En la historia del sabor a hogar, mi prócer cotidiana. Bajo contenciones laminadas, de cielos que nutrían y juegos sin hora ni final. En el ruego intermitente, morando contigo una niñez que volaba bajo un manto infinito, con profundas reservas de protección como para varias vidas eternas. En despertares díscolos atados a la nebulosa cotidiana del despegue, la pequeña salvación del desayuno como ofrenda de confort, la primera y única explicación del sentido. Creciendo en tus brazos virtuosos, delineando lentamente el aprendizaje de una lejanía inconcebible, en fuga tras la parca elocuencia del amor sin remedio, reconociendo el pulso de un afecto inmortal.
Madre total, ser que honra el destino de vivir, solo configurado para dar. Yacimiento de absoluto amor, llevo el tesoro de tu canto que arrullará mis sueños para siempre...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario