El chiste de Gustavo Sala ha desatado la polémica sobre los alcances, los límites y –agrego- sobre la condición del humor. Una vez más y van….
La tira así de primera lectura me pareció espantosa. Partiendo de una asociación forzada y carente de gracia entre el cantante David Ghetta y Gueto, continúa embarrándose en humoradas obvias sobre los campos de concentración nazis a cada cual más berreta e insensible. Más allá de muchas especulaciones sobre las motivaciones del autor, parece una consecuencia típica de combinar escaso talento, necesidad de entregar un tira y una manera de hacer humor que pretende escandalizar y es el que caracteriza por ejemplo a los humoristas de la revista Barcelona. La fórmula, en algunos casos, consiste en tomar algún tema sobre el que haya cierto consenso de respeto por la sensibilidad de los afectados y tomarlo para la gran joda, como si buscaran que digan “mirá que hijos de puta”. Cagárseles de risa en la cara a los que sufren o se toman en serio algún problema, como si tomarlo en serio y sufrir fuera una actitud molesta, desactualizada, superada, que mereciera burla. Técnicamente se apela a fórmulas satíricas y sarcásticas sobre hechos socialmente trágicos. Lo importante es dar la imagen de ser un me cago de risa de todo, soy un irreverente, un sacado, un ácido, un sarcástico sin límites; todas cualidades que dan chapa. Son los primeros que cuando hay una tragedia aparecen con el chiste obvio.
Alejandra Varela ha dicho hace un tiempo atrás en un artículo crítico hacia el humor de Barcelona:
“Lo que me molesta profundamente de Barcelona es esa pose de nosotros somos más inteligentes que el resto, estamos en un pedestal mirando todo desde afuera y riéndonos de ustedes (nuestros lectores) porque son unos giles. El maltrato, la subestimación que se respira hacia el lector de sus páginas, te expulsa. No hay complicidad con el lector, lo que existe es un modo cada vez más evidente de decirle que es un estúpido que no entiende nada y que tal vez logre esclarecerse leyendo las páginas de Barcelona. Lo que sustenta a Barcelona es la idea de que todo es mentira, que todos son iguales, que nada merece respeto. No hay límites, hay un deseo de reírse de todo”
Pero la discusión va mucho más allá y entonces creo que la gran pregunta es. ¿Que hacemos con el humor?.
Veo en infonews una encuesta: “¿Es conveniente hacer humor con temas sensibles a la sociedad?” y luego dos opciones “ Si, sólo es humor” y “ No, hay temas que no deben ser banalizados”
Es evidente que la encuesta parte de un supuesto, de una premisa que pareciera estar muy arraigada al punto de sonar como verdad de sentido común:el humor es banal. La pregunta de partida es si aplicar el humor a un tema es necesariamente banalizarlo, porque de ahí derivan interrogantes fundamentales. ¿Damos por aceptado que el humor es banal? ¿No se contradice tal afirmación con tantas alabanzas y reconocimientos que ha recibido el humor como expresión de la creatividad, del arte, de la comunicación humana y del ingenio? ¿Es un arte menor que vuelve indignos los temas dignos y afecta la sensibilidad? Para preguntarse que entendemos por humor, y donde lo situamos. Si en el fondo lo creemos una burla, una falta de respeto, y por lo tanto lo aceptamos solo cuando no afecta temas sensibles, profundos o dolorosos. Que la banalidad se aplique a la banalidad y no a lo trágico.
¿Donde está la raíz de la ofensa a la sensibilidad que provoca el uso del humor sobre mencionados episodios? En el fondo, todos creemos que el humor es una agresión encubierta, es una burla menor, un manoseo, una falta de respeto a algo por eso nos irrita o nos sentimos agraviados cuando eso tan bajo toca nuestros temas sensibles. Si en cambio en vez de humor se hiciera alusión a esos hechos sensibles desde una pieza poético-dramática por ejemplo, nadie se ofendería, se tomaría como homenaje, ejemplo, lección, etc. Después de siglos de historia y convivencia, pareciera que el drama y la comedia no se reconcilian y la segunda no puede sacarse su mala reputación de encima. Mientras uno infunde respeto, el otro provoca irritación. Por eso aceptamos y alabamos el humor siempre y cuando le toque a otro. Si nos dedican un drama, es un homenaje enaltecedor; si nos dedican un chiste es una agresión insensible.
Se intenta explicar que hay chistes inocentes y los hay agresivos, pero la explicación no cierra. Lo que hay son chistes sobre personas y situaciones que no se ofenden, y los hay sobre hechos y personas que si se ofenden. Porque si el humor en una ofensa lo es siempre independientemente del grado de sensibilidad de los que ofende.
El humor resiste la contradicción de ser llenado de elogios pero a la vez ser considerado un género menor. Muchos humoristas a menudo reciben el generoso calificativo de genios pero su arte aparece indefectiblemente ligado a una segunda categoría. Y a menudo se intenta rescatar al humor, ¿señal que nació hundido?. Por más que demos vueltas y vueltas al final del camino pareciera que la esencia del humor fuera la agresión, la ofensa, el maltrato y la falta de respeto hacia alguien.
Dice el humorista Santiago Varela:
“Podríamos decir que el humor es sanador, aunque no es bueno confiarse demasiado. Debemos recordar que el humor requiere de códigos compartidos. Si intentamos hacer reír a otro que tiene códigos distintos a los nuestros, más que hacerlo reír, conseguiremos que ponga cara de bragueta. O nos quiera sacar a patadas. (Algo que suele suceder con personas o doctrinas con poco sentido del humor.) Así sucede con el llamado “humor a costa del otro”, que lamentablemente está muy difundido. Mucha gente encuentra divertidísimo cargar, gastar al prójimo, sobre todo al distinto: a la gorda, al negro, al rengo, al que se equivoca o a la víctima de una cámara oculta. El “reírse del otro”, no “con”, se encuentra muy difundido en la televisión, ya que se supone que da más rating y eso es palabra santa. No puede decirse que sea un humor inocente. Después de Freud, nadie puede hacerse el cándido frente a ciertos chistes que quieren mostrarse como herramientas de humor, pero son herramientas de agresión. Y de las peores. Porque se dicen con una sonrisa, escondiendo la intencionalidad de decir lo indecible, por cobardía, de otra manera. Cuando nos enojamos y le paramos el carro, el tipo nos sale con un: “Che, que mala onda… si es un chiste…”.
¿No estará equivocado y todo humor sea a costa de otros? Encontrar un chiste que no pueda ofender a alguien es muy difícil en tanto el acto de ser mencionado o usado para provoca risa constituye una ofensa en si mismo. Freud ponía como un ejemplo de humor la frase de un hombre que va ser ejecutado un día lunes y exclama: “¡Bonita manera de empezar la semana!” Aunque en esencia es una mofa a su propia desgracia no faltaría alguien que resulte agraviado por la actitud de este señor que se ríe de sus ejecutantes y del acto de la pena de muerte.
¿La triste verdad será que el humor nos agarra siempre para la joda?
El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...
enero 21, 2012
La condición del humor
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1 comentario:
buscate que es humor en la guiky para que te informes de cual es el proceso que se genera en la mente humana al encontrar algo gracioso, tal vez te ayude a entender ese "malvado" humor del que escribes.
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