asegurar que lo que decide decir y no decir es una decisión sin condicionamientos de agentes o comisarios políticos.

enero 21, 2012

La condición del humor


El chiste de Gustavo Sala ha desatado la polémica sobre los alcances, los límites y –agrego- sobre la condición del humor. Una vez más y van….

La tira así de primera lectura me pareció espantosa. Partiendo de una asociación forzada y carente de gracia entre el cantante David Ghetta y Gueto, continúa embarrándose en humoradas obvias sobre los campos de concentración nazis a cada cual más berreta e insensible. Más allá de muchas especulaciones sobre las motivaciones del autor, parece una consecuencia típica de combinar escaso talento, necesidad de entregar un tira y una manera de hacer humor que pretende escandalizar y es el que caracteriza por ejemplo a los humoristas de la revista Barcelona. La fórmula, en algunos casos, consiste en tomar algún tema sobre el que haya cierto consenso de respeto por la sensibilidad de los afectados y tomarlo para la gran joda, como si buscaran que digan “mirá que hijos de puta”. Cagárseles de risa en la cara a los que sufren o se toman en serio algún problema, como si tomarlo en serio y sufrir fuera una actitud molesta, desactualizada, superada, que mereciera burla. Técnicamente se apela a fórmulas satíricas y sarcásticas sobre hechos socialmente trágicos. Lo importante es dar la imagen de ser un me cago de risa de todo, soy un irreverente, un sacado, un ácido, un sarcástico sin límites; todas cualidades que dan chapa. Son los primeros que cuando hay una tragedia aparecen con el chiste obvio.

Alejandra Varela ha dicho hace un tiempo atrás en un artículo crítico hacia el humor de Barcelona:

Lo que me molesta profundamente de Barcelona es esa pose de nosotros somos más inteligentes que el resto, estamos en un pedestal mirando todo desde afuera y riéndonos de ustedes (nuestros lectores) porque son unos giles. El maltrato, la subestimación que se respira hacia el lector de sus páginas, te expulsa. No hay complicidad con el lector, lo que existe es un modo cada vez más evidente de decirle que es un estúpido que no entiende nada y que tal vez logre esclarecerse leyendo las páginas de Barcelona. Lo que sustenta a Barcelona es la idea de que todo es mentira, que todos son iguales, que nada merece respeto. No hay límites, hay un deseo de reírse de todo


Pero la discusión va mucho más allá y entonces creo que la gran pregunta es. ¿Que hacemos con el humor?.

Veo en infonews una encuesta: “¿Es conveniente hacer humor con temas sensibles a la sociedad?” y luego dos opciones “ Si, sólo es humor” y “ No, hay temas que no deben ser banalizados”

Es evidente que la encuesta parte de un supuesto, de una premisa que pareciera estar muy arraigada al punto de sonar como verdad de sentido común:el humor es banal. La pregunta de partida es si aplicar el humor a un tema es necesariamente banalizarlo, porque de ahí derivan interrogantes fundamentales. ¿Damos por aceptado que el humor es banal? ¿No se contradice tal afirmación con tantas alabanzas y reconocimientos que ha recibido el humor como expresión de la creatividad, del arte, de la comunicación humana y del ingenio? ¿Es un arte menor que vuelve indignos los temas dignos y afecta la sensibilidad? Para preguntarse que entendemos por humor, y donde lo situamos. Si en el fondo lo creemos una burla, una falta de respeto, y por lo tanto lo aceptamos solo cuando no afecta temas sensibles, profundos o dolorosos. Que la banalidad se aplique a la banalidad y no a lo trágico.

¿Donde está la raíz de la ofensa a la sensibilidad que provoca el uso del humor sobre mencionados episodios? En el fondo, todos creemos que el humor es una agresión encubierta, es una burla menor, un manoseo, una falta de respeto a algo por eso nos irrita o nos sentimos agraviados cuando eso tan bajo toca nuestros temas sensibles. Si en cambio en vez de humor se hiciera alusión a esos hechos sensibles desde una pieza poético-dramática por ejemplo, nadie se ofendería, se tomaría como homenaje, ejemplo, lección, etc. Después de siglos de historia y convivencia, pareciera que el drama y la comedia no se reconcilian y la segunda no puede sacarse su mala reputación de encima. Mientras uno infunde respeto, el otro provoca irritación. Por eso aceptamos y alabamos el humor siempre y cuando le toque a otro. Si nos dedican un drama, es un homenaje enaltecedor; si nos dedican un chiste es una agresión insensible.

Se intenta explicar que hay chistes inocentes y los hay agresivos, pero la explicación no cierra. Lo que hay son chistes sobre personas y situaciones que no se ofenden, y los hay sobre hechos y personas que si se ofenden. Porque si el humor en una ofensa lo es siempre independientemente del grado de sensibilidad de los que ofende.

