El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 27, 2005

Blog S.A.

Daniel Massei en su blog se ocupa una vez más del tema del anonimato en internet. Aunque le sorprenda a él tal vez, estoy de acuerdo en mucho con su visión del tema. Es una mierda tener que enfrentar un debate frente a máscaras sin ninguna referencia cuando se ha expuesto el nombre y apellido o bien el nombre habitual con el que uno es conocido e identificado frecuentemente. Tener que dar crédito a todas las intervenciones que ni siquiera se molestan en ponerse un nombre de fantasía es una cuestión muy irritante.

Exponer una explicación seria del por qué del uso tan generalizado del anonimato en internet en general, y en foros o espacios de publicación de ideas como el blog en particular, es algo bastante complejo que requeriría investigar ciertamente cuantiosos materiales y datos, además de analizar el costado psicológico del problema con ayuda experta. A nivel de sencilla reflexión y circunscribiéndome al blog, creo que el miedo en cualquiera de sus formas es la causa principal, seguida de seducción sensual que da el juego de roles, el simulacro, las trampas y la manipulación de reacciones de los lectores. Si hiciéramos trackings de los IPs y servidores desde donde se mandan los mensajes –con ayuda de algún hacker amigo por supuesto, y así y todo hay sitios que permiten descubir bastante y otros no- nos encontraríamos seguramente con muchas perlas, mucha gente que manda anónimos puede que sea de nuestro círculo íntimo y participe con su nombre en otras circunstancias, sólo que aquí usará el anónimo para pegarnos golpes bajos que de frente no sería capaz de afrontrar para no quedar expuesto ante nosotros y todos los demás que lo conocen. Se trata en este caso de una autocensura que opera desde el pudor de cuidar la imagen de buen tipo que se ha ganado, o de equilibrado razonador que no muestra la hilacha del polemista. En otros casos esa autocensura puede obedecer a razones de especulación táctica; si se trata de discrepar con alguien con el que no se debe quedar mal bajo ninguna circunstancia, sea por deudas de favores recibidos o apetencias de favores por recibir. Obvio que también hay descolgados y oportunistas sin más intención que joder un poco, ya que armar bardo y ver las reacciones que se suceden suele ser un entretenimiento muy pero muy divertido.

El lado positivo, si hago el esfuerzo de verlo, es que pone en contacto con una realidad que permanecía sumergida, cuantas veces ese mismo que manda un anónimo ha estado en uan biblioteca, ha hojeado un libro o una revista y habrá pensado “que gansada, mirá lo que escribe este pelotudo”, pero el autor ni se enteraba, ahora el lector este tiene la posibilidad de hacértelo saber apretando un botón.

Lo que me parece muy importante diferenciar es el anonimato del uso de seudónimos. En mi caso uso seudónimo pero no soy anónimo ni mando anónimos, envío todos mis textos igual y la decisión de usar un nombre diferente es una elección de puro gusto personal y no tiene nada que ver con el anonimato, miles de personas usan seudónimos para algunas de sus actividades, y deciden cómo, cuando y a quiénes le revelan su nombre y apellido verdadero, que implica el acceso un grado de intimidad. A figuras célebres como Mark Twain o Pablo Neruda por recordas algunos, no se los podría acusar de haberse escondido en el anonimato por ello. En mi caso soy siempre el mismo y si aparece la ocasión de firmar o dar a conocer ni nombre verdadero lo hago de acuerdo a la evaluación de las circunstancias. Igual no niego que de mantener el anonimato uno se reserva una considerable protección contra varias plagas: que por lo que escribiste te agarre un fanático o chapita y te quiera cagar a palos, meterte un juicio o denunciarte a la DGI, amén de otros fantasmas del pasado setentero que pueden rondar.

Otra cuestión importante es no olvidar la desprotección en la que se encuentra alguien que publica sus ideas sin ningún tipo apoyo corporativo ni gremial. Supongamos que un tal Juan Gómez de Lanús publica ideas que lesionan u ofenden intereses de grupos que se mueven con cierta impunidad y acostumbran a defenderse con métodos, digamos, bastante más que persuasivos, y deciden averiguar quién es y darle un apriete. ¿A quién le va a cantar Juan Gómez, a la Sociedad Interamericana de Blogers?? No habrá corporación periodística ni intelectual con repercusión mediática que lo incluya para salir en su ayuda. Hasta que los blogers no sean reconocidos y amparados como parte de cierta “no se qué” perteneciente al campo del derecho a publicar las ideas, no existe protección alguna. Y en este país no tener el apoyo de un nombre con cierto reconocimiento y respaldo institucional puede resultar una debilidad altamente peligrosa.

Respecto de la lectura de los textos de parte de los demás, cuando no se tiene Nombre, poner el verdadero o uno inventado no hace demasiada diferencia: la respuesta va a ser la misma en ambos casos y será en tono de pregunta: ¿Y vos quién carajo sos?

Campantes

El que salió por los textos comiendo apresurado tropezó con un acento y se partió la mente. Atrás lo seguía, sedienta de publicación, una horda de desfilados que lo pasó por encima y usó sus ropas blancas para escribir en ellas literaturas urgentes, historias que traspasaban camisas y quedaban como tatuadas en la piel, como violaciones semánticas. Usaron su cuerpo como papel borrador y lo entregaron para corregir a brazos de la Gran Referencialidad.

Sin siquiera suspender por un minuto la función. Debes continuar muriéndote, no vaya a creerse que tras la macabra marioneta que tus brazos enclenques imitan queda lugar para sospechar que todo se trata de una misión secreta. Maldición por qué hay siempre que enterarse de que la verdad es una mentira no descubierta. Albergue bipolar de tres personalidades, nunca hay huellas suficientes de la publicidad del infinito.

