El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 29, 2011

La feria liberal


"La derecha fracasa porque ya no lee ni los manuales de los electrodomésticos que compra. Porque tiene entre sus filas de poder a ignorantes como Macri o Rodríguez Larreta, alias el brillante por Barcelona, que no agarran ni el Patoruzito en la peluquería. Unos grasas, capo. La derecha fracasa, sobre todo, porque se olvidó de leer"

Gustavo Nielsen recoge el tradicional llamado del blog de Paula Pampín que amparar con palabras las desventuras feriales de los libros. Este año un evento totalmente caracterizado en su atracción por el "efecto Vargas Llosa".

Había una vez una derecha que creía que la batalla estaba ganada; mejor dicho, que estaba ganada la guerra del pensamiento único. Pero las propias miserias y contradicciones de la ideología neoliberal se encargaron de despertar al enemigo de su aletargada derrota. Tal es el anacronismo del mensaje varguiano respecto de los problemas de mundo desarrollado que desde la superioridad lo mandan a Latinoamérica a tratar de detener los populismos con la vieja receta retórica de los 90. “Vete Mario con tu sonrisa seductora y la chapa de tu Nobel en los hombros a predicar el evangelio privatista y los horrores autoritarios que les espera por haber abrazado el populismo”. ¿Por qué no va a convencer a los españoles en plena crisis de ajuste acerca de las bondades del neoliberalismo con esa vulgata de escuela primaria?


Manifiesto masculinista



MANIFIESTO MASCULINISTA

(Encontrado en las playas del Mar de los Amores, una amanecer nublado y solitario)


-El movimiento masculinista agrupa a los miembros del género masculino que se consideran ya evolucionados del ideario patriarcal-machista y desean vivir a pleno las particulares riquezas de su condición de género en armonía creativa con las del género femenino. Por lo tanto defienden al género masculino de todo ataque que juzguen injusto, lesivo, peyorativo o discriminador, provenga de quién provenga, y abogan por la reivindicación de sus posibilidades de iluminar la vida social.

-El movimiento masculinista (El masculinismo) aborrece el machismo por considerarlo una versión primitiva, vulgar, autoritaria e indigna de la masculinidad. Se manifiesta en contra de su paradigma cultural hegemónico respecto del género femenino. Así mismo, rechaza todas las vulgarizaciones corrientes que sostienen su validez simbólica, como así también las que denigran la condición femenina reduciéndola a estereotipos interesadamente empobrecedores.

-El masculinismo ha apoyado y apoya las luchas emancipatorias del género femenino.

-El masculinismo ha apoyada y apoya las luchas por la igualdad de oportunidades del género femenino.

-El masculinismo ha apoyado y apoya las luchas contra la violencia de género y la discriminación de género que padece el género femenino.

-Por lo antecedente, el masculinismo asume su voluntad de ser aliado del feminismo en aquellas causas en las que coincide. Sin embargo el masculinismo debe defender la condición del género masculino cuando es, por parte del feminismo, discriminado, prejuzgado y estigmatizado.

-El masculinismo está harto que la sexualidad masculina sea estigmatizada con su versión anómala, violenta o perversa que por otra parte consideramos minoritaria. Rechazamos que se nos identifique a “los hombres” (“todos los hombres”) como trogloditas que andamos todo el día con nuestro falo depredador enhiesto pensando en violentar a cada mujer que se nos ponga delante y en todas nuestras referencias sexuales no hacemos otra cosa –conciente o inconcientemente- que ratificar un paradigma machista de dominación y sometimiento sobre el género femenino.

-El masculinismo sostiene que eso consiste en, lisa y llanamente, discriminación de género, demostrada por la operación interpretadora de identificar al género en su conjunto y sus representantes con la conducta de sus representantes anómalos, un caso semejante al de otras discriminaciones conocidas tales como: “Los curas son todos pederastas”, “Los villeros son todos chorros”, “Los judíos son todos usureros”, “Los paraguayos son todos vagos”.

-Los masculinistas negamos que en nuestras fantasías sexuales esté la violación, el estupro o el sometimiento físico coactivo o violento. Sostenemos que todas, aún las más voluptuosas, está presente sólo el sexo adulto consentido y rechazamos la identificación automática que hace el feminismo de nuestra sexualidad con la dominación. Por lo tanto no tenemos por qué soportar la catarata de acusaciones potenciales que nos regala la interpretación feminista que en el fragor de su lucha descuida la imprescindible justa ponderación de la realidad.

-Los masculinistas no actuamos ni fantaseamos con otra forma de sexualidad que no sea la consentida en un marco de respeto por la integridad y la igualdad de las personas. No aceptamos que se nos imponga lo contrario por la traslación mal intencionada de teorías.

-Los masculinistas no actuamos ni fantaseamos con otra forma de relación interpersonal con las representantes del género femenino que la basada en el libre entendimiento excluyendo y repudiando cualquier tipo de esquema de violencia física o psicológica, dependencia o sometimiento.

-El masculinismo cree que agitar en forma generalizada los fantasmas que identifican la sexualidad masculina con un paradigma perverso tiene consecuencias nefastas para la sociedad en su conjunto y favorece la regresión a teorías oscurantistas y represoras interesadas en sostener la noción de que la sexualidad toda siempre es algo sucio, violento, perverso, depredador, deforme, inmoral, conflictivo e indeseable.

-Los masculinistas no hacemos uso de las prerrogativas culturales que puedan estar naturalizadas en una parte de la población en relación al paradigma machista que sirvan para posicionarnos en un plano de superioridad o hegemonía intelectual o fáctica frente al género femenino.

-El masculinismo invita amablemente al feminismo a abstenerse de incriminar por extensión generalizada a todo el género masculino cuando señala comportamientos particularmente agraviantes o sojuzgantes de algunos de sus representantes y/o utiliza para ello vagas generalizaciones fundadas en interpretaciones tendenciosas de análisis históricos, sociológicos y psicológicos.


abril 26, 2011

¿La autonomía está al alcance de una elección personal?



