Soy uno, soy cien. Un cabeza de huevo, una alimaña de suburbio, un nieto de inmigrantes campesinos, un zángano empobrecido, un rentista urbano bien alimentado de piedras, libros y culturas preciosas. Soy aquel, como Raphael, soy ese, eso, esto y lo otro. Soy miles, soy lo que se me de la gana, puedo serlo y dejar de serlo. Y no podrán saber quién soy porque escribiré todas y cada una de las líneas para desconcertarlos. Estas páginas no irán develando quién soy sino que sumarán enigmas sobre enigmas, tan triviales que les invadirá un rencor insoportable por no poder resolverlos. Soy de alta gama, con fémur de titanio y fibra de carbono, tengo el cerebro tan moderno que se comanda desde un tablero, con lucecitas azules que se prenden y apagan en la medida que pienso, vibro o recreo todo la información que capturo. Soy ecológico, fabrico barquitos con papel reciclado y los hago navegar en fuentes de agua pura, robo lechugas de huertas orgánicas. Soy soberbio, engreído, y dueño de una asquerosa humildad pueblerina. Soy culto, y bárbaro, mal hablado, me trabo, las sílabas suelen retorcerse alrededor de mi cuello como serpientes hasta ahogarme y limitarme a giros guturales. Soy culto, y sucio, empleo vocablos usados, repentizo hallazgos, agasajo sentido y los manjares dialécticos se me hacen agua en la boca.
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