(Apuntes sobre los ecos de los casos de linchamiento en Rosario y Buenos Aires..)
1. Me niego a reducirlo todo a “Maslatón o la cleptofilia progre”, quiero una tercera posición ya!
¿Qué soy? ¿de izquierda, de derecha, más o menos, zurdo, facho, tolerante, progre, socialista, liberal? Me hago un auto test. Soy bastante de izquierda, nunca podré serlo al nivel de los troskos por ejemplo, porque eso es imposible, pero lo soy. En materia ideológica, en los grandes trazos de la filosofía política y la teoría económico-social soy más de izquierda que el promedio de los K, de los progres y del propio peronismo, porque aborrezco al capitalismo como sistema, porque sin ser necio y negar sus virtudes productivas me parece un sistema humanamente injusto, porque está basado en el individualismo y la insolidaridad, porque está basado en la agresividad y la desigualdad entre las personas, porque lo considero una etapa que la humanidad debiera superar pronto y que no alcanza con volverlo más humano al capitalismo, no alcanza con reformas, con los intentos de mejorar la distribución solamente –aunque bienvenidos sean mientras tanto, creo es necesario hacer una revolución y cambiarlo por otro sistema. Frente al neoliberalismo y su ultra individualismo como receta añoro un mundo que marche a un socialismo de fuerte tendencia libertario. La concentración de las riquezas y el poder en pocas manos al mismo tiempo que una enorme población pauperizada y un planeta destrozado, la coexistencia ampulosa de unos pocos grandes millonarios y de millonarios números de carenciados la considero una injusticia y un absurdo lógico, me parece una enorme afrenta a la humanidad que se dice civilizada. En las cuestiones humanísticas soy ferviente defensor de la no discriminación racial, del derecho a la igualdad y la diversidad en materia de sexualidad y relaciones humanas, en materia de género, y en el avance sobre cuestiones de la vida privada que todavía se encuentran maniatadas por siglos de una cultura conservadora y represiva. En materia penal soy crítico del abolicionismo pero tampoco partidario del aumento de las acciones represivas o de los montos de las penas como la gran solución, sino de una administración racional del sistema.
Pero cuando se tratan los problemas de la violencia social, que ha dado en llamarse “inseguridad” siento muy extraño y muy alejado de esa vulgata cleptofílica progre que se propaga como un pensamiento automático, mezcla de anarquismo mal digerido, ultra individualismo liberal confundido con derecho social, más abolicionismo penal escandinavo y holandés mal interpretado. Me revela, me despierta bronca.
2. Predomina una explicación bien pensante: la única causa de los linchamientos fue la maldad y el fascismo de la gente, acicateada por los medios. El mensaje es: odien a los que lincha, porque son odiables. Varios dirigentes de la derecha han dicho que entre las causas está la falta de estado, obviamente aprovechan para pasarle factura al gobierno, una oportunidad más para bajar línea. No están equivocados, una de las causas es la falta de acción de la justicia que representa al estado.
Reconozcamos que hay hambre y sed de justicia en el pueblo. Si, en la gente, en esos “fascistas” que son los habitantes de barrios urbanos argentinos. Pero les informo que es lo que hay. No tenemos otro pueblo, es ése nomás, sino vamos a creer que los únicos que pueden llamarse pueblos son los chorros o los bienpensantes que se indignan –nos indignamos- ante el fascismo generalizado.
Primero era la clase alta la que era fascista. Luego se hizo extensivo a la clase media, entonces el problema era que las clases altas y las medias eran fascistas. Pero la extensión siguió y ahora resulta que el populacho también es declarado fascista y asesino, por lo que ya completamos el cuadro y el pueblo argentino todo ha sido declarado fascista con la única excepción de “nosotros los bien pensantes y los chorros”, los únicos buenos. Hay un problema en esa teoría..
3. Cuando una de las partes del contrato social no se cumple, sobreviene la barbarie como respuesta. No creo que el linchamiento de Rosario en su actual contexto haya sido una reacción a la agresión del ladrón en si misma, fue una reacción a la impunidad con la que viene actuando, es respuesta a la falta de justicia y a la experiencia de una especie de estado de indefensión y anomia frente a una vida “normal” que ya implica un alto grado de presión en la supervivencia y una vida urbana expuesta a la “convivencia” con un mundo de hampa cada vez más podrido, entongado y omnipresente. Asi como salir a robar puede ser una reacción a la anomia, salir a linchar puede ser casi lo mismo. La injusticia de la impunidad genera la barbarie. La impunidad es la antesala de la indefensión, de la injusticia de tener que salir a cumplir con los mandatos sociales y a la vez tener que tolerar al violento que no los cumple sin posibilidad de reacción ni derecho a la protección. Y no es la impunidad solo del que afana carteras, por favor, ése es solo un símbolo, es la impunidad de los narcos, de los que trafican y roban con armas, de los que aprietan y amenazan, de los barras bravas, de los pesados que se pavonean dándose costosos gustos, de un hampa que no disimula sus arreglos con la policía y de una policía que no disimula sus arreglos con los hampones. Cada patada que le daban al pibe se la daban en sus mentes a los narcos, a los que se pasean en motos caras y con ropa de marca porque viven de la venta de falopa al lado de los que tienen que ir a laburar 12 horas a la fábrica o a hacer changas para poder comer.
En Rosario el estado convirtió a las ciudades en un desierto de justicia por una combinación nefasta de factores. El estado no es el gobierno nacional únicamente, es una combinación de instituciones que tienen un grado de incidencia cuyo nivel de detalle y cotidianeidad es inversamente proporcional a su jerarquía regional: el poder judicial provincial y nacional, los poderes ejecutivos y legislativos municipales, provinciales y nacionales.
En Rosario cuando el hambre del 2001 golpéo estómagos los “vecinos“ mataron y se comieron un caballo, hoy fueronn capaces de pegarle en el piso hasta matarlo a un chico que robó una cartera. Querer explicarlo con que “lo que pasa es que son todos fachos y escuchan Radio 10”, es lo mismo que decir “y que querés, son todos negros, por eso roban” como dice la derecha de los chorros.
4. Leo razonamientos impecables “Hay ciudadanos que no ven las consecuencias sociales de los linchamientos". Cierto, pero no leo acerca de que "Hay ciudadanos que no ven las consecuencias sociales de los delitos" No es justificación, de la reacción ni justificación de la acción, es analizar la trama de causalidades.
Otra frase : "La ausencia del Estado no justifica la violencia por mano propia" Obvio que no la justifica, pero no estamos para discutir eso, que es indiscutible, estamos par aver por qué pasó y poder evitarlo, hasta diría desterrarlo. No la justifica pero la explica. La ausencia de trabajo no justifica el delito de golpear a una anciana para robarle, pero lo explica.
La reputada miembro de la Corte Suprema Elena Highton de Nolasco, afirma sobre los linchamientos: "No creo que ocurran por falta de justicia" Es la afirmación pura del egoísmo corporativo. Cero autocrítica y la culpa es del Otro.
Siento que si seguimos estando del lado de los ladrones antes que el de la gente que es víctima de los ladrones no ganamos una elección en la puta vida más. Y estar del lado de la gente no es justificar ni proponer ninguna justicia por mano propia, sino la justicia por manos de las instituciones, y asumir la necesidad y los costos que implique ir a fondo.
5. Me preocupa que a los que estamos del lado del pensamiento de izquierda, progresista, nacional y popular, K, que se yo, como se llame, nos vean siempre del lado de los delincuentes y nunca del lado de las víctimas de los delincuentes. Pero me preocupa el pueblo, la gente, no los dirigentes de la derecha o los que son de derecha porque se que con ellos no voy a contar nunca, me preocupa la gente común, los laburantes, los clase media, los de a pie, esos que temo vamos a perder porque le estamos transmitiendo un mensaje poco grato, de insensibilidad. Siempre aparecemos tocando la campanita de la sensibilidad y la solidaridad cuando la agresión la sufre el chorro y no su víctima.
Si linchan a un chorro como en el caso de David Moreira, es una tragedia repugnante por cierto, que enciende la sensibilidad y hace que se escriban poemas alusivos a su martirio. Pero antes o después cuatro tipos armados matan a un remisero o a un tipo en una entradera o salidera y nadie dice nada, ni un mensaje de solidaridad, menos que menos un poema. Como si el asesinado fuera culpable de lo que le tocó. Deberíamos desterrar eso de que “no garpa” en términos políticos progres ponerse del lado de las víctimas del delito, como si sus derechos vulnerados o sus individualidades agredidas representaran un estigma incorrecto. Los de izquierda venimos formateados para hacernos eco al revés, porque quizá asociamos simbólicamente al ladrón con el luchador social y al ciudadano de a pie que es víctima con los abusos de los militares o la policía.
6. No quiero aceptar jamás la posibilidad de discutir otro tipo de justicia que la regulada por las instituciones de la sociedad. Si éstas son malas o cumplen su misión, hay que transformarlas, pero desconocerlas es un asesinato y suicidio social. Nunca se justifica un linchamiento.
