Toni Negri está de nuevo en la Argentina y en este reportaje podemos encontrar un breve pantallazo de la dirección de su pensamiento político en la actualidad.
Más allá de algunas posturas que me parecen felices como dar cuenta una vez más de las limitaciones representativas y describir vívidamente al sujeto atrapado por la dictadura del mercado, hay en muchas de sus respuestas esa resonancia gris y depresiva que me ha venido llenando de insatisfacción en él –y en algunos otros “intelectuales de izquierda” europeos- que otrora supe leer con entusiasmo. Siempre contradictorios entre el posmodernismo pomposo de sus discursos y esa impostada fidelidad a la ortodoxia marxista de “las clases”. Siempre fascinados por el brillo superficial de las escenas bizarras de resistencia y expresando un rechazo casi instintivo por las acciones de incidencia concreta, dejando entrever ese prejuicio discriminatorio en la calificación de “nacional populista” a todo proceso heterodoxo que provenga allende los mares. Me pregunto como se sentirán en la posición de ser de alguna forma la cabeza crítica de un neoliberalismo sin haber podido incidir ni un ápice en contra de la plenitud de su apogeo.
Parecen no entender que no existe un afuera del poder en tanto el poder es algo que ya existe cuando nos toca vivir en este mundo. Que la sociedad sin poder debería ser planteada como una necesaria pos-utopía, una especie de utopía de segunda fase en tanto para edificar una sociedad sin poder primero hay que vencer al poder existente -un poder que pretende perpetuarse y ha establecido sólida estructuras para lograrlo- y al poder se lo vence con otro poder, toda vez que su su materialidad y su inexorable lógica fáctica se hacen infranqueables. Ahora bien, la pregunta sobre si es verosímil que otra sociedad de poder pueda plantearse como objetivo la desintegración de ese poder, seguirá flotando como incógnita inquietante, pero es evidente que por menor que sea esa posibilidad será superior a la posibilidad que podemos vislumbrar de una sociedad con “este poder” que ha dado sobradas muestras de una construcción vocacionalmente irrenunciable.
Lo que califica la eficacia de un determinado oponente a un sistema de poder, es su capacidad de producir daños a ese sistema, por decirlo sencillamente. De sembrar al menos una fisura en su apogeo que aumente las probabilidades de su caída. Lo que califica como enemigo eficaz de un cuerpo a un virus, por ejemplo, respecto de otros virus, es la capacidad que tiene de poner en crisis a ese cuerpo, de quitarle salud, de obligarlo a hacer concesiones a su plenitud, a su estado ideal. Autocalificarse de verdadera oposición por el mero voluntarismo expositivo no tiene sentido.
Aquello que le produce un pequeño malestar a la soberana salud de un sistema no es revolucionario en si mismo y quizá no sea nada más que un paso preliminar, pero seguro que todo aquello que no le hace ni cosquillas, tampoco lo es.
Más allá de algunas posturas que me parecen felices como dar cuenta una vez más de las limitaciones representativas y describir vívidamente al sujeto atrapado por la dictadura del mercado, hay en muchas de sus respuestas esa resonancia gris y depresiva que me ha venido llenando de insatisfacción en él –y en algunos otros “intelectuales de izquierda” europeos- que otrora supe leer con entusiasmo. Siempre contradictorios entre el posmodernismo pomposo de sus discursos y esa impostada fidelidad a la ortodoxia marxista de “las clases”. Siempre fascinados por el brillo superficial de las escenas bizarras de resistencia y expresando un rechazo casi instintivo por las acciones de incidencia concreta, dejando entrever ese prejuicio discriminatorio en la calificación de “nacional populista” a todo proceso heterodoxo que provenga allende los mares. Me pregunto como se sentirán en la posición de ser de alguna forma la cabeza crítica de un neoliberalismo sin haber podido incidir ni un ápice en contra de la plenitud de su apogeo.
Parecen no entender que no existe un afuera del poder en tanto el poder es algo que ya existe cuando nos toca vivir en este mundo. Que la sociedad sin poder debería ser planteada como una necesaria pos-utopía, una especie de utopía de segunda fase en tanto para edificar una sociedad sin poder primero hay que vencer al poder existente -un poder que pretende perpetuarse y ha establecido sólida estructuras para lograrlo- y al poder se lo vence con otro poder, toda vez que su su materialidad y su inexorable lógica fáctica se hacen infranqueables. Ahora bien, la pregunta sobre si es verosímil que otra sociedad de poder pueda plantearse como objetivo la desintegración de ese poder, seguirá flotando como incógnita inquietante, pero es evidente que por menor que sea esa posibilidad será superior a la posibilidad que podemos vislumbrar de una sociedad con “este poder” que ha dado sobradas muestras de una construcción vocacionalmente irrenunciable.
Lo que califica la eficacia de un determinado oponente a un sistema de poder, es su capacidad de producir daños a ese sistema, por decirlo sencillamente. De sembrar al menos una fisura en su apogeo que aumente las probabilidades de su caída. Lo que califica como enemigo eficaz de un cuerpo a un virus, por ejemplo, respecto de otros virus, es la capacidad que tiene de poner en crisis a ese cuerpo, de quitarle salud, de obligarlo a hacer concesiones a su plenitud, a su estado ideal. Autocalificarse de verdadera oposición por el mero voluntarismo expositivo no tiene sentido.
Aquello que le produce un pequeño malestar a la soberana salud de un sistema no es revolucionario en si mismo y quizá no sea nada más que un paso preliminar, pero seguro que todo aquello que no le hace ni cosquillas, tampoco lo es.
1 comentario:
Poseen el don de la " ubicuidad", son al mismo tiempo revolucionarios, posmodernos y despreciativos del populismo y de las acciones acotadas y puntuales de rebeldía, a las que no se les otorga un valor superlativo. Estos no responden a los modelos preformados, son movimientos con multiplicidad de objetivos pero que si reúnen la voluntad de decirle "No" al opresor
Nunca se sabe cómo puede crecer la conciencia, así como cuando uno llega al baile, por lo general el baile había empezado, no se sabe para dónde y qué lazos se crearán a futuro los movimientos puntuales, de los sin tierra, de los sin nada.
No les importa, sólo lo vislumbran como la sangre aún no contaminada de las Anéricas.
Pero lo que no especifican es que el mundo está divido por zonas de control e influencia, repartidas entre los países poderosos y saben bien que "entre bomberos" no se pisan la manguera.
Está bien que se discuta la lógica de los paradigmas en funcionamiento, su herencia y su probable o imaginario desarrollo.
Pero es también fundamental que se deje la hipocresía de lado desnuden los negocios, negociados y los mapas de la circulación de la repartija del poder
Publicar un comentario