La ganadora silenciosa

De todo el ruido generado por los últimos años de la realidad política argentina, hay una ganadora silenciosa. Una disciplina cultural que había echado fama de superflua y ornamental, un entretenimiento sofisticado totalmente al margen de las luchas del poder. La ganadora silenciosa es la literatura, no porque haya alcanzado un incremento de su calidad productiva –de hecho, hay muchos que insisten en que no pasa por un momento universal brillante- sino porque ha logrado hacer valer su jerarquía a través de la reivindicación de uno de sus géneros esenciales: el relato. Jamás se reconoció públicamente tanto la importancia estratégica de los relatos, su condición de herramienta fundamental del ejercicio de las relaciones sociales de todo tipo, y de las político-económicas fundamentalmente. Las sociedades se componen de un hardware y un software, de fuerzas materiales y de un dispositivo de lenguaje que las presenta y permite su funcionamiento. La materia sin relato sería tan solo una extraña entidad inerte e inanimada, un despojo inútil. Somos un relato porque la realidad es básicamente una díada constituida por el soporte físico inserto en un cuento que le da vida.