Tampoco soy partidario de apañar, idealizar, angelizar, impunizar y despenalizar al ladrón en tanto individuo y ser indiferente a las consecuencias en las víctimas, a las consecuencias humanas en los individuos del conjunto de la sociedad expuestos al accionar del ladrón, porque lo último es causa de lo primero. La solución es ser consecuente, solidario, ecuánime, simétrico y en definitiva justo con la asignación de la justicia. Pelear con igual fervor para que las madres con carteras tengan derecho a andar por la calle sin atacadas por ladrones impunes y pelear para que los ladrones primero tengan posibilidad de no serlo mediante la inclusión y si lo son, que tengan el derecho a un juicio justo y civilizado bajo las instituciones sociales establecidas a tal fin.
Insistir con la versión chorro-friendly es ganarse una impopularidad al divino botón, porque es hacerle el juego a una derecha que se hace un banquete con los platos que se les sirve en bandeja para desnaturalizar los procesos y hacerlos pasar como consecuencia de su propio sentido común construido desde sus intereses y prejuicios.
7.No se por qué se elude hablar de premios y castigos, cuando es el más elemental de los esquemas de asignación de justicia que el pueblo comprende y es el mejor movilizador de conductas. Por más que se lo niegue en toda sociedad el castigo disuade y la recompensa estimula determinadas conductas. La diferencia está en las conductas que se elijen para disuadir o estimular. Cuando ese sistema se distorsiona, cuando el que agrede las leyes de convivencia es premiado con el beneficio del consumo y el que las respeta es castigado de diversos modos, explota la reacción bárbara.
8. Hablan de “proteger al más débil”. La misión básica de la Ley es proteger al más débil. Solo que se necesita equilibrio a la hora de establecer quién es el más débil en cada circunstancia de convivencia. Entre un ladrón que ataca con armas o simplemente ejerciendo violencia física a una chica, ¿quién es el más débil? La chica. Si primero no se piensa en ese más débil, luego surge que el más fuerte pasa a ser el más débil en una circunstancia de linchamiento. No hay que minimizar el daño vejatorio que recibe la víctima de cualquier delito que implique abuso violento de la integridad de la persona. Recibir un robo o arrebato de un bolso o pertenencia en forma violenta, con golpes y tomas, es un acto que al generalizarse adquiere un efecto perturbador de la tranquilidad de las personas, se vuelve amenaza omnipresente.
9. Es en la visión ultra liberal y no en la socialista prima el interés del individuo que el del conjunto de la sociedad. En la visión socialista, de izquierda, prima el interés de las mayorías, del beneficio del conjunto social antes que el beneficio de un individuo. Los derechos individuales no son absolutos, se deben al interés general.
El abolicionismo, desde donde derivan muchas de las teorías cleptofílicas, parten de enfocar el problema del delito solo desde el punto de vista del delincuente como individuo o sujeto delictivo sin considerar sus efectos sobre la seguridad y la integridad del conjunto social articulado, y de partir de un preconcepto ideológico que identifica la actividad del delincuente como justa, como una especie de acto de reparación social. No existe conciencia de que el delito es esencialmente un acto antisocial, que un es un atentado al pacto de convivencia pacífica entre las personas y no un atentado contra el sistema capitalista. Asi se pone el derecho individual de un delincuente por sobre el derecho a la seguridad y el bienestar general del cuerpo social, lo que representa un riesgo para el conjunto, es una doctrina de extremo individualismo. El abolicionismo nace en países de alto desarrollo como Suecia y Holanda, como un juego de utopías literarias que se operan desde un individualismo de izquierda o progresismo liberal. Para esta corriente no existe el delito, existen “conflictos” que se han de superar según una extraña fórmula ideal a todas luces inexistente. Muy a mano de las teorías del liberalismo libertario de tono ultraliberal que dicta que el estado no debe existir ni menos que menos intervenir en economía sino que todo debe reducirse a un libre juego de los actores en el mercado, el abolicionismo penal va por inexistencia del estado en tanto regulador de la justicia, y propicia que todo se reduzca a un libre juego de conflictos que conduce obviamente como en el primer caso al dominio del más fuerte sobre el más débil. Pero ese no es el concepto esencial sino que establecen la idea de que todo crimen es virtud y que todo castigo es un crimen. De sus diatribas se desprende que todo castigo al crimen es igualmente un crimen, o un crimen peor, que no soluciona nada y empeora las cosas.