El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 19, 2014

El día del narrador



Gabriel García Márquez (6 de marzo de 1927-17 de abril de 2014) 


Antes que nada, creo que ha muerto El Gran Narrador, tal como se me ocurre definir al contador de historias creadas por su memoria y su imaginación. 

García Márquez representaba tal vez uno de los últimos destellos vivientes del escritor como artista de la palabra, como orfebre de las páginas, como artesano de las oraciones, como el dueño de esa voz que inventa y cuenta, cuya mente construye mundos en las alturas y en los subsuelos pero es capaz de ponerlos al acceso de sus congéneres a través del uso bello y virtuoso del lenguaje. Ese artesano extraño, de alma vibrante y tal vez de modestos oropeles académicos, que trabaja hasta que parezca que las palabras brotan de las manos y se estampan en el papel, esas que antes fueron profusas ideas que brotaron del manantial de sus mentes. El escritor como el inventor que cautiva, como el mago emocional que teje historias y las plasma en recorridos para que un lector las vaya atravesando, en un tránsito donde sus reacciones se disparen y pueda gozar, ponerse nervioso, sufrir, reír o llorar... 

Y que desactualizadas que suenan palabras como “imaginación”, “inventiva”, “ingenio creativo”, “magia”…Conceptos alevosamente bastardeados en los últimos tiempos del debate literario por tanto proliferación de devotos de los laboratorios del lenguaje, de la intertexualidad, de la idea de que todo está inventado (inventada como excusa por los que se reconocen incapaces de inventar) y tanta hojarasca intelectualosa y posmoderna acerca de la literatura como un mero oficio de lectores forzados y cultos, de académicos condenados a realizar ejercicios de repetición, de perpetradores de trabajos en jerga destinados a obtener la aprobación tribal de sus colegas. La llama inextinguible de figuras como García Márquez dejarán muy expuesta la pomposa mediocridad de tanto producto industrializado de facultad de letras, con sus enigmáticas y fraudulentas teorías a la medida de sus impotencias creadoras, afanosos por demostrar que “operan con el lenguaje” cuando el lenguaje es algo tan lejano a sus dominios que ni podrían ser capaces de hacer un huevo frito con él…

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