"La frontera entre periodismo y literatura es inexistente"
Así se titula la nota que en Adn del sábado 17 de mayo le hacen a los escritores españoles Juan José Millás y Manuel Vicent.
Primero, estoy en total desacuerdo. Las fronteras históricas entre ambas disciplinas están bien plantadas, son visibles desde aire y tierra, están bien delineadas para cualquier mente moderadamente lúcida que las sepa y las quiera inteligir. Ahora si pensamos en lo que viene sucediendo en los últimos años en torno a la producción literaria puede que la definición no sea descabellada, aunque necesitaría una rectificación. Tal vez a la literatura la hayan fundido con el periodismo de tanto apoyarla contra sus paredes apuradas, convirtiéndola en literoperiodismo o en perioliteratura. Así le va. Porque creo que es la literatura la que se ha vuelto periodismo y no el periodismo el que se ha vuelto literatura.
Está todo bien. Una de las salidas laborales de un escritor es el periodismo: escribir notas culturales, crónicas, columnas de opinión, micro relatos o micro ensayos de actualidad; no hay demasiadas alternativas para ganarse el pan en la sociedad de hoy. Y los que lo hacen dignamente merecen todo el respeto como el que merece cualquier trabajador, pero de ahí a postular y festejar la mimesis de la literatura y el periodismo hay una distancia enorme, es demasiado y huele a justificación intelectual. “Porque escribo en un diario religiosamente cada semana mi columnita y tengo una reputación literaria que cuidar entonces que mejor que licuar fronteras”
Cuidado. No es que la literatura deba presumir ser el palacio bañado en oro de la noble exquisitez frente a la casucha plebeya del periodismo con sus paredes manchadas con el sudor del cierre de edición, sino porque son construcciones de naturaleza diferentes. Viene al caso citar algo de lo mejor que le he leído a Fogwill opinando:
“La afinidad entre ambas actividades no va más allá del acto mecánico de escribir. Son semejanzas de superficie. La afinidad de fondo de la literatura se establece con la composición musical, la especulación filosófica, la matemática, la teología y la pintura. La escritura tiene más en común con los oficios de asceta religioso, playboy, linyera, preso o loco que con la profesión de periodista. El escritor trabaja la lengua y la información sometiéndolas a reglas fijadas de antemano por él mismo. El valor de su obra depende de la originalidad de esas reglas y del rigor con que se haya cumplido su mandanto desviante, delirante" (De un artículo publicado en 1984 y recogido en Los libros de la guerra de reciente edición)
Las opiniones de Millás y Vincent se enredan en su propia falta de convicción y en argumentos de insólita ingenuidad.
Millás dice:
“La frontera entre periodismo y literatura es inexistente. Y la única diferencia es que el periodista no puede inventar las cosas. No puede decir que vio algo que no vio. Cuando haces un reportaje, o una crónica, o cubres una rueda de prensa, tú no puedes decir que pasó algo que no pasó. Para mí, esa es la única norma. Los materiales proceden de la realidad. Cuando escribes una novela, esos materiales pueden venir de tu imaginación. Pero el modo en que se seleccionan y se articulan los materiales es idéntico a como se hace en un relato. En el acto más banal del periodismo, que es una rueda de prensa de un ministro de Economía, necesitas seleccionar el material y ponerlo al servicio del sentido, usando un criterio. Pues se trabaja igual que cuando escribes un relato de ficción”
!Que manera de patinar!. Primero decir que la “frontera es inexistente”, y sin pausa agregar que “la única diferencia es que el periodista no puede inventar”. ¡Pequeño detalle! Luego sigue reduciendo la literatura a algunas operaciones de simple lógica en el manejo de materiales, con lo que habría que sostener que cualquier cosa que implique relacionar lógicamente un par de palabras para que se entiendan es literatura. Desde decirle a tu esposa a la mañana que primero hay que pagar la luz porque vence y que después, sólo después, se puede ir al supermercado. ¡Todo es literatura! ¡Que bárbaro!.
Un escritor puede hacer buen periodismo, puede aportarle a una nota el enriquecimiento de sus recursos expresivos, pero nada más, el periodismo es periodismo y la literatura es literatura.
La “periodistización” más notable que padece la literatura no es esta arbitraria mimetización que enuncian los escritores españoles empeñados en justificar sus empleos -en términos de no haber claudicado su vocación por el arte-, sino la que sucede en torno a la realidad productiva de cada vez más escritores. El autor va perdiendo autonomía frente a las editoriales grandes, se vuelve cada vez más empleado, al igual que los periodistas de un diario o una revista. Como tal recibe cada vez más encargos de libros con un tema y un estilo acotados, tal como un redactor de una revista o un diario recibe un encargo de una nota sobre tal o cual tema. El enfoque de lo editado lo establece cada vez más la dirección editorial, al igual que en diarios o revistas. Novelas históricas, con acertijos matemáticos, biografías de personajes de moda, son encargados como las notas sobre temas de actualidad que encarga un director a un redactor. Aunque hay casos de autores que parecen operar muy cómodos bajo esta modalidad (Andahazi? ) la cuestión es que el escritor como artista independiente está en vías de extinción. ¿Es esto un problema? Que se yo.