Del pensamiento único
-Es el pensamiento capaz que maneja las diferencias posibles, siempre cayendo dentro de los límites de algunas zonas intocables, que se definirían mejor en términos axiológicos, como valores. “Pensamiento único” puede referirse a cualquier esquema de cierre del pensamiento, aún el embudo que conduzca a una dicotomía artificial, pero en el contexto político post-caída del muro de Berlín se usa para referir a aquel pensamiento hegemónico que ya no discute el valor de los presupuestos básicos del capitalismo liberal. Es el pensamiento que suscribe a la democracia liberal con el valor social deseable e incuestionable pero que la concibe indefectiblemente ligada al capitalismo neoliberal globalizado como el único sistema de producción capaz de encarnarla. No encuentro mejor explicación en términos sencillos para esto que la dada por Viviane Forrester en “Una extraña dictadura”
-Por “Pensamiento único” en este caso no quiere decir pensar exactamente lo mismo sino aceptar la “incuestionabilidad” de unos determinados valores relacionados con la perpetuación en el poder de unos intereses. Se parte de afirmar que la única opción posible es aceptar al sistema capitalista así tal como es, gobernado al arbitrio de sus élites más poderosas y sin más límites que su propio apetito. El lucro ilimitado es su esencia y por lo tanto hay que seguirlo ciegamente si queremos que resulte eficaz como aparato. Algo así como que si queremos que un organismo siga vivo porque su salud es nuestra única esperanza conviene alimentarlo de sus manjares preferidos y no contradecir ninguno de los caprichos que lo mantienen feliz y saludable. Es preciso legitimarlo en forma absoluta, excluyendo cualquier otra opción y declarando la intangibilidad de sus principales valores: la búsqueda de la infinita acumulación a través del lucro, la sagrada propiedad privada de las empresas y su derecho a disponer incondicionalmente de cualquier grado acumulación al precio social que fuere.
-Por “Pensamiento único” en este caso no quiere decir pensar exactamente lo mismo sino aceptar la “incuestionabilidad” de unos determinados valores relacionados con la perpetuación en el poder de unos intereses. Se parte de afirmar que la única opción posible es aceptar al sistema capitalista así tal como es, gobernado al arbitrio de sus élites más poderosas y sin más límites que su propio apetito. El lucro ilimitado es su esencia y por lo tanto hay que seguirlo ciegamente si queremos que resulte eficaz como aparato. Algo así como que si queremos que un organismo siga vivo porque su salud es nuestra única esperanza conviene alimentarlo de sus manjares preferidos y no contradecir ninguno de los caprichos que lo mantienen feliz y saludable. Es preciso legitimarlo en forma absoluta, excluyendo cualquier otra opción y declarando la intangibilidad de sus principales valores: la búsqueda de la infinita acumulación a través del lucro, la sagrada propiedad privada de las empresas y su derecho a disponer incondicionalmente de cualquier grado acumulación al precio social que fuere.
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