El humor resiste la contradicción de ser llenado de elogios pero a la vez ser considerado un género menor. Muchos humoristas a menudo reciben el generoso calificativo de genios pero su arte aparece indefectiblemente ligado a una segunda categoría. Y a menudo se intenta rescatar al humor, ¿señal que nació hundido?. Por más que demos vueltas y vueltas al final del camino pareciera que la esencia del humor fuera la agresión, la ofensa, el maltrato y la falta de respeto hacia alguien.

Dice el humorista Santiago Varela:

“Podríamos decir que el humor es sanador, aunque no es bueno confiarse demasiado. Debemos recordar que el humor requiere de códigos compartidos. Si intentamos hacer reír a otro que tiene códigos distintos a los nuestros, más que hacerlo reír, conseguiremos que ponga cara de bragueta. O nos quiera sacar a patadas. (Algo que suele suceder con personas o doctrinas con poco sentido del humor.) Así sucede con el llamado “humor a costa del otro”, que lamentablemente está muy difundido. Mucha gente encuentra divertidísimo cargar, gastar al prójimo, sobre todo al distinto: a la gorda, al negro, al rengo, al que se equivoca o a la víctima de una cámara oculta. El “reírse del otro”, no “con”, se encuentra muy difundido en la televisión, ya que se supone que da más rating y eso es palabra santa. No puede decirse que sea un humor inocente. Después de Freud, nadie puede hacerse el cándido frente a ciertos chistes que quieren mostrarse como herramientas de humor, pero son herramientas de agresión. Y de las peores. Porque se dicen con una sonrisa, escondiendo la intencionalidad de decir lo indecible, por cobardía, de otra manera. Cuando nos enojamos y le paramos el carro, el tipo nos sale con un: “Che, que mala onda… si es un chiste…”.

¿No estará equivocado y todo humor sea a costa de otros? Encontrar un chiste que no pueda ofender a alguien es muy difícil en tanto el acto de ser mencionado o usado para provoca risa constituye una ofensa en si mismo. Freud ponía como un ejemplo de humor la frase de un hombre que va ser ejecutado un día lunes y exclama: “¡Bonita manera de empezar la semana!” Aunque en esencia es una mofa a su propia desgracia no faltaría alguien que resulte agraviado por la actitud de este señor que se ríe de sus ejecutantes y del acto de la pena de muerte.


¿La triste verdad será que el humor nos agarra siempre para la joda?

enero 18, 2012

Por fin nos tratan como iguales


A los argentinos nos habían dicho de todo desde el primer mundo: soberbios, corruptos, vagos, subdesarrollados, sudacas, despelotados, indisciplinados, despilfarradores, engreídos, chorros, mandones, egocéntricos, irresponsables, transnochados, salvajes, populistas, incorregibles...

!Pero colonialistas nunca jamás!

!Vieron! !Están reconociendo nuestras virtudes europeas! !Ahora si, por fin nos tratan como iguales!

De profesión intelectual I


"...¿Es posible todavía recordar cuánto de ese trabajo, el pensamiento crítico, es mantener en suspenso las certezas y abierta la curiosidad, desconfiar de los supuestos y estar dispuesto a revisar los nombres y las interpretaciones que se dan a las cosas, las ideas y las personas, sin excluir de las realidades a cuestionar, y no en último lugar, a uno mismo? ¿Y si, en vez de atender tanto a los intelectuales, se atiende al trabajo intelectual, no importa en qué etiqueta se amparen quienes lo llevan a cabo?..."

Daniel Freidemberg aborda la cuestión de los intelectuales y la política, versión argentina 2012.

enero 15, 2012

Conducta y conducto


Hay palabras que han nacido para estar unidas irrevocablemente en matrimonio. Una parte femenina y otra masculina, casi como una obvia correspondencia de concepto que solo se diferencia por el género. Pero toda vez que tropiezo en diferentes lugares del uso y la lectura con conducta y conducto, siento que estamos ante un caso de irreconciliable divorcio. La etimología tal vez las unió alguna vez, pero hoy nada puede evitar que choquen estruendosamente ese sonante sustantivo de orden humanístico, que bucea entre la ética y la psicología, contra el rudo utilitarismo técnico del liso y llano caño.

enero 03, 2012

Algo como de noche


Algo como de noche, de lengua más
aguzada que
ayer, que mañana;
algo como saludo
de una con boca de pez
sobre el mostrador
de lamento;
algo amontonado
en puños infantiles;
algo de mi materia
y de ninguna.


Paul Celan (de "Parte de la nieve" )