El primero es en respuesta a una carta abierta de un grupo de intelectuales tomando posición sobre el paro del sector agropecuario. Aquí pueden leer en texto de la carta a la que respondo.
Tengo acuerdos y desacuerdos con la nota, en estos temas tan complejos tomar partido con un texto breve es complicado.
Estoy de acuerdo en que la medida es extrema y desproporcionada; por un reclamo sectorial cortar por la fuerza el suministro de alimentos de un país por tiempo indeterminado no es broma, y lo peor es que con el correr de los días y las declaraciones de dirigentes y productores alzados me parece que los mueve mucha soberbia y prepotencia, la presentación casi apocalíptica de las cosas que hacen algunos parece erigirse como el apriete desde un lugar de poder, y no desde la desesperación por una necesidad extrema. Me parece que a muchos productores se les ha subido a la cabeza que son los salvadores del país como para envalentonarse a imponer sus intereses como si estuviera en juego la patria.
Tampoco percibo conciencia en los pequeños de sus problemas en relación a los intereses de los grandes grupos, lo que se nota por el contrario es que han comprado el discurso de estos últimos de echarle toda la culpa al gobierno y la suba de las retenciones. No se nota en los hechos ese clima y ese enfoque un tanto idealizado de rebelión antes los grandes grupos y las multinacionales que se describe en el comment de Nicolás González Varela por ejemplo. Lo que es innegable es que hay una fuerte motivación contraofensiva frente a un gobierno que es también soberbio y los trata muy mal, que les miente, que al menor reclamo les manda a D’elía y los demoniza, que nunca tuvo un plan ni trabajó por los pequeños sectores y sólo se limitó a subir la alícuota de las retenciones como quién aprieta un botón para obtener una solución fácil.
Otra lectura preocupante: Es evidente que en la implementación extorsiva de la medida que pone en riesgo la normalidad alimentaria de la población hay un revanchismo de pagarle con la misma moneda por su política permisiva en materia de cortes de rutas (los cortes del Puente Pueyrredón, los cortes del puente internacional por el tema de las pasteras en Gualeguaychú, etc.). Este gobierno optó por una prescindencia y una permisividad totales que tuvo tal vez la sana intención de no reprimir un modo de protesta social que se puso de moda, pero que tiene como consecuencia negativa que ha ridiculizado y debilitado el concepto de soberanía del estado de derecho en materia del uso del espacio público al punto de que ahora tomemos como un hecho “natural” una protesta que bloquea más de dos semanas la circulación de suministros esenciales a los principales centros urbanos de un país, lo que en si mismo constituye un acto grave al borde de la sedición.
Sentar precedente de aprietes empresariales de ese tipo es jodido, mañana puede ser el gas, las naftas, los laboratorios bloqueando el suministro de remedios. Hoy veía por TV que a pesar de haber iniciado el diálogo anoche se ha vuelto al paro. Al no obtener en un día lo que querían dan marcha atrás con la tregua, vaya hidalga manera de negociar que tienen. También observaba que unos tipos decidían a la vera de la ruta “que camión dejan pasar o no” actuando como inspectores y represores de la libertad de los camioneros. Digo yo, ¿en nombre de quién y de qué van a seguir indefinidamente decidiendo sobre la vida de los demás? Se necesita legislar urgentemente sobre la materia si es que no se quiere aplicar las leyes existentes; no se sostiene este valetodo y este despelote legal absoluto. Por otra parte, para algunas huelgas convencionales que no implican medidas de coacción hacia terceros ajenos al problema y donde se reclaman 50 mangos más por mes de sueldo se dictan “conciliaciones obligatorias” o declaraciones de “ilegalidad” ¡? ¿Aquí sólo queda esperar que a los del campo se les de la gana dejar pasar los camiones de leche y fruta para que nos sigamos alimentando? ¿Y quién paga las pérdidas por todos los alimentos que se pudrieron y los perjuicios a los demás sectores en 16 días?
