El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

noviembre 28, 2005

Para atrás


Advertencia:
Cuando empecé este blog me propuse excluir expresamente al fútbol como tema. Pero uno es lo que su naturaleza le dicta, como decía aquel cuento de la rana que picó igual al escorpión sin pensar que significaba su propia muerte. Y como este post se propone ser un homenaje al lugar común, recurso retórico que tiene en el fútbol precisamente uno de sus clientes más fieles e intensos, no me pienso ahorrar ninguno. Confieso que soy futbolero de alma, de corazón y hasta de intestinos. Desde los 8 años, cuando la mayoría de los colegas blogers seguro tenían madres o padres visionarios que los introducían en la magia de la literatura universal, yo leía todos los martes, religiosamente, la revista El Gráfico. Dicho esto me instituyo con cierta autoridad para opinar y expresar desde posibles interesantes reflexiones sociológicas derivadas como así también vulgares y futboleras calenturas. Estoy tentado a pedir ininputabilidad en este caso. Al menos de algo estoy seguro, y es que el fútbol logra ponerne como pocas cosas en el mundo al borde de la irracionalidad obnubilante, la exageración vindicativa, me deja la sangre a punto de hervor y me hace merodear en los jardines de la locura tan fácilmente como en los de la esclarecedroa sensatez y la justiciera racionalidad. Entre todos esos abismos y paraísos casi siempre no hay más que un gol de diferencia


A los que no entienden de fútbol -¿sería mejor que directamente que no leyeran el post?- intento al menos ponerlos en tema: la diosa fortuna quiso que se diera esta semana en el torneo Apertura 2005 de la AFA un hecho totalmente bizarro: que dos equipos desearan más perder que ganar sus partidos para no favorecer a sus archirivales en la obtención del campeonato. Y pasó lo que todos sabían que iba a pasar pero se empecinaron en negar durante la semana previa. River y Estudiantes dejaron ganar a Gimnasia y Boca respectivamente. ¿Es reprobable? No lo sé, en definitiva es una justa deportiva y en ellas valen reglas del deporte. ¿Por qué no puede ser lícito dejarse ganar? Lo que resulta enervante es la campaña del periodismo y los propios jugadores y técnicos para negar lo que es obvio, lo que sucede delante de los ojos de todos. Las vergonzantes declaraciones de Jorge Burruchaga – director técnico de Estudiantes- anoche movían a una reacción, no es posible creer que exista tanta capacidad de creer que la gente es estúpida para sostener el mismo discurso aún después de lo visto en el campo. Me irrita mucho más que Estudiantes o River se dejen hacer un gol contra Boca o Gimnasia para asegurar las desgracias de sus eternos rivales, el soportar toda la parafernalia dialéctica sobre la honestidad, las suspicacias injustas, las culpabilizaciones ajenas, etc. Pareciera que tomar a la gente por idiota es lo primero que aprende un futbolista de elite.

“El jugador de fútbol siempre quiere ganar”

“Hay que rescatar la honestidad del jugador de fútbol”

“No me importa lo que diga o presione la hinchada, yo voy a salir a ganar”

En lugar de todo esto que se oyó hasta el hartazgo en la semana previa debió leerse primero:

"Acá estamos para hacer guita grande"

Y segundo:

"Vamos a hacer lo que la hinchada nos indique, ya conocemos bien cuán persuasivos suelen ser los muchachos de la barra, como esa vez que se nos acercaron con palos, cadenas y varias 9mm para dialogar sobre la táctica futbolística, y también sabés que si ellos se nos ponen en contra no jugamos más en el club y nos perdemos una torta de guita, nos perdemos, que es lo único que importa."

Ayer, mirando después de los partidos las transmisiones de los canales deportivos argentinos, se oyeron algunas voces al menos que sintieron que debían decir algo ante lo evidente, pero no faltaron los que pretendían seguir encabalgados en las mentiras de la semana previa, como buena parte del canal oficial del fútbol y un conocido ex violador técnico que cacareaba, con su notable forma de expresión oral, una vez más el discurso de la “honestidad del jugador y del técnico”, y todo el rosario de estupideces arteras que se oyeron en la semana para engañar a la pobre gente, a los giles que se la creen toda.

“La carrera del futbolista es corta, ¿viste? Hay que apurarse a hacer diferencia.”

Varios jugadores de Banfield en su partido con el paupérrimo San Lorenzo se hacen amonestar para cumplir la suspensión la próxima fecha y no perderse el match de la última fecha contra Gimnasia porque saben que en ese partido contarán con la posibilidad de ganar los jugosos premios que Boca o Independiente (el equipo que pelee con Gimnasia) paguen como incentivo a sus “naturales” ímpetus ganadores.

“Justo te vas a perder ese partido donde va haber guita”

“Hay que irse afuera o un club grande”

Son los mismos que después en un acto mezcla de apogeo de las más pútrida demagogia y de las más obscena pusilanimidad, meten un gol a un equipo donde jugaron y no lo gritan “por respeto a la hinchada del equipo donde jugué”. Son los “códigos”. Claro, vivan los códigos, los mismos que hacen que la pierna más baja vuele a la altura de la garganta del rival, o que esa verdadera arma mortal que es la suela de un botín repleta de tapones, impacte a alta velocidad de forma perfectamente perpendicular sobre las tibias y peronés inermes del habilidoso contrario, un “compañero de trabajo”.


La tragicomedia mayor llega cuando extrapolamos estos ejemplos y podemos pensar que pueden ser indicadores de comportamientos sociales, porque nada nos niega que se actúe en la sociedad y en la política como se actúa en el fútbol. (Que descubrimiento ¡). El fútbol es un fiel tubo de ensayo de la puesta en escena de los valores. Quedó demostrado que a las hinchadas, a eso tan esquivo y estelar que llamamos la "gente" en definitiva, le importa un carajo la honestidad, lo que importa es cagar al enemigo, al rival, a la contra, “al enemigo ni justicia” ( ? ). Los valores deportivos “made in argentine“ son así, pesa más el deseo de derrota del enemigo que la propia dignidad, que la propia vocación de ganar siempre. La limpieza no es un valor siquiera tenido en cuenta. Honestidad es para “la gente” un valor ajeno, lejano, hueco, les suena a algo extraño; el único código que se entiende es que para cagar al otro todo vale y todo sirve, hasta una ficción de partido, todo se festeja como una gran viveza. ¿Invocar la honestidad propia para perderse una ocasión de humillar al rival? ¿Invocar la honestidad para de alguna forma beneficiarlo? Ni loco. Los jugadores hicieron lo que quería la hinchada, no deja de ser un baño de realismo, un acto de profundo sinceramiento y acatamiento de la voluntad popular. Ahora bien, ¿las barras representan la voluntad mayoritaria de los hinchas? Difícil decirlo, a veces se hacen encuestas y los resultados suelen ser diferentes si se toma al núcleo más fanatizado o a todo el conjunto de “simpatizantes”. Desconozco si antes de estos partidos se hicieron sondeos serios pero es muy difícil medir este tipo de opiniones ya que quién puede controlar que los entrevistados o votantes de una compulsa sean verdaderamente hinchas de un determinado cuadro y no de otros?

No estoy para análisis sociológicos, pero me salen algunos apuntes que darían para un abordaje más profundo y académico en alguna otra oportunidad. ¿Se podría definir cual es la filosofía o la ideología del fútbol? ¿Existe algo así?

Para empezar, en el mundo del fútbol campea el más cruel de los “resultadismos”, de los exitismos más desenfrenados e irracionales; el resultado es lo único que importa y motiva la idolatría extrema o el desprecio más devastador. No hay lealtades ni reconocimientos racionales o sentimentales, cuando el resultado es negativo el hasta ayer ídolo es brutalmente despreciado por su ineficiencia, despreciado humana y profesionalmente... “ incapaz, burro, no puede jugar más, se tiene que ir.... hijo de puta, ladrón, vendido...” No hay razones que puedan equilibrar los juicios, no hay justificaciones intermedias, si se gana es Gardel y si se pierde es el demonio. No hay misericordia con el que ha trabajado, con el que tiene trayectoria, si perdió es una mierda sin remedio. Por el otro lado hasta el más odiado y basureado pasa a ser ídolo si gana, el triunfo hace olvidar todo sus antecedentes de incapaz, pedante, chorro, o lo que fuera. Si gana se transforma en Gardel aunque haya vendido a su madre o se haya violado a su hijita de 5 años. Este síndrome se parece demasiado al eficientismo despiadado que el neoliberalismo impone como modo de gestión de las grandes empresas, donde la crueldad del resultado y el dictamen de los números son preservados de toda intromisión “humanitaria” que obre como atenuante ante un caso de aniquilamiento de personal por ejemplo. Es que el patrón conceptual del mundo del fútbol no parece ser otro que el autoritarismo más sádico y salvaje. Por eso los dirigentes deben tolerar y proteger a las barras bravas pues en su violencia, en su prepotencia, en su capacidad de combate, éstas expresan los símbolos populares más arraigados de pertenencia a una divisa deportiva. Toda una iconografía del poner huevos, transpirar la camiseta, dejar la vida en la cancha, se pone de manifiesto como valor supremo, pero después ante un mal o buen resultado se pisotea o idolatra a quién sea. Así las hinchadas son modelos de intolerancia, autoritarismo, resultadismo eficientista, ingratitud, insensibilidad humana e irracionalidad.

¿Por qué esta salvaje actitud de desprecio humano, porque esta inmoralidad encubierta de pasión, que consiste en denigrar a una persona porque perdió un partido sin respetar ni tener en cuenta nada de su conducta, sin experimentar el más mínimo sentimiento de comprensión racional o emocional hacia las circunstancias que lo rodearon? Arriesgo preliminarmente que puede ser tal vez una dependencia enfermiza de la identificación colectiva con el triunfo, es un tema que merece una investigación psicosocial profunda. Yo mismo me he sorprendido a veces al experimentar “levemente” esa sensación, cuando ante malos resultados y actuaciones terminé deseándoles fervientemente algún tipo de flagelación a varios jugadores y técnicos de Racing, amén de recordar con todo ahínco e ironía a sus respectivas putas madres.

noviembre 24, 2005

¿Arde París? Nacionalismo e integración ( II )

La mirada argentina y latinoamericana

A los argentinos nos resulta difícil entender estos nacionalismos ya que somos una sociedad de escaso sentimiento de identificación nacional positiva. Más bien hacemos gala de una ambigua relación con la nacionalidad, que pasa del límite de una identificación súbita y pasional con la soberbia hegemónica -suele atacarnos ante determinadas circunstancias donde nos sentimos partícipes de una superioridad aplastante-, hasta la más habitual denigración que podemos vocalizar en coplas donde nos ponemos afuera de ”país de mierda”, verbalización que costaría imaginar ni siquiera en broma en boca de un francés, un alemán, un estadounidense o un brasileño. A nuestra condición fuertemente anacional se suma nuestra amalgama racial, somos un flujo inmigratorio en un momento dado de la ignición histórica de su explosiva y particular mezcla, y más allá de que no podemos negar que existen prejuicios de raza en determinados sectores de la población –tema bastante tabú que sabemos esconder bien- nos parece mayoritariamente ridícula la idea de una segmentación tipo “ghetto” por ejemplo en función de ese tipo de tensiones. Nuestro origen aporta bastante para que a una parte mayoritaria seguramente de nuestra población le parezca un acto natural el hecho de que cualquier inmigrante de cualquier parte del mundo se instale en nuestra sociedad como Pancho por su casa. Nuestro umbral de tolerancia a las mezcolanzas está en un punto infinitamente más alto que el europeo.

¿Podría establecerse como insinuaron algunos una analogía entre el fenómeno social de nuestras poblaciones pobres de conurbano bonaerense y el de los centros urbanos principales, con lo que sucede en los suburbios parisinos? Creo que no, porque la tan mentada integración es un tema que va más allá del tener un salario, una vivienda, un transporte o una comida diaria asegurada. Pasa en general en casi toda Latinoamérica, la población tiene su propia cultura, su sistema de entretenimiento y representación, sus circuitos de su música, sus ritos, sus bailes, sus punteros políticos, su carnaval, su fútbol, sus programas de TV, de radio, sus revistas, sus ídolos. Es protagonista, no se siente excluida del imaginario referencial colectivo, está reflejada en los medios, está contestada su llamada desde el marco de las superestructuras sociales referenciales.

