Caer en la trampa de la simetría especular es el error más fácil de cometer cuando se trata de repudiar la soberbia racial, nacional o cultural. Insisto en tratar de escapar de facilismos y enbanderamientos simplificantes; me parecen penosamente improductivos intelectualmente. En la parte I escribí que una de las peores deformidades del nacionalismo es esa noción que tiende a excluir a la propia nacionalidad de toda impureza; convengamos que esto es igual cuando se monta desde la soberbia del engreimiento de superioridad como desde una victimización poncio pilática.
Pasar revista sólo a los energúmenos fascistas que habitan en un territorio extraño determinado pareciera añadir al mismo tiempo la idea de que son privativos de ese lugar y que en el propio no existieran. Si en América nos ponemos a contar fascistas, racistas y depredadores sociales tenemos suficiente como para garantizarnos la idea de que no somos los afortunados poseedores de ninguna pureza moral ni ideológica. Posicionarnos como víctimas no nos relevaría tampoco de hacernos cargo de nuestras atrocidades vernáculas. Una anécdota viene del archivo de mi memoria, pero como nunca será un archivo prolijo no podré citar fuente ni autor específico: en torno al sonado quinto centenario del desembarco de Colón en esta parte del mundo en 1992, parece que un periodista sudamericano muy progresista él y amante de estas explicaciones adolescentes de la historia que consisten en asignar toda la bondad, la razón y la virtud para el lado propio y reservar toda la maldad, la culpa y la negligencia para el ajeno, amonestó a un colega español en España con esta pregunta:
-¿Usted siente algún tipo de culpa por sus antepasados que han cometido la masacre de toda una cultura?
La respuesta del español creo que fue más o menos así:
-No siento culpa, pero en todo caso son más sus antepasados que los míos…
En todo caso son nuestros antepasados, si algo vamos a discutir sobre el tema entre ibéricos y americanos hagámoslo en familia; lo demás es pelearse a ver si fue primero el huevo o la gallina.
Pasar revista sólo a los energúmenos fascistas que habitan en un territorio extraño determinado pareciera añadir al mismo tiempo la idea de que son privativos de ese lugar y que en el propio no existieran. Si en América nos ponemos a contar fascistas, racistas y depredadores sociales tenemos suficiente como para garantizarnos la idea de que no somos los afortunados poseedores de ninguna pureza moral ni ideológica. Posicionarnos como víctimas no nos relevaría tampoco de hacernos cargo de nuestras atrocidades vernáculas. Una anécdota viene del archivo de mi memoria, pero como nunca será un archivo prolijo no podré citar fuente ni autor específico: en torno al sonado quinto centenario del desembarco de Colón en esta parte del mundo en 1992, parece que un periodista sudamericano muy progresista él y amante de estas explicaciones adolescentes de la historia que consisten en asignar toda la bondad, la razón y la virtud para el lado propio y reservar toda la maldad, la culpa y la negligencia para el ajeno, amonestó a un colega español en España con esta pregunta:
-¿Usted siente algún tipo de culpa por sus antepasados que han cometido la masacre de toda una cultura?
La respuesta del español creo que fue más o menos así:
-No siento culpa, pero en todo caso son más sus antepasados que los míos…
En todo caso son nuestros antepasados, si algo vamos a discutir sobre el tema entre ibéricos y americanos hagámoslo en familia; lo demás es pelearse a ver si fue primero el huevo o la gallina.
3 comentarios:
Pero, por Dios, ¿aún hay gente que piensa así? ¿Aún se rescatan pasados con superioridades y rencores? ¿Es que alguien de los que aquí escribimos, de una u otra nacionalidad, se tiene que sentir culpable u ofendido por algo que no podemos variar aunque queramos?
La historia es como es, con millones de defectos y algunas virtudes. Ahora lo que importa es lo que compartimos, lo que nos une, lo que nos permite dialogar, apreciarnos, ir más allá incluso... lo demás es algo tan lejano...
De acuerdo Isabel, espero se entienda el sentido de lo que he querido decir
Sí, claro que se ha entendido. Has hecho una exposición clara e inteligente. Hace falta que alguien hable de estas cosas con un poco más de seriedad de lo que aparece en las revistas o en la televisión. Un abrazo.
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