Esos que con tal de vivir saben perder, esos que se derrotan para no sufrir, ¿quién les va a permitir ahora no suicidarse? Actores imperfectos, farsantes ejecutores de instrucciones del agujero blanco. Salgan a respirar al fondo del mar transparente, y dejen de evacuar las carnecitas entre los dientes. Tomen ya la billetera que va camino de su domicilio el siniestro que encargaron. Ningún superdotado ha sido capaz de herir una permanencia bien deseada. Quemaron en el intento los más trágicos gemidos militares, la más diáfana y bellaca poética autoridad del relativismo, sin embargo alguien es capaz de ser siempre la víctima más orgullosa.

Y cuando quieren volver a desarrugar sus callos espirituales, tarde, demasiado tarde para sonreír sin razones, una plancha caliente se apoya sobre el arco de sus columnas vertebrales esclerosadas, casi como un proyectil displicente para lograr sus difuntas dimisiones indeclinables….

agosto 26, 2005

Una minuta sobre la escritura

Algunas generalizaciones entre triviales y sensatas que espero sean seguidas de sus correspondientes e imprevistas derivaciones:

La literatura es un arte y el arte es fabricar artesanías, poco importa si fueron producto del trabajo, la iluminación o el delirio, poco importa el cómo, están destinadas a divertirnos, hacernos llorar a gritos o bien retorcernos el cerebro emputeciendo a nuestros neurotransmisores para que en un carnaval de señales, máscaras y núcleos, construyan sentidos y sinsentidos de a chorros. La máxima pesadilla es poder aceptar el infierno de la diversidad que no pasa por la calificación de prestaciones. El arte literario no es una carrera para demostrar quién tiene el cerebro más grande, ni un test para mostrar quién posee la cultura más vasta, la imaginación más fosforescente o la más impúdica capacidad de capricho.

Entre los escritores tengo una distinción muy personal que me guía: están los intelectuales que escriben y están los artesanos o artistas de la palabra. Los primeros escriben porque no tienen más remedio al ser la escritura uno de sus medios de expresión, casi una necesidad profesional. Si quiero hacer filosofía, sociología, reflexión, ideología, análisis, ciencia social, ecología o cualquier otra disciplina analítica-creativa es probable que la escritura sea uno de los medios casi excluyentes. Los psicólogos y científicos "prácticos" tienen la clínica como otra gran forma de ejercicio, los arquitectos e ingenieros la materialidad de sus obras, pero un pobre aspirante a filósofo por ejemplo no tiene más remedio que escribir, ya que la tradición socrática me temo que no resulte demasiado practicable hoy día. Eso los instala en la obligación de adquirir al menos cierta destreza en el arte literario, habilidad que va a influir enormemente en su eficacia profesional por así decirlo, porque el talento narrativo es crucial hasta para contar un sistema lógico. Como el arquitecto que debe aprender un poco de expresión plástica - a dibujar digamos más simplemente- para transmitir sus ideas, el intelectual se convierte en escritor casi siempre y en artista de la literatura.... casi nunca?. Esta dicotomía será arrastrada siempre en la piel del intelectual y en la de los lectores de sus obras, montará una confusión más que intrigante, y si nos maravilla algún día la brillantez de unas ideas escritas no sabremos bien si se debe al rigor de su ciencia o a la maestría de su arte.

Después están los artistas de la palabra, no necesariamente los más cultos, ni formados, ni doctorados, ni estudiosos ni inteligentes, pero artistas, casi que los veo con un delantal sobre sus dedos. Son para mí los verdaderos dueños del nombre de la profesión de escritor, sean del género que sean. ¿Como conviven estas dos improvisadas categorías? A veces noto como que los artistas de la palabra sienten una especie de complejo de inferioridad respecto de los intelectuales que escriben, y eso los lleva a imitarlos, a incluir dentro de sus obras como especies de anuncios publicitarios que destacan de forma ostensible las capacidades adquiridas. Y muchos caen en la tentación de intelectualizarse, hasta como protección, ya que es más fácil dotarse de un arsenal teórico de relativamente fácil exhibición y defensa, que encontrar un buen final para un cuento. La incorporación hasta de los edificios teóricos de la propia crítica literaria les resulta útil para maniobrar, de este modo una obra que se base en los mandatos de la crítica tiene garantida una fuente segura tanto de inspiración como de buena acogida y valoración.

Pero esta minuta binaria que he efectuado se completa con el tercer elemento: los críticos. Raramente artistas literarios, minoritariamente intelectuales y mayormente ninguna de las dos cosas. Los atormenta la preocupación por demostrar que pueden manejar a mayor velocidad que el escritor, y por supuesto jamás dejarse pisar los talones por los miopes e ingenuos ojos del lector, al que consideran en el fondo un mal necesario. Están tan actualizados respecto de las teorías europeas que no ceden nunca a la tentación de hacernos saber que se tragaron como locos las teorías que están de moda, y por las dudas también todas las que tengan probabilidades de estarlo pronto. Pero ellos, como los anteriores, son otro tema.

Más allá de donde venga el que lo practica, el arte es hacer eso que conmueve, eso que no puede parar de volverse a casa instante otra cosa, y más y más una cosa más idéntica a si misma y más diferente a toda otra. Ese goce de la alevosía del impacto, directo, gradual o entrecortado, pero que se hace soberano en el efecto de convertirnos en recreadores.

agosto 24, 2005

La cita como chaleco antibalas

Para escribir y ser leído supongo que lo primero hay que quitarse es el pánico escénico y después algunos otros pánicos: a las represalias intelectuales, a la intrascendencia, a la ferocidad de las envidias agresivas, a los golpes de estado a la autoestima que cualquiera puede disparar. Y no hace falta de ningún modo escudarse con los cadáveres de alguna incuestionable eminencia para decir lo que se piensa. La pusilanimidad intelectual me parece nefasta más por una cuestión estética que ética, ya que priva al escritor de entregar un recurso de comunicación e impacto tan valioso como es su feroz desnudez individual, el choque violento contra las retinas de los lectores de sus ideas huérfanas de referencias aliviadoras, que obligan a hacer foco en la indefensa soledad del texto. En el ensayo la cita es un método muy útil, ágil y hasta puede ser bello para desencadenar la reflexión propia y a menudo resulta muy orientadora para la comprensión de las ideas, pero se desvitúa cuando es evidente que se lo usa como mecanismo puramente defensivo, un singular chaleco antibalas o una eficiente custodia personal. Funciona en esos casos como una especie de salvoconducto que acompaña al discurso propio, “lo digo yo pero me baso en Fulano” es como decir “si te metés conmigo te estás metiendo con él también”. Apropiarse por contiguidad de un prestigio y una protección al refutamiento que se teme no lograr con el enunciado de las ideas con el nombre propio, lo que equivale a decir muchas veces, sin ningún nombre.

agosto 19, 2005

Tu rastro

“…Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos.

Jorge Luis Borges, 1923




De tenerlo adelante, y de contar con la suficiente confianza le diría:

-Con tu pluma y tu cabeza no entiendo... ¿Acaso nunca viste el fárrago de huevadas que pueblan librerías y bibliotecas? ¿Que necesitás? ¿Una crítica favorable por adelantado? Basta de clavarse puñales con el padre maestro, los maestros de maestros y el maestro de los maestros. Basta de escrituras póstumas, provisionales, instantáneas, que presumen de autoextinguirse a los quince segundos como las cintas de misión imposible. Si el fantasma del Maestro te convive como un invitado permanente, habrá que colgarlo del mástil de tu colegio primario, prenderlo fuego y llevar las cenizas al cementerio animista más cercano a tu domicilio. Si navegamos no podemos temerle a las cataratas. Basta de pedir disculpas por escribir, te quiero leer, a vos, si, y como yo que soy uno más pueden ser miles más. ¡Hacéle un libro a la literatura!.

- No se de que estás hablando…- me diría él, fastidiado por un lenguaje tan ingenuamente vulgar.

- Y si querés cuando lo terminés gritás el gol en la tribuna y como hacen los jugadores mostrás debajo de la camiseta con tus colores, un remera que diga “para vos ...”. Ofrendale un libro, no los fugitivos lamentos de su inescritura. Si pensás que tu libro no estará a su altura para ser un homenaje digno, menos a su altura estará el usar su nombre como cárcel. Se que no hay goce más luminoso para los escritores que clavar los pensamientos en la carne de la palabra , pero si el tiempo que pasamos inquiriéndonos con sesudas y huesudas flagelaciones intelectuales de por qué carajo escribimos y por qué carajo no escribimos, lo dedicáramos a hacer un libro, asunto concluido. ¿Que es este polvo culposo de la escritura mínima que anda dando vueltas por todo lados? ¿Estamos en la antesala del apocalipsis del deseo? ¿Nos amordazan el pene entintado con las cadenas de bronce de su insuperabilidad?. El juicio de la posteridad, de la historia, de los nenúfares abismales del tiempo infinito, ese juicio no lo habremos de ver. Pasará si pasa cuando nos hayamos jubilado de gusanos, cuando nos pudramos atesorando en un cajón el pasaporte vigente a la invalidez. Hay que volver al riesgo, no al empresario, al literario, volver a la aventura, basta de modas melanco, de nuevo a la selva a machetazos limpios, sorpresa, filo, picaduras, infinitud, irresponsabilidad, desobediencia –parezco Dalmiro ya-. Si, a bombear sea dicho que ya sale la leche bien impresa!!!!

-Parecés Dalmiro ya…o Alejandro Apo..- no me imagino otra acotación...

- Pensá lo que quieras, pero no me mirés así, no estoy hablando yo, es otro el que te habla, a él respetalo al menos, y escuchame. ¡Cogétela a la literatura!. No pienses si alguien ya la hizo gozar más, es tu polvo, es tu rastro. Y no vengas con que tenés miedo de que no quede embarazada, porque sabés una cosa, los que no cojen nunca son los peores estériles…

agosto 16, 2005

La gloria, toda la gloria y nada más que la gloria

(Este desordenado, incorregido e incorregible post nació movido por el de Beatriz Vignoli en Kaputt http://www.kaputt.it/vignoli/la-ranita-y-el-pozo.php )



Pregunta de neofito en todos los ambientes: ¿por qué estar en el blog, fundar grupos de artistas, es incompatible con el deseo y el intento de ser estrella de la Literatura mainstream (impresa)?

¿Ser bloger es hacer votos de castidad? No.

Otra: ¿Para publicar hay que creer en el establishment y defenderlo? Lo que no entiendo es la incompatibilidad con el blog y con compartir espacios con gente que tenga una visión crítica del establishment más cuando en esos espacios no existen manifiestos colectivos sino plena individualidad expresiva.


Internet under? Preguntale a Google

Tampoco entiendo por qué se asocia under a internet como si fueran sinónimos, máxime si de un examen proyectivo de las tendencias actuales la cosa tiene posibilidades de ser al revés. Que es ser under hoy? Que será ser under en unos años más? Es under yahoo? Google es under? Un sitio con 1500 entradas diarias es under? Y un libro con 1500 ejemplares vendidos en 2 años es mainstream porque tuvo una reseña de Fulanito de Tal en La Nación? Siento que hubo una época que “ya fue” como dicen los pibes. Entiendo algo: la novela es un género que no va –al menos eso parece- con la plantilla blog o website, aunque si podría encontrar una salida en internet mediante una edición electrónica por ejemplo, no gratis sino vendible con tarjeta. Blog, websites, ediciones web de publicaciones impresas, revistas o libros electrónicos son nada más que expresiones de un mismo medio. ¿Que hay que esperar para que internet no sea vista como divisiones menores?, que Susana Gimenez, JK Rowling o Ricardo Piglia tengan un blog?


