Galopan sin discreción, como si prefirieran que los detecten los capturadores de presagios. Lanzados de cabeza en la noche ominosa de la desesperanza, veloces y deslizantes, reparten anchamente indicios de comunión que se devanan imbricados en la más tenue espuma de inconciente inmensidad. Y viajan en el interior de una pompa de jabón iluminada por la luz declinante de un atardecer. Han honrado sin hesitar las más hondas pasiones educadoras como abrigados han sido sus descansos por frazadas de caricias amorosas. Huyen del pavor de enmadrugarse solitarios en albas resecas, cortadas por amargos soliloquios de mates insípidos. Pueden morirse por la gloria de la pena o dejarse elegir por el rumbo de una reticencia rutilante.
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