Cuestionar al autor acerca de por qué escribe o por qué no escribe esconde actitudes de censura, intolerancia o envidia, que muchos bloggers acostumbran generalmente a recibir de gente alejada de este medio. Desde muchos lugares se establecía la condición impuesta a los que tenían un blog o irrumpían en la publicación bloguera sin tener muchos antecedentes públicos en el ámbito cultural ni curriculum publicador; debían “demostrar” por qué escribían, so pena de ser pasibles de acusaciones de “egolatría” o “vedettismo”, o de “querer hacerse notar”, como si esto no fuera aplicable a todo aquel que escribe y publica. Pero claro, el resentimiento personal era la motivación de tales absurdas acusaciones, ya que no se acusaba de lo mismo a los publicadores consagrados o autorizados sino a quiénes desde el llano “se las querían dar” de escritores. Típico resentimiento mediocre de barrio de aquel que idolatra a las estrellas de la TV pero al pibe vecino que sueña y la pelea porque quiere ser actor y se anota en un casting en vez de apoyarlo lo acusa con un “este pendejo que vive acá al lado de mi casa ahora quiere que todo el mundo lo vea”.
Por otra parte puede que la gente que no lo practica –aunque sean escritores- no comprenda bien las características de un género como es el ensayo o texto de opinión. Si las ideas expuestas en un escrito de estas características resultan contrarias a las creencias o convicciones de un lector y por añadidura polémicas, no debiera ser eso argumento para descalificar al autor como “provocador”, máxime cuando ese autor no es el único que aborda ese género. Todo texto de opinión puede estar sujeto a generar polémica, es una huella posible inherente al género mismo, bastaría con hallar alguien que piense distinto y eso sabemos que puede ocurrir todo el tiempo y en cualquier lugar.
Por otra parte, ¿para qué quisiera un autor ganar enemigos? Los enemigos pueden tener alguna utilidad como una vez escribí en mi blog pero no enriquecen el espíritu precisamente ni agregan nada a nuestros créditos. ¿Buscar lectores? Los enemigos “ganados” pueden que nos lean una vez pero seguramente dejarán de leernos, si alguien especulara con ese tipo de resultados trataría por el contrario de ganar amigos con su escritura más que enemigos ya que el amigo si es una promesa concreta de futuras lecturas fieles y consecuentes. Nada parece atenuar lo absurdo de esta acusación.
El ensayo de opinión -o mejor digamos los intentos que se asemejan a él- es un género muy ingrato porque expone permanentemente al autor a los riesgos de asumir posturas: aumenta exponencialmente gente que se puede ponerse de nuestro lado tanto como la que puede ponerse en nuestra contra, despierta sentimientos de identificación positiva y negativa muy marcados, antipatías y simpatías. En ningún otro género ocurre de este modo; la exposición de textos narrativos, poesías, comentarios de libros o ensayos literarios actúan en un nivel de mayor neutralidad en las reacciones; puedo sentir simpatía hacia un autor cuyo poema me ha conmovido, pero no me irritáre con aquel cuyo poema me resulta pobre o indiferente. En el ensayo a menudo esta neutralidad es imposible, aparece una fuerza que tiende a que el lector se embandere a favor o en contra, que experimente sentimientos de palmearte la espalda o de pegarte con un palo por la espalda. Si las opiniones abordan campos temáticos como lo filosófico, lo religioso, lo ideológico y lo estético, los riesgos aumentan exponencialmente. De ahí que aquellos que buscan antes que nada mantener y aumentar lectores o cuidan de proteger una imagen “always friendly” –porque ese es su objetivo- tratan de evitar definirse en temas de este tipo, su estrategia es mantenerse en una neutralidad a través de exponer a trazos gruesos alguna que otra opinión difusa que lo inscriba dentro de lo políticamente correcto cuando es necesario o inevitable tomar partido. Algo que los mantenga en un lugar seguro y evite riesgos.
Acusar de “buscar notoriedad a través de la polémica” a un ensayista de opinión es tan absurdo como acusar de “buscar notoriedad a través de provocar emociones” a un poeta que expone sus poemas, o acusar de “buscar notoriedad a través de ventilar sus vivencias personales” a un narrador autobiográfico que hace literatura a partir de sus experiencias o de “buscar notoriedad a través de enrostrarnos como sea sus lecturas” al que aborda el texto de análisis literario. En ese caso todo escritor sería pasible de ser acusado de buscar notoriedad a través de algo. Por otro lado determinar que algunas ideas son necesariamente polémicas como si uno pudiera manipular esa condición a voluntad es una soberana ingenuidad, siempre alguien puede pensar lo contrario, esa es la clave de todo debate que se establezca en un marco de pluralismo, nadie puede asegurar que una opinión encienda polémica salvo casos extremos como por ejemplo si salgo a opinar a favor de Boca en un foro donde son todos identificados hinchas de River. En mi caso desconozco cual es la opinión mayoritaria de los lectores de NA -y no creo que absolutamente nadie pueda conocerla-en temas tan diversos como para manipular esto de “buscar polémica” a mi antojo.
Ahora si se supone que en materias como literatura y arte exponer ideas que van en contra de una corriente de pensamiento –que alguien se supone mayoritaria- en algún tema es en si condenable, el asunto es más grave, porque ¿cual sería la actitud correcta? ¿Solamente expresar opiniones si coinciden con la de esa supuesta mayoría, y si son deferentes o contrarias directamente auto amordarzarse? Curiosa forma de entender un debate pluralista de ideas, “si tenés ideas diferentes a la de una supuesta tribu no las publiques ya que serás acusado de polemista que busca enemigos como sea”. Quién lea el archivo de mi blog verá que en estos dos años predomina el ensayo y el texto de opinión, con los que me identifico mayormente, mezclado con algunas mis inquietudes en materia de poesía, ficción o textos diversos. Uno no elige ser polémico en el caso que lo sea, es más bien una consecuencia y una condena de su propia naturaleza, de sus gustos, de su temperamento y de sus pasiones, y no un sucedáneo de “querer hacerse oír a como de”.
Lo peor que le pueden hacer a un ensayista de opinión es decirle que su propia pasión es inmoral. Si se tiene disensos con lo que emana de su pluma, que mejor que debatir, en público o en privado, pero aquellos que no comprenden el sentido esencial del género o no lo toleran, mejor sería que nos beneficien con su más respetuosa indiferencia y se dediquen a cultivar una rosa blanca.