En junio pasado, tras la muerte de un jugador de rugby argentino, escribí acerca de los riesgos intrínsecos de este deporte, y como el peso de sus tradiciones sociales inhibía a su dirigenica de una toma de conciencia autocrítica de los riesgos que implica para los miles de jóvenes entusiastas que lo practican. Desgraciadamente la historia se repite una vez más y los hechos ya conforman definitivamente una tendencia.
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