El bendito establishment

Una cosa es protestar contra los h de p del establishment por su amiguismo, nepotismo o mercantilismo miope, pero creer en su dictamen y tabla de valores. Es el caso del viejo resentimiento del rechazado, a veces tras razones válidas se esconde la pura bronca del perdedor. Otra muy diferente es cuestionarlo radicalmente en el sentido filosófico-ideológico desde una postura crítica. Yo estoy de los que lo cuestionan en varios sentidos. No soy tan necio ni progre al pedo como para creer que todo lo mainstream es malo y corrupto, ni que el que tiene un contrato multinacional es un entreguista del arte, nada que ver, dentro de los confines del estrellato oficial hay mucho muy bueno, sano y brillante, pero lo único a lo que renuncio es a creerme su escala de valores pedorra, retrógrada, mediocre, podrida y cortesana. De acuerdo, no hay teoría conspirativa que sirva de “alivio a mi tormento”, sólo que yo creo que si hay conspiraciones que operan en todas partes pero no son premeditadas, la lógica del sistema actúa como si fuera una conspiración infinita como dije en mi post en Kaputt, y si creo en los espacios y los sistemas alternativos, en las contraculturas, en los cánones no oficiales, o como se llamen.

El éxito mainstream se tiene, no se merece. El éxito no es medida del talento, asi que a muy pocos le va a importar si se tiene o no, el éxito es un fin en si mismo, se basta a si mismo para no necesitar estar fundado en nada, su logro habilita cualquier categoría, es como el dinero, si lo tenés ya está, a nadie le importa el análisis meritocrático de cómo lo conseguiste o si lo merecías o no, puesto que se tiene se da por sentado que se merece, porque el éxito como el dinero se merece a si mismo. Para encontrarlo me parece una pérdida de tiempo pensar que habrá de ser otorgado o conquistado por mayor o menor merecimiento, talento o mediocridad, a quién le importa eso? La valoración del sistema debe ser aceptada aunque no coincida con la propia. Si nos sometemos a su dictamen no podemos exhibir el argumento de nuestra convicción de merecimientos, es una contradicción, si queremos la gloria que da el sistema hay que acatar sus leyes, él es el que va a decir si nos toca o no. Si no es un puro berrinche de niño malcriado, me "mi mamá me dijo que era le mejor!". "Pero tu mamá no manda acá nenita!".

El bendito establishment tampoco es un panzer, alguno va a entrar - bloger o no bloger- eso es seguro, hay un cupo limitado pero cupo al fin, un filtrito cuya medida depende del mercado -hoy achicado más que nunca quizá con los horrorosos precios de los libros- habrá ponele cinco lugares. Son cinco listo, si se sigue buscando por ahí se entra, posibilidades matemáticas hay, sólo que yo creo que es al pedo consagrar la vida a ese objetivo anulando todo otro. Es jugar toda la vida a la ruleta.

¿Acosa tanto la tensión entre lo establecido y lo no establecido?. Si. Circula una especie de terror a que te llaman “ under”, que te encasillen y por eso algún capitán de la industria cultural diga ”no, el contrato a ése no, si se junta con la manga de fracasados del blog”. Aparte, no creo que la falta de ambición estelar se contagie.


Democracia?

Es un asunto muy duro nadar entre tanta hipocresía, tanto esconder ínfulas puras y sonantes para no ofender resentimientos y susceptibilidades caníbales. Yo hablo de democratizar los egos, que quiere decir darle a los egos la oportunidad de desarrollarse, de ser vistos, de hacer sus obras, de emitir su voto expresivo. Lo demás será cuestión de las valoraciones y las habrá de todos los tipos, solo que aspiro a que sean medidas con varas que resistan un análisis cierto de la racionalidad y no esclavas de los poderes establecidos. Pero es cierto que se confunde democracia con igualación fascista, la igualación es antinatural y fascista, es la igualación como represión a la diferencia y a la diversidad, es decir represión a los efectos básicos del ejercicio social de la libertad. La democracia no es la claudicación de las ambiciones individuales. Lamentablemnete hay grup0s que se forman con esa onda, para “contener” los fracasos individuales, para que nadie saque los piés del plato, para evitar que nadie sobresalga o se corte solo. Mientras todos decimos que somos una porquería se produce el milagro de la mancomunión de las penas, pero a la ahora de vomitar los sueños egolátricos y las ambiciones individuales todo se transforma en una fiesta caníbal, un arrancarse los ojos entre celos, histeria y puterío. La ranita para lo único que sirve es para metérsela en la boca al otro.

Buenos días Vietblog!

Ojalá no nos canibalicemos, ni por un plato de lentejas ni por la recompensa mayor. Que pena si esto se transforma en la lucha entre el escritor, el no escritor, el publicador, el no publicador, el amateur, el profesional, el que quiere ser estrella o el que quiere ser arbusto. Encima meterse con categorías que hieren lo más profundo del sentimiento religioso de un artista: mediocridad y talento. Por ay tenía razón el boludo que decía que de religión mejor no hablar.

agosto 13, 2005

El comment, un cambio casi nupcial (III)

Impactos y visitas

Hay textos que tienen impacto directo, como esos discos que se oyen y de inmediato disparan reacciones, nos dan ganas de gritarle al primero que pase todo lo que nos despierta. Hay textos con esa capacidad, la de estimular la secreción casi instantánea de reacciones, de réplicas, como si nos pincharan en alguna parte sensible, como si excitaran a las bestias dormidas de nuestras usinas de expresión. Entonces el comment brota y es escrito casi como una evacuación urgente, como una necesidad de acabar cuanto antes y hallar la necesaria distensión a la tensión ocurrida. Otros en cambio tienen efecto retardado, si en los primeros cinco minutos de leídos no se te ocurre decir absolutamente nada, no quiere decir que todo esté perdido. Si lo que interesa es conseguir visitas, escribir algo todos los días parece ser un aliado. A menudo muchos acostumbramos a entrar diariamente a dar una vueltita por los blogs que frecuentamos más o menos regularmente y siempre deja una sensación de satisfacción hallar una nueva entrada. Meterte seis días seguidos en un blog sin que nada cambie suele fastidiar, pero es un dato que vamos a tener que incorporar, hay blogs que se actualizarán en muy distintas frecuencias, y tal vez en los avisos vía mail pueda estar una de las salidas para aquellos que se toman un tiempito más. La diversidad de contenidos va a transformar al blog en lo que debiera ser, un medio, y no un género o una tipología discursiva.


