-“La sociedad como obra de arte” era una de las utopías que mencionaba Herbert Marcuse.
-Podemos distinguir un puñado de dicotomías irresueltas que pululan tejiendo sentido y dando soporte técnico a la naturaleza social. La hidalguía de la naturaleza moral y el poderío de la razón humanas se debilita en contradicciones irresolubles: la guerra contra la paz, la ambición contra la modestia, el tumulto del cambio contra la previsibilidad de la continuidad, las ventajas de la crueldad contra las de la bonanza, la acumulación del placer individual frente a la festividad grupal. Procesos de puesta en tensión que tienen en común a El Otro como una indescifrable tentación de fraternidad siempre desmentida; El Otro como lección de puja eterna, una imposibilidad de concordia incorregible en tanto la finitud que aguarda a toda relación humana en algún punto es el alejamiento confrontativo.
-La indicación vital que guía el ejercicio de la individualidad se manifiesta a través del consenso de una educación de facto aprehendida en el transcurso de la experiencia. Es una instrucción acerca de la necesidad de un intrincado guerrear contra todo lo exterior a si mismo donde el entorno no es otra cosa que una densa red de enemigos, sean carnales o simbólicos, tangibles o intangibles, que se interpondrán en el camino de la supervivencia con diferentes máscaras más con una misma y última condición: su beligerancia hacia la posición a prueba de cualquier escape o indiferencia. Se trata de una lucha indivisa, indirecta, constante y universal en la que es necesario salir a combatir hasta por el aire que se respira porque nos puede ser arrebatado en un descuido por la codicia de un Otro que no cesa un instante en constituirse en amenaza. Por eso, en el transcurso de la experiencia de vivir se incrementa el repudio a la maldita interdependencia a la que el diseño del género humano condenó al individuo, otorgándole la contradicción de una falsa autonomía.
-¿Cuántas improntas de acción violenta llevan nuestras membranas perceptivas luego de años y años de vivir esta cultura hidro-visual? Esa educación aventurera nos condiciona las fantasías. ¿Acaso no soñamos alguna vez con ser ese astro volador super poderoso capaz de arrasar ciudades con sus rayos y retorcer el rumbo de toda injusticia? Pero al mismo tiempo hemos sido igualmente tentados por imaginarios paraísos de paz y apacible tranquilidad, donde a contramano de las ansiedades del mundo desarrollar una vida plena en contacto con las raíces sustentables de la naturaleza y el arte. Siempre fue una opción de utopía un súbito estado de beligerancia cósmica capaz de resolverse con el triunfo arrasador de los héroes contra toda maldad, de una ola de honestidad que extinga toda la corrupción del mundo, como así también el escape al oasis pacífico de la protección donde ninguna maldad nos alcanzara aunque no se hubiera extinguido.
-La indicación vital que guía el ejercicio de la individualidad se manifiesta a través del consenso de una educación de facto aprehendida en el transcurso de la experiencia. Es una instrucción acerca de la necesidad de un intrincado guerrear contra todo lo exterior a si mismo donde el entorno no es otra cosa que una densa red de enemigos, sean carnales o simbólicos, tangibles o intangibles, que se interpondrán en el camino de la supervivencia con diferentes máscaras más con una misma y última condición: su beligerancia hacia la posición a prueba de cualquier escape o indiferencia. Se trata de una lucha indivisa, indirecta, constante y universal en la que es necesario salir a combatir hasta por el aire que se respira porque nos puede ser arrebatado en un descuido por la codicia de un Otro que no cesa un instante en constituirse en amenaza. Por eso, en el transcurso de la experiencia de vivir se incrementa el repudio a la maldita interdependencia a la que el diseño del género humano condenó al individuo, otorgándole la contradicción de una falsa autonomía.
-¿Cuántas improntas de acción violenta llevan nuestras membranas perceptivas luego de años y años de vivir esta cultura hidro-visual? Esa educación aventurera nos condiciona las fantasías. ¿Acaso no soñamos alguna vez con ser ese astro volador super poderoso capaz de arrasar ciudades con sus rayos y retorcer el rumbo de toda injusticia? Pero al mismo tiempo hemos sido igualmente tentados por imaginarios paraísos de paz y apacible tranquilidad, donde a contramano de las ansiedades del mundo desarrollar una vida plena en contacto con las raíces sustentables de la naturaleza y el arte. Siempre fue una opción de utopía un súbito estado de beligerancia cósmica capaz de resolverse con el triunfo arrasador de los héroes contra toda maldad, de una ola de honestidad que extinga toda la corrupción del mundo, como así también el escape al oasis pacífico de la protección donde ninguna maldad nos alcanzara aunque no se hubiera extinguido.
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