Si se pudiera capturar la fuerzas que operan sobre nosotros, dejarlas expuestas a través de la victoria de la comprensión, podríamos luego quitarlas de encima y reconocer dos conspiraciones permanentes que urden maniobras sobre el libre goce de nuestra naturalidad. Desde el más invisible anonimato, contamos con la acción de la autoridad prescriptora de lo corriente, la portadora del tácito placer que solo puede ofrecer un devenir en tránsito automático, pero que nos sume en un impulso incontrolable hacia la repetición. Desde una exterioridad revelada aunque desconocida, nos irradia el sesgo proscriptor de las redes codificadas, las conversaciones ajenas envueltas en indescifrables murmullos pero que al mismo tiempo dejan siempre muy claro que se refieren negativamente a nosotros, la pavorosa impunidad de los hechos para afectarnos sin rendir cuentas, con esa indiferencia odiosa que caracteriza su cínica accidentalidad.
1 comentario:
Estás hablando de la superabundancia informativa? Es un tanto críptico tu estilo, aunque interesante la mirada.
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