Ensayo, el otro efecto dominó

Sobrevolar a mucha altura permite observar las siluetas generales de lo que hay en el blog. Así veo que no es lo mismo decir algo de un cuento, una poesía o una pieza narrativa de un ensayo, comentario o artículo de opinión. En el campo del ensayo funciona la cosa abierta, incita a agregar piezas al texto, se trata del “Otro Efecto Dominó” –anótenlo como un sagaz descubrimiento de este servidorJ-. No el fichaje que cae formando esos bellos movimientos y que sirve para explicar que un estornudo de un agente de bolsa de Chicago provoca el despido de cien trabajadores en un frigorífico de la isla Maciel, sino de la posibilidad de agregar siempre una ficha más a un juego que permanece abierto y puede ir para el lado que se quiera sin que se vea como una descabellada intromisión. No quiere decir que no exista completud y entidad en la ponencia del autor en el ensayo, sólo que puede ser continuado fácilmente, recibe adiciones naturalmente, sin rechazo. Muchas veces se habla en estos casos que el comment completa el texto, es una mirada de algo posible, pero sea que lo complete o no, lo que sucede es que fabrica o instaura la continuidad de su juego, es capaz de prolongar su vida extendiendo la escena expresiva. Si buscamos una analogía sexual, sería un “menage a beaucoup”: el amante-autor del polvo principal de pronto termina su labor y deja al texto-mujer ahí, pero puede que otros ingresen a completar su obra o bien a continuarla aportando nuevas sensaciones inesperadas, el ensayo es en todo caso una dama insaciable que nunca dice basta.


Opinar podemos todos

En plástica recuerdo una frase que decía que el contraste es el sostén de la forma, para mí el debate el sostén de las tetas del discurso ensayístico, el debate desatado es portador de una capacidad de frenesí dialógico inigualable, un nivel de excitación glandular de las ideas desde el cual suelen salpicarnos las más ricas y profundas secreciones.

En el ensayo no hay mejor musa que un buen debate.

Pero hay alguna razón más por la cual la opinión tiene esa capacidad reproductiva, esa fertilidad incomparable frente a los textos de ficción, una de ellas es la facultad de inflamar las ínfulas democráticas de los lectores. Está instalada la idea de que opinar es un derecho y no un arte o una habilidad, por lo tanto basta dar una opinión para el que la lea se crea con derecho a dar la suya, y es esa súbita conciencia participativa la que ayuda a desinhibir la entrega de la propia palabra, independientemente de la auto evaluación de su capacidad en la tarea. Se me ocurre que el ensayo es un género tan difícil de manejar en su destreza básica como cualquiera de los de ficción, pero como en algún sentido común se cree que sólo se trata de “opiniones”, cualquiera que no se consideraría con la más mínima habilidad para narrar puede que si la sienta para opinar.


Cuento, poesía, relato: Ficción y fricción

¿Como quedaría un comment de un cuento donde yo sigo con los personajes y la trama por mi cuenta? Interesante ejercicio formal, ¿no es cierto? Pero si hiciéramos eso un alto porcentaje de los autores nos haría llegar insultos, parecería que estaríamos parodiando o satirizando despectivamente su obra. En definitiva, agarrándola para la joda. La ficción es cerrada, se nos presenta como un objeto terminado con su contenido y su envase, está empaquetada y autónoma, tiene la etiqueta puesta, es difícil de modificar sin romperla. El comment se priva aquí de su máxima sensualidad, porque a partir de esta condición final de la pieza de ficción todo lo que se diga de ella o a partir de ella pasa a ser sobreentendido como evaluación valorativa. Allí comienzan los problemas. Y sucede que la opción menos problemática parece ser la emisión de impresiones con la obvia –y tautológica- disculpa de que son personales: se tratará de me gustó, me conmovió, me aburrió o me hizo cagar.
Esto hace que las réplicas posibles se inhiban y se reduzcan. Si la opinión sobre la pieza ofrecida es de indiferencia o disgusto, ya no queda la habilitación excusatoria del “disiento” u “opino diferente” del ensayo, aquí el comment puede ser una operación de sentido sobre el objeto, con riesgo de agresión crítica, no se puede quitar la etiqueta de la evaluación y la valoración.

Todavía existe mucha dificultad para manejar la mirada crítica, intimida y autocensura mucho por su indiscreción, por las implicancias a nivel agresivo que puede suscitar. Es que si se trata de una felicitación cualquiera se anima a escribirla, que otra cosa se podría esperar más que un lógico agradecimiento. Ahora si se trata de una expresión de disgusto o de una evaluación negativa, las prevenciones son mayores porque los riesgos… quién sabe a donde pueden llegar.

Finalmente, creo que la ficción abre tanto espacio creativo común como el ensayo, el que deja una pieza para ser leída necesita el registro del que lee, es una referencia vital, y para el lector, el feedback con el autor se presenta aún más atractivo, por lo desafiante e incógnito que resulta. Sospecho que logros formalmente refrescantes y renovadores se podrían alcanzar a partir de la relación textual autor-lector respecto de las piezas de ficción, un campo inexplorado seguramente.


El comment, un cambio casi nupcial acaba de terminar, pero lo mejor va a estar en la parte XXIII que saldrá para marzo del 2006 más o menos ;-)

agosto 12, 2005

La presunción de mediocridad

(Agente movilizador de este post: http://tomenlocomodequienviene.blogspot.com/2005/08/en-lo-que-daniel-massei-escribi-sobre.html ) ( Disculpas, ya voy a aprender a poner links de una sola palabra )


En las disciplinas creativas - o bien podría extenderse a la cultura en general- el viejo y cacareado adagio republicano de la "presunción de inocencia" admite un símil invertido bastante interesante de indagar, donde se establece una real y sonante "inversión de la carga de la prueba". Y ya que andamos por la escritura, a manera de ejemplo, digamos que todo escritor se presume mediocre hasta que se demuestre lo contrario. El tema es todo el magma al que ingresamos cuando decidimos inmiscuirnos un poco más en eso de “quién, dónde, cuándo, cómo y por qué” se demuestra lo contrario.

