Hay palabras que han nacido para estar unidas irrevocablemente en matrimonio. Una parte femenina y otra masculina, casi como una obvia correspondencia de concepto que solo se diferencia por el género. Pero toda vez que tropiezo en diferentes lugares del uso y la lectura con conducta y conducto, siento que estamos ante un caso de irreconciliable divorcio. La etimología tal vez las unió alguna vez, pero hoy nada puede evitar que choquen estruendosamente ese sonante sustantivo de orden humanístico, que bucea entre la ética y la psicología, contra el rudo utilitarismo técnico del liso y llano caño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario