El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 28, 2005

El hombre siamés ( I )

El hombre de hoy es un siamés
Simetría y evolución - Del hombre mono al mono-hombre

Esto es nada más que una breve introducción de una teoría que está en pleno desarrollo y de la que soy autor. Es una teoría literaria –por ahora sin pretensión científica, nada más que por ahora- y plantea sencillamente que antes de conocerse esta versión siamesa del hombre -en el sentido antropológico- tal cual lo conocemos hoy día y del que todos formamos parte como especie, existió una versión única, unitaria, “single”, “mono-volumen”, asimétrico o como quiera llamársele, que se parecía a cada uno de nuestras mitades espejadas. Lo que constituyen nuestras mitades simétricas es el producto de la unión siamesa de dos seres ocurrida muy atrás en la evolución.

No venimos de los monos, venimos de los “mono-hombres”. Nuestro antepasado era un ser que tenía una sola pierna y un solo brazo, un solo ojo, un solo lóbulo cerebral, respiraba por una sola fosa nasal y por un solo pulmón.

¿Que pasó? Caprichos de la evolución que se le escaparon al viejo Darwin. El accidente de la naturaleza que produjo el ser siamés fue realmente un verdadero milagro que transformó la historia de la humanidad. Este nuevo ser binario se rebeló infinita e inesperadamente superior en capacidad mecánica y psíquica a los pobres y originales hombres unitarios, ya que prácticamente multiplicaba exponencialmente todas sus prestaciones: podía usar ambas piernas y brazos al mismo tiempo, sostenerse y moverse con mayor velocidad, aparte de desarrollar un perfecto equilibrio que potenciaba su destreza locomotiva dada su ajustada simetría y su distribución de pesos. Sería tedioso describir todas las ventajas que obtenía este nuevo engendro “dual” respecto de su predecesor, por ello sólo destacaremos algunas. La boca del ser original era una única hendidura casi circular dotada de una única fila de molares, la nueva dentadura de doble fila simétrica permitió aumentar la capacidad de alimentación potenciando el crecimiento y la supervivencia. El originario lóbulo cerebral se mantuvo dentro de una estructura ósea única de cabeza fortalecida y agrandada, pero derivó en dos hemisferios unidos que sumados y complementados fueron aumentando geométricamente sus facultades neuro-sensoriales. Así fue que el accidente siamés –un verdadero “aborto genético”- terminó eclipsando el reinado del pobre “mono-pié” y “mono-mano”. Tras unos cuantos millones de años de evolución, los siameses sobrevivieron y se expandieron enormemente transformándose en el homo faber (su versión actual) y los “singles” se extinguieron irremediablemente, producto de su propia incapacidad de sobrevivir en el entorno, y de la masacre y esclavización a que los sometieron los propios siameses convertidos en nuevos reyes.

Como todo siamés, el nuevo ser unificado producto de la fusión biológica y genética, debe tener muchas partes de su cuerpo “únicas” o “compartidas” para poder existir como unidad y no disgregarse, y la zona de mayor unión se dio en el conjunto tórax-abdomen. Allí vemos como algunos órganos internos no pudieron conservarse simétricos y quedar “duplicados” en el nuevo ser, y se mantuvieron en una sola unidad, tal es el caso principal del corazón, el estómago y el hígado. Los intestinos también permanecieron en una única expresión agregada porque eran unas tripas groseras que directamente se amontonaron acomodándose en el mayor espacio abdominal de la unión. Es evidente que estas partes donde ambos seres unitarios deben compartir un solo órgano resultan ser su “talón de Aquiles”, su peor defecto, debilidad e imperfección. No por nada el corazón del ser siamés –apenas un poco más grande que el de su unitario antecesor- es un punto débil del organismo, que entra a menudo en colapso a causa de no poder abastecer las exigencias mecánicas de dos “singles” unidos En cambio, los órganos que se conservaron separados quedaron duplicados y a menudo resultaron más resistentes y eficientes para solventar las nuevas exigencias, caso de los riñones por ejemplo, como prueba el caso de que al ser extirpado uno de ellos, el ser siamés cuenta con altas probabilidades de sobrevivir sólo con el otro.

El corte que imaginaba Genovese en su cuento de Kaputt podría ser en realidad la búsqueda de Dios, la del Uno original, antes de la malformación que nos convirtió en estos ridículos aparatos unificados con dos mitades iguales y espejadas. Somos un par en extraña convivencia forzosa. Esto también explica en parte la naturaleza conflictiva del ser humano consigo mismo. Aquella metáfora de que existe un verdadero “combate” en su interior no es descabellada, ya que se trata en definitiva de dos seres diferentes que fueron unidos por accidente, que lograron convencerse de una única y fundida identidad, pero que lleva guardado el contenido latente de una disputa. También vemos como nuestro sistema nervioso se rebela contra esta obligada y equitativa yuxtaposición penetrada, y como resabio de aquella genética anterior nos rebela mensajes muy claros en ciertos detalles neuro-motores: tal es el caso de los miembros hábiles o del “lado fuerte” de las extremidades. Así es que somos diestros o zurdos para usar piernas, brazos o manos, con evidente mayor sensibilidad, potencia y precisión en un lado. Es que la supremacía de uno de ellos se manifiesta todavía en ese combate. Si la fusión siamesa fuera perfecta tendríamos exactamente igual sensibilidad, habilidad y fuerza en cada lado de nuestras extremidades, pero para lograr eso faltan todavía unos cuantos millones de años de reproducción y evolución.

A esta altura muchos ya habrán deslizado un interrogante sugestivo: como era el aparato genital de los viejos seres unitarios. Muy fácil, el masculino obviamente era mono-testicular con un pene fino, la unión derivó en este pene un tanto más grueso y mantuvo ambos testículos separados unidos en su escroto.

¿Y el aparato sexual femenino? Ese y otros detalles como el verdadero origen de la raya central de los glúteos serán explicados en el próximo capítulo.

diciembre 24, 2005

Que la palabra abra latas

A propósito de la nota publicada hoy en Ñ

Ufa con las notas generacionales.

Ya son un clásico, desde que gozo del beneficio social de la alfabetización ha sido una constante leer notas, libros y artículos periodísticos basados en esta estrategia de definición, ir por el lado de la edad. Las jóvenes guardias, los nuevos valores, el semillero cultural, las nuevas generaciones que empujan, la savia nueva. Mete miedo solo recordar este tipo de frases selectoras. En este caso el corte es escandalosamente amplio, porque partir de los nacidos en 1960 es un globo que mezcla generaciones tan diferentes que cuesta creer que pueda pensarse que se destaque algo significativo en común. Que tendrá que ver un cuarentón nacido en 1961, criado culturalmente en la transición procesera y ochentera, con un tipo de treinta y tantos que hizo sus principales armas de absorción en los menemáticos noventas. La excusa es hacer una nota y difundir “lo que hay”. Clarín es un diario pop, todo lo que refleja es parte de esa mirada, lo que existe es lo que es conocido, lo que vende (mucho o poquito pero vende), lo que ocupa aunque sea el centro popular e inmediatamente referencial de cualquier micro-realidad. Sus páginas se llenan de todo lo frívolo, superficial, marketinero, híbrido, pero nombrado. Jamás la mirada de este diario ha de penetrar un instante debajo de lo visible, de lo inmediato. Obviamente son consecuentes en todos su actos, sólo leen la primera página, los títulos principales, estudian por resúmenes, recorren desde arriba de un auto el universo cultural y leen sólo los carteles de los locales que dan a la calle. Esto no quiere decir que de buscar más allá encontrarían oros ocultos o que muchos de estos que hallaron en su escrutinio mínimo y facilista no debieran estar, sólo que al menos las selecciones tendrían un poco más de representatividad real.

Dice Muleiro para semblantear a esta selección “No escriben en las alturas. No se apropian ni reelaboran prestigiosos lenguajes previos. Como algunos de sus abuelos vanguardistas han sacudido el objeto artístico de cualquier halo sacral. No han amagado discursos de ruptura, no han salido a cruzar a ningún pope ni plantado una flor extraña ante los que se inclinan con gesto reverencial frente al arte. Avanzan de manera epigonal, línea a línea, sin sobresaltos, buscando algún relieve que merezca ser apuntado en la libreta. Son los poetas argentinos nacidos a partir de 1960 sometidos a una época con demasiados rigores y pocas fiestas.”

