El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

junio 29, 2007

Dos años blogueando

“Superchería del estilo: dar a las tristezas habituales un cariz insólito, adornar las pequeñas desgracias, vestir el vacío, existir por la palabra, por la fraseología del suspiro o del sarcasmo”
Emile Cioran

Abrir un blog no equivale a irse directo al infierno, sino que se trata de apenas una representación ilusoria. En el mejor de los casos es la nuda prosperidad del delirio domesticado, donde las resonancias apenas sirven para convencernos de la complexión robusta de unos desperdicios insensatos, mitad autocastigo y mitad exploración barata de las incógnitas eternas. Retrasadas quedan las huellas de las trampas de la razón y de la creación. Puede que haya algún lugar peor para intentar comunicar un mensaje, y eso ya es toda una voraz sentencia absolutoria. La pantalla ha brillado inanimada y ha entregado todo su fuego devorador a nuestros ojos. El arco iris de nuestra ficción fecunda, como un dibujito en la servilleta y un refugio infranqueable, que cabe con extraña holgura en los intersticios de las ramas más densas de la realidad. Un blog sabe hacerse sarcófago, madriguera de celos y aguantadero de embarques sin destino.

Dos años blogueando y el pescado sin vender; sólo alguna que otra carne fresca puesta en el asador, unos cuantos vicios chicos satisfechos, una mecha templada capaz de consumirse muy rápido. El blogueo sistemático precipitó el conocimiento virtuo-real de muchas personas notables que enriquecieron la paleta austera de mi comunidad. Obviamente no faltaron las decepciones previsibles; es imposible en el medio de tanta arriesgada circularidad estar exento de la mala suerte de encontrarse algún par de pigmeos traidores y engreídos.

Un saludo a todos los que alguna vez pasaron por acá en estos dos años. Las pasas de uva y el licor burbujeante ya están listos para el festejo

junio 28, 2007

Hargentina en la Copa América





Crónicas despiadadas desde la más recóndita irracionalidad futbolera






Basile está desesperado por revalidar la licenciatura que le da ser “el último ganador de algo” para el fútbol argentino, diploma que obtuvo por haber sido el conductor del equipo que saboreó las mieles del título en la Copa América ’93 disputada en Ecuador. Para ello el singular técnico, que hace todo un culto del trato prepotente y despectivo hacia la prensa, propone una alquimia peligrosa. En su afán de obtener efectividad instantánea ha decidido mezclar juventud y veteranía, pasado, presente y futuro. Pero entre sus convocados me provoca cierta mueca de inquietud que no falten perdedores irrefutables, mufas, soberbios, camarilleros y pechos fríos que uno suponía estaban en hora de jubilarse de la selección.

Veamos. Insistir con Ayala y Zanetti, veteranos sin proyección de futuro y mariscales de una de las dinastías más perdedoras que haya vestido la celeste y blanca da más que rabia y fastidio, una especie muy singular de resignación. En lo ofensivo era una oportunidad de darle la confianza y el liderazgo necesario a una joven figura emergente como Messi, poniéndole sin hesitar la camiseta 10 en sus espaldas. En cambio, se prefiere apostar de nuevo a un posible rapto de eficacia de dos ex líderes que encabezaron los proyectos fracasados más recientes, el de Bielsa en 2002 y el de Pekerman en 2006. Verón y Riquelme, lejos del corazón caliente de un Maradona que a su talento sumaba una entrega para el equipo indiscutible, son sobrevaluados players que poseen los típicos atributos de los líderes nefastos; soberbios, indolentes, pechos frío y camarilleros, de esos que son capaces de negarle un pase al jugador que no es su amigo y no dudar en perjudicar a su equipo con tal de mantener su hegemonía. El reciente goleador del campeón de la Copa Libertadores supo hacerse el estrecho con Macri y saludaba con las manos en las orejas cada vez que hacía un gol, reclamando más plata. Luego de ser echado del Villareal español porque nadie aguantaba más sus ínfulas y sus desplantes volvió al regazo de Macri por la plata y ya se olvidó para siempre del Topo Gigio. También se dio el lujo de renunciar a la selección y volver cuando se le dio la real gana. Verón, que siempre dejará la duda si frente a Inglaterra en 2002 fue vil traidor o simplemente cobarde, es un barrilete marketinero del fútbol moderno; el último ejemplo “deportivo” que nos dejó fue cuando le pedía a Palermo que fuera para atrás y pateara afuera un tiro libre en la final entre Estudiantes y Boca por el Apertura 2006. Esta era una buena oportunidad de sepultarlos definitivamente, pero el Coco les ofrece una nueva vida. Dado el presente de excelencia de Riquelme no es que me parezca errónea su convocatoria, pero si esta suerte de golpe de estado para volver a entronizarlo como líder oficial.

