Supongo que haciendo un blog tal vez haya un momento clave donde se manifieste el comienzo de una de sus más crueles enfermedades: el síndrome de toma de conciencia de su sinrazón, fase previa de su clausura por hastío. Ese impulso inicial puede ser cuando el “subir algo” pasa de ser la puesta en acto de un flujo de entusiasmo incontrolable al reflejo moderadamente placentero del cumplimiento de una obligación recordada. No se obligación respecto de qué o de quién, si con uno mismo o con los seguidores del blog; si se la siente por la inercia de la continuidad, por el temor a la pérdida de insignificancia atesorada, pero luce como una obligación -de mierda- al fin.
El problema de tomar el blog muy seriamente es que llega un momento en el que se siente que ya se tiene algo que perder; un supuesto nivel de escritura, de reflexión o de chispa, una reputación, un maldito Standard o una determinada categoría, cualquiera que fuera. El comment de reconocimiento positivo es un beso de Judas, nos informa que existe alguna mano amiga en el abismo que reconoce la naturaleza de nuestro saludo entre la multitud pero al mismo tiempo que somos y seremos juzgados por lo que escribimos en el blog. Hacer un blog fuera de las sombras del anonimato aporta al autor un peso macabro, una sustancia de culpa y responsabilidad totalmente inconexa con el marco global de inutilidad donde se asienta. Todo acto publicante, todo mensaje sostenido por una personalidad que decide inmolarse como Nombre en nombre de lo escrito, es un reto al juicio del que lo encuentra. El que publica acepta la condena del examen como un dato de sentido común, al punto que su ausencia le indica la sinrazón de su escritura. Existe una responsabilidad -a pruebas de hipocresía- y el peligro en tal caso es que el blog se convierte en aquello que no es y no debiera ser: un trabajo. Mejor dicho: habrá quién quiera hacer del blog un trabajo, todo bien, pero quién no lo quiera así debe luchar contra este devoramiento.
Se necesita hallar fuentes inagotables para encontrar los recursos emocionales que sostengan un tráfico de textos infinito, donde el día siguiente acosa con su prontitud y todo reposo de maduración de alguna idea es retardo acosador. Además, con escaso palpitar de interacciones y una dispersión temática que se vuelve a veces desoladora. Tal vez el blog personal cotidiano haya equivocado el camino y termine en una mala copia del ansioso periodismo de novedades de los diarios, convirtiéndose en una absurda fábrica de aforismos puesta a producir las veinticuatro horas.
El problema de tomar el blog muy seriamente es que llega un momento en el que se siente que ya se tiene algo que perder; un supuesto nivel de escritura, de reflexión o de chispa, una reputación, un maldito Standard o una determinada categoría, cualquiera que fuera. El comment de reconocimiento positivo es un beso de Judas, nos informa que existe alguna mano amiga en el abismo que reconoce la naturaleza de nuestro saludo entre la multitud pero al mismo tiempo que somos y seremos juzgados por lo que escribimos en el blog. Hacer un blog fuera de las sombras del anonimato aporta al autor un peso macabro, una sustancia de culpa y responsabilidad totalmente inconexa con el marco global de inutilidad donde se asienta. Todo acto publicante, todo mensaje sostenido por una personalidad que decide inmolarse como Nombre en nombre de lo escrito, es un reto al juicio del que lo encuentra. El que publica acepta la condena del examen como un dato de sentido común, al punto que su ausencia le indica la sinrazón de su escritura. Existe una responsabilidad -a pruebas de hipocresía- y el peligro en tal caso es que el blog se convierte en aquello que no es y no debiera ser: un trabajo. Mejor dicho: habrá quién quiera hacer del blog un trabajo, todo bien, pero quién no lo quiera así debe luchar contra este devoramiento.
Se necesita hallar fuentes inagotables para encontrar los recursos emocionales que sostengan un tráfico de textos infinito, donde el día siguiente acosa con su prontitud y todo reposo de maduración de alguna idea es retardo acosador. Además, con escaso palpitar de interacciones y una dispersión temática que se vuelve a veces desoladora. Tal vez el blog personal cotidiano haya equivocado el camino y termine en una mala copia del ansioso periodismo de novedades de los diarios, convirtiéndose en una absurda fábrica de aforismos puesta a producir las veinticuatro horas.
