Un par de reflexiones más que espero no contribuyan a que se me embandere tras ninguna de las falsas opciones antinómicas en las que muchos han pretendido reducir todo este tema: gobierno K vs campo, modelo liberal vs modelo progresista; blancos chetos vs negros grasas.
Cualquier política económica que imaginemos con un mínimo sentido diríamos “progresista” se basa en la articulación de medidas de alcance macroeconómico con otras de rango sectorial pero no menos importantes, que tiendan a hallar el equilibrio para el desarrollo del conjunto de la sociedad. En primer lugar está el factor social que siempre debe prevalecer a la hora de encontrar una fórmula que tenga en cuenta el interés general de la población y la posibilidad de acceso a un mínimo nivel de vida a los segmentos menos favorecidos. Dentro del factor capitalista es igualmente necesaria y complementaria la búsqueda del equilibrio; no es posible favorecer siempre a un sector, habrá medidas que beneficien a unos y perjudiquen a otros. Bajo el actual gobierno, a nivel macro, al sector agropecuario lo beneficia principalmente la política de sostén del tipo de cambio ya que es un sector privilegiado por ser exportador de productos hiper-demandados en el mundo. Recibe de esta política mucho más beneficio que el que reciben vastos sectores industriales manufactureros que aún con un dólar a 3,15 se las ven en figurillas para sobrevivir en el mercado interno acosados por el ingreso de mercancías importadas a bajo costo (caso el sector textil por ejemplo), y que quedan muy lejos de la quimera de un acceso competitivo a mercados exteriores para vender sus productos.
También el sector rural se beneficia de la política tarifaria intervencionista respecto de los servicios públicos. Esta medida no solo trata de mantener los combustibles en valores accesibles a la población en general sino que es una de las variables que hace competitiva a la producción agropecuaria. ¿Que pasaría, por ejemplo, si el gasoil se liberara a las presiones de los sectores petroleros y le costara a los argentinos tal vez el 200% más? Tal vez entre otras cosas un adiós el negocio sojero en los términos que hoy enloquece de codicia a los grandes productores.
Es fácil ceder al impulso de la avaricia individual y ver sólo el árbol sin mirar el bosque. Por eso, tanto la crítica unilateral de las retenciones de parte del sector agrario como su defensa por parte del gobierno no tienen sentido sin una necesaria evaluación en términos de conjunto de toda la trama que conforma una política o un plan económico. Desde el lado del gobierno no basta con justificar sus medidas en estos principios globales sino se analizan sus efectos concretos. Y menos que menos azuzarnos con falsas opciones del tipo “Retenciones o Videla”
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