El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

febrero 05, 2008

El menor de los análisis X

El Ensayo y la tragedia de la exposición - La perplejidad ante el imprevisible espejo del propio pensamiento.


Enrique Vila-Matas comenta en el diario El País lo escrito por Stefan Zweig en relación a Montaigne, padre del ensayo como género:


“Toda la literatura de la época moderna nacería en lo alto de esa torre, en el momento exacto en el que Montaigne confesó, al comienzo de los Ensayos, que escribía con la intención de conocerse a sí mismo. Hoy sabemos ya perfectamente qué clase de consecuencias trajo aquello. No mucho después de que en la escritura empezáramos a "buscarnos a nosotros mismos", comenzó a desarrollarse una lenta pero progresiva desconfianza en las posibilidades del lenguaje y el temor a que éste nos arrastrara a zonas de profunda perplejidad.”


En el acto del ensayo puro el escritor experimenta el conocimiento de si mismo. La opinión es lo que de si mismo se ha revelado, lo que se ha transformado del estado inexistente y no-sabido a existente y sabido. El ensayista escoge un tema y se explora en relación a ese tema, se escanea a si mismo para descubrir su pensamiento inédito, no premeditado ni menos conocido. Realiza una visita a la entraña y la piel de todo su entendimiento, recorre una por una todas sus fibras y las somete a una severa prueba de exigencia productiva. La escritura del ensayo no es un pasado en limpio de sus pensamientos preexistentes que deambulan estables, conocidos y acumulados; no se trata de un ejercicio de memoria, sino que es una pura generación de contenidos en tiempo real donde los materiales prefigurados y las posturas supuestas que se dejaban sospechar como parte del propio patrimonio intelectual portátil, son modificados por el avasallante manantial de nuevas y frescas combinaciones. El primer reconocimiento del propio resultado hecho texto puede que produzca perplejidad, temor y extrañeza, una primaria reacción de no reconocerse en eso que se ha pensado, por lo que inaugura un nuevo y decisivo temor: como atreverse a una instancia de publicación donde será ese pensamiento el que lo represente ante los demás cuando ni siquiera está seguro que lo represente a si mismo.


“Zweig insinúa la existencia de más de un rostro de Montaigne cuando comenta que, en un primer momento, éste escribió para sí mismo y que sólo con la publicación de los dos primeros volúmenes de sus Ensayos se sintió de pronto convertido en un escritor, y por eso proyectó su sombra en los Ensayos posteriores”


Cuanto más un ensayo revela a su autor un saber extraño para él, cuanto más demuestra que ha trepado imparable el muro de la mediocridad y la repetición. Luego las cualidades sociales del ensayista volverán a medirse en relación a si es capaz de preservar toda su perplejidad de des-ocultamiento en la versión que entregue a sus lectores. La manipulación del texto crudo mediante el uso de la ficción contemporizadora siempre es un refugio para prepararse ante la crueldad extrema de la publicación. Las ideas ensayísticas expuestas alienan, posicionan, embanderan, enrolan, estigmatizan, crean débitos automáticos; la exposición siempre es una tragedia para el yo.

2 comentarios:

goloviarte dijo...

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