Dicho en otras palabras, los marginales latinoamericanos son Latinoamérica, y se sienten lo que son. En París los africanos y asiáticos sienten que no son Europa, y les hacen sentir que no lo son. La marginalidad latinoamericana se manifiesta en lo económico social, a través de la experimentación de carencias y pesadillas materiales relativas de todo tipo: insuficiencias de nutrición, de empleo, de salud, de transporte, de vivienda, de posibilidades de progreso, etc., pero poseen algo que la mantiene viva y insertada en el sistema, su protagonismo superestructural. Puede que esté destruida en lo económico pero no está desintegrada en lo cultural como puede ser el caso de algunos procesos inmigratorios europeos como el francés. La cacareada integración no se logra con civismo libresco aprendido en liceos y universidades, ni menos que menos con instrucciones ideológicas moralizadoras, es un acto que proviene de la historia de “la carne y del espíritu” que en Latinoamérica se sustentó en la mixtura coital, la imbricación reproductiva de etnias, colores de piel y costumbres; no halla otra raíz que la pueda sustentar.

noviembre 21, 2005

¿Arde París? Nacionalismo e integración ( I )

A pocos días de notar como se ya se van apagando los ecos mediáticos de las masivas quemas de automóviles parisinas me siento a intentar desenredar madejas conexas al fenómeno. Yo sigo inclinándome en que se trató – o se trata, ya que no se si terminó o terminará- de una reacción de cuerpo extraño ante todo, vinculada a como una sociedad como la francesa vive el fenómeno inmigratorio. He leído en varios lugares que en definitiva se trató de una rebelión ante la discriminación donde la variable principal era la pobreza. No estoy de acuerdo, en el caso de estos marginales franceses primero se es inmigrante y extranjero, es decir un invasor extraño que viene desde fuera a contaminar un lugar que no le pertenece, segundo se es de raza y religión diferente a la mayoría, y tercero se es pobre. Más allá de si se trata de inmigrantes recientes o de segundas y terceras generaciones, cuando no existe la integración esa diferencia se reduce, lo mismo que las categorías de legalidad e ilegalidad, tener papeles o no tenerlos. La intolerancia al extraño es la contracara de todo nacionalismo duro.


La inmigración: de la necesidad a la molestia

Las sociedades capitalistas desarrolladas en la medida que crecen en su status de bienestar y nivel educativo, generan zonas de empleo abandónicas, es decir, los empleos y labores más duras y menos calificadas son abandonadas por los ciudadanos. Por más pobre que sea un francés ya no va a ir a limpiar baños a una estación ni a palear hormigón a Normandía, antes se queda con el seguro de desempleo, ahí aparece la solución mágica de la inmigración marginal que se ocupe de esas tareas. Ese proceso de sustitución de roles marginales creo en menor medida se da en todas las sociedades desarrolladas y son alentadas a menudo desde iniciativas de los gobiernos y responden a acciones en el mismo sentido de las empresas privadas que necesitan contar con el aporte de ese tipo de mano de obra en determinado sectores. Los Estados Unidos por ejemplo son el reino del “pragmatismo inmigratorio”, me contaba un amigo que hace tiempo vive allá “ …la distribución del trabajo en la sociedad yanqui en una realidad: los estadounidenses blancos-no latinos-protestantes no realizan trabajos de baja remuneración, sucios o duros, todos ellos quedan en manos de diferentes grupos de inmigrantes. Pero eso si, ningún trabajo por mas peligroso que sea -muy bien pagos- si requiere algún grado de sofisticado conocimiento será estos inmigrantes. Estos tipos han hecho su país así”. (x)


¿Como opera el sentimiento nacional?

Aclaro que trato de describir como funciona esa lógica y no estoy tomando partido por ella o contra ella por ahora. Creo que tiene poco que ver con la bandera y el espíritu competitivo que habitualmente se cree fundamental. El orgullo por la sociedad en la que se vive es vivenciado como un logro, como el resultado de un esfuerzo para alcanzarlo, en sentirse protagonista del nivel de vida alcanzado por la sociedad y por el cual, seguramente, se ha pagado el precio de sacrificios, esfuerzos y superación de momentos malos, propios y de los antepasados inmediatos. Quién internaliza ese sentimiento de arraigo de responsabilidad y protagonismo constructivo tiende naturalmente a sentir una sensación de injusticia si observa la llegada de oleadas inmigratorias. A los ojos de esta “opinión nacional” los que vienen siempre estarán ocupando un lugar que no corresponde, gozando de los frutos de una sociedad que no construyeron, y si encima son pobres constituirán una carga que ningún buen ciudadano tendrá el agrado humanitario de costear. Esa tensión se refleja en ambos lados. Los marginados la reciben, entienden el mensaje que se manifiesta en una multiplicidad de gestos, como una mirada que les está diciendo “vuélvete, no ocupes más lugar y si ocupas vete al lugar que te den, se agradecido y no rompas más las bolas”. Así opera básicamente el sentimiento de arraigo nacional en su contracara xenófoba, aunque se los haya traído para solucionar problemas de mano de obra, aunque hayan contribuido con su trabajo a la sociedad, aunque se deslomen haciendo los trabajos que el resto de los ciudadanos no quieren hacer, siempre se sentirá que todas sus “exigencias” son cargas, que el aporte que puedan hacer ellos es menor ante lo mucho bueno que aprovechan del desarrollo alcanzado de la sociedad que los recibe, y al cual no contribuyeron, aunque vayan a contribuir.

