En el día de la fecha se presenta ante mi, escribano nacional Heraldo Amazonas, matrícula 123456, el que dice llamarse don Tino Hargén, ciudadano del mundo, casado y mayor de edad según reza su aspecto mundano y envejecido, ante mi doy fe de que se trata él. El descripto aduce la posesión de doscientas ( 200 ) hectáreas de talento que le fueran legitimamente adjudicadas en propiedad por la diosa Fortunata Injusta de Delfino, heredera de la corporación Delfino, Delgado & Delgordo. El suscripto declara su intención de entregar en custodia dicha propiedad para evitar que la misma sea puesta en peligro por las amenazas de expropiación a las que se halla sometido tan preciado bien....
CONVALECIENTE
Desde las opacas pesadillas que adornaron mi infancia hasta las ingeniosas frustaciones de una adolescencia defensiva, giraron los días de mis tiempos cada vez más velozmente como castigandome con el minuto de hoy por las horas dejadas pasar sin desnudarlas... Entonces los despertares calmos, las mañanas dormidas sin arrepentimientos,formaban el eco de las miradas al cielo, a las calles, desde una terraza, desde un tanque de agua. Esas moribundas voluntades fugaces sumaron calores tras calores... Armaron una bodega de sueños tímidos, que no terminaban de parirse porque se quedaban en la conservadora comodidad de un útero. Las glorias eran soñadas en tardes despiertas y de inmediato una invasora desconfianza terminaba debilitando su grandeza. No eran temores de demonios ni de dolores, eran finos terrores ajustables, terrores al castigo por sentirse grande, terrores a una justicia que sentenciaría un desproporcionado atrevimiento, un inmerecido goce de encumbramiento espiritual. Las valijas nunca estaban listas porque escapar no significó nunca libertad. Quedarse era naturalmente existir como cumpliendo un deber, correspondiendo a los dictados de una maternal hiperrealidad doméstica. Quedarse y recrear, imágenes recién estrenadas, saberes presuntamente insólitos, pero que eran razonablemente sentidos como propios. Los estímulos contradictorios siempre hacen nacer confusas ráfagas de vocaciones. Incitaciones a mundos ocultos y brillantes con sus personajes perfectos y orgullosos, presentaciones de productos emocionales que se compraban como el pan, justo a la hora de tener hambre. Así, las categorías de vulgaridad o excelencia se entrechocaban amistosamente compartiendo sus apetecibles juegos de seducción. Aunque lo excelso se alcanzaba siempre a intuir entre el fárrago de novedades indiscriminadas que asaltan a una mente inmadura, las paredes de tu cuarto no se derrumban si haces de él el templo de la masticación de tu soledad.
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