En otras palabras, no han hecho un carajo. Pero merecen destacarse porque es la nueva tendencia, lo que hay, una expresión más de esa ideología complaciente de la aceptación acrítica del hecho consumado, consumido y consumible. La podría llamar la nueva cultura de la disponibilidad, solo existe lo que está disponible. En los supermercados o en las principales casas, basurales y cementerios del ramo. No soy especialista en la materia, pero me animo a apostarle muy fuerte a quién sea de que eso no es “lo que hay”, es nada más que lo que quieren encontrar.
Y cuidado con asociar la trivialidad y la boludez con "sacudir el halo sacral" del hecho artístico, un camino peligroso que puede llevar a confundir mediocridades y gansadas en transgresiones liberadoras.

Decir que me parecen buenos o malos los poemas seleccionados no creo que corresponda ya que no estoy en condiciones siquiera de plantear una postura estética en materia de poesía, y esa es para mi una condición necesaria para poder adosarle el predicado de “crítica” a una reseña o comentario y emitir juicios de valor. Como es 24 de diciembre y no tengo ganas de trabajar, a modo de parcial referencia para ubicar al menos mis preferencias ( sigo con las rimas inconcientes ) enlazo este artículo ligado al lado psicoanalítico de la poesía donde se expresan algunas puntas que comparto, quizá hoy puestas un tanto en crisis y mezcladas con otros vientos menos “duros” en materia de colusión lingüística, porque creo que la posición permanente de combate semántico del lenguaje poético merece períodos de convivencia con la paz del pan pan y el vino vino. Por ello me limitaré a las categorías de la experiencia personal en cuanto a si me gusta, me conmueve o me da sueño. No me gustaron en su “inmensa mayoría”, menos me conmovieron o me produjeron algún resonar de esos ecos sacramentales que se reflejan desde la nariz hasta el último pendejo del culo. Los sentí estériles, indiferentes y vacuos. Una poesía muy descriptiva, narrativa, demasiado plana, registrativa y trozada para mi gusto. Es que espero de un poeta que me diga algo más, no que me informe de una anotación en su cuaderno en tono descriptivo obvio y tautológico, casi periodístico. La poesía es mostrar alguna que otra habilidad perturbadora para hacernos notar que existe algo más allá de la mera función mecánica del lenguaje, usar su capacidad de contradecir opulencias y enervar tranquilidades, sino me suena a trozo de prosa puesto en una columna de ancho reducido. De los que están linkeados en los pdf a los que remite la versión web de la nota, me gustan más los ejemplos de la última hoja, los de Ana Arzoumanián, Laura Lobov y Darío Rojo. Pero aclaro que leo en los blogs cientos de poemas que me producen más que estos.


Muleiro resume bien los choques de tendencias sufridos en las últimas décadas. Lo más interesante para mi fue la parábola de la generación más pegada en su nacimiento a los 60, que fue la que sufrió el impacto del consecutivo asesinato y renacimiento de su cosmovisión formativa; y que luego de haberla tenido entre sus manos nuevamente -producto de ese renacer de altísimo costo en dolor- vio como se le iba escurriendo entre los dedos de la desintegración impúdica de los noventa. De esa colisión gigantesca el desparramo consecuente de corrientes, despojos y mutaciones fue muy diverso. Algunos directamente vendieron sus pasados credos y renovaron enseguida el look “doctrinario” para militar en el culto al kistch exitista. Otros quedaron atrincherados en la oscuridad impenetrable del anacronismo y desde allí establecieron estaciones de rezongo y resistencia, ladrándole a la luna mediática pero olvidándose quizá de las posibilidades de conseguir combustible para sus propios cohetes de despegue. Otros creo que han alcanzado alguna síntesis transformadora y son los que yo llamo “retornados”, cuasi-cuarentones informatizados cuya adaptación les permite escribir cien veces coger y pija sin olvidar las viejas chispas fundacionales de la profundidad transformadora, esa burbuja solemne, contrera y testimonial, terca amante histérica y demandantemente revolucionaria que cuesta tanto abandonar.


