Lo que hacemos, o hagamos que suceda "sin querer”, me recuerda que existe una vieja tensión antagónica entre la intención y la casualidad en los actos o decisiones creativas, derivada de una dicotomía mayor a nivel filosófico entre la determinación y el azar. Los actos que son producto de nuestra predeterminación conciente gozan de un status superior y parecen responder con mayor grado de autenticidad a nuestra esencia. Lo que se diseña, lo que se planifica, lo que se busca deliberada y afanosamente, luce siempre más auténtico y profundo que lo que sencillamente irrumpe sobre en nosotros.
Pero esa elaborada intención conciente puede ser engañosa, y tropezar con una idea tal vez sea la lógica consecuencia tanto de haberla buscado afanosamente como de haberle sido indiferente. El acto premeditado y el acto espontáneo puede que tengan tanto de voluntario como de accidental...
Pero esa elaborada intención conciente puede ser engañosa, y tropezar con una idea tal vez sea la lógica consecuencia tanto de haberla buscado afanosamente como de haberle sido indiferente. El acto premeditado y el acto espontáneo puede que tengan tanto de voluntario como de accidental...
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