Leyendo (Vía Ana Worman) el artículo donde Lilia Moglia Mizrahi reelabora un reportaje al pensador Cornelius Castoriadis, me he planteado el interrogante que da título a este post.

"Individuos que pueden tomar distancia respecto a su propia herencia, esto es la autonomía, someter lo que se ha recibido en el proceso de socialización como lo "natural" inherente a la vida, y someterlo a un examen lúcido y reflexivo, de manera de decidir por si mismo que retener y que desechar"

"Una colectividad autónoma recíprocamente es aquella que mantiene una actitud lúcida, reflexiva y libre en relación con sus instituciones igualmente impuestas como "naturales". De allí su capacidad para cambiarlas o desecharlas si lo necesita o lo desea, con conocimiento de causa y a partir de una elucidación creativa. Pero una sociedad autónoma no es posible si los individuos que la animan no son a su vez autónomos"

¿El alcance de la autonomía depende de la voluntad de algún sujeto super-concientizado de su situación? La pregunta es cómo ser autónomo en una sociedad donde el poder ya está instituido, repartido y en pleno ejercicio activo a la hora que nos toca asumirnos como sujetos y como tal nos condiciona hasta en nuestros más mínimos actos de supervivencia. Las instituciones de la sociedad que operan en un nivel imaginario como bien dice Castoriadis, tienen detrás realidades duras que las crean y sostienen. No basta con querer ser autónomo a base de conciencia y distancia crítica del poder si los que tienen el poder sobre nosotros están dispuestos a no permitirlo.

Volvemos a la vieja discusión, si se puede ser autónomo sin luchar contra el poder que lo impide. La ilusión de hallar un atajo que solo a base de voluntad y concientización nos de la autonomía es en cierta forma una ficción adolescente, un escape de la realidad. Porque solo seríamos lo poco autónomos que nos dejara el poder regente, gozaríamos de autodeterminación en los ratitos y los rincones cuando el poder hace la vista gorda, en algunos de tus intersticios que no ocupa con su opresión. Cuesta creer que llegaran más allá de cierto crecimiento básico porque les costaría romper el cerco de ser minoría, pero la historia guarda siempre cartas impredecibles. Mientras tanto ¿el resto de la población qué? La “salvación” del pequeño grupo, aunque cándida y noble en su realización, que pone en práctica principios de organización socioeconómica antagónicos a los dominantes, no deja de ser apenas una salvación individual ampliada, sin alcanzar significación social por una simple cuestión cuantitativa.

Empezamos con la ilusión de “cambiar el mundo sin tomar el poder”, pasamos a un más pequeño e íntimo aunque realista “cambiar mi mundo sin tomar el poder” y pronto llegamos a que “no puedo cambiar nada sin tomar el poder” o “el poder ni siquiera me permite cambiar mi mundo”. Es un hecho que no podemos eludir el poder que nos afecta, si no influimos sobre él de modo de alterar su naturaleza no lograremos que nada cambie. Los que poseen el poder no están interesados en que cambie el mundo, y no piensan permitir que nadie lo cambie así como así.

Pero si no es una opción de proyecto político de alcance general, bien puede validarse una vez más como proyecto de vida a nivel individual o grupal, el beneficio de la duda siempre le será otorgado en cuanto a su proyección extensiva. Vale la pena el intento desde la base de desafiar lo naturalizado y experimentar hasta que punto sería posible incorporar a la sociedad en una transformación que surgiera viralmente, por ejemplo por la acción contagiosa de redes cooperativas que se expandieran sin prisa pero sin pausa.

abril 24, 2011

El acoso de la palabra III



Meterse en un debate apasionante puede causar daños al equilibrio en la asignación de los tiempos y espacios. Hago una nueva extensión que supongo será la última, y pido disculpas porque seguramente pecaré de reiterativo.


-Aquí una disección del caso por Sebastián Lalaurette, escrita con bastante chispa.


Recapitulando a modo de conclusión -ahora está de moda decir "recalculando"-

Nada excusa a Terranova de hacerse cargo de sus dichos. Su recurso retórico incluyó expresiones ofensivas, injuriosas e invasivas hacia la intimidad de la persona a la cual fue dirigido. Dicha persona hizo las denuncias que creyó correspondientes en los organismos, aunque en mi criterio tergiversó la realidad amplificando los hechos al acusar al autor de amenaza de violación, además de impulsar represalias censoras a través de un lobby empresarial. Ojalá el INADI se expida atendiendo a lo creo es el justo encuadra de la situación.

Lo actuado por Hollaback en este caso, más allá de que su objetivo institucional es plausible, está lleno de sobreactuación, desproporción, manipulación y actitud censora. Lo más grave fue haber afirmado que había “amenaza de violación” en la frase cuando es evidente que no la hay.

Notemos como se ha tergiversado la traducción y como esta nota en inglés en el sitio Change.org ya se da por instalado un hecho: “Periodista argentino amenaza con violar para demostrar un punto”. Luego la traducción de la frase es tendenciosa, omite los modos potenciales e introduce un término que no existe en el original como “violar” (rape):

"Termino así con un deseo para este 2011: encontrar a Inti María Tidball-Binz en un versnisagge, tomar juntos una copa y luego decirle que me encantaría romperle el argumento/culo a pijazos. Salud"

"I finish here with a wish for 2011: to meet Inti Maria Tidball-Binz at a vernissage, share a drink, and later tell her that I would love to rape her in the ass."



No creo que para proteger los derechos de la mujer, combatir la violencia de género -incluyendo la violencia simbólica a través de la palabra-, todos los tipos de acosos sexuales en todos los ámbitos y todos los tipos de discriminación haya que apelar a una inquisición simbólica sobre la expresión basada en interpretaciones teñidas de gruesas deformaciones de subjetividad.

Instalar la inquisición simbólica generalizada no es la mejor forma de combatir todas las discriminaciones, violencias naturalizadas e injusticias de este tipo enquistadas en la sociedad. En el caso de la violencia y la discriminación de género, alimentar absurdas desproporciones en la calificación de los hechos y en las demandas de sanciones no hace más que perjudicar su causa, porque la convierte en una persecución sexista de la palabra que dejará una sensación de miedo a todos los que escriban o hablen. Y el efecto social será el contrario al que se busca porque en tal afán puramente revanchista, represivo e intimidatorio producirá un enorme rechazo en la sociedad que van a pagar desgraciadamente las personas que luchan coherentemente contra el problema y lo enfocan desde la apuesta sensible y equilibrada a la convivencia. Y siento que cuanto más se avanza en la concientización positiva cosas como esta lo echan a perder.

Si estas prácticas prosperan quedaremos totalmente condicionados ante un nivel casi arbitrario de susceptibilidad en las interpretaciones y temo que cualquier palabra que se diga referida a cuestiones sexuales o de género pueda ser interpretada como violencia simbólica. No podremos escribir más pija, falo, ni siquiera hablar libremente de sexualidad, porque estaremos bajo el arbitrio inquisitorio de la “sensibilidad” dispuesta a hacer las asociaciones más disparatadas con tal de demostrar que en realidad estamos haciendo apología de la violencia de género o discriminando o amenazando con violar o violentando a alguien. A esta altura que un escritor se sienta amenazado o intimidado ante la idea de escribir una ironía es un despropósito inadmisible en democracia, un regreso al oscurantismo represor del peor de los autoritarismos. De ahí al Ayatollah Khomeini y Salman Rushdie hay un solo paso.

En los debates me asusta el nivel alucinante de prejuicio de algunas líneas de interpretación que se han utilizado para encontrarle el carácter machista, misógino y ofensivo a cualquier frase que se refiera a la sexualidad o implique una referencia al género femenino. Montada en las obvias consideraciones históricas con fondo psicoanalítico que describen el origen del paradigma cultural del sojuzgamiento femenino se instala un prejuzgamiento estigmatizador sobre los dichos masculinos en relación a la sexualidad y de ello resulta un aura de sospecha de género que hace que a todos los hombres se los trate como violadores en potencia y en cualquiera de sus dichos se reconozca intenciones de agraviar al género femenino o discriminarlo o relegarlo a una concepción servil. De más está decir lo peligroso de esta manera de razonar “si es hombre y dijo pija es evidente que está pensando en la violación”. Es comparable al mecanismo del prejuicio racial o social que lleva a interpretar; “si es villero seguro que me va robar”, “si es judío seguro que es usurero”, “si habla de conquista social seguro es guerrillero”.





abril 22, 2011

El acoso de la palabra II


Addenda al post anterior.

Más aportes al debate aquí de parte de Enzo Maqueira y una compilación corregida de algunas intervenciones mías en el debate que se desarrolla en el muro de Elsa Drucaroff de facebook.


Proporcionalidad


Igualar con ligereza casos de acoso sexual callejero, con amenazas y coacción, como son algunos de los casos que se describen en la página de Hollaback y parecen ser su objeto, con situaciones casuales de piropos callejeros es peligroso. Hay que ser cuidadoso en el encuadre de los hechos. Una cosa es por ejemplo una persecución pública de cuatro sujetos amenazante a una persona con acoso o contacto físico –no importa si es de hombre a mujer, o de hombres a hombres- y otra cosa un piropo dicho al pasar. Si paso por Av. Santa Fe a las 23 hs y un flaco me dice al pasar “Peladito, si te agarro te hago maíz pisingallo” es una situación incómoda y que hiere mi sensibilidad, pero no puedo decir que sea una amenaza de violación.


Lo importante es mantener la proporcionalidad. Por eso es crucial diferenciar bien el tenor de los actos y los dichos, sino todo se desplaza peligrosamente. Porque imputar una conducta perversa y delictual a otro sin que exista mérito es también un acto de agresión y de lesión de la honra; se llama calumnia. Afirmar sin fundamento que una persona tuvo una conducta de violación en grado de tentativa por ejemplo es un acto de agresión, es como imputar la intención de robar o de cometer un homicidio. Es algo muy grave para tirárselo al tipo que escribió una ironía o quiso decir un piropo y se excedió en el tono, la forma o la procacidad. Las cosas deben guardar proporcionalidad, sino todo se va al carajo.


Un piropo no es una tentativa de violación. Las situaciones de acoso y amenaza sexual que se pueden dar pueden ser diversas pero se deber ser más preciso y diferenciar entre actos concretamente amenazantes y otros dichos que no lo son, por más que puedan culturalmente provenir de una raíz que se relaciona con algún concepto de agresión sexual.


Si alguien me amenaza por escrito con darme una trompada, puedo denunciarlo por amenazas de lesiones, pero no por amenaza de homicidio por más que mi sensibilidad indique que será una trompada seguida de muerte o porque el origen cultural de la trompada está el deseo oculto de matar al otro. Si además esa amenaza no es directa sino que es encuadra dentro de una ironía, también es diferente y limita mis argumentos.


La cuestión de la sensibilidad

No adhiero de ningún al argumento que descalifica el derecho o la experiencia misma de sentirse ofendidas de algunas mujeres con estigmatizaciones berretas y agresivas como “mal cogidas”, “frígidas”, “vinagres” etc Es un punto donde señalé que existe discriminación dentro de la discriminación y que en efecto la violencia sexista o machista no se mide con la misma vara.


No cuestiono la sensibilidad. La sensibilidad se comprende pero no se cuestiona, lo que si cuestiono es si a partir de ella pretendo habilitar acusaciones, represalias, acciones y condenas que necesita estar fundadas en algo más que una sensibilidad particular, que no es suficiente para demostrar que los dichos del otro sean punibles u homologables a una conducta sancionable.


No creo que me falte sensibilidad para comprender como se puede sentir una mujer, es más, creo que lo comprendo bastante sensiblemente, sólo que trato de intelectualizar yendo más allá de esas cuestiones de sensibilidad, porque creo que es necesario hacerlo desde el momento que pasamos a abordar la problemática de las sanciones sociales y legales, de marcos regulatorios para transformar en derechos las cuestiones de las ofensas de tipo sexual. Es una instancia donde necesitemos superar la esfera de la sensibilidad subjetiva, sin menospreciarla por ello, para tratar de tipifica cuestiones con arreglo a un sustento conceptual más abarcador que sirva de marco referencial para toda la sociedad. Si nos quedamos en el fundamento sensible, en un caso nos conducirá a un planteo demasiado sexista o teñido de una postura muy sesgada, poco representativa del conjunto, invocando por ejemplo solo un tipo de mirada femenina y una supuestamente obligada “respuesta gremial” de toda mujer que se supone debiera pensar igual por el solo hecho de ser mujer. Algo de eso menciona Enzo Maqueira en su texto.


Una vez una lectora de este blog que era familiar de una víctima de Cromañón reaccionó tremendamente ofendida porque yo reproduje un título de otro blog de una promoción de una charla cultural que incluía una mención irónica de una bengala. Seguramente ella obró según su sensibilidad, pero eso no implicó que la frase reproducida fuera agraviante ni que el que la escribió fuera un apologista del dolor o mereciera censura o demandas. Puedo entender su sensibilidad especial pero eso no que se pretenda habilitar una sanción social a partir de ella que termine atentando contra la libertad de expresión de todos. Ese es el peligro si nos basamos planteos solo en la sensibilidad que puede estar condicionada por situaciones muy particulares.


Desmenuzando la frase de Terranova

No se si mi falta de empatía sensible con el universo femenino puede condicionar mi interpretación de su frase. No lo se, pero yo creería que no, que he tratado de que no me condicione en tanto intenté entender el contexto de lo que decía, como lo decía y por qué lo decía.

No la veo equiparable a frases del tipo “me encantaría encontrar a ese judío para hacerlo jabón”. A ver, ¿como serían equiparables? Supongamos una nota donde un escritor opinara sobre alguna campaña de los judíos contra los chistes de judíos que circulan porque los considera ofensivos y rematara así invocando el giro que usa el chiste.

Cito la frase completa de Terranova, de punto a punto:

“Termino así con un deseo para este 2011: encontrar a Inti María Tidball-Binz en un versnisagge, tomar juntos una copa y luego decirle que me encantaría romperle el culo a pijazos”

Terranova, dentro de la tónica propia de la “nueva generación” de escritores que marketineramente la curten de bizarros, irreverentes y sacaditos, quiere en el cierre irónico imitar el lenguaje guarango de la calle que se usa para los piropos como forma de ilustrar una propuesta sexual a la chica copa de por medio. Me suena un más que evidente recurso retórico, que me resulta muy claro por lo trillado diría yo, y me hace descartar cualquier otra intención de su parte. No se donde encuentran invocada la violación acá ¿en la sensibilidad del que lee?


Conceptualmente es lo que dice: expresa un deseo, que imagina tener en encuentro casual con la chica en un vermisagge –un acto cultural típico del ambiente de las artes visuales- y luego copa de por medio –implica un contexto de charla piola y consentida- hacerle una proposición sexual. Lo particular es que elige hacerlo parafraseando los modos guarros propio de los piropos de la calle, imbuido como está del tema en cuestión. Sustituye una proposición sexual normal – que para un concheto de Barrio Norte por ejemplo sería “me encantaría curtir con vos, sos muy copada” por la que podría utilizar un guaso del rioba que la juega de langa.


Pero aún así, ¿es agresivo? ¿Ofensivo? Puede serlo. Primero suena “sacado” como sonaría cualquier confesión pública –en broma o en serio- de la intención de hacerle una propuesta sexual a alguien que no se conoce y que se menciona así expresamente. Es un lance atrevido y por cierto inesperado, fuera de contexto de por si, pero el uso de la expresión guarra lo potencia en su tenor invasivo. Es como rompe una subyacente intimidad de Inti.

Dos cosas lo perjudican: una es que el tono precedente del texto no había creado un clima de humor o sarcasmo más allá de cierta saña en la crítica, por lo que la aparición de la propuesta sexual y el exabrupto suena más duro aún por el factor sorpresa. La otra es que lo dirige expresamente a alguien, a Inti María en este caso.

abril 21, 2011

El acoso de la palabra


Una polémica espectacular -en el más literal de los sentidos del adjetivo- se ha erigido sobre la faz del ambiente cultural argentino a partir de las derivaciones de un artículo de opinión escrito por Juan Terranova para la revista El Guardián, acerca de las implicancias de una campaña de la organización Hollaback! en nuestro país encabezada por su representante, Inti María Tidball-Binz. En el blog de Terranova se recopilan menciones al caso.

La ferocidad de la refriega ha sido creciente. Tanto es así que se abrió un espacio donde algunos escritores suscriben su apoyo a Terranova y coiciden en victimizarse despotricando contra lo que entienden como una escalada de censura y puritanismo. La división de aguas, a pesar de algunos intentos de adscribirla linealmente con la puja entre bandos "Nac&Pop K" y "progres Anti-K", reconoce adhesiones mixturadas y jugosas posturas como la de la escritora Elsa Drucaroff


El reclamo de derechos no es censura

No estoy de acuerdo con los que se victimizan para eludir la responsabilidad de sus actos, y usan para ello el recurso de declararse víctimas de un acto de censura en nombre de alguna supuesta moralidad represiva.

Todo derecho es social, se articula en el supuesto básico de una vida en sociedad. La libertad individual –de expresión o de acción- no es un argumento válido para imponer agresiones al otro, con ese criterio todos los actos ofensivos; verbales y físicos, no tendrían restricción ni sanción de ningún tipo. Es inadmisible que alguien alegue ser víctima de una acción represiva cuando es sometido por la justicia por sus lesiones del derecho de otros. Hay muchos violentos, estafadores, golpeadores y asesinos que la juegan de perseguidos por la moral represora de la sociedad; y en este listado pueden ingresar -obviamente que con una gravedad menor- los calumniadores, difamadores e injuriantes a través de la palabra. La tipificación de los delitos de calumnias e injurias, presentes en nuestro antiquísimo código penal, se ha ido adaptando a las particularidades de la expresión actual para proteger la palabra del periodismo frente al poder. Está bien que la ley actúe contra formas de agresión institucionalizadas solo que en el caso de lo atinente a las expresiones del lenguaje hace falta fijar bastante más especificidad en los alcances, un debate social profundo sobre cuales son los límites de la libertad de expresión en el humor, si es que existen. No será tarea fácil legislar sobre un potencial infinito que implica la inconmensurable diversidad de la expresión humana.


Discriminación de la discriminación

El sexismo macho-hembra no recibe la misma reacción escandalizada que otros casos de discriminación como las expresiones contra la homosexualidad, el judaísmo o las razas. Dentro del rechazo a la discriminación también se discrimina, no se miden todas con la misma vara. Y en esto hay diferencias de concientización mezclada con cierta pose frívola y snob que acostumbra hacer oir su voz solo ante las que se han instalado más mediáticamente notorias. Burlarse por ejemplo de un judío, un gay o un negro pareciera suscitar rápidas reacciones, pero de un católico y hasta de un musulmán suena progre y piola. Pero lo que demuestra esta evidente menor respuesta hacia los fenómenos de interacción entre el sexo femenino y el masculino es que existen contenidos culturales ligados al juego de la violencia sexista demasiado arraigados en el sentido común popular. Ciertos contenidos característicos del machismo sexual cotidiano parecen aceptarse en un nivel profundo y su reconocimiento aparece extrañamente asociado a una idea de "liberación del puritanismo", como si implicaran la manifestación de un deseo prohibido. El estereotipo del macho avasallador poco amigo de las escrúpulos a la hora de ejercer su iniciativa, es festejado como parte de las fantasías deseables, y las mujeres que lo cuestionan se las suele asociar con ligeraza a posturas extremas. Vemos a diario casos de violencia de género que son repudiados, pero también como el sentido común popular, de mujeres y hombres por igual, instala en el lugar de ídolos a personajes que interpretan un accionar machista y violento. Es un gran tema digno de la más abarcadora indagación desde un punto de vista interdisciplinario.

También se discrimina de acuerdo a la debilidad simbólica de la contendiente. Supongamos que la interlocutora del debate hubiera sido en vez de una curadora de arte desconocida sin aparente influencia en los medios una notoria mujer con poder, por caso una política, por caso una dueña de medios, por caso una presidenta de la nación ¿Se hubiera atrevido Terranova a cerrar con la misma ironía?

El concepto debatido sobre la campaña contra los piropos: ¿Se debe criminalizar el piropo grosero? ¿Un piropo es acoso sexual?

Pasar por una obra en construcción, o por una canchita donde haya varios hombres jugando al fútbol, eran situaciones donde las mujeres al menos en Argentina recibían piropos que en algunos casos, depende del ingenio y zarpe del piropeador, podían implicar el uso de una jerga erótica popular que a veces no se anda con mucha metáfora a la hora de comunicar. Nena, te hago quintillizos. ¿Aquí hay ofensa del buen nombre y honor? ¿Violencia de género en grado de amenaza? ¿Discriminación?

En ese sentido estoy de acuerdo con buena parte del contenido conceptual de la nota de Terranova. Creo que Inti ha extrapolado el concepto que anima a la organización Hollaback! de Estados Unidos que a través de su página deja entender que lucha contra el acoso y las agresiones sexuales en lugares públicos orientado a defenderse de las conductas de abusadores. Homologar en estas categorías a los piropos callejeros típicamente argentinos me parece un despropósito, porque sería igualar un acto de grosería con un crimen o una lesión de la integridad de una persona que significa cualquier tipo de abuso sexual. Analizar los orígenes culturales de esos dichos y los contenidos de violencia implícita contra el género femenino es muy interesante pero de ahí a igualar al piropo soez con un delito sexual hay una gran distancia.

No se puede homologar cualquier expresión soez a un delito sexual por más que en origen de la expresión haya componentes culturales ligados a la agresividad sexista.

Judicializar la ironía y el humor no es nuevo, los juzgados estuvieron y están llenos de demandas de ciudadanos contra publicaciones humorísticas por las ofensas propinadas por sus sarcasmos.


La expresión final de Terranova y la reacción de Inti

En las posturas que condenan duramente los dichos de Terranova y avalan las acciones posteriores de Inti encuentro un denominador común: se identifica, se interpreta, como alusión clara a la violación algo que no lo es, o puede interpretarse que no lo es porque suena como una imitación irónica de un piropo soez de los que se dicen en una tribuna de fútbol si pasa una chica con un sentido de expresar un deseo de acto sexual sin que implique necesariamente la violación. Si profundizamos sociológica y psicológicamente encontraremos resabios culturales de agresión sexista en el origen de esas expresiones, pero ese es otro tema, no se puede homologar una expresión concreta a un acto criminal solo por una interpretación de origen; es un tema de debate cultural.

La expresión de Terranova es infeliz, perjudicada por el contexto que lo antecede, sin nada que haga presagiar un remate irónico o de humor, y que la frase –extrañamente en Terranova que es hábil para redondear sus textos- aparece demasiado colgada y tajante lo que debilita su intención irónica y no se hace ostensible su naturaleza humorística.