La irritabilidad de la población “local” frente a la “extranjería” se exacerba a medida que esas poblaciones no integradas dejan oír sus reclamos, se reacciona con una actitud similar a quién diera acogida en la propia casa a un desconocido que viene de vivir en pésimas condiciones, y una vez instalado se queja de que tiene calor o no le gusta la comida. Pero se equivocan los que creen que esa lógica es solamente expresión de un egoísta individualismo burgués, más bien se trata del costado comunitarista del nacionalismo cuando expresa un sentimiento de identificación y apropiación de logros colectivos, una justicia social que premia a los que se han ganado el derecho de gozar de los logros obtenidos. Esta visión social del nacionalismo parece muy sensata pero si nos fijamos en las palabras que se juntan se nos eriza la piel: nacional–social.

El etnocentrismo europeo no es nuevo. No es que esté acusando de racistas a los franceses, nada de eso por favor, sólo paso revista sobre que no se necesita ser racista para operar a favor de la segmentación, la exclusión y la desintegración de la inmigración extraña. Basta con experimentar algún tipo de sencillo y cívico nacionalismo. Es tratar de entender y de aprender del caso francés como la derecha -y una derecha tan fiera, xenófoba y aberrante como la que encarna el lepenismo- gana espacio a caballo de los temas en los que la gente común se interesa y que son donde la izquierda tiene garantizada su impopularidad. El mal manejo del tema inmigratorio y el de la inseguridad ciudadana son los baluartes que suman día a día rechazo a la izquierda y adhesión a la derecha. Para muestra veamos las consecuencias políticas de las quemazones parisinas: Sarkozy aumentó 11 puntos su popularidad y el 61 % de los encuestados estarían dispuestos a votarlo como presidente francés en el 2007. El detalle lo pueden ver acá.

Superada la descripción se puede decir que si tomo partido: es evidente que las políticas inmigratorias que se queden en la explotación de este sentimiento –la derecha- o que no lo tengan en cuenta a favor de un romántico laissez-passer humanitario –la izquierda- , y no vayan más allá, amenazan llevar las cosas peligrosamente cerca del abismo, de ahí la necesidad urgente de que Europa aborde políticas inmigratorias coordinadas y serias desde una perspectiva humana superadora: Basta de fomentar el ingreso indiscriminado de gente para hacer trabajos baratos que van a parar a cualquier parte, avanzar en la integración económico-cultural de los poblaciones establecidas, y por último consensuar con los diversos países involucrados políticas bilaterales que tengan en cuenta lo complejo del fenómeno.


(x) Update
A eso se suma el trabajo offshore, Nike fabrica sus zapatillas en países pobres de Asia, enorme ahorro de costo de mano de obra, pero como decía Vivianne Forrester en aquel bello par de libros “El horror económico” y “Una extraña dictadura”: el precio de las zapatillas en los negocios yanquis no baja por eso, Nike las vende al mismo precio que antes o más. Esta nueva variable permite matar varios pájaros de un tiro, no se necesita traer inmigrantes ya para que cosan zapatillas, se puede mandar las zapatillas a que sean cosidas allá, todo más barato y efectivo.

noviembre 18, 2005

Intima ficción

Todavía no estás levantado, pero tampoco puede decirse que estés dormido. Estás gravitatoriamente depositado sobre la piel textil que protege el colchón, pero la cabeza que es lo que importa no se ha desinstalado todavía del estado larval, latente, desconciente, fronterizo, imberbe y discapacitado. Son maneras de hacerse reaccionar, de sacudirse la conciencia, con ciencia y con magia negra imbricadas en fogonazos de aturdimiento, en lentejuelas rescatadas de trajes de fiesta de fin de curso que tu hermanita abandonó en aquel cajón. Una posibilidad que se concreta es meterse en la ducha de agua helada, el hada que se corporiza como muñequita asexuada primero, como niña angelical mezcla de ángel de la guarda y virgen de estampita, pero que el bruto olor a mujer que despide el estarle cerca la transforma en manjar para el más sufriente apetito fornicador insatisfecho. Pero toda ansiedad está condenada a no sostenerse más que hasta su instantánea bifurcación, es este un mundo de transfiguraciones arbitrarias donde nada se deja retener, donde todo se esfuma de solo presentirlo. Presente en sucio y pasado en limpio, pluscuánperfecta matricería de ayeres y hoyes indiferenciados que objetan toda felicidad de afirmación, balancean el placer como si lo dejaran flotar por no saber ahogarlo, por una especie de santa inocencia de la oscuridad que jugando de local no luce mortuoria sino felina y fértil. El ruido es el enemigo más respetado, porque sabemos que nos puede quitar este mundo cuando quiera, nos puede hacer orinarnos de cerveza barata creyendo que nos estamos eyaculando dentro de una reina. El ruido es autoritario, ya lo denunciaste mil veces, y viola la libertad de silencio. El sueño, el dormir, el embotamiento natural, es un simulacro de muerte sucesiva, una función diaria de tragicomedia gratuita.

Deshelar mañanitas entre mates y amarguras. Encender hornallas y tirar el fósforo a cualquier parte. Entre galleguitas y galletitas, entre tetitas chupables y blandengues ortos deformables por el tiempo. Apenas sin lavar la taza beberse la huella del café de ayer, dejarse sorprender de nuevo por la pegajosa velocidad de renovación del vencimiento de tu carne. La consigna que se rescata es aprender a obrar, aprender a masacrar la duda, humillar a la postergación. Obrar en ayunas es contradecir la posibilidad de renunciar, obrar sin haberse lavado la cabeza es rendirse de nuevo y sin más condiciones que las mismas de ayer. Tapar el pozo con tierrita suelta, consumir los años como horas, pero saber sacarle el jugo a esa estrecha franja aprovechable entre la ficción y la obediencia. Esa carnecita al borde del hueso.

El te bastante caliente ya está sobre la mesa, insípido, inodoro y absurdo, y al menos tenemos ganada ya una buena frase para cuando nos toque dar las disculpas absolutas. Podrán reprocharnos no haber sido más competitivos, podrán juzgar nuestras pasiones y nuestros terrores, podrán compadecernos por nuestro pronto olvido, pero quién podrá negar que hemos obrado según nuestra más íntima ficción.


“Ojalá sueñes que tu pene
es ese bomberil extintor capaz
de lanzar esa blanca espuma
que todos los fuegos apaga

Que todos los fuegos apaga….”

noviembre 16, 2005

Amenazas, intimaciones y juicios

Amenazas e intimaciones

La comunidad blogueril anduvo sacudida estos días por el Zicarelligate originado cuando la gente del blog P.U.T.O dio a conocer la intimación -o intimidación- que recibieran de parte de este asesor cultural de la Patricia Bullrich. La reacción de varios blogs fue muy rápida y tan intensa que el propio intimador terminó retractándose y aprovechando la volada para confesar su inclinación sexual. Ojalá termine abriendo un blog, sería un lindo final. Las reacciones en este caso mostraron un más que saludable espíritu de cuerpo en los bloggers, lo que en tiempos donde rigen los más pétreos egoísmos, no es un dato menor. Más allá de que entienda y comparta a veces el exabrupto de algunos insultos, lo que no me gusta es cierta carrera contagiante a la demonización del ocasional personaje vituperado que se da en estos casos. Por ejemplo, si yo me hubiera dejado ganar por la tentación de un desborde temperamental hubiera escrito de este tal Zivarelli cosas como “tilingo y matoncito de cuarta”, “ pseudo-neoliberal gay de décima”, “trepadorcito de baja estofa que ante el vacío de militancia de un partiducho derechoso condenado a la más inoperante minoridad se supo acomodar en ese absurdo puesto de asesor cultural, y pretende con eso ganar puntos antes su jefa con eso de que ‘los intimé a estos del blog, je, je,’ ". Pero no lo escribí. En cambio prefiero reflexionar más en frío sobre la cuestión.

Las demonizaciones y descalificaciones automáticas y reflejas “ en espejo” no son buenas consejeras, ya que al final si se las usa indiscriminada y desproporcionalmente, terminan agrandando a los enemigos, y lo que es peor, provocando ulteriores solidaridades de amigos y de infiderentes hacia ese enemigo, que de otra forma no se generarían. Además de peleas y discusiones entre amigos, que es peor que peor aún.

De acuerdo con Massei, amenaza judicial es una expresión desafortunada. No se puede considerar como amenaza el anuncio de que un ciudadano va a hacer uso de sus derechos civiles. Es un contrasentido, que una persona le anuncie a otra que va hacer uso de sus legítimos derechos bajo una normativa jurídica democrática común es una situación de plena convivencia. Lo que si introduzco es una distinción donde me acerco a la posición de los demás: existen casos donde el anuncio del ejercicio de estos derechos, que no pueden ser en sí una amenaza, son usados como amenaza, lo que los transforma en tales. Sucede todo el tiempo y hay gente que así lo hace como práctica de apriete habitual. Se apela a recursos como la carta documento, la nota, la intimación, la llamada, etc, con el fin de amenazar y amedrentar políticamente a los demás, aprovechándose del miedo, la indefensión e inexperiencia del otro. No se trata de una acción fundada en un deseo evaluado de obtener justicia, sino una mera operación rutinaria de coacción psicológica, muy popularizada en Argentina en todas partes, desde la DGI que nos acosa a exhortaciones al cadalso si no pagamos en término o estos chantapufis de comité que acostumbran a hacer sentir el rigor de sus influencias. Y esto si me parece que fue lo que ocurrió en este caso, lo que es totalmente condenable y abominable. Aunque lo bueno de esto, si es que hay algo bueno, es que este tipo haya sentido que la publicación en un blog era importante.

Pero sucede que la gente de P.U.T.O sacó la solicitada, el objetivo de Zicarelli se cumplió aparentemente, un blog tuvo que modificar su contenido, por eso más vale pensar en esas consecuencias antes que seguir puteando. Hace tiempo escribí algo al respecto, los bloggers somos aficionados a la expresión ejerciendo en un medio impersonal el derecho constitucional de publicar nuestras ideas, y como tales estamos en pelotas legalmente, no tenemos asesores ni experiencia ni estructuras de editoriales que nos avalen, ni sabemos tampoco a todo lo que nos podemos exponer con lo que publicamos. No se trata de salir a hacer gala de valentías o de me “chupa un huevo”, sino de estar preparados para no caer bajo la garra de estas carroñas. Les pasó a unos amigos de un pueblo cercano que pusieron hace unos años una FM con esa onda de hacerse los machos bravíos “tenemos bolas y nos bancamos decir lo que se nos canta” , “Acá estamos, que nos vengan a buscar” y al año quedaron en pelotas, con la radio embargada y casi van presos por decir boludeces no se de quién, y todo por no contar con la más mínima preparación. Si te vas a meter a pelear hay que saber que alcance tienen las armas del enemigo, el cementerio está lleno de héroes al pedo y de pobres gauchos víctimas de su ingenuidad. Ojalá algún día los bloggers contemos con la debida asesoría legal.

Varios insinuaron que una hipotética acción en este caso de P.U.T.O versus Zicarelli no tiene el más mínimo sustento jurídico, yo también lo creo así pero no soy abogado y bueno sería saberlo de boca de algún especialista. Recuerdo a la revista Humor de los 80, que aparte de sufrir el apriete físico del proceso, su director pasaba más horas en Tribunales contestando demandas por calumnias e injurias que dirigiendo su revista, y era un medio gráfico de cierta entidad económica-empresarial que contaba con abogados asesores. Que queda para muchos blogger por ejemplo que sólo pretenden hinchar las pelotas por Internet.



Juicio

Más allá de lo que rodea al caso Cromañón, que daría para cientos de posts por lo vasto y complejo de los temas y las implicancias que se suscitan, vivimos el caso de un político como Ibarra, un verdadero afortunado de la política, que agotó el usufructo y explotación de condiciones externas que nada tenían que ver con su capacidad propia de generar adhesión. Primero su condición de “anti-demonio” frente a Macri, exacerbada hasta el extremo más abusivo a través del ejercicio de la falsa opción. El “Es Macri o Yo” le proporcionó infinidad de votos ajenos y le permitió gozar de una especie de “salvoconducto de impunidad política” ante cualquier inoperancia o tropelía de su gestión. En segundo término, fue gozar de otras “extras” como la protección, asistencia, cuidado, manutención y becado de parte del gobierno nacional. Pero tanta prédica vacía y ciega por su salvación unipersonal, terminó agrandando a Macri en las preferencias del electorado, trayéndole votos que antes no tenía, e instalando costos que perjudican todo el arco ideológico de centro izquierda que supuestamente él representa. En este caso, que le toque ir a juicio político me parece totalmente normal y saludable, ya que sus responsabilidades son políticas, y si la comisión halló suficientes elementos –entre las habilitaciones truchas y otras graves anomalías- como para llevarlo a juicio, pues que se dirima su suerte gobernante en este ámbito. Me resultan llamativas tantas voces de la prensa instalando teorías delirantes como el “golpismo” para ejercer el enésimo intento de victimizacíon que pueda salvarlo una vez más. Es inadmisible que haya tanta preocupación por el costo político que pueda pagar un simple y vulgar personaje más del fracasado “frente de la ineptitud y la corrupción”, ante el costo en vidas que pudieron haberse pagado de probarse sus supuestas negligencias y contubernios.