Lo que no estoy de acuerdo: Hablar de “modelos en pugna” es como que me resulta muy de apoyo al primer discurso oficial, y sin explicitar los modelos se supone más de lo que se aclara. ¿Serán los modelos históricos de “liberalismo exportador de materia prima” versus “industrialismo nacional y popular”? No creo que este conflicto se trate de dos modelos de acumulación en pugna. El campo critica las retenciones pero no el intervencionismo del estado en el sentido ideológico como lo hacía antes, ya que lo necesita para mantener el resto de las variables del negocio. Tampoco creo que el modelo K sea ejemplo de modelo redistributivo.
Sarlo pretende diferenciarse del gobierno pero es demasiado indulgente y por lo tanto acompaña a su corrección política miope en materia de entregar la soberanía del estado sobre el espacio público legítimamente ganada por el voto popular al primero que se le ocurra ocuparlo. Con un claro temor de manchar la más pura de las correcciones políticas en la que presume militar, relaciona su tolerancia a la ocupación del espacio de parte de desocupados con una supuesta simetría que obligaría a aceptarlo de parte de cualquier sector y por cualquier fin; aún si fueran operaciones que atentaran contra el orden democrático; caso de este paro cuyo origen no creo que sea golpista pero puede llegar a serlo en los hechos.
Me parece que lo primordial en este caso es diferenciar dos conceptos que no pueden ser igualados jamás: una cosa es una ocupación de un espacio público transitorio (que puede implicar un corte del tránsito vehicular también transitorio) para hacer oír una protesta sectorial y otra muy diferente es realizar un acto de bloqueo coordinado, específico y planificado de materias esenciales cuyos resultados se saben de antemano producirán graves daños sociales y que por ello actúan con sentido extorsivo. Negar el conocimiento de las consecuencias de esos actos de bloqueo múltiple, deliberado y calificado contra el estado de derecho es una ingenuidad inaceptable como esgrimir que se tiró nafta sobre unos metales calientes pero sin la intención de encender el fuego. El dolo social e institucional eventual de tal medida de alzamiento y bloqueo está claramente demostrado.
Decir que el espacio no es una abstracción y que los derechos pueden colisionar es habilitar el golpismo corporativo. Los más poderosos podrían ejercer actos de sedición contra el estado de derecho como todo el tipo de bloqueos que se les ocurra. Hoy es el turno del bloqueo de la llegada de alimentos a los centros urbanos, mañana puede ser el bloqueo de ingresos o egresos a puertos de mercancías vitales, y toda la gama que de coacciones que les ocurra a cualquier sector corporativo poseedor de elementos esenciales con los que intimidar a la sociedad. Por ejemplo, ¿que sucedería ante un bloqueo del suministro de combustibles realizado por la conjunción de las grandes petroleras con las cámaras de estaciones de servicio? ¿Nos pondríamos a discutir si el conflicto le pertenece a las pequeñas estaciones o los grandes petroleros mientras la falta de combustible desestabiliza el orden institucional?
El bloqueo de suministros esenciales por tiempo indeterminado sin considerar la posibilidad de diálogo no es una mera ocupación del espacio público, sino un acto de coacción y agresión al orden social y al estado de derecho. Tolerar, justificar y avalar los bloqueos es esencialmente habilitarle una nueva vía al golpismo. Decretar la imposibilidad del estado de reprimir cualquier bloqueo que atente contra la estabilidad de las instituciones es una trampa estúpida, casi una tentación al suicidio de las instituciones democráticas, es rifar el poder legítimo emanado del voto popular al mejor postor.
Suponer que porque en algún momento no se reprimió una protesta gremial que cortó una ruta durante un pequeño lapso se debe permanecer inmóvil ante cualquier tipo de extorsión corporativa escenificada en el espacio público es un error cuyas consecuencias son de imprevisible gravedad.
Luego agrega: “hay que rechazar la idea de que si el que se moviliza no es un pobre o una víctima del terrorismo de Estado, su activismo carece de legitimidad”. Pero obviamente que si, pero lo que se trata es de diferenciar cuando el activismo se convierte en golpismo, es imposible esa igualación ingenua e idealista de cualquier acto alzado por la semejanzas de su escenificación geográfica.