Hasta ahora el torneo mostró algunos destellos de Perú, Uruguay paseando su anacrónica lentitud golpeadora y un Brasil de suplentes asumidos sin vuelo en sus almas. Tal vez sea la corrección mexicana lo que asoma como lo más temido. La pelota comenzará a rodar y las especulaciones pueden ser acribilladas por los resultados. Ojalá se produzca el milagro y se tuerzan todas las fuerzas que acechan en el sentido previsible.



junio 25, 2007

Merienda del espejo

Fue una noche que me quedé sin café. Recuerdo que por primera vez sentí la inundación de una fiebre líquida. Se llenó mi habitación de olas y me volví una flotadora. En cuanto pude secarme escribí un poema, al que sólo me animé a leer después de varios días de avergonzada negación:



La palabra
es la masacre del silencio

La escritura
el aniquilamiento del rostro
y siempre
una confirmación irrevocable

Me consagro a la confusión
mi cuerpo
es una siembra de vapores
que pide regar y ser regado
exige confesión
y me cuenta sus horrores

Lo absuelbo
seré capaz de lamerle las heridas
de hacerme cargo de sus grietas
de su voz de aurora boreal
de sus lomas con pinares

Sin la punición
soy el defecto

En la arena
estoy inmóvil
siento que me queda
todo por nacer

Soy el rayo
una merienda del espejo
un feto en fetas

junio 21, 2007

Observaciones distraídas II

Pocos temas son tan fecundos en frases célebres como la amistad y la enemistad. Borges decía que había que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno terminaba pareciéndose a ellos. Wilde en cambio aconsejaba elegir enemigos inteligentes. Pero lo que me parece poco difundido es el gran valor que tiene conseguirse un buen enemigo personal, alguien ajustado a nuestras necesidades profundas. Más que inteligente lo debemos elegir adecuado a nuestras demandas de oposición. Que sea áquel capaz de sacar a la luz nuestros monstruos más excitantes, agitar nuestras serpientes interiores y lanzarnos en una inesperada representación de corajes y riesgos inéditos. Casi como sucede con los personal trainers, tenemos que saber trabar una buena enemistad con aquel que nos conduzca al máximo rendimiento pero a través de contiendas que resulten entretenidas.

junio 15, 2007

Empanadas porteñas


"...También el porteño es...la esperanza trascendente que mitiga la soledad porque siempre está a punto de volverse un héroe.."


En el fogón de Nación Apache Leonardo Sai ya había hecho un más que sabroso
guiso. Yo me decidí a llevar las empanadas. Ni criollas ni salteñas, las porteñas son las mejores.

junio 14, 2007

Fuera de peligro


La producción ya había arreglado todos los detalles para que este breve encuentro tuviera el tono de una circuncisión cibernética. Álvaro se llamaba este amigo mío de temporaria ausencia que transportaba su cuerpo cosido a sus zapatos livianos. Tenía el color macilento típico del que acostumbra merendar en subterráneos y se come las propias horas de sus días bajo luces artificiales de oficina. Su perfume gestual era anodino, su mirada parecía estar alimentada de alguna napa profunda pero ya declinante, y su cara toda daba la impresión de ser la rueda que tritura todos los palos. Pero yo conocía mis riesgos; lo que termina pasando cuando uno acostumbra zurcir los adjetivos gastados para inventarles una nueva puesta de estreno. Estaba resignado a lucir mi piel recién lavada y planchada y denotar en la forma de masticar esa domesticidad grisácea de los mediodías domingueros. Mientras lo esperaba me puse a repasar algunas de las preguntas que me acosaban esa semana tan sólo por el azar de ¿Se puede escribir una vida vestido de impecable guardapolvo blanco, como un escolar o un médico recetador? ¿Será posible prescribir un milagro? ¿Será cierto que los adolescentes de ahora tienen tanto sexo? Recordaba mi fatigoso peregrinar de pubertad setentera en pos de la limosna de un beso, un terso muchachoide con acné. Me resistía a creer que fuera tan fácil ahora.