Hay algo peor en los políticos argentinos que su corrupción, su doble discurso y sus traiciones: lo duros y porfiados que son para reconocer la caída y darse por vencidos, vamos viejo, cuesta tanto mirarse al espejo y decir “fuiste loco!”.

Actualización 17-11-05:
Dos miradas interesantes del caso Ibarra: una periodística, y la otra simplemente desopilante.

noviembre 14, 2005

El pensamiento experimental

El miedo al error

Pareciera que en toda disciplina creativa es bien vista la experimentación, menos en el pensamiento. En torno a él sobrevuela una obligación inexcusable de pensar sólo conclusiones acertadas, verificadas, pasadas en limpio y ataviadas para su presentación bajo las cámaras de una publicación. Como buen tradicionalista, quizá un pseudo-revolucionario de las tradiciones, no me voy a privar del gusto de escribir una frase de difusión. Así que imaginen que ven un cartel enorme y las negritas son las luces de neón:

Es incapaz de crear un pensamiento propio aquel que sólo quiere demostrar que no está equivocado.

Quitarse la obsesión por el resultado suele ser una herramienta colosal para cualquier tipo de expresión, nos acerca a la fruición expansiva, a la ruptura de lo esperado y de lo previsible. Conviniendo que experimentar no debiera entenderse como sinónimo de improvisar –cosa que sucede a menudo sobre todo en música-, el campo del pensamiento necesita como ninguno de la experimentación para sacudir su tendencia a la inmovilidad y la repetición eternas.


En la literatura

Evitar riesgos es como en todo arte una sepultura paulatina de la creatividad y la innovación, es la tumba anticipada de los nacimientos. La literatura, supuestamente el máximo ámbito albergante de las experiencias del lenguaje revelantes y reveladoras, a la vez que exentas de ataduras metodológicas y estructurales, está rodeada sin embargo de una luctuosa compulsión a la versión corregida. El producto final pareciera proporcionar una necesaria dosis de elemental consumación, de “objetuación” básica para preservar al hecho literario de la contradicción y la dispersión irreconstruible. Sin embargo, tanta preocupación por el objeto terminado puede que contribuya negativamente a la calidad del resultado creativo, toda vez que es motivador de férreas y compulsivas auto-correcciones y autocensuras del autor que pueden privarnos de deliciosos hallazgos.

Ahora bien ¿Alguien dentro de la literatura publicaría un libro con la salvedad de que se trata de textos experimentales? Los experimentos no se publican hasta que hayan sido debidamente “probados”, ese el fuerte mensaje de la ciencia positiva y del mercado de negociación, donde las correcciones más obsesivas y rigurosas que se puedan, suponen siempre una garantía de obtener el máximo “valor” de dicha “obra”. El horror de que vea la luz una versión en borrador o sin corrección, es precisamente ese riesgo de desvalorización.


La ciencia encadenada

La fatiga mental que produce el enorme peso del conocimiento preexistente es una pesada mochila que extenúa cualquier virginal ansiedad de producción, sumado a los consejos de malos maestros que aseguran que para poder escribir algo hay que leerse a todos los que escribieron antes que uno, como si se tratara de una carrera de postas. La ciencia - una vez más pobre, y van…- tiene la culpa, con esa mierdosa ley de que su verdad es una sucesión de enmiendas a los errores anteriores, lo que nos dice que si no descubrimos algún error en lo antecedentemente pensado por otros, más vale nos ahorremos el trabajo de pensar. La sucesiva supresión de errores no es la verdad ni puede ser el objeto final del pensamiento. La ciencia está obligada por el imperativo de su método a aceptar como verdad la última versión que se demuestra correcta. La verdad científica sería así la mentira todavía no descubierta, hecho que posee su connotación positiva al sostener la sabia idea de que toda verdad aparente puede ser susceptible de refutación, pero que conlleva el aspecto negativo de establecer una excesiva dependencia de la herencia establecida. El pensamiento no necesariamente científico – al que podríamos llamar de cualquier modo: filosófico, literario, artístico- sería un pensamiento que no se propone renunciar a toda operación de lógica argumental para convertirse en orgía de la arbitrariedad conceptual, sino que rescata de la ciencia algunos de sus instrumentos comunicacionales pero que cuestiona sobre todo el destino de corrección sucesiva de una misma idea original que su método supone, el pensamiento como una enésima pasada en limpio de lo precedente.

Un pensador donde se puede encontrar una mirada compatible a este esquema es Niestzsche, cuyo modo de ejecutar el pensamiento rescataba su condición experimental, alejándose de los modelos de sistemas filosóficos tradicionales. Su obra se expresa mayormente en resúmenes, aforismos, trozos sin conexión aparente más relacionados con la literatura y no a los sistemas filosóficos.

"El pensamiento experimental no desea persuadir, sino inspirar, inspirar otro pensamiento, poner en marcha el pensamiento. Las convicciones son los enemigos de la vida más peligrosos que las mentiras"

El pensamiento de Nietzsche no presentó un "sistema" de ideas cerrado, lo que constituyó plena coherencia de su parte, ya que no sería posible entender ni creer su crítica a los sistemas filosóficos si hubiera estado planteada como otro riguroso sistema con los mismos errores que quería abolir. Esto llevó a muchos a considerarlo algo así como un híbrido entre un filósofo y un escritor: demasiado poético para ser asimilado a los pesados sistemas de pensamiento de colegas como Aristóteles y Hegel, de los que precisamente e trató de apartar, y demasiado filosófico y estructurado para ser asimilado a los confines estéticos de la literatura.