Hace poco leía en un diario un aviso sobre un concurso de cuentos en un municipio bonaerense en cuyas bases se establecía una prohibición expresa: “no se aceptarán relatos en lenguaje poético”. Claro, pensé yo, los jurados estarían abrumados de cuentos torturantemente ambiguos y difíciles de elucidar como tales. Luego aquí parece ser que al seleccionar la poesía de los nacidos después del 60 optaron por mostrar una naturaleza secamente narrativa y descriptiva, apta para creación y consumo fresco y apurado. Que complicado, ¿no?, ¿será la dialéctica de las tendencias contrapuestas?. Si algún día organizo un concurso de poesía estaría tentado de poner una regla “no se aceptarán poemas en lenguaje narrativo”



Posdata navideña:
Creo que la navidad, más allá de la si uno es cristiano, ateo, judío, marxo o musulmán, aqui en Argentina se convirtió en la fiesta de la familia, ese momento donde nos dedicamos a ver que pasa con nuestros amigos de la sangre, las raíces, lo básico, lo medular, los afectos fundantes. Por eso, quizá aún los que no les dan demasiada bola a la liturgia religiosa -me incluyo- le damos bola a la navidad por ese sentido afectivo. Para mi, la navidad es fiesta de los afectos primarios donde están incluidos los amigos entrañables que son parte de la familia, que tanto, aunque los vayamos a saludar después de brindar con nuestro cuñado o primo insufrible.

diciembre 21, 2005

El día del narrador


Estas jóvenes y tostadas palabras vienen a cuento de una celebración que no ha ocurrido todavía, pero que ojalá sea instituida tan pronto como se pueda: la del día del narrador. No sería mala idea instaurarlo, ya que el llamado narrador o 'narreitor' es un destacable adjudicador de espacios y tiempos de más que respetable repercusión en la esfera de la cultura, también un mago eficaz que opera con la palabra pelada, sin esterilizar, un más que austero instrumental. Debiera honrarse su oficio de poder ser testigo de todo lo que le plazca, malversar la posición relativa de cualquier fondo y figura.

Narrar es robarse la posibilidad de ser un jodido autoritario de la falsificación. Todo narrador es sospechoso de perversión que duda cabe, de que otra forma explicar ese interés casi malsano por prestar atención a tantos detalles para contarlos como si hubieran existido. Fetichistas y necrofílicos seguramente pueblan esta fauna clave en la consistencia de la pasta circulatoria del sentido escrito. Tener entre las manos y los ojos un texto que sabemos pertenece a un narrador, es como abrir un envase tetra-brik de jugo de naranjas, confiamos en que el sabor y el color artificial de los colorantes y los venenos químicos presten una versión que al menos nos haga imaginar con alguna aproximación decente a la verdadera.

La sensación afiebrada comienza cuando nos rendimos y asumimos que realmente va a suceder el acto por el cual un narrador nos va a contar una historia. Y entender historias es todo un trabajo que uno no está siempre dispuesto a comenzar. “Déjame que te cuente limeño…” Primero nos vamos a tener que dejar contar, le vamos a dar un crédito a sola firma, nos vamos a poner abiertos de piernas sensoriales, listos para bebernos toda la acumulación de trampas corregidas. Y ‘contar’ es un vocablo macabro, tiene ese hedor opaco de la matemática doméstica, de la contaduría tributaria, de la contabilidad manuscrita. Un contador de historias. El contador es el que lleva los libros, anota y asienta, lleva registro. Un narrador también saca cuentas todo el tiempo, cuentas que no cierran y sangran todavía. Es un recaudador de detalles.

Un narrador es un farsante desprejuiciado. Algunos nacieron para escribir y otros para narrar. Contar, relatar o describir, es un grado mucho mayor de perversión que inventar o pensar por ejemplo. Exige una paciencia infinita, una alevosía prolongada, un goce sórdido en el silencio de la preparación minuciosa, una resistencia maratónica a la tentación de la eyaculación precoz de las situaciones. Todo narrador es cínico por naturaleza, no se avergüenza de sus oscuras intenciones, ni de sus inverosimilitudes, se agazapa en el regazo de su tortuosa especificidad, raspa en la entraña de su granulosa composición.

La primera obligación de un narrador es excitarnos. Si tras consumir su mercancía no nos queda al menos un delicado perfume de cualquier tipo de erección, pues que se vaya buscando otro trabajo. Pero la segunda obligación, más sofisticada y no menos eliminatoria, es mostrar una sólida cretinidad, una suficiente y capacitada disimulación de toda ingenuidad estructural que aleje la posibilidad de que le perdamos el respeto.