Todos los caminos conducen a la interpretación

¿Habrá que constituir un tribunal que analice expresiones? ¿Una ley que establezca frases prohibidas y frases permitidas? Parece muy complejo e irrealizable todo. ¿Un chiste de judíos dicho por Don José mientras juega al truco con sus amigos en una cantina de Barracas donde se menciona lo de “hacer jabón” es punible? ¿Si lo escucho debo denunciarlo a la justicia? ¿Bajo qué cargo? ¿Apología del holocausto? Cuando criminalizamos la palabra y somos tan pero tan amplios en los alcances del celo inquisidor de la hipersensibilidad a la ofensa, nos metemos en un gran problema. No debe ser excusa para rehuirlo, y por algo se ha avanzado en materia legislativo en relación a la discriminación.


El reclamo no debiera incluir acciones como el lobby o el pedido de cesantía que implican acallar las voces, es decir censura.

Me hubiera parecido lógico que Inti pidiera por un lado derecho a réplica en la revista y confrontara los dichos de Terranova por la misma vía, buscando que la cuestión se dirimiera en el campo de la sanción social a través de las conclusiones que los lectores sacaran de ella, y por el otro iniciara las acciones que pudieran corresponderle ante los organismos judiciales o institutos del estado para tal fin, si creía que habían sido lesionados sus derechos. Pero pedir que echen al periodista o usar el poder de lobby empresarial para que retiren publicidad no me parece que sea un acto ciudadano éticamente sano, porque implica una intención de censurar y acallar mediante el tráfico de influencias.



La seducción del enemigo II


Hay literatura de autores que juegan a hacerse los sádicos con el lector, mofándose de su ignorancia e insignificancia intelectual. Y hay lectura de lectores que juegan sádicamente a burlarse del ego desaforado que trasunta el autor, expuesto en su desmesura. El acto literario entonces se convierte en un macabro juego de egolatrías lanzadas a poner a prueba su resistencia, una puja de intercambio de desprecios y descalificaciones, de subestimaciones irónicas, de puro regocijo inter destructivo en el campo del lenguaje. Autor y lector son lejanos enemigos, de intereses y orgullos contrapuestos.

abril 18, 2011

La seducción del enemigo I


Por razones de pura siniestralidad urbana, cuestiones de saber elegir lugares cálidos y apacibles donde beber y leer, una tarde de abril se encuentran en una confitería de Buenos Aires un miembro del Mont Pellerin, un economista garca neoliberal de aquellos, con un viejo peludo de la izquierda ortodoxa de esos en cuyo currículum figuran unos cientos de partidos revolucionarios tanto fundados como divididos.

Como buen dueño histórico de la iniciativa. el derechista, después del saludo, se apropia del primer párrafo.

—Sírvase una copa compadre, ¡por los viejos tiempos!

Y en el ambiente afable de la realidad tertuliana, entre tintineos de coloridas botellas tras la barra y los reflejos de la sobria decoración del lugar, se inicia casi imperceptiblemente una hidalga ruptura del endurecimiento recíproco que tanto los separara en el pasado. El garca ahora lo ve como a un viejo enemigo ya derrotado, retirado e inofensivo que ocupara alguna lejana vez el centro de su odio pero al que ahora, nobleza obliga, se impone prestarle hasta cierta nostálgica ternura. El bolche lo mira aún con los rescoldos de una animadversión decantada en décadas, pero con esa resignación honorablemente asumida con la que se observa al viejo enemigo ya inalcanzable. Y también se le cuele un gesto de inconfesable compañerismo.

Después de que el whisky y el vodka, que aún los diferencian un poco, se agitan un buen rato al compás del hielo en sus respectivos vasos, las charlas sobre temas cotidianos concluyen dando paso casi obvio y coral a un punto de extraña coincidencia exclamatoria:

—¡Que hijos de puta estos populistas, eh!


abril 15, 2011

Borges y el beneficio indulgente de la ironía




Juan Carlos Martini se pregunta si Borges estaba enamorado de María Kodama y desarrolla una nota basada en sus propios recuerdos con lo que va camino de convertirse en un género en sí mismo y por lo visto un género de enorme aprobación: anécdotas con Borges. A tal punto ha llegado esto que creo se impondría la edición de una antología cuasi enciclopédica donde se recopilaran los cuantiosos episodios –reales o ficticios- que cada autor escogido pudiera ofrecer de su pasada interacción con el Maestro. No se si Martini pretende habilitar, ante una posible respuesta afirmativa, alguna dispensa por los actos de Kodama como heredera legal y legítima de los bienes de Don Jorge Luis, porque especular en vacío sobre amores ajenos pareciera no tener demasiado sentido en si mismo. ¿Tal vez si la amaba sus controvertidos actos civiles y comerciales respecto de la herencia material y cultural se bañarían de legitimidad? En cambio si ella lo amaba a Borges asoma como dato de menor importancia, o en todo caso se da por descontado dado que “admiración más amor” es una amalgama muy previsible entre un gran genio y una persona normal. Y más allá de que yo invertiría la pregunta de Martini por un “¿María Kodama estaba enamorada de Borges?” me interesa indagar otro aspecto sobresaliente de esta constante amatoria que sobrevuela el ambiente cultural argentino.

Hace unos años escribí sobre la omnipresencia borgiana y el tinte de unanimidad aprobatoria y universalidad funcional que su figura denotaba. Un aspecto de este fenómeno es la fiebre contagiosa de infinita indulgencia hacia todo lo suyo no en materia literaria sino en los aspectos personales y políticos de sus actos y pronunciamientos públicos. Contemplamos como a sus actitudes o afirmaciones más fascistoides se le otorga siempre el beneficio de la ironía, y una mirada afectuosa que diluye el desnudo significado político de sus posturas hasta volverlas inocuas y queribles. Nos acostumbramos a perdonarle todo al Viejo, y para perdonar se debe aderezar el sabor de sus acideces hasta volverlas una dulce manifestación de picardía intelectual. Bastaría observar como cualquiera de sus dichos que podría leerse como la desnudez de un típico cinismo derechista propio del representante de las clases acomodadas, son leídos naturalmente como queribles construcciones irónicas desde la inimputabilidad individual del genio sensible. También que algunas declaraciones que se acomodaban a contexto muy perceptivo, en otro sonarían a oportunismo, en Borges ese oportunismo adaptativo es presentado con ternura.

