El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

mayo 19, 2013

Un par de ideas sobre la inflación

Dentro de los modelos emergentes latinoamericanos, el modelo económico argentino sostenido por el gobierno kirchnerista más de una década y que sirvió para salir de una crisis terminal como la del 2001, más allá de las obvias críticas que recibe de los referentes del neoliberalismo internacional, es reconocido en el mundo por expertos y economistas de relieve como Joseph Stiglitz y desde países que están hoy padeciendo una crisis semejante a aquella, vienen a verlo como ejemplo, a tomarlo como referencia y como una alternativa a tener en cuenta. De esto hay variadas evidencias los últimos años, lo que no implica que sea un modelo infalible ni que carezca de fallos, solo que es necesario partir de esa premisa. Existe consenso en los economistas no-ortodoxos –evito llamarlos “progresistas”- que el problema de la inflación es una especie de efecto natural resultante, algo así como un efecto indeseable imposible de eliminar del todo cuando se implantan este tipo de modelos desde los estados intentando dictar una orientación efectiva de las política, cuyos pilares son el crecimiento basado en recuperación de la demanda del mercado interno, una balanza comercial superavitaria sostenida por el peso de un sector exportador exitoso y una política monetaria refractaria a la vía del endeudamiento para solventar el gasto público que tiene su complemento en el mantenimiento de un constante superávit fiscal. La inflación se asemeja al efecto indeseable de la aplicación de una droga sanadora, ante la cual es posible minimizar su daño pero no cancelar su existencia en las determinadas condiciones de contexto. Es complejo y hay una densa multiplicidad de factores: productivos, monetarios, fiscales, estructurales, externos, internos, industriales, estadísticos, psicológicos, históricos, coyunturales, etc. Me voy a referir solo a dos de ellos, dejando claro que existen muchos más. 


Pidamos que nos dan 

La puja distributiva empujada por las corporaciones sociales y sindicales “cebabas” por el mismo modelo que alienta la recuperación del salario y del ingreso popular.

En contextos de políticas restrictivas o de ajuste, como por ejemplo aquellas del 2000 que proponían bajas de salarios, las demandas caen. Cuando a nadie le dan nada, y casi que le quieren quitar, los ánimos del reclamo decaen. Por el contrario, cuando desde el gobierno se concretan medidas de expansión de los ingresos, se excita el apetito demandante, el ejemplo de un sector que obtiene mejoras incentiva el reclamo de otros y se desata una excitación en cadena que tensa la puja. Podría llamarse “efecto caramelo”; cuanto más doy más deseo genero. Quizá suene antipático este mecanismo porque supone que el sindicalismo tiende a reclamarle más al que más da y se resigna ante el que jamás cede, pero es así, y es humanamente comprensible. Esto provoca muchas veces concesiones de aumentos salariales por encima del equilibrio deseable lo que se traduce en inflación, ya que los empresarios lo aceptan para desbloquear las negociaciones pero lo trasladan inmediatamente a precios. El estado también, como uno de los grandes empleadores del mercado, puede llegar a verse obligado a emitir o aumentar impuestos para sostener esos aumentos nominales de salarios. 


Un mercado de pocos 

La concentración oligopólica del mercado de bienes consumibles y servicios, que dada su estructura tiende a ser muy restrictivo a la inversión de riesgo, muy especulativo del aprovechamiento de sus ventajas instaladas y por consiguiente muy lento para aumentar la oferta que responda a los equivalentes aumentos de demanda. 

Esta estructura hace que en los contextos de crecimiento no se expanda lo suficiente la oferta y si se expanda la voracidad por incrementar los precios reales y los márgenes de utilidad, en comparación con economías desarrolladas donde el enorme grado de diversificación y competencia interna de la estructura productiva hace más sencillos los aumentos de oferta que pongan el deseado equilibrio. Un mercado interno de mayor vigor, variedad y competitividad no se construye de un año para otro ni siquiera de una década para otra, es un proceso al que deben concurrir muchos factores que por ahora lo hacen difícil. Es normal observar en la vida productiva cotidiana que ni bien un sector se reactiva –por ejemplo construcción, agro, turismo- los proveedores principales de insumos de ese sector comienzan a imponer condiciones a su favor: demorar las entregas, exigir condiciones de pago cada vez más favorables a ellos y desfavorables para el comprador, asi hasta llegar al liso y llano aumento de precios. Es un clásico cuando el proveedor “se pone en exquisito” ante el aumento de la demanda. Esto es posible por lo comentado, esa estructura productiva no es lo suficientemente variada ni competitiva como para esa aumento de demanda excite el aumento de productividad de los proveedores ni su número, ni que por consecuencia se desarrolle una mayor competencia entre ellos para captar esa demanda que terminaría equilibrando los precios. Tanto trato desmedido, tanta exigencia del proveedor que habla como si nos estuviera haciendo un favor por vendernos, nos lleva a la pregunta “¿es posible que en este país nadie más que Fulano y Mengano fabriquen este X elemento?” 

En determinados períodos del modelo K que ya está por cumplir 10 años, los niveles pudieron mantenerse en valores manejables y "absorbibles" por la propia dinámica positiva del crecimiento. El peligro de un desborde es algo latente y que merece toda la atención. Obviamente que lo ideal sería eliminarla estructuralmente, pero como es muy difícil lograrlo no queda otra que asumirla y concentrarse en trabajar sobre las variables que resultan claves para poder mantenerla en valores transitables. Se espera el aporte de los expertos, llegó la hora de que aporten alguna nueva idea.