El blog ofrece una libertad de publicación insólita, y tratar con ella no es fácil, uno se emborracha a menudo de su infinita blandura, de su útero contenedor que nada exige a cambio al mismo tiempo que nada tampoco ofrece, salvo un eco que de tan potencial es irreconocible. Esa libertad insólita, sobrecogedora, desarma todo condicionamiento y nos deja desnudos ante la responsabilidad atragantada de la propia decisión autoral. No es que el blog nos permita ejercitar la libertad de escritura, nos permite deglutirla y construir una relación carnal con ella, y nos desafía a que encontremos el equilibrio por propia dislocación de nuestras capacidades de control, en el balance de nuestras vigilancias y permisividades internas.
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