Comparto la idea, por suerte generalizada, que a la hora de juzgar a los escritores con arreglo a su esencia se tomen en cuenta solamente sus logros en el campo artístico, sin dejar que se entrometa el eco de sus actitudes ciudadanas u otras actividades, por una sencilla razón de separar sabiamente campos y órdenes de la cultura. Pero de todos modos sigue siendo complicado para la formación de opinión y es precisamente el problema transitivo de la conformación final del artista en figura pública y referente intelectual es lo que determina un nivel de inserapabilidad de los campos a la hora de condensar históricamente una opinión sobre ellos. La condición de figura pública con relevancia social la han adquirido –salvo excepciones- como consecuencia no intencionada de su excelencia estética, pero una vez llegados a ese sitial sus opiniones en temas de injerencia general ciudadana adquieren potenciada relevancia e influencia. No vería con buenos ojos que se molestara el brillo intenso de su memoria literaria aplicándole en forma desubicada un juicio duro a causa de alguna de sus opiniones políticas, pero no veo entonces qué necesidad hay de decorar con tanta crema moderadora lo que hayan sido simplemente sus crudos posicionamientos sociales o algunas declaraciones ingeniosas que reflejaban su condición de clase. Por momentos pareciera que con tanto camouflage indulgente lo van a terminar convirtiendo en un progre; y aquellas declaraciones que repudiaban a la democracia por considerarla un abuso de la estadística serán presentadas como su más fina defensa.

En el caso de Borges, a lo literario y político se agrega el factor humano, el particular magnetismo afectivo que despertaba toda su personalidad que ha incitado en vida e incita a todo lo que lo rodea a un permanente estado de seducción emocional. A menudo se dice de unos pocos talentos privilegiados que “están fuera de todo” o “más allá del bien y del mal”. Nunca nadie puede estarlo; pero es la embelesada capacidad de los observadores intencionados lo que los coloca en ese sitio y tan particulares cualidades humanas como las de Borges son las mágicas portadoras de esa posibilidad.


Una de las anécdotas nos permite especular sobre las salidas públicas de Borges ante la realidad política, cuando siendo parte de época que vivía era indagado en opinión o simplemente interrogado al pasar por dichos tópicos. Martini cita el paso de Borges por una conferencia en Barcelona en 1980 luego de tomar cuenta que la prensa de izquierda italiana lo había tratado de fascista por sus declaraciones a favor de la dictadura argentina:

A continuación contó por qué L’Unitá lo había tratado así en Italia y declaró con tono emocionado que cerca ya de su muerte él regresaba a las ideas de su juventud, proclamó que detestaba todos los poderes, recordó los poemas de un libro escrito a los 17 años, Los himnos rojos, en el que elogiaba la Revolución de Octubre, y declaró su renovada inclinación hacia el anarquismo. El salón de actos de la Universidad de Barcelona explotó en una larga ovación y en un aplauso interminable. De vuelta en Buenos Aires Borges hizo una declaración pública en la que se retractó de sus declaraciones anteriores y manifestó su rechazo a la dictadura de Videla. Sus palabras fueron reproducidas por el diario El País, en España, y por otros diarios europeos

Aparte de la ironía Borges solía manejar muy hábilmente los hilos de una diplomática ubicuidad. Notemos que tomando nota del contexto de opinión europeo realiza una hábil declaración, casi al borde de la demagogia palaciega, refiriendo una oportunísima regresión juvenil y terminando en el anarquismo, a menudo el atajo aliviador de compromiso preferido de muchos intelectuales que no quieren privarse de quedar mal con todos que en definitiva es una forma de quedar bien. Para el sujeto de clase alta declararse anarquista siempre ha sido un baño de neutralismo escapista que permite oxigenar las tensiones políticas ubicándose fuera de los límites de la disputa establecida con un posicionamiento que por hiper idealista lo exime de ser confrontado. Si se tomara partido por alguna de las posiciones concretas en las pujas de la tosca realidad se iría a parar siempre a algún lugar demasiado obvio y sucio de la derecha o de la izquierda, con el riesgo de recibir los gritos estigmatizadores que provendrían de ambas hordas antagónicas: “¡comunista!”, “!fascista!”. El atajo pretencioso de la fuga al anarquismo permite disfrutar las mieles espesas que produce el poder en ejercicio mientras las miradas de todos son desviadas por el perfume irresistible de un viaje hacia la fábula eterna.

abril 13, 2011

Disparen contra el posmodernismo francés


Si alguna vez, tras tediosas lecturas, sentiste cierto fastidio contra la intelectualidad posmoide francesa de los Derridas, Foucaults, Deleuzes y Lacanes, y te asaltó la duda sobre si todo eso no se trataría tan sólo de una montaña de triquiñuelas mierdosas en jerga enrevesada y oscura para encantar a las serpientes lectoras, bueno, Don Mario Bunge te proporciona un verdadero ejemplo de contundencia afirmativa en ocasión de escribir el prólogo del libro del venozalano Gabriel Andrade titulado “El posmodernismo, ¡vaya timo!”.

El canadiense Stephen Katz que ha analizado en varios trabajos este tema decía “parece haber un abismo entre aquellos que ven el giro posmoderno como un retapizado neoconservador de los mismo viejos arreos, y aquellos que lo ven como una ruptura largamente postergada con las doctrinas modernistas en la educación, la estética y la política”.

La discusión todavía está viva entre los validadores del recurso del juego oscuro, la parodia y la indeterminación poética como potenciación del alcance de la indagación filosófica y los "tradicioalistas" que no rinden la bandera de la soberana claridad de la razón, prerrogativa de toda buena ciencia y filosofía. No habría que descartar en los posmoides siempre haya prevalecido una intención estética por sobre la filosófica, un interés de seducción puramente artístico que implicaría una cierta envidia hacia la literatura como modo de comunicación intelectual. Al fin y al cabo el uso de la jerga posmoderna sería la confesión subejtiva de las veleidades estelares de los estudiosos duros cansados de la seria aridez de las respuestas obtenidas en sus mundos académicos; la invasión de las debilidades mundanas del Yo en la filosofía.


abril 12, 2011

Señores ricos, vayan pensando en pagar


En los Estados Unidos crece la circulación de la idea sobre que los muy ricos deben comenzar a pagar impuestos como una de las formas de encontrarle una salida a la crisis. Mejor dicho se trata de que los muy ricos comiencen a pagar muchos más impuestos que los que han venido pagando en los últimos tiempos. Y se nota que el actual escenario ha despertado una ola de profunda preocupación que excita el atrevimiento y la crudeza hasta de los pensamientos más conservadores: veamos el caso del planteo publicado en el mismísimo Wall Street Journal.



abril 09, 2011

Vivir para contar


Cuanto infinito placer de preservar el halo indescriptible de la experiencia se priva el ser humano por estar sometido a la necesisad de contarla, de mutilarla en expresiones inadecuadas o impropias para volverlas compartibles. Y lo que vale para la experiencia vivida recrudece más aún en la experiencia que se inventa. Porque tener que contar lo que se inventado es peor profanación de la esencia que tener que contar lo realmente vivido. Asi sucede que un cuento perfecto en el ámbito multidimensional de la bendita invención subjetiva se vuelve una caterva de vocablos comunes ensamblados por la sentencia de una ortodoxia idiomática bajo el mandato utilitario de ser comprendido por todos, o de satisfacer la expectativa de algún código por más desconcertante que este sea. Toda gema de vuelo, de sentido, de sensibilidad, de delirio, se vuelve hojarasca al tener que ser traducida usando palabras que ya son unidades de batalla, viejas y vencidas por el abuso social.

abril 06, 2011

El edema imperial


El imperialismo consiste en fomentar el nacionalismo en la propia nación y condenarlo en las demás. El nacionalismo sería entonces un privilegio de las potencias.



abril 05, 2011

Enjabonada terquedad



Quedan muchos remedios todavía, pero hacer del propio territorio cotidiano una locación turística y ponerse a escribir postales del tiempo en fuga pareciera ser el único en esos días donde la inmovilidad te oprime. Salen aguafuertes de una apacible ingravidez, pinceladas de humo que decaen rápidamente para definir solo aquello que ya es conocido, con verbos que representan el infinitivo vagar del acto sobre si mismo y adjetivos que califican aquellos nudos de silencio que para cualquier profesor exigente serían incalificables. No hay otro tiempo que el que nos ha tocado, así como no hay otra lluvia que la que nos ha empapado aquella tarde de verano feliz. Solo habría que preocuparse en el momento que la enjabonada terquedad de seguir existiendo nos haya dejado de parecer redundante.


abril 02, 2011

Diálogo en el infierno

"...Maquiavelo: Mientras escuchaba vuestras teorías sobre la división de poderes y sobre los beneficios proporcionados por la misma a los pueblos, no podía dejar de asombrarme, Montesquieu, viendo hasta qué punto se adueña de los más grandes espíritus la ilusión de los sistemas.

Cautivado por las instituciones inglesas, creéis en la posibilidad de convertir al régimen constitucional en la panacea universal de los Estados, pero sin tomar en cuenta el irresistible movimiento que hoy arranca a las sociedades de sus tradiciones de la víspera. No habrán de transcurrir dos siglos antes de que esta forma de gobierno, por vos admirada, solo sea en Europa una reminiscencia histórica, algo tan anticuado y caduco como la regla aristotélica de las tres unidades.

Permitid que ante todo examine en sí misma la mecánica de vuestra política: tres poderes en equilibrio, cada uno en su compartimiento; uno dicta las leyes, otro las aplica, el tercero debe ejecutarlas. El príncipe reina y los ministros gobiernan. ¡Báscula constitucional maravillosa! Todo la habéis previsto, todo ordenado, salvo el movimiento: el triunfo de un sistema semejante anularía la acción; si el mecanismo funcionara con precisión, sobrevendría la inmovilidad; pero en verdad las cosas no ocurren de esa manera. En cualquier momento, la rotura de uno de los resortes, tan cuidadosamente fraguados por vos, provocaría el movimiento. ¿Creéis por ventura que los poderes se mantendrán por largo tiempo dentro de los límites constitucionales que le habéis asignado, que no los traspasarán? ¿Es concebible una legislatura independiente que no aspire a la soberanía? ¿O una magistratura que no se doblegue al capricho de la opinión pública? Y sobre todo ¿qué príncipe, soberano de un reino o mandatario de una república, aceptará sin reservas el papel pasivo a que lo habéis condenado: quién, en su fuero íntimo, no abrigará el secreto deseo de derrocar los poderes rivales que trabajan en acción? En realidad, habréis puesto en pugna todas las fuerzas antagónicas, suscitando todas las venturas, proporcionando armas a los diferentes partidos; dejáis librado el poder al asalto de cualquier ambición y convertís el Estado en campo de lucha de las facciones. En poco tiempo el desorden reinará por doquier; inagotables retóricos convertirán las asambleas deliberativas en torneos oratorios; periodistas audaces y desenfrenados libelistas atacarán diariamente al soberano en persona, desacreditarán al gobierno, a los ministros y a los altos funcionarios...

Montesquieu: Conozco desde hace mucho tiempo las críticas que se hacen a los gobiernos libres. No tienen a mis ojos valor alguno: no podemos condenar a las instituciones por los abusos cometidos. Sé de muchos Estados que viven pacíficamente con tales leyes: compadezco a quienes no pueden vivir en ellos...."


Maurice Joly, "Diálogo en el infierno entre Maquiavelo (1469-1527) Y Montesquieu (1689-1755)", fragmento del diálogo cuarto.