Las historias a veces se compran hechas, los narradores en muchos casos se parecen a los primitivos cazadores-recolectores, andan por ahí buscándolas ya preparadas o condensadas para que se puedan disolver en agua caliente y queden listas para servir. Desesperados, hurgan archivos, revuelven papeles, roban testimonios, llegan hasta pueblitos lejanos (y polvorientos) y hasta le pagan una fastuosa cena a algún pobre mendigo lugareño para que les cuente esa historia que ellos transformarán en novela, en una novela viciada de la más triste impuntualidad.

No me explico cual es la causa pero las novelas históricas, que en vez de usar la propia imaginación apelan a los archivos o a los recuerdos de los demás, violentan un poco mi tolerancia gástrica. En la última cena de mi reino literario ubicaría en lugar apartado de la mesa a los documentalistas y ficcionadores de historia. Hace unos días miraba en un canal de televisión una nota a Javier Sierra, un escritor español que fabrica novelas históricas casi al por mayor. Sentí náuseas. Los imagino hurgando en bibliotecas y dependencias húmedas, viajando a países exóticos para revolver documentos apolillados, pernoctando en oficinas ocultas para encontrar los secretos y los misterios atractivos que su imaginación no consigue crear. Los historiadores que novelan la historia y los novelistas que historian las novelas pronto van a lograr fusionar sus profesiones. Un combo humano morboso que luciendo anteojillos chupatínticos presume de ser el único coleccionista que posee esos secretos que nos faltan para completar el álbum. Se explica su brutal éxito por el sencillo hecho de que todos sabemos que vivimos entre mentiras, que la historia no es otra cosa que información heredada susceptible de haber sufrido manipulaciones.

Como no va a comprar estos libros la gente si en ellos está en juego nada y más y nada menos que la posibilidad de enterarse de que San Martín era en realidad un hijo de puta y no cruzó Los Andes o que Judas se culeaba a la mujer de Jesús.

diciembre 19, 2005

Una exclusión asistencial (II)

Esto casi que podría haber sido un comment más en algunos de los blogs participantes, pero creo que es mejor dejarlo escrito aqui.


Continuando con el post anterior, me puse la día leyendo el artículo de Sara Vasallo ( las citas en negrita son de ese texto) citado en póstumo. Me parece muy interesante y encuentro muchos puntos de encuentro con lo que escribí en mi primer y segundo post del tema.

Emerge una contradicción básica y una incompatibilidad insalvable, brutal, que se esconde y se disimula –“racismo disimulado” dice Vasallo-, o se racionaliza, pero que está al acecho para aparecer con toda su potencia toda vez que es desafiada en alguna de sus partes sensibles. El orgullo nacional choca irremediablemente con el rechazo al extraño. Los rebotes del pasado colonialismo llegan dando ruidos opuestos, mezclando de forma torpe el eco de las culpas con las pesadas cargas de las reparaciones históricas, los arrepentimientos y los rencores. Y me parece una contradicción no resuelta, al menos en mi capacidad de sacar conclusiones y tomar posición. No me inclino a creer que estas manifestaciones de exclusión del lado de los franceses sean producto de “desprecio humanista”, sino más bien correlatos del encuentro con su propia encarnación nacional desideologizada, despojada de epopeyas literarias.

"¿O "indígenas" de la república”, "bárbaros que rechazan la asimilación", como lo declara Radio Courtoisie, que utiliza el concepto de "guerra étnica" proponiendo reemplazar la palabra "inmigración" por "invasión"?

"..¿cómo salir de la contradicción inherente al discurso colonialista. humanista que soñaba con reunir a sus súbditos bajo la férula de una república para todos que unificara todas las diferencias? ¿Es posible recubrir todas las diferencias? Ese discurso se resquebraja ahora. Lo que queda en descubierto es el desprecio humanista (y el odio del despreciado)."

Es como se pone evidencia la impotencia de los valores democráticos y políticos del campo del discurso, contra los mandatos de la sangre acerada en los valores de una cultura y una nacionalidad, de sentimientos y valores arraigados desde las vísceras con los que se ha construido esa identidad soberana. Por un lado un “yo” cultural que se pone en evidencia, muestra las hilachas de su condición de gigantesca racionalización, de expresión idealizada de altura cívica y construcción intelectual, de un estiramiento imaginario y sobrevaluado de la propia capacidad moral. Un reino de la tolerancia, del fraternalismo internacionalista, de la construcción común, un “Todos seremos uno y no habremos de discriminar a la gente por su raza, origen o condición”. Mentiras. Es que del otro lado está el “ello” de una identidad que se basa en la necesaria diferenciación de los diferentes, de eso se trata, gobernada por un poderoso instinto básico nacional, un instinto que es racial aunque no llegue necesariamente a ser racista.

El Otro nunca es parecido a nosotros, sino no sería el Otro. El Otro es a veces un impuesto a pagar por la civilización, una consecuencia a pagar de nuestras debilidades sentimentales y de nuestras literaturidades ideológicas. Los hechos son siempre más reaccionarios que las palabras.
A la hora de salir del trabajo cansados y angustiados todos somos más de derecha que a la hora de ver una película.

Pero para no poner el foco solo en un lado, de parte de los revoltosos a la comprensión se llega desde la deformación. El razonamiento desde el rechazo podría ser “¿Así les pagan a una sociedad a la que “invadieron” y de la que se valieron para matarse el hambre y gozar hoy día de un status mínimo pero abismalmente mejor en lo material que el de millones de padecerores de los países atrasados?”. Pero es también literatura de héroes esperar que se pueda experimentar este tipo de procedimientos morales para grupos sociales que se pegan al borde escabroso de una cultura occidental que no es otra cosa que la cultura del hecho consumado, de la medición fría y despiadada de resultados y relaciones de fuerzas, y donde no hay lugar para gestar lógicas de lealtades y gratitudes sociales inexistentes, o de escrupulosas especulaciones. Nada importa más que exigir lo que se pueda tomar hoy según la posición, tomar todo lo que se pueda. Llevar la zapatilla de marca no es una elección, es una recolección de una posibilidad que está disponible, y la sociedad de consumo de occidente enseña que si está debe ser usada. Todo signo suelto debe ser capturado y devorado, es la forma de alimentarse, sea una moto, una zapatilla o un tatuaje.


"...Sí, muchos de ellos odian a Francia y son franceses nacidos en Francia. Reaccionan a la imagen que les devuelven los medios, que transforma las periferias en zoológicos dignos de curiosidad en los momentos puntuales de las campañas electorales. Sí, odian al que los desprecia."

El rencor y el recelo están a la orden del día. De acuerdo, en la parte II de mi primer post mencioné la importancia de los medios en la construcción de la inclusión. No se en que grado de consenso los medios reflejan esta actitud en Francia.

diciembre 17, 2005

Una exclusión asistencial (I)

El tema de las recientes revueltas francesas renació en los blogs con los posts de Xenia y Massei, más la reacción de Freidenberg. Yo escribí algo hace un tiempo, y hoy día mi conclusión es que queda expuesta cada vez más la endeble sustentabilidad de cada tentativa de explicación, por más que eso no quite que me encante escribirlas y leerlas. Todos los intentos que he leído y el mío propio, se parecen más a un acertijo mejorado de testigos lejanos, lectores de señales de quinta y sexta mano, decodificadores que actuamos por analogías y semejanzas; demasiados transportes de análisis generalistas que ante casos como esto resultan azarosos en demasía. No tiene nada que ver con si los análisis son serios o no, podrán ser serios sólo porque no los hacemos en broma, pero si de algo adolecen es de falta de cimientos sólidos al carecer del mínimo y vital elemento: la observación vivencial de los hechos. Es cierto que no se necesita vivir en cada aldea de occidente para reflexionar sobre los hechos que en él ocurren, la información nos permite ganar alas, pero en este caso esa carencia de presencia en vivo es crucial, y no hablo de la presencia tipo cronista de guerra que acude cuando los conflictos ya sucedieron, sino a quién convive durante la gestación.

Pero así es como lanzo un actualizado tiro al blanco más desde la galáctica lejanía del análisis hiper tercerizado:

Tal vez toda la quemazón francesa sea más por un exceso de asistencialismo que por su carencia. Un “queremos dejar de llevar el estigma etnológico-cultural que significa ser un asistido, y la limitación en el ascenso económico-consumista que al mismo tiempo implica seguir siéndolo”


Lo que falta es “asistencia” en materia de inclusividad psicológica. Lo que plantea Xenia lo veo correcto para un medio como el argentino donde las redes sociales se caracterizan por ser de desprotección y desamparo garantizado, pero no en Francia donde esa cuestión hace rato que ya ha sido superada y el asistencialismo funciona con un alto grado de normalidad para cubrir