El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 18, 2008

¿ApoKalipsis now?


O los humos que no dejan ver el fuego

Hay como un designio torcido, un estornudo infeliz de las malas fuerzas cósmicas que aqueja a la Argentina bajo esta administración Cristinista desde su minuto inicial. No tengo evidencias suficientes para sostener una teoría conspirativa terrenal pero si los hechos apuntalan por lo menos el lanzamiento de una hipótesis de conspiración metafísica; han pasado y pasan cosas raras. Los eventos se desmesuran y todo rubor de discreción perece decapitado por un descontrol delirante, primitivo, de una violencia odiosa e irreconciliable. Estamos inmersos en una flagrante bestialización de las relaciones humanas propias de las inminencias de los abismos sociales más peligrosos.

Si tratara de definir hoy día el humor cotidiano, el contenido remanente que emana desde el maremágnum acontecimental, diría que se percibe el incremento de una falta de ternura atroz; hay un baño de sadismo eructado en cada gesto del cotidiano vivir, el argentino se levanta cada mañana en estado de guerra preventiva, dispuesto a ejercer su ritual de crispación apocalíptica, pero experimentando un raro orgullo por su decadencia, un nervioso y enardecido mohín de goce. Arrecia la anomia y el brutal desprecio por Otro y por el respeto a cualquier regla de convivencia. Una condición maldita que inmortaliza el imperio de la ley de la selva, de su selva preferida, ese paraíso narcisista que lo único que es capaz de garantizar desde lo colectivo es la más absoluta impunidad para toda violación de la solidaridad, la irresponsabilidad absoluta por todo estrago de su conducta que debe ser perdonada en virtud de su normalidad. El instinto de supervivencia postmoderna manda: primero hay que saber victimizarse para después poder agredir. Una derecha agria que popularizó su versión interesada del respeto a las normas que se asimila a una receta represiva de exclusión asesina y de supresión purificadora, con una izquierda siempre negligente que se asombra de la corrupción enquistada pero que acepta la oferta populista de impunidad como redistribución del ingreso.


El apogeo de la siniestralidad



Los brutales incendios -obviamente intencionales- en la zona del delta del Paraná que han provocado la inmersión en el humo de todo un inmenso espacio geográfico incluyendo el monstruo urbano del Gran Buenos Aires, parecen ser el coronamiento de una sucesión perversa. Si repasamos los últimos meses pareciera que de pronto toda siniestralidad se volvió floreciente; aumentaron hasta niveles insoportables los accidentes automovilísticos, autos y micros que chocan en todas partes multiplicando tragedias, una red de rutas demuestra la extrema volatilidad de pequeños hilitos de transmisión impotentes parta contener el crecimiento vegetativo de objetos físicos en danza. Liquidado el ferrocarril de un plumazo en aquellas noches de juerga neoliberal, la médula espinal del espacio geográfico argentino se retuerce atravesada por obsoletas hebras de asfalto, sobrevivientes terminales de un país sin Obra. La inseguridad urbana ahondó su ya habitual muestrario de ferocidad, el delito parece ser la primera oferta laboral, la más jugosa promesa de dinero fácil; aturdimiento químico y emociones rítmicas al compás de una música universal. Cajeras de supermercados masacradas, niños que caen bajo el fuego de tiroteos, violadores más excitados que nunca que trepan balcones como hombres araña, y una especie de furia misógina que parece haber tomado a las mujeres como el objeto más deseado para la habitual impunidad del homicida; como si con ello se diera muerte simbólica al totem Mujer-Poder. Los adolescentes en las escuelas se encrespan en una epidemia de violencia acicateados por padres peleadores. La violencia de los hijos parece haber aumentado al ritmo inversamente proporcional a la pregonada disminución del índice de desocupación en los padres. Como si se homenajeara a la historia en una vuelta a la época de Rosas, el efecto Felipe Pigna que empieza como comedia y vuelve como tragedia en la nueva moda del uso de las armas blancas para dirimir pasiones y minucias.

Un campo minado

Los dantescos reclamos del campo ensoberbecido se lanzan en términos de bruta extorsión a la catástrofe, como expedicionarios desembarcados rumbo a la conquista del todo o nada. Una intervención extrema que juguetea con la amenaza de demolición total, un orden social reglado reducido al rol de juguete a control remoto con un explosivo adentro. Este conflicto instaló un nivel inédito de beligerancia social bajo el cual se tejen ahora unas teatralidades de “negociación”. Desde los comentarios de “La Nación” se deja ver una encendida animosidad ya de grado bélico, enrolada en la mística de las cruzadas históricas, con tufillos de la vieja soberbia mesiánica.

Es difícil decodificar las señales estructurales de tanta puja, se mezclan palabras que suenan como verdades en ambas partes pero que también empiezan como verdad y terminan como manipulación. Una de ellas es el recrudecimiento de las tensiones provincias versus metrópoli. Del lado del interior se llega hasta delirantes razonamientos separatistas, trasnochados sueños inducidos por la fiebre del oro sojero como el de exportar directamente sus granos al mundo y comprar productos en el exterior eludiendo el “filtro” del estado. Enceguecidos por su odio al estado encarnado en una gestión a la que demonizan, pero ciegos y sordos a los manejos de los holdings exportadores ya que su mentes no conciben cuestionar esa cadena de mandos económicos. Sin embargo nada puede negar que la gestión de este gobierno es ultra unitaria ya que lo que recauda va a alimentar el manejo discrecional de una política central de aglutinamiento clientelista que implica cero redistribución regional, reduciendo las ya debilitadas autonomías regionales. Nunca antes estuvo el federalismo tan liquidado, con un Congreso reducido al rol de partenaire. Pero también es cierto que las políticas activas sobre la economía nacional que se realizan con intenciones de equilibrar el nivel de precios internos por ejemplo, tienen efecto sobre todo el país y de ello se beneficia también el interior.

Derechos reservados

Se va consolidando un modelo trágico de relaciones políticas y sociales; abolido el libre juego de instituciones corrompidas por la cooptación gubernamental, la conflictividad debe dirimirse de facto, de hecho y no de derecho, mediante operaciones de acción directa; amenazar y violentar, extorsionar, presionar usando el límite constante de los fines extremos. Todo ello da como resultado un país siniestrado en el que la amenaza de colapso forma parte de su agenda diaria de gimnasia administrativa, donde la forma de convivencia elegida es vivir a las trompadas, sin términos medios. El ciudadano que sale a la calle siente la sensación que deberá atrincherarse hasta para lograr que un colectivo le pare al borde de la vereda. Los familiares de pacientes que concurren a los hospitales públicos apelan al apriete y a la amenaza sobre médicos y enfermeras para asegurarse que su familiar no sea una víctima más de la normal indolencia ante su suerte. El respeto al derecho del otro no es costumbre arraigada, en principio se lo pisotea por defecto, sólo si la cosa se complica en el terreno de los hechos queda el último recurso de respetarlo.

Mientras tanto, ninguna voz se oye para apagar la violencia. Ninguna palabra de equilibrio, afecto, cordura, negociación sincera o entendimiento. Ningún consuelo para las víctimas más que el solitario testimonio autista de los familiares, el morbo de los medios y los oficios de algún abogado cuervo movido por la búsqueda de carroña. No extraña que un Pergolini, tan descerebrado como su enemigo Tinelli, el multimillonario mayor del entretenimiento puteril, se burle violentamente de las personas con discapacidades. Recibe sólo tibias críticas, temerosas de quedar fuera de la moda del reviente total donde cagarse de risa de mogólicos y ciegos es cool, funcional al llenarse de guita a costa del pisoteo del mas débil.

Final en la vecindad

El carnicero de un supermercado de mi pueblo me corta tres bifes de cuadril como con sorna, como dueño de un poder, una señora dice vamos a ver que pasa, están reunidos. Je je, dice el trinchador de pulpas, devela un tono militante por el campo aunque en su puta vida debe haber visto otra cosa que vaquitas y hectáreas ajenas. Buenos Aires es un enemigo jurado “a ésos lo único que les preocupa es quedar bien con las Madres de Plaza y llenar los bolsillos de toda la manga de inútiles” dice la señora mientras hunde tomates en la bolsita.

4 comentarios:

mario skan dijo...

Todo claro en esta paisaje humeado.
Hace un rato veía a la presidenta volar entre el humo de los futuros campos de soja.

Κλεοπάτρα dijo...

La locura extrema, hechos esquizoides y la brutal sensación de la caída, de la caída permanente a algo mucho peor. Más de una vez pienso cuanta demencia arrastro sólo por contagio (de la propia me hago cargo yo)
Excelente tu reflexión.

Gabi dijo...

Como mujer vengo notando esa misoginia creciente de algunos argentinos, que no pueden terminar de digerir que el poder esté formalmente en manos femeninas, aunque de hecho lo estuvo todo el tiempo.
Los que se sienten más incómodos con la situación son los que lavan los platos en su casa.

Tino Hargén dijo...

A Mariano Sandokan y Gabi, antes que nada bienvenidos a Hargentina!

Cecilia: de acuerdo, vivir esta argentina es estar contagiado...

Gabi: no se, esta lógica bestial que se legitima día a día, donde los poderes practican la negociación guerrera de sus espacios al punto que ya el ser humano desnudo requiere imponer cierta amenaza para que lo dejen respirar, la mujer acumula agresiones en su contra, como víctima expiatoria, a la vez que por otro lado y como consecuencia se masculiniza de la peor forma, imitando las bestialdiades de los peores paradigmas machistas.

Muchos sectores ven el poder formal en manos de una mujer como una supuesta "debilidad" que invita a ser "apretada", desobedecida, vulnerada.