“.....Los filósofos del futuro tienen el derecho, acaso también la injusticia, de llamarse experimentadores. En mi peregrinación a través de numerosas morales, más delicadas y más groseras, que hasta ahora han dominado o continúan dominando en la tierra he encontrado ciertos rasgos que se repiten juntos y que se coligan entre sí de modo regular: hasta que por fin se me han revelado dos tipos básicos, y se ha puesto de relieve una diferencia fundamental. Hay una moral de los amos y una moral de los esclavos —me apresuro a añadir que en todas las culturas más altas y más mezcladas aparecen también intentos de mediación entre ambas morales, y que con mayor frecuencia aún aparecen la confusión de las mismas y su recíproco malentendido, y hasta a veces una ruda yuxtaposición entre ellas— incluso en el mismo hombre, dentro de una sola alma. “


Milan Kundera en relación a esto escribió:

“El que piensa no debe esforzarse en convencer a los demás de su verdad; en tal caso se encontraría en el camino de un sistema; en el lamentable camino de "el hombre de convicciones"; a algunos hombres políticos les gusta calificarse así; pero ¿qué es una convicción? Es un pensamiento que se ha detenido, que está inmovilizado, y el "hombre de convicciones" es un hombre limitado; el pensamiento experimental no desea persuadir sino inspirar; inspirar otro pensamiento, poner en marcha el pensamiento. Las convicciones son enemigos de la vida más peligrosos que las mismas mentiras.”

También Hanna Arendt participa de este lado del asunto: pensar sin barandilla o, mejor aún, pensar sin red, pensar a la intemperie. Es un pensamiento provisional, experimental, dialógico, socrático en un sentido preciso: no intenta adoctrinar ni convencer sino compartir ideas, en la convicción de que la tradición, en filosofía moral y política, se ha quebrado y hay que orientarse entre tinieblas.


La degradación de la opinión

Por último, otro coletazo relacionado a la mirada desconfiada al pensamiento experimental es la degradación de la opinión argumentada. Estigmatizada como articulación menor del pensamiento, y principalmente descalificada bajo el cargo de subjetividad, anda por allí cercana a la banalidad azarosa del gusto o de la preferencia trivial. La autoridad occidental del saber, desde el viejo reinado de lo sagrado-religioso pasando por el monarquismo absoluto hasta el positivismo de la ciencia, se las ingenió en ambos casos para sustraer la subjetividad de toda idea de sabiduría sustentable. Las consecuencias fueron lesivas para la expresión del pensamiento del entorno subjetivizada en la experiencia personal. Despojada de las construcciones artificiales de las estructuras, exenta del disfraz de suprema objetividad, tuvo que cargar una perversa presunción: cualquier mirada personal estaba siempre más cerca del “ peligroso desvío” que del hallazgo revelador. La opinión argumentada en primera persona inició así su degradación social, y pasó a ser vista como un género menor aún en la literatura, yendo a parar tal vez al refugio del periodismo, donde lamentablemente no es muy bien tratada tampoco y por ahí deambula en un confuso rol de “hermana menor” teniendo que justificar su existencia entre la soberbia dictadura de la noticia como crónica objetiva.

noviembre 12, 2005

Vagina uno

La palabra leída no es fácil de rendir
Hasta los perros vagabundos te ponen trabas en la sed
enbardunan las manos de oclusiones
te sodomizan cualquier intención como táctil alarma.

El libro te transmite su probable
olor de humedad como archivo
como dulce sepultura ceremonial
manosearlo es hacerle resucitación
inscribirlo en el éxito de la contenplación vigente
roerlo para darle madurez.

La sensación en la boca de la mente
se hace proyectil
te sucede como si fueras como él
a respirar en una caja
y pernoctar en las estanterías
Manipularlo sin cuidado es mimetizarse
con su ser objeto repulsivo
bajo su indiferente atracción asexuada.

Abrir un libro
es como acomodar el cuerpo de una mujer para hacerle el amor
El comienzo es internacionalmente sencillo
las primeras hojas se entregan casi por una inercial cortesía
Las páginas centrales
son las más dificiles de doblegar
hay que equilibrar presiones
y resistir la tendencia al cierre
cuando ambas mitades se sopesan equivalentes

Y la sensación es de haberlo penetrado
Una mitad descubierta, vulnerada, encinta
y la otra incógnita, obnubilante, apetecible.
Y el final, el final siempre debe estar lejos
para mantenerse a salvo de cualquier desilusión anticipada.

Todo libro abierto pugna naturalmente por cerrarse
mantenerlo páginas pa'rriba es una conquista
un estado de transitoria belleza
milagrosa durabilidad, erección efímera.

Toda mujer abierta pugna por cerrarse…

noviembre 07, 2005

La anglofilia patética

Después de mirar por televisión el test-match entre la selección argentina de rugby -Los Pumas- frente a la de Sudáfrica me doy cuenta cuán curiosa y contradictoria es la historia que me une a este deporte y motiva estas anotaciones, tan ovaladas y saltarinas como la pelota que usan.

Jamás lo practiqué, pero como niño y adolescente aficionado a casi todos los deportes -cuyo obra semanal de cabecera era la revista “El Gráfico”- me gustó siempre el rugby y he seguido constantemente los pasos de la selección argentina. Pero esta moderada condición de simpatizante no exenta de miradas recelosas, tuvo un abrupto desengaño a poco de terminado el pasado mundial de la especialidad jugado en el año 2003 cuando terminó por caerme una ficha y directamente pasé a sentirme atragantado y desencantado ante tanta soberbia y tanto patetismo. Como especialidad deportiva podrá gustar mucho o poco, pero más allá del entusiasmo que provoca esa tan trillada “garra” que efectivamente es bueno reconocer se ve plasmada dentro de un campo de rugby, convengamos que el juego en si se parece mucho a una aberración fisiológica donde no tiene demasiado lugar la técnica y el talento sino una brutal exhibición de exhuberancia física, exaltando la condición animal del ser humano, el poder de la fuerza bruta sobre cualquier otra expresión de habilidad, coordinación o ingenio corporal. Un deporte bien lógico donde el poderoso puede y debe pisar al débil que se contenta con una derrota digna aceptada con humildad.