Las opciones son complicadas, o uno se cree tanto su condición de talentoso, a riesgo de convertirse en pretencioso toda vez que aquello que muestre se verá seguramente -y con dicha carga presente- como desproporcionado a esa pretensión que siempre es juzgada desmedida y apresurada, o bien se hace carne de una mediocridad asumida, segura, que al fin y al cabo es un punto de partida no discutible, pero que lo sitúa en una posición de cierta indefensión y condición disminuida que hay que llevar puesta. Y lo que abundan no son precisamente corderitos dispuestos a reconocer el talento ajeno escondido tras la humildad campechana, sino más bien lobizones dispuestos a ningunear al más débil sin ningún tipo de remordimiento por el talento que se pueda perder, sino más bien interesados en que se pierda. La sobreactuación consecuente del que puja, halla una de sus orígenes, no es que esto la explique en todo los casos, ya que en todos los órdenes sociales que uno frecuenta observa pajarracos y cualunques desubicados que se la pasan reclamando histéricos, y señores –o señoras- que tienen todos los galones de la dignidad aceptada y se muestran tranquilos y afables. Mi duda es si esa relajación es causa o consecuencia de la consagración. Desde la segura reposera de un puesto en el Olimpo es fácil sentirse o hacerse el relajado. En cambio desde la presión de sentirse y estar excluido, no tanto.
Cuando alguien no consagrado entra a una editorial supongo que lleva la "M" en la frente grabada a fuego, eso desacomoda.

Hacer literatura es creerse talentoso aún sin estar seguro de ello. Como no existe quién tenga el mediocrómetro o el talentómetro perfecto, es otorgado como condición necesaria el beneficio de la duda y con él uno puede andar por ahí bajo un delicado equilibrio sin llegar a construirse en modelos extremos como el de un quilombero engreído o de un arrastrado cortesano. Como dice la cita de Fogwill que hace D. Freidemberg: Sin soberbia nadie encontraría fuerzas para escribir o publicar, pero sin ese reconocimiento mentiroso y estratégico de la propia mediocridad, nadie encontraría amigos. Para ser escritor se necesita algo parecido pero diferente: decir que uno se cree mediocre cuando se piensa todo lo contrario.

agosto 11, 2005

El comment, un cambio casi nupcial (II)

El por qué de los comments. ¿Hay algún comportamiento previsible en ellos? ¿Por qué algunos post suscitan comments y otros no? ¿El número de comments indica el interés o la valoración de un post? Así de directas son las cuestiones, no suelo ser demasiado elíptico para plantear los temas, las volteretas y los rodeos vendrán, si vienen, después, una vez efectuado el desembarco sobre tierra negra. Este post lo vengo armando desde hace un tiempo, pero lo escrito en Existir Apenas Levemente http://existirapenaslevemente.blogspot.com/2005/08/un-lector.html por Beatriz Vignoli y hoy por Daniel Massei en Kaputt http://www.kaputt.it/massei/dardos.php secó de pronto toda la pólvora mojada que tenía estancado este asunto y proveyó ignición suficiente para encallar la mirada en el lado oscuro del corazón del comment.


Devuélveme el saludo?

¿Que significa un post con 0 y otro con 8 comments? ¿Que unos se leyeron y otros no?
Se me ocurren frases, algunas al borde del naroskysmo más pestilente pero con algún que otro jugueteo postmoderno: “No hay mejor indiferencia que la de ser leído y olvidado” – “Para un escritor no hay nada mejor que otro lector”. No se quién dijo -en todo caso si no existe quién lo dijo lo digo yo- : es bueno empezar por las tautologías para partir de un territorio seguro. Los textos nacen para ser leídos, lo demás es puro cuento. No, si van a nacer para ser olidos, tocados o saboreados. Entonces los registros de lectura se necesitan para respirar. ¿Cuanto se puede soportar sin tener la certeza de ser leído por alguien cuando se busca ser leído? Vamos, no presumamos de superados, no dudo del estoicismo de todos, de la determinación vocacional y pasional de todos por las cuales podríamos vivir la vida escribiendo sin ser leídos, que duda cabe, pero tan sólo se tratará de una postergación sucesiva del deseo, de una huida, más no de la anulación de ese deseo de ser visto que está vivo en cada palabra escrita en el momento que es escrita. Todo bien con el llamado de las fuerzas insondables de la búsqueda recóndita, del heroísmo de vivir para el propio placer indendientemente del afuera, esa búsqueda que presume de no saberse a si misma, pero que se sabe. Del compromiso de todos con la transformación del lenguaje, con la producción de la pura novedad fuera de todas las academias y sistemas como podría decir Tabarovsky, todo lo que quieran, pero si no se es leído llega un momento donde nada tiene sentido, y por más que ese momento pueda ser cajoneado y enmascarado años y años, en el mejor momento que es el momento justo, llega. Y todo se muere, aunque se escribas diez horas por día se muere igual, porque lo que se muere no es la máquina de producir palabras y acumular líneas, se muere la expectativa. Y toda pretensión es desmedida o no es pretensión.

Y me rectifico, el mejor momento no es el momento justo sino el momento inoportuno.

Un comment es –entre otras cosas- un acuse de recibo, un registro de existencia, una devolución de saludo textual, una sonrisa espejada, un llanto acariciado, una llamada contestada. Ahora bien, esta es una de sus realidades funcionales, pero lo que si voy a decir es que está mal que así sea visto principalmente, porque las motivaciones que determinan su posteo corresponden a una combinación mucho más variada. No creo que sea un indicador fiable ni de cantidad ni de calidad de lecturas, más allá de servir de referencia –si mandaste el post a treinta y siete tipos y no hay una puta respuesta tal vez haya que pensar en algo-. Lo molesto del comment es esa asimetría antipática que ronda a su alrededor en ambas caras de su significado. Para el que lo escribe es una posibilidad alternativa, una opción quizá relajada, de cuya acometida o renuncia no deriva temblor alguno. No es que sea indiferente pero si es patéticamente poco trágica, es una oportunidad de juego, de aporte o de cortesía intelectual. En cambio para el que posteó un artículo, cuento o comentario, el comment cero es un celular que da “apapago o fuera del área de cobertura” con esa odiosa incertidumbre de no saber si no nos atienden porque no quieren o porque no pueden. Su aparición o su ausencia es caer en una ciénaga o en un sembradío, obtener la voluptuosidad de una habilitación al festejo solitario y fruitivo del regodeo o la confirmación de un enésimo silencio consolidado, ser un alumbramiento en la conservación de una especie en riesgo permanente de extinción o un ejemplo más de su depredación progresiva.