Álvaro llegó y apenas podía distinguirse entre la escenografía viva del bar donde cualquiera de sus nerviosos rincones aparecía más interesante que él. Tomamos un café y muy rápidamente quedó agotado todo aquello que se relacionaba a la verdadera razón del encuentro; justo yo necesitaba comprar algo de lo que él vendía; por lo tanto hablamos obviamente sobre precios y detalles de los productos. Llegaba el turno de las preguntas personales; me defendí primero de cualquier interpelación indeseable tomando la posta con un breve relato espontáneo de mi situación. En cuatro o cinco trazos dejé cubierto trabajo, familia e inquietudes existenciales. Como para no dejarle flanco por donde continuar lo hice de forma bien cerrada y muy rápido le cedí el espacio a él mediante un clásico ¿Y vos?

-Mirá…-respondió con ganas- en todo este tiempo que pasó y que no nos vimos pasaron muchas cosas, en realidad me pasaron muchas cosas a mí, internamente. No una cosa de afuera que irrumpe y te mueve todo, ninguna desgracia personal ni ninguna otra cuestión económica o afectiva; digo, ninguna separación, ni desengaño, ni pérdida. Fueron pequeñas cosas, pequeños movimientos extraños que yo percibía y quizá para los demás no significaban nada…pero que me iban costando por dentro, que se yo, me iban dañando en un punto difícil de definir pero que me hacía sentir cada vez peor…

A mi me costaba entender a la gente complicada; a los depresivos, los conflictivos, los renegados, los acosados por la necesidad de contar sus penas y grandezas. Porque todo aquel que te cuenta una pena casi siempre aprovecha y te cuenta como al pasar alguna grandeza oculta, hace propicia la ocasión para pasar un tímido y colateral aviso publicitario sobre alguna de sus ignoradas virtudes. En ese contexto de la confesión del fracaso, ninguna auto promoción puede sonar a jactancia. Pero sabía que escuchar tenía buena fama y por lo tanto me obligaba a tener que hacerlo. Quién no había oído alguna vez a alguien decir con enfático tono admirativo que “Me encantó Fulano porque es un tipo que sabe escuchar, cosa que es tan rara hoy en día”. Algún día alguien habría de decidirme y escribiría el decálogo del Buen Tipo, y entonces saber escuchar estaría seguramente entre las premisas fundamentales. Pero cuando uno escucha lamentablemente llega el momento en el que lo toca el turno de decir algo, porque al final se espera también, aunque parezca contradictorio, que el que escucha nos hable.

Las fórmulas convencionales son lo mejor en estos casos, puede que decir lo que dice todo el mundo sea una forma de no decir nada, pero evita riesgos y es suficiente, sobre todo eso, lo que se quiere es ante todo cumplir. Así fue que enderecé la cabeza y como concentrándose dije con voz reacomodada:

-Ah, claro, estuviste como se dice…deprimido…con un bajón anímico…pero no por nada en especial digamos…

Repetir lo que dice el otro en una especie de nueva versión pasada en limpio no significa aportarle algún consejo, interpretación o idea, pero en cierto contexto se puede entender como un grado básico de comprensión; informarle que uno lo entiende, que no es poco.

-Algo parecido...pero no exactamente…

Replicó él sin espera y manteniendo esa legítima dignidad que adquieren los que hablan desde alguna zona de su dolor.

-Bueno, todos pasamos por momentos malos…

Se daba cuenta que nada mejor se le ocurría y que todo lo que decía era de una inocuidad vergonzante. De todas maneras el clima del encuentro lo sentía en progreso hacia una zona fuera de peligro. Pero hubo un anexo al paso, algo que cambió por completo la situación. Marcó el momento con una mirada previa hacia el costado.

-Tuve dos intentos de suicidio…

Lo dijo casi como pidiendo una pausa, como dejando el lugar para un eco retardado, para marcar que por fin se trataba del nudo de la cuestión. Si antes las fórmulas de respuesta eran sencillas aquí temí por mi suerte. Se me resecó la garganta no por el impacto de su confesión que por otra parte siempre es previsible en un depresivo, sino por la desnudez ridícula que sentía en mi repertorio de réplicas posibles. Desandé la lectura de esa escena para volver a la detención improvisada de mi punto de partida. Tachar lo que no corresponde, un manto de sospecha, la revolución de la esperanza, otro ladrillo en la pared. Los bloques de palabras daban vueltas por mí y se me pegaban como si les brotara humedad. Me hurgaba las fosas nasales en busca de eucaliptus, pinos o lavandas. ¿Quién mide la distancia entre la vida vacía y la muerte plena? ¿Cómo se hace para no perder el deseo bajo la niebla de la resignación? ¿Por qué las llamas parecen limpiar más a fondo que las lágrimas? Una vez que levantaron la maleza del terreno, los nómades apoyaron sus pertenencias, y ni bien la noche de adueñó del espacio se recostaron sobre la hierba y miraron las estrellas.


-Pero no me compadezcas…

Me dijo recuperando en ese instante una altivez inexplicable. Habilitó una renovación a mi silencio, un tiempo adicionado a mi desubicación. Las palabras se encadenaban ya como un líquido que acaba derramándose sin remedio.

-…porque también tuve dos intentos de homicidio…

Siempre pensé que si los que se autodestruyen invirtieran la ecuación este mundo ya nunca jamás sería como es. Pero son tantos más los que matan que los que se matan. Pagué los cafés y casi que corrí hasta la puerta de salida, como si escapara de un incendio y me puse a caminar con rumbo a perderme en las cercanías sin entender como hacen aquellos que disfrutan de escuchar a la gente.




junio 11, 2007

Discurso inaugural del decano de la Facultad de Opinología

Autoridades educativas, personal docente y no docente, alumnos.

Seré muy breve.

Hoy se ven cristalizados los frutos de la pasión y la lucha de un grupo de intelectuales que un día se propusieron que la opinología tuviera lo que merecía: una facultad autónoma y reconocida. Los opinólogos de oficio hemos sufrido durante décadas un oprobioso menosprecio intelectual, una fría y desdeñosa indiferencia por los valores culturales y artísticos de nuestra disciplina cuando no críticas y burlas despectivas de parte de todos los estamentos de la cultura; tanto la popular como la de las academias. Lograr que el Estado reconociera el rango de esta carrera fue otra de las grandes luchas, extensas y crueles, que tuvimos que afrontar. Finalmente el peso de nuestro empuje derribó el muro de ignorancia y necedad de los funcionarios. En seis años más en las paredes de las casas de muchos de ustedes colgará un diploma que confirmará el título de Opinólogo. A ustedes, alumnos de primer año de la carrera, jóvenes inquietos y evolucionados que han creído necesario formarse en las milenarias ciencias y artes de la opinología, les toca la misión de fecundar con sus energías y sus voluntades esta casa de estudios.

La opinión es un preciado bien humano, una gracia del destino que debemos proteger como a un cristal. Si Descartes nos legó aquel “pienso, luego existo” que ayudó a construir la civilización de la razón humana, más de cuatro siglos después Hargén nos desafía a un camino sin retroceso ni final: “pienso, luego opino, existir o no ya es materia de debate”.

( aplausos….)

junio 06, 2007

Asimetrías de la repercusión

El mundo es el peor indiferente a todas nuestras grandezas y el mejor interesado en todas nuestras miserias.

Nuestras virtudes excelsas se mueren generalmente en la agonía de la falta de difusión, pero nuestras flaquezas y miserias en cambio tienen una enorme facilidad para convertirse en asuntos de dominio público.

junio 05, 2007

El arte de la propiedad

Jack Celliers en su blog amplía su mirada sobre el tema del arte en relación a los conceptos de autoría y propiedad, y reconoce como disparador algunas ideas intercambiadas recientemente en torno a mi post Plagio que me hiciste mal. Lo notable es que Jack, aún partiendo de una fuerte postura ideológica, es capaz de no quedar anclado en tautológicas normatividades doctrinarias y penetrar en la selva de los temas con el machete abrecaminos de la Razón; ése que abra los surcos que abra, los deja transitables al menos para una enriquecedora reflexión.

junio 03, 2007

Tabaco con dulce de leche

La soledad de este domingo se dibujaba con gnc. Es un país a pilas, efímero y atado con alambre, como dice un taxista desesperado al que entrevista un notero de TV mas desesperado aún. Un país monstruoso, avariento de extremismos y enviciado de desequilibrios, que va masticando su pendular atrofia entre la cavernaria incivilización de un hay que matarlos a todos y la idiota insensatez del hay que perdonarlos a todos. El menor viento fresco desencadena trágicas insuficiencias de fluidos básicos, es una aglomeración de nervios de una precariedad anonadante, tan subdesarrollada que lastima la piel con el apático devenir de su firmeza.