Pero el dato más excluyentemente significativo es que se trata de un deporte imbuido casi como ninguno de una fortísima y casi asfixiante ortodoxia británica, transmitidas a casi todas sus colonias luego emancipadas que supieron conservar una zona de reserva étnica y cultural para sus costumbres eminentes. Los reflejos de todo el entorno rugbístico constituyen todo un verdadero reservorio de la vieja soberbia imperial británica -por suerte caída en desgracia a nivel político-económico-. El resto de los países donde el deporte se practicó con cierta intensidad fueron históricamente tratados como convidados de piedra y son sometidos a todo tipo de discriminaciones. Francia por su desarrollo logró ser la excepción más firme, e Italia es la última de las aceptaciones en nombre de una modernización europeísta inevitable.

Más allá de la eterna condición paria y de segundo orden de nuestra selección en cuanto al nivel deportivo, saca de las casillas ver toda esa resignación a la profanación de la dignidad en pro de una anglofilia reverencial. Ser convidado de piedra perenne y partenaire oficial de una festividad británica armada y concebida por ellos y para ellos, y a la que no les interesa en lo más mínimo que una sudaca representación se inmiscuya, por más que nuestros burgueses crean que les asiste un ganado derecho ante tanta succión de calcetines. Esta verdadera construcción moral de admiración-sumisión se sustenta en la fortísima tradición anglófila de la alta burguesía argentina, cimentada desde la misma educación preescolar de los niños de clase alta que tiene epicentro en zonas como el norte residencial del gran Buenos Aires y San Isidro más específicamente. Dicha formación escolar ligada a los valores británicos, cocida al rancio vapor de un mundo bilingüe que es mamado desde la temprana infancia en dobles turnos de instituciones-ghettos que se vanaglorian de poseer “espíritu inglés” bien alejados de cualquier contaminación criolla. Desde allí se los instruye en la admiración y en la obediencia de la superior cultura inglesa y de todo un sistema de valores que se establecen para honrarla y venerarla, que en el mejor de los casos los pueda llevar a ser dignos aspirantes a esa extraña condición de converso por mérito.

Muy difícil de tolerar es todo lo que rodea el rugby como fenómeno comercial en la Argentina. Por un lado los sponsors, mega-empresas desesperadas por promover sus productos muy caros entre una afición que se estima de altísimo poder adquisitivo. En otro lugar los insufribles programas-homenaje de televisión donde estos rugbiers pasean su patéticos cerebros primarios y hacen gala de su primitivismo neuronal, sus hiper-simplistas posturas fascistoideas, exaltando como la fuerza y el espíritu de elite ayudaron a “templar el carácter” de clase dominante de los jóvenes afortunados destinados a ser los inconmovibles dirigentes que las grandes empresas. El rugby les ayudó a cicatrizar esos “valores”, que sus corazones sean de acero y sus cerebros de hormigón para poder servir con excelencia a los sagrados imperativos del poder y estar alejados de cualquier desviación flagelante de experimentar la tentación de sentimientos sociales indignos de un gladiador mayor. Así es que se ven desfilar en esas notas-homenaje a caducos ex rugbiers que recuerdan desde sus sillones de gerentes de alguna multinacional -vestidos con rigurosas camisas de seda italiana y corbata- las viejas giras donde cosechaban casi siempre supinantes derrotas que son revividas con luterana resignación y nostalgia casi romántica. A eso le sumamos también algunos “programas especiales” protagonizados por conocidos rugbiers en actividad que se relaciona con un ejercicio de “supervivencia” donde se disfrazan de
carapintadas para jugar a vivir bajo condiciones semejantes a las de una guerra.

La discriminación que comete el poder institucional que maneja este deporte pasa por ejemplo por no dejarlos competir ni aceptarlos a los argentinos en los torneos internacionales oficiales que se hacen regularmente entre los mundiales, y pareciera que es una forma de mantenerlos aislados y echarles en cara su condición de “outsiders” plebeyos que deben aprender a aceptar ese rol con respetuosa sumisión: esperar solamente los partidos amistosos y el mundial donde ya sabemos que lugar que se le reserva en el deseo. Esas competencias intermedias obviamente podrían ayudar incrementar su nivel al punto de hacerlos temibles contrincantes. Después la historia está poblada de ejemplos: referees SIEMPRE sajones o “british origin” que sutilmente se las arreglan para conducir todos los matches infiltrando, desde la sutileza a la alevosía, todo tipo de actitudes que perjudican el juego del equipo argentino. De penales dudosos o descuentos ilimitados en caso de estar en ventaja, los Pumas reciben siempre la caricia fatal de los árbitros representantes SIEMPRE de las “potencias” de este deporte. Ante la mínima duda, siempre los fallos son en contra, así se trate de un amistoso o un mundial. El único episodio que amagó a instalar una situación “fuera de lugar” fue aquel histórico partido contra Irlanda en 1999 por un lugar entre los cuartos de final en el mundial disputado dicho año en Gran Bretaña. Reconocido por el valor con que nuestros jugadores defendieron un resultado a puro tackle en tiempo de descuento, fue una señal de alerta que el british power supo leer a tiempo y poner de inmediato en marcha el mecanismo de su licuación: en el grotesco mundial jugado en el 2003 de casi 2 meses de duración se buscó por todos los medios que Irlanda “pusiera las cosas de nuevo en orden” a través de irritantes favoritismos en el calendario y en los tiempos de descanso.

No quisiera pecar de inexacto ni de exagerado, pero supongo que aquel referee que dirigió Argentina-Irlanda en 1999 y descontó 7 minutos a la espera del try salvador que acomodara las cosas, y repentinamente decidió dar por terminado el macht decretando el triunfo argentino - ¿le habrá dado vergüenza?- debe estar dirigiendo partidos de cricket sobre el hielo de alguna remota población de Alaska.