El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

agosto 26, 2012

Texturologías

De los seis trabajos críticos citados sólo se da una breve síntesis de sus enfoques respectivos.

Jarabe de pato, poemas de José Lobizón (Horizontes, La Paz, Bolivia, 1974). Reseña crítica de Michel Pardal en el Bulletin Sémantique, Universidad de Marsella, 1975 (traducido del francés): Pocas veces nos ha sido dado leer un producto tan paupérrimo de la poesía latinoamericana. Confundiendo tradición con creación, el autor acumula un triste rosario de lugares comunes que la versificación sólo consigue volver aún más huecos. 

Artículo de Nancy Douglas en The Phenomenological Review, Nebraska University, 1975 (traducido del inglés): Es obvio que Michel Pardal maneja erróneamente los conceptos de creación y tradición, en la medida en que esta última es la suma decantada de una creación pretérita, y no puede ser opuesta en modo alguno a la creación contemporánea. 

Artículo de Boris Romanski en Sovietskaya Biéli, Unión de Escritores de Mongolia, 1975 (traducido del ruso): Con una frivolidad que no engaña acerca de sus verdaderas intenciones ideológicas, Nancy Douglas carga a fondo el platillo más conservador y reaccionario de la crítica, pretendiendo frenar el avance de la literatura contemporánea en nombre de una supuesta «fecundidad del pasado». Lo que tantas veces se reprochó injustamente a las letras soviéticas, se vuelve ahora un dogma dentro del campo capitalista. ¿No es justo, entonces, hablar de frivolidad?

Artículo de Philip Murray en The Nonsense Tabloid, Londres, 1976 (traducido del inglés): El lenguaje del profesor Boris Romanski merece la calificación más bien bondadosa de jerga adocenada. ¿Cómo es posible enfrentar la propuesta crítica en términos perceptiblemente historicistas? ¿Es que el profesor Romanski viaja todavía en calesa, sella sus cartas con cera y se cura el resfrío con jarabe de marmota? Dentro de la perspectiva actual de la crítica, ¿no es tiempo de reemplazar las nociones de tradición y de creación por galaxias simbióticas tales como «entropía histórico — cultural» y «coeficiente antropodinámico»? 

Artículo de Gérard Depardiable en Quel Sel, París, 1976 (traducido del francés): ¡Albion, Albion, fiel a ti misma! Parece increíble que al otro lado de un canal que puede cruzarse a nado se acontezca y se persista involucionando hacia la ucronía más irreversible del espacio crítico. Es obvio: Philip Murray no ha leído a Saussure, y sus propuestas aparentemente polisémicas son en definitiva tan obsoletas como las que critica. Para nosotros la dicotomía ínsita en el continuo aparencial del decurso escriturante se proyecta como significado a término y como significante en implosión virtual (demóticamente, pasado y presente). 

Artículo de Benito Almazán en Ida Singular, México, 1977: Admirable trabajo heurístico el de Gérard Depardiable, que bien cabe calificar de estructuralógico por su doble riqueza ur-semiótica y su rigor coyuntural en un campo tan propicio al mero epifonema. Dejaré que un poeta resuma premonitoriamente estas conquistas textológicas que anuncian ya la parametainfracrítica del futuro. En su magistral libro Jarabe de Pato, José Lobizón dice al término de un extenso poema: Cosa una es ser el pato por las plumas, cosa otra ser las plumas desde el pato. ¿Qué agregar a esta deslumbrante absolutización de lo contingente? 


JULIO CORTAZAR  (de "Un tal Lucas")

agosto 20, 2012

El cielo estrellado

En el instante que tomo conciencia del decaer de mi rebeldía, en la hora donde mi horizonte sensible se vuelve un negrísimo manto de nubarrones opresivos, respiro profundo y me dirijo al primer lugar donde pueda mirar la noche abierta. Y me basta subir la vista para ver un cielo estrellado contra un muro cósmico de infinita rigidez, que ha quedado hecho añicos, muy herido y llorando...

agosto 18, 2012

Gárgaras de crema Mocca

Apuntes sobre el debate entre Roberto Gargarella y Edgardo Mocca en el programa 6,7 8. 


Edgardo Mocca representó de modo promedio al intelectual que apoya al kirchnerismo, no desde la militancia ni de la adhesión partidista, sino desde un razonamiento evaluador en términos políticos que deriva del conjunto de las acciones emprendidas por un gobierno, sopesando cuidadosamente su jerarquía, implicancia y ubicación en contexto. La intervención de Roberto Gargarella tuvo a mi juicio su momento más feliz cuando mencionó temas como el Indec, la hostilidad anti-scioliana no correspondida a otros gobernadores poco afines en lo ideológico o las oscuridades del caso Ciccone, pero en todo lo demás y en lo general su exposición estuvo plagada de los sofismas habituales que utilizan los “corredores por izquierda” del gobierno. Todo lo negativo se sobredimensiona, y se toma la parte por el todo; en cambio lo bueno se minimiza y se relativiza negativamente: “si, hicieron eso, pero…con tanto poder podían haber hecho más”, o “lo hicieron pero en realidad no llegaron al fondo”. Hay un probable origen filosófico de esta actitud más allá de las antipatías políticas. Todo parte de un prejuicio hecho axioma: el intelectual debe ser políticamente pesimista, y el intelectual de izquierda debe serlo aún más. Consideran que el pesimismo en la evaluación de los hechos es directamente proporcional a la grandeza de los ideales amados y al intransigente compromiso con el que se los honra. Pero ese pesimismo forzado en la evaluación de los hechos políticos termina a menudo en el juicio falaz, incoherente o injusto. 

