El gobierno de Rajoy lleva a niveles delirantes su fundamentalismo económico. El ministro de relaciones exteriores José Manuel Margallo declara:
"Cualquier agresión violando el principio de seguridad jurídica a Repsol será tomada como una agresión por España, que tomará las reacciones que crea oportunas y pedirá el apoyo que considere necesario a sus socios y aliados"
Vaya declaración de guerra. Tocar una acción de una empresa se equipara a invadir territorio de la nación. ¿A donde llegaremos por este camino? “!Urgente, que se reúna el consejo de seguridad de la Naciones Unidas que el país X ha comprado una acción de una empresa del país Z, es intolerable esta agresión a la soberanía!”. ¿No eran que los capitales eran globales y no tenían nacionalidad? ¿Entonces qué es eso de que intentar comprar una acción de una empresa argentina -por más capital de origen extranjero que tenga- llamada Repsol-YPF, o YPF, o como se llame, es un ataque al estado español?
Se consolida el cambio de paradigma dominante; de la exportación de un discurso globalizador y privatizador presentado como acceso a la modernidad se pasa al más grotesco neocolonialismo económico impuesto desesperadamente a fuerza de todo tipo de presiones. Necesitan más que nunca la transferencia de sus ganancias fáciles en las inversiones coloniales pergeñadas en la época dorada del apogeo privatista para apagar el fuego de sus crisis. Y es un destemplado imperialismo que pretende ser impuesto por la velada amenaza de la fuerza. Los únicos derechos sagrados son los de sus estados, y sus capitales se vuelven expresión pura de sus estados. "Afectar" un contrato de una empresa es una agresión a la soberanía ¿Desinvertir y provocar el desabastecimiento del país donde está radicada la inversión que es entonces? ¿Una agresión a la soberanía Argentina?
Otra perlita de Margallo: "La ruptura de una negociación entre España y la Argentina no sería una ruptura sólo en términos económicos, sería la ruptura de una relación fraternal que hemos tenido en mucho tiempo. Por tanto, para nosotros esa ruptura es el peor de los escenarios"
¡Que bueno! Declarar la ruptura fraternal entre dos naciones de vínculos sanguíneos centenarios por un desacuerdo acerca de unas rupias. Que rápido se terminan las hermandades, están a merced de un negocio. Por decreto, el ministro anuncia que la fraternidad entre los pueblos será abolida.
El gobierno argentino debería repudiar todas esas declaraciones vía cancillería y solicitar una disculpa al Presidente Rajoy. No se puede tolerar semejante nivel de amenaza y hostilidad solo por trascendidos periodísticos de una supuesta nacionalización de una empresa argentina. Menos a un país amigo y socio del que reconoce le permite obtener divisas para su subsistencia. Porque da la casualidad que una inversión empresaria no les da ninguna soberanía, el Reino de España no tiene derechos sobre el territorio argentino, solo tiene un contrato para hacer un determinado negocio en una determinada actividad regulada bajo las leyes de esta nación.
Obviamente que nadie deja de reconocer la importancia de las inversiones de capital extranjero, y que se deben respetar las reglas pautadas, pero por un lado se trata de un recurso estratégico para el interés nacional, y eso lo supieron siempre los inversores de Repsol. Y por el otro, también se trata solo de negocios y podrán existir negociaciones en las que el estado argentino intervenga, como sucede todo el tiempo en el mundo empresario, donde se la pasan comprando y vendiendo acciones de empresas cuyo control cambia de mano como billete de dos pesos. El estado hace rato que dejó de ser mala palabra y como actor central participa de las negociaciones. La suerte del abastecimiento de combustible de la República Argentina no puede estar en manos extranjeras y menos en las de una empresa de un país cuya ideología dominante es agresivamente neocolonial y hostil a los intereses argentinos. Porque podemos intuir que en la decisión de repartir ganancias y no invertir para asegurar el abastecimiento interno hay una lógica puramente lucrativa, pero también conlleva una lógica política en tanto esos intereses empresarios representan la quintaesencia del paradigma neoliberal globalizado en plena batalla política por sobrevivir: condicionar al gobierno argentino a través de “secarlo” de combustible; no solo me llevo toda la ganancia a mi país de origen sino que de paso le pongo una traba a su modelo de crecimiento. Después llegarán los análisis técnicos, las posibles vías de solución negociada al problema. En primera instancia aparece muy lógico intentar una negociación respetuosa de las reglas de juego establecidas y que el estado argentino proponga, por ejemplo, una compra de acciones a precio de mercado para aumentar su participación e incidencia en las decisiones de la empresa. O plantear la renegociación de algunas de las pautas de los contratos de privatización suscriptos que tiendan a garantizar niveles de producción suficientes para el abastecimiento interno. Pero siempre que prime el interés nacional.
Por último, a riesgo de volver mi argumento sarlista o lanatista, en el caso de Repsol-YPF yo estaría a favor del derecho a la autodeterminación de los argentinos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario