No le temas que no es más que un artificio.
Un ejercicio de entrenamiento que preparan los trasnochados de siempre para verse presentables en la entrevista laboral con el demonio. Ellos tratan de acertar en el flanco más débil de la inocencia, para de inmediato encender la llama de sus sopletes quirúrgicos y sin mediar opinión ni argumento, con la limpieza de los asesinos seriales, hundirte sin remedio en la ignominia de la culpa. La biblia de tu adolescencia son aquellas piernas imposibles que por fin lograste abatir contra el termotanque allá por las postrimerías amanecidas de una fiesta de cumpleaños.
Las sombras desactivadas duelen en las encías, y los brillos salvajes aturden la espera como el copioso alcohol. No se puede ser libre con tal corruptor mensaje de presión, con ese amenazante cosquilleo de las llamas del castigo. El alma es un esqueleto postizo, un maniquí espiritista que representa tus intereses inconfesables, y tan sólo para mantener la paz helada de la continuidad, paga los platos rotos de todos tus pecados.
Existir es demostrarle al interlocutor de turno que fuimos perdonados. Podemos entregar nuestras mentiras en garantía, un cheque deslizante hacia la emboscada tenebrosa. Cualquier intento de contradecir la malicia fracasa, han sido derrocados todos los héroes, no se aceptan más declaraciones de la independencia en parte de pago…
La amenidad del Mal se desintegra.
Y vivir es como tocar la guitarra con un muñón, ya los mandos del secreto eterno no responden…
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