Uno deja comments donde puede y no donde quiere. Yo por ejemplo soy un adicto a escribirlos, como era adicto a replicar en listas de correo o foros, pero aún para mi en esa condición no puedo dejarlos en todos los post de blogs que leo y que motivarían una réplica sea del tipo que sea, y la selección es arbitraria, responde a un entrecruzamiento de razones poco amiga de las interpretaciones simplistas. Quién recibe comments o no los recibe responde en mi caso a una mixtura híbrida de motivaciones profundas, mareos internéticos y compulsiones de la vida cotidiana, todo eso me indica la imposibilidad de ser previsible en si lo mando o no.



Una dictadura llamada Hoy

El post siguiente sepulta al anterior y los retornos se hacen complicados. Lo escrito hace diez días parece ya hundido en el fondo del oceáno galáctico, y revivirlo resulta toda una operación de archivo y nostalgia que casi daría vergüenza por su olor a naftalina. Aquí una digresión que no es digresión ya que hace a la idea total. Los formatos de los blogs no ayudan demasiado al seguimiento de los post por su temática, ya que privilegian demasiado la cronología. Los blogers que usan diseños web propios o han desarrollado mayor personalización de las interfases html, pueden manejar esto con mayor soltura y ayudar a que la lectura sea dirigida en función de la temática –o bien de algún otro criterio-o y no tanto de las fechas. Lo que se observa es como si existiera siempre la necesidad de que el hoy tape al ayer de modo ostentoso y cruel. Esto es una mala herencia del formato "diario", demasiado instalado todavía como formato standard del blog. Las plantillas de Blogger por ejemplo parecen hechas a medida de un diario personal o bien de una reproducción a escala de un periódico-diario convencional, donde el propósito es obviamente incitar de un modo brutal a la lectura del hoy, ya que lo de ayer se supone que debe estar envolviendo papas en la verdulería más cercana. Decir que lo escrito hace diez días ya es “archivo” implica una intencionalidad y un contenido, es casi una falta de respeto al tiempo. Al menos que un post sea un registro periodístico de rabiosa actualidad, que importa pasados unos días si el post fue hecho el “21 de julio a las 3.44 pm”. Esto no es anecdótico ya que inhibe muchas veces dejar un comment en un texto de ocho días atrás, que al releer o encontrar algo que nos hace volver, hallamos algo que decir. Los blogers, ¿hasta cuantos días revisamos hacia atrás a ver si hay nuevos comments? Retroceder en el blog es tan complicado como aquello de las chancletas.

Más allá de la posibilidad que pueden dar los formatos web, creo que el blog debiera poder superar esa connotación encasillada en la bitácora, esa obsesión por el registro temporal. Si bien la instantaneidad y el tiempo real no dejarán nunca de ser su rasgo central, creo que puede convivir con un poco de atemporalidad y pausa, sin tanta urgencia por lo urgente.

Continuará…

agosto 02, 2005

Todos los egos el ego (III)

Segunda estación: el mercado.

Ocurren ciertos sucesos que provocan el traslado. ¿Buscados? Si y no. Para que negar que si, en definitiva el sueño del reconocimeinto y la instalación en la elite cultural forma parte de casi todos los imaginarios, menos uno. Sin embargo hay deseos que no son obsesivos. Puede que el fenómeno suceda de forma casi accidental. Como acogerse a alguna moratoria galáctica que permita ser alcanzado por los rayos de algún estrellato; relativo, circunscripto, moderado, pero estrellato convencional al fin. Ganar algún premio, o abrochar cierto trato fructífero con alguna persona influyente para integrar el plantel en algún medio de primera división, o vender unos miles de ejemplares del ejemplo, o hacer alguna exposición justo en el domicilio de Dios. Sobreviene un proceso que desde una óptica racionalidad argumentativa definiría como de desamateurización. Una eyección desde el túnel de la línea C hasta la terraza del Sheraton. Una regurgitación del ego liberado de los demonios y gusanos que lo aplastaban para enterrarlo en la dimesión sobrecogida. Y sobreviene un ascenso tan abismal de la generación energética de las represas de autoestima, que se acaba por sentir repugnancia de cualquier noción de solidaridad. El otrora mundo de algodón fosforescente del under se transforma en una lejana nostalgia compasiva ante el seductor nuevo cosmos que envuelve desde los pies hasta los sueños. La mudanza al umbral de lo consagratorio funciona como una especie de acto de graduación impúdico, que se extiende no se por qué razón a la esferas intelectuales, sociales, y hasta físicas. Es que cuando la gente vende y frecuenta los círculos del éxito hasta parece más hermosa. Están ahí nomás, a pasos de habitar aquello que tiene el irreemplazable sabor victorioso de ser lo-deseado-por-los-otros. Instalarse en una configuración central, ser parte de la sustancia envidiada y no de los residuos compadecidos ( compadichos?).

La cadena de conquistas se abre voluptuosamente progresiva: desde pomposas reputaciones como referentes de una generación cultural, hasta parte de la nueva no se que mierda argentina o latinoamericana. Los argumentos estaban listos, basta convocarlos, sólo que no estaban en uso. La reinvindicación del estrellato recupera como naturales los discursos que siempre estuvieron allí para ser usados, como los muebles de una habitación de hotel desocupada por falta de huéspedes que les de el cuero para ello. Lo que vende no es tan malo, por supuesto, vaya verdad, y en realidad la verdadera cultura es la que llega a la gente, ah! la gente!. La otra son puros engreimientos del under, no garantidos de calidad, a menudo sobrevaloradas obras producto más del enamoramiento de la crítica de su condición marginal, que de alguna despiadada sentencia con fundamento crítico. Porque en realidad, contaminada de la sobreactuación a la que se ve obligada por la necesidad tan brutal de llamar la atención, la escena under se constituye en unas divisiones inferiores futbolísticas. La cultura comercial a menudo pasa el tamiz de la aceptación popular, y descansa sobre los pilares de los formatos eternos, los tipos narrativos sobrevivientes, poderosos e incuestionables cimientos consolidados a través del entierro bien durito de carnes y más carnes de masas. Se hallan incorporados a la memoria colectiva de los pueblos. La cultura mainstream, criticada por ser esclava voluntaria de los esquemas seguros, por evitar el riesgo, es oscurecida injustamente al reconocimeinto del talento que debe existir para montarse sobre estructuras existentes y carcomidas por el abuso, y armar una nueva versión a pesar de ello.

Que no llame la atención está interesada ambigüedad que describo en ambas estaciones. No hay en juego enanismos éticos sino meras dependencias perdonables de líbidos fabricantes de rumbos.

Todos los egos el ego (II)

Los egos de los productores culturales suelen mutar de indumentaria intelectual, se adecúan a la ocasión del entorno donde les toca ejercer su apología vital. Pero no se trata del trillado camaleonismo oportunista, esto es una seria y real metamorfosis ajena a simulacros, es una conducta hecha y creída.

Primera estación: el under.

De mudarse a convertirse en militante del under hay sólo un breve chasquido de dedos. Una vez adentro –o debajo, para ser más congruente- llueven como chaparrón sensacionales argumentos para hacer de esta pertenencia un estandarte de orgullo anonadante. Se accede a un espectral regocijo, la sensación de esta dándose una serie de lujos a la vez éticos y estéticos. Por vivir en él se adquiere un estado de gracia reconciliatoria con la capacidad de usurpar los pequeños hoyuelos de libertad que permite la opresión del sistema de lo establecido. Y hasta obtener un involuntario alineamiento en la corrección política que permite rodar por allí con cierta aureola de solidaridad con los hundidos, cosa que si viene una nenita a mendigar una moneda en el subte se la pueda mirar con cara de estar de su lado. Basta ponerse a cantar desde la trinchera del under para que toda canción se afine sola en tonos libertarios. Se obtiene por un lado una ordenación plena en el sacerdocio de la renunciación a las banalidades exitistas, y por el otro, una calificada licenciatura en el goce de las micro-transgresiones del reviente, ésas que son vistas por el común de la gente -reprimida y tolerante de lo establecido- como un estado de permanente vacación sensual basicamente incompatible con la normalidad laborable. Un equilbrado menú de manjares conceptuales de fácil deglución que unen el sabor del heroísmo con el del placer .

De ese colchón tan mullido de la contracultura se supone que pueden despegar todas las naves que la imaginación se permita fabricar. Presumiblemente no se está contaminado por presiones de contestar expectativas, honrar compromisos estratégicos o pagar deudas morales. No hay temores a irritar el humor de los que puedan tener la llave de mi acceso a la inclusión o al reconocimiento consagratorio, porque hasta esa irritación misma puede ser vivida desde allí como provocación de efecto paradojal, una futura forma de ser oído. En el under es posible fabricarse una versión casi creíble de la utopía de espacio expresivo ideal, la cuestión sólo es manejar las propias confabulaciones internas, tarea a menudo tan ingrata y llena de decadentes decepciones como la batalla exterior.

Pero como todo submundo no está exento de catacumbas inaccesibles y ortodoxias administradas con mano dura, aunque más no sean virtuales. Pronto hasta el escaso botín circulatorio de una escena tan pequeña provocará sus buenas riñas simbólicas y carnales. Además a poco de andar comenzará a rondar también una presión insolitamente parecida a un deber, la de una palabra acechante que se llama vanguardia, y termina siendo a veces una carga demasiado pesada para el pobre operador de los ratos libres. Hacer el arte en los intersticios de sus ocupaciones terrenales y encima tener que hacer la vanguardia parece más una epopeya bíblica que una militancia meramente cultural.

Plataforma desde donde siempre es más probable que se produzca alguna nueva fecundación de los cielos y las nubes. Nada garantiza originalidad, calidad, fuego o potencia, pero acaso la condición de outsider otorga esa paz creativa salvaje sólo reservada a los irresponsables de espíritu. Aquellos que saben gozar de la autorización de vivir la locura como un estado de suspensión temporaria del infierno de la salud, y ponen su simiente para que tal vez lo parido sin tanto olor a obligación profesional lleve el gen indomado de la monstruosidad creadora.

agosto 01, 2005

Todos los egos el ego (I)

La inteligencia, la chispa y la creatividad están repartidas, hay quienes tiene mucha, bastante, poca y ninguna. Pero leernos es encontrar todas las variantes en el espejo. Me perdonarán el plagio los herederos de Cortázar, pero antes de esterilizar nuestras fuerzas en obtusas correrías guerreras contra todo par que pulule por el espacio para ver quién es el que lo tiene más grande, debemos recordar que todo talento es el talento y todos los egos el ego. Que no se confunda esto con la defensa de un igualitarismo absurdo que ignore interesada y maliciosamente las diferencias individuales. Sólo se trata de instar a la elaboración de una relación menos caníbal de nuestros egos.

Una cosa interesante es ver la transformación del comportamiento del ego según su posicionamiento relativo:

La primera necesidad es ser escuchado, la última es ser adulado.

El primer deseo es tener el poder para ser incluido, el último es tener el poder para excluir.

El primer grito es - Abran la puerta hijos de puta que queremos entrar! -si, así en plural para disminuir la osadía-. El último grito es un susurro -Cerrála y que no entre más nadie.