El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

febrero 17, 2012

Estaciones de intrascendencia


Hoy: "Apaga la sed"


Todos debemos recordar aquella frase que Cornelio Saavedra dedicara a la muerte de Mariano Moreno porque en la escuela primaria siempre se apresuraban en dárnosla a conocer: “Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego”. Pero a poco que indaguemos en su estructura y su sentido se nos aparecerá otra por medio de una especie de contagio, dada su evidente contiguidad semántica: “Hacía falta tanta agua para apagar tanta sed”

¿Por qué será que se dice que la sed “se apaga”? Parece que en algún momento de la historia a algún escritor con una honda vocación metafórica se le ocurrió compararla con el fuego y terminó adoptando irremediablemente sus atributos. El origen de la asociación pareciera ser la mera proximidad de causa y efecto. Como el agua es la sustancia más común que apaga el fuego, y es también la sustancia más común que calma la sed, nada podía privarnos de un tropo tan al alcance de la mano por lo que la mejor forma de expresar el acto de saciar la sed pasó a ser el apagado.

Ahora bien ¿la sed quema? ¿Existe alguna similitud sensible que apoye la asociación? Cierto, la sed en buena parte está asociada como una consecuencia típica del calor ambiente y de las altas temperaturas, aunque hay sed de invierno y si no bebemos líquidos por horas aún con cero grado de temperatura ambiente estaremos sedientos. La sensación en si de sequedad de la garganta seca puede asociarse de alguna manera a la que produciría un fuego interior, la sed es algo que quema

Curioso y extraño, porque la sed se apaga pero a diferencia del fuego jamás se enciende. En relación a esto se me acaba de ocurrir una excelente frase –perdón por la inmodestia- para dedicarle a una dama, con un sutil destello de erotismo: “Quisiera ser la chispa que encienda tu sed”.

Me recuerda al cuento de gallegos, tan crueles, que decía que pasaba José por la vereda y lo veía a Manuel accionando un extintor (matafuegos) y tratando de beberse la espuma química que salía por la manguera.

—¿Pero que haces Manué, te has vuelto loco?

—Nada José, solo estoy tratando de apagar mi sed...

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