Los espacios colectivos, en general, invitan a una mayor preparación y desalientan la ansiedad del blog personal, demasiado ligados a una costumbre de velocidad en la actualización. Se produce una lógica extraña; lo colectivo nos invita a la construcción reposada y meditada, en cambio lo personal a una imperiosa y rabiosa vertiginosidad capaz de ser el símbolo de una nueva versión del individualismo postmoderno; aquel que determina la obligación incandescente e irrenunciable de ocuparse de uno mismo al límite de la tensión, antes que nada y que todo; una obligación que no cesa en su obsesión acaparadora y excluyente, que nos exige un aporte inextinguible de recursos. Como si vacilar un segundo en mantener la alta presión constante de individualidad que aplicamos sobre nosotros mismos, nos pudiera hacer desaparecer de la faz de la existencia.
7 comentarios:
Interesante post.
De mi paso por este mundo extraño de los blogs he deducido unas cuantas cosas: las personas escribimos por dos razones principales, bien como catarsis-desahogo-necesidad de desprenderse, o bien como un entretenimiento sin más consecuencias. Desde luego, hay otras motivaciones, pero lo que está claro es que es el origen de la formación de redes sociales más importantes aún que las que andan por ahí establecidas.
Y es que la lectura del blog atrae a quien busca reflejo, consuelo, sentimiento hermano... estamos necesitados, amigo. Este mundo triste que no nos escucha, esta vida no compartida más que con el silencio, muchas veces. Y tanto que decir... y tanto que sentir...
Tomar el blog como trabajo o llegar a sentirlo obligación moral para con quienes te siguen deja presión sobre la ya acumulada por el tiempo.
Que tengamos que pensar en el modo en que escribimos o incluso censurar nuestros propios escritos para dirigirlos mejor al público, pensando si gustaremos más o menos, es traicionar el objeto de la misma catarsis.
¿Y qué hacer? Mantenernos íntegros mientras haya algo que decir, algo nuestro. Lo demás, es otra historia. Besos.
Toda la razón.
El post, a veces, pasa a ser una "cosa" que te persigue por todos lados, es entonces el momento de preguntarse: sigo adelante?
Por qué escribo un blog? Para que me lean? Para recibir comentarios?
o es que amo la literatura o el periodismo?
Esta vez la prisión te va a gustar...
Cuando pinte escribo un post.
si no...
La miseria, Julio, tiene caras extrañas. Caras de gendarmes. Con hijas, como las que penetraba el texto de Lamborghini.
Igualmente, la realidad se caga en todos nosotros, y en aquellos, y en esos que están más lejos.
El olor a mierda tiene aspecto de pasado.
Mariano: bienvenido por aquí. Y pintá tu aldea, vamos.
Isabel: acumulamos más reservas de necesidad que la que podemos quemar en los orificios disponibles para tal fin; se nos invita a luchar por ello con todo el discurso del esfuerzo. ¿Estaré por escribir la defensa de la displicencia?
"Tanto que decir y tanto que sentir", me gusta esa frase. Pero lo que se hace por desahogo dura poco y termina generalmente mal, nos salva la capacidad de disfrutar el juego o no nos salva nada.
Omar; cara de gendarme y ojos de usurero, la realidad está dirigida por una conspiración de usureros, y justo a ellos vamos a pedirle que nos salven..Por cierto, penetrarle con angurria a las es un buen comienzo...
...penetrarle con angurria a las hijas, quise decir
Tito: Tengo "milanesa" como una casa en la que acomodo mis cosas y las de mis amigos. Estoy en un período suave, y me gusta. Antes fue un carro de batalla, o un centro de investigación, o de expresión, o de exhibición más. Y/o. No importa que cambie. Yo también cambié. Abrazo.
Gustavo, así es, lo que cambia no se rompe
un abrazo
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