Los comensales de la gran ubre de vaca podrida se entretienen en juegos electorales, vacían sus manos en urnas maquilladas y cruzan destinos con gerentes derechosos y demonizados, delfines oficiales de educativo plumaje y sonrientes putoides en pleno concubinato con gordas apocalípticas bajo el aroma del mejor perfume francés..

Pero en los almanaques del paraíso la fecha guarda una excepción a la quiebra. Una academia amada, pura gloria y resignación, pura irracionalidad apasionante, vuelve a surfilar un retazo de su puntilla vencedora. Entre finas hebras de rodaje, desolladas sus sirenas en cruentas sangrías, desechos sus portentosos reservorios en fastuosas orgías dirigenciales, se abre de nuevo el pecho intacto para soplarse una caricia.. Tal vez más allá de la perfecta insuficiencia del porvenir una pata de rata entre las manos es todo un banquete. Me bebo por eso el vino del mejor viñedo, el que rompa este presupuesto magro de cien guineas por milenio, porque veo la llamarada de una cabellera, de habituales movimientos rocallosos, crispar un grito de felicidad como el que se deja ver en un ballet de ballenas. Y esa primera bengala no decae en su poder de dar sombras a los rostros rivales, y tras noventa minutos de destellos vulcanizados, un tardío pero certero brote de pediculosis invade el área final.

El cuchillo entre los dientes se me derrite como caramelo, pero tiene un inédito gusto a tabaco con dulce de leche.

junio 01, 2007

La novela horizontal



“La primera lección que enseñaban los viejos maestros del descubrimiento del oro era no abandonarse al parloteo marginal de los palabreros trashumantes, esos pálidos constructores puestos a escritores de sala de espera que terminan volviéndose ingeniosos por la obstinación indulgente de sus acólitos”

Reiner P. Voller “De la quinta pata” ( "In der fünften pranke" )



Me pidieron que explicara el proceso de proyección de la novela horizontal impresiva, la nueva forma narrativa que se ha impuesto en los últimos tiempos como el jacuzzi relajante al que acuden todos los escritores en busca de placer. Cuando el joven escritor suizo Reiner P. Voller llevó el mismísimo disco rígido de 160 gigas de su computadora personal a una casa editora de Berna ante la imposibilidad de bajar a otros soportes la materia activa de sus procesos ficcionales acumulados, jamás pensó que estaba estableciendo el primer paso de una alucinada renovación en el campo de los artificios culturales. Para que se entienda mejor empecemos por el principio: imaginemos que se trata de una novela que se desarrolla en el campo de la imaginación que cabe en una tajada de aire que se establece a cincuenta centímetros del cielo. Su soporte físico es un plano captor y emisor de reflejos sígnicos, como una delgada feta de metal aceitado que vuela y se desplaza hacia adelante, sin fuente de propulsión aparente, pero en trayectoria de corresponsal permanente en la capital de todos los sentidos. Así es como va recibiendo en su plancha incandescente horizontal los testimonios físicos de la información ficcional que fuga hacia allí desde toda la hiper-realidad y queda depositada, y que luego distribuye al mundo lector que tiene por debajo. En su trayectoria indiscriminada le pasa tan cerca a las cabezas de todos que se convierte en una especie de cielorraso volador. Pero esta forma que se imaginaba creíble y perfecta para lanzar destellos de ficción de alta calidad de verosimilitud, tenía una debilidad estructural ya que era incapaz de soportar el paso de los segundos sin hacerse otra, sin enrevesarse hasta malograr cualquier retención respirable. Las definiciones de sus dimensiones complejas necesitaban la estabilidad como un culo una ostia, porque el pensamiento novelado en clave horizontal se comporta como un organismo perecedero y la inteligencia emisora debe apelar al recurso de mantenerlo frío por un tiempo para permitir su correcta manipulación y consumo. Otra flaqueza inevitable eran sus membranas permeables al llamado “efecto mentira-descubierta” que la colocaban siempre bajo el alto riesgo de una degradación súbita.