Siguen velando los restos inmortalizables de Fogwill, un personaje que cubría gran parte de las necesidades fetichistas del inconciente idolátrico de la clase escritora argentina. Si apenas a los dos años de su muerte ya se construye sobre él semejante densidad de mitología poética, no quiero imaginarme lo que serán capaces de escribir cuando se cumplan los diez años de su natural forma de crepar...
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