De pronto me encontré pasando al hall de la casa de un desconocido. En una pared aparecía colgando de un cuadrito, de fino marco de madera y un bien mantenido vidrio protector. Adentro se veía una cartulina blanca prolijamente recortada con una leyemda impresa en gran tipografía: “El insulto es el impuesto al éxito”.
Solo puede ser político o futbolista, pensé.
Solo puede ser político o futbolista, pensé.
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