La respuesta que espero de un escritor es una respuesta creativa, propia de la esencia de su condición artística, no una respuesta erudita, propia de un profesor. A los escritores argentinos generalmente se los presume eruditos en literatura y ellos sienten la necesidad de demostrarlo en cada gesto cuidando de comportarse como bibliotecas andantes. Buscan anteponer su condición de literatos ante que la de artistas de la palabra. Flota cierto requerimiento del medio que ejerce una especie de demanda en tal sentido sobre ellos; es como si solo se les pudiera perdonar que no sean eruditos en todo pero jamás que no lo sean en literatura. ¿Pero por qué un escritor tiene que ser un literato?
Yo espero encontrar en ellos el vigor iracundo del oficio creador, la voracidad de una imaginación recreacional más desarrollada que el promedio de las gentes, un talento en la manipulación obediente o subversiva del lenguaje, pero parecen sólo empeñados en demostrar que leyeron mucho, que pueden tener siempre una cita textual a mano para construir respuestas, que son capaces de traer detalles adquiridos de obras. Ronda por ahí una concepción: que las obras literarias no se deben al impulso loco y puto del arte sino que responde a una previsible mecánica operativa; la escritura como pura decantación de un enciclopedismo bibliotecológico bañada en esa aura estudiosa, canosa, entintada y de pestañas quemadas tras gruesos anteojos.
Así es que los discursos de muchos escritores tienden a contagiarse de una descriptividad limitante, para volverse auto indulgentes sobre el dato descubierto y no navegar en la elaboración de una conclusión propia.
La ignorancia relativa que padece todo mortal la mayoría de las veces se suple con inteligencia y creatividad; y esa es la razón y el origen de toda obra bruta del pensamiento.
Yo espero encontrar en ellos el vigor iracundo del oficio creador, la voracidad de una imaginación recreacional más desarrollada que el promedio de las gentes, un talento en la manipulación obediente o subversiva del lenguaje, pero parecen sólo empeñados en demostrar que leyeron mucho, que pueden tener siempre una cita textual a mano para construir respuestas, que son capaces de traer detalles adquiridos de obras. Ronda por ahí una concepción: que las obras literarias no se deben al impulso loco y puto del arte sino que responde a una previsible mecánica operativa; la escritura como pura decantación de un enciclopedismo bibliotecológico bañada en esa aura estudiosa, canosa, entintada y de pestañas quemadas tras gruesos anteojos.
Así es que los discursos de muchos escritores tienden a contagiarse de una descriptividad limitante, para volverse auto indulgentes sobre el dato descubierto y no navegar en la elaboración de una conclusión propia.
La ignorancia relativa que padece todo mortal la mayoría de las veces se suple con inteligencia y creatividad; y esa es la razón y el origen de toda obra bruta del pensamiento.
5 comentarios:
Hola, Tino. Léase, a propósito del tema, el artículo sobre Pavese en adn cultura.
Gracias Inx, buscaré el artículo
besos
Hay unos escritos de Arlt al respecto de los escritores eruditos "de museo" que son también muy divertidos.
(yo como no creativo y pobre artista que soy, claro, lo cito a él en vez de decir algo propio :P)
Vale nacho, vale!!!! hay citas oportunas, el límite está en la su manipulación..
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