La ontología Racinguista
Un año más y regresa a su ciclo clásico la amenaza del sufrimiento extremo, el borderline permanente, la impotencia de una pobreza institucional mezclada con magritud futbolística y ese encendido fervor que a fuerza de ser inexplicable es cada día más orgulloso. Con un plantel de plantas silvestres, con retazos y saldos, con refuerzos que nada refuerzan, con tres arqueros que no pueden hacer uno, con dos pesimistas del gol como el Payaso Luguercio y Pablito Caballero.
Pero allá vamos, de nuevo con la sangre a máxima presión; a llorar el canto de la balada para un resultado afortunado y creer, siempre creer que será posible.
Un año más y regresa a su ciclo clásico la amenaza del sufrimiento extremo, el borderline permanente, la impotencia de una pobreza institucional mezclada con magritud futbolística y ese encendido fervor que a fuerza de ser inexplicable es cada día más orgulloso. Con un plantel de plantas silvestres, con retazos y saldos, con refuerzos que nada refuerzan, con tres arqueros que no pueden hacer uno, con dos pesimistas del gol como el Payaso Luguercio y Pablito Caballero.
Pero allá vamos, de nuevo con la sangre a máxima presión; a llorar el canto de la balada para un resultado afortunado y creer, siempre creer que será posible.
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