La idea era -o ahora se me ocurre que es- indagar el aspecto confesional de la poesía, la tensión entre la presunción tan fuerte de autenticidad expresiva que la ronda y los fantasmas del manejo de los registros de la ficción, la invención y la verosimilitud.
Obviamente hay grandes obras poéticas de ficción, pero en ese caso pareciera que fueran obras de ficción hechas "en" poesía, y no poesía. Como si el poema pudiera tener una historia pero jamás pudiera tener una trama porque trama huele a trampa.
Seguro que la poesía es muy por encima de todo fricción, la chispa que se produce del rozamiento mutuo entre materias. Fricción de planos y entes opuestos pero también de apetitos y fragancias semánticas que viajan en una misma dirección y luchan para ocupar el centro del sentido. Quedando el balance inestable entre lo que se escapa por todos lados y lo que se retiene en alguna parte. El encuentro entre los sentidos que huyen y los que regresan; parafraseando un cuento humorístico, algo así como esa reunión imposible entre dos víctimas: la del paracaídas fallido que cae en picada, y la de la tremenda explosión terrestre que asciende por los cielos.
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