El pesimista para sostenerse en esa postura necesita entonces minimizar siempre lo bueno y maximizar siempre lo malo en su mirada de los hechos políticos, aunque ello lo obligue a la inconsistencia del análisis. Lo malo siempre hay que presumirlo como muy malo, tremendamente malo y descalificador, y lo bueno siempre como insuficiente, engañoso o insignificante. Otro defecto de la izquierda purista que expuso el fragmentario discurso de Gargarella fue la tendencia a argumentar en base a la proyección simbólica de íconos a lo que se les otorga una significación social desproporcionada, totalmente fuera de contexto. El caso de la muerte de los Qom en un episodio cuya responsabilidad política es de un gobierno provincial con el cual el gobierno de la nación tiene una alianza táctica deriva en un argumento totalizador y descalificador del tipo “un gobierno que impulsa la represión contra los pueblos originarios”. Puedo estar de acuerdo en que faltó una condena pública más enfática y no se impulsaron medidas políticas de esclarecimiento del tema pero eso no habilita inferencias globales tan concluyentes en tanto no es tan simple la relación con provincias que poseen el rango de autonomía que les da la Constitución con autoridades elegidas por abrumadoras mayorías por más ideológicamente indeseables que nos parezcan. Respecto del accidente ferroviario de Once es obvio que cabe mucha responsabilidad política a este gobierno más allá de lo que digan los peritajes en tanto se sostuvo una concesión subsidiada en términos aberrantes para el interés público, pero eso no prueba que el gobierno sostenga una “política catastrófica de transporte” donde todos los problemas de todo vehículo que transita por el país llevando pasajeros sea su culpa. 


El plan “pesimista” de minimizar las acciones políticas lleva también al gran cinismo de ignorar deliberadamente la relación de fuerzas que prima en el orden social, donde cualquier acto de cualquier gobierno se inserta. Por una parte se adjudica al gobierno una cantidad de poder y una autonomía de decisión que no es real, desconociendo los verdaderos términos de la relación de fuerzas que rige la realidad nacional e internacional. Así es que enfrentar con éxito a los poderes económicos en alguna cuestión más o menos concreta se presenta como si hubiese sido un mero trámite voluntarista de fácil resolución, sin tener en cuenta que en política lo posible en cada caso está irremediablemente ligado a la evaluación de las fuerzas que se le oponen. De este liviano desconocimiento se desprenden juicios como: “no hacen más porque no quieren, porque si quisiera tienen el poder suficiente para hacerlo”. Ese cinismo es autorreferencial a su propia impotencia como izquierda política, una especie de despecho en espejo. Estos intelectuales conocen muy bien la dimensión de la resistencia de los poderes establecidos, porque ellos mismos han sido sus mejores analistas en muchos casos y han sufrido como víctimas su dureza enorme, entonces no se entiende que lo minimicen. ¿Cómo minimizar así a un enemigo cuasi todopoderoso que viene de consagrarse planetariamente como gestión y pensamiento único y da muestra todo el tiempo de su monstruosa dimensión global? Si somos un equipo de fútbol de una pequeña ciudad española y estamos cansados de perder por goleada con el poderoso Real Madrid todos los años en la Copa del Rey, no se entiende que despreciemos el logro del equipo de otra ciudad pequeña vecina que le sacó un empate, con la cínica excusa de que “debería haberle ganado”.

agosto 17, 2012

El recurso del lenguaje

Atado a la cadena arrasadora del trepidar productivo, empoderado sólo para acaparar mejor el oro del tiempos sin dejar gramos ni minutos libres, el recurso del lenguaje, la apelación lúdica al uso inoperante e incontinente de la palabra, esconde su enorme capacidad de caricia bajo un millón de llaves. Bajo bandera de remate perpetuo, enrolado compulsivamente a la conscripción utilitaria, donde toda espera nunca se vuelve esperanza, queda condenada a licuarse en fastidio preliminar.

La literatura es esa modesta lujuria que se permiten los perturbados de espíritu, los perdonados de todo castigo, morigerados acróbatas del descrédito. Un deporte de los sesos que practican los últimos ejemplares de la celebridad en extinción. Todos acostumbrados a derrochar sin temor a represalias el enorme caudal de indiferencia que les proporciona un mundo cruel, demasiado ocupado en dejarse morir sin pausa.

agosto 05, 2012

Maquiavelo imaginario

“La herencia de los líderes no se pelea. No es una competencia abierta. El heredero, el sucesor, o es ungido por el propio líder o simplemente no existirá como tal. Nunca nacen de una competencia externa a su dominio, si asi sucede no son herederos, serán en todo caso emergentes de una acefalía. Pero los líderes raramente eligen a sus sucesores; la mayoría de las veces no lo hacen, porque no pueden hacerlo sin destruirse un poco a si mismos, sin debilitar la potencia de su liderazgo. 

El día que nombran un heredero es el día del comienzo de su caída. Por eso sobran los ejemplos de grandes líderes que han dejado la herencia desierta. La primera tarea de un líder es vaciar su entorno de posibles competidores, de adherentes con ambiciones de confrontación, establecer el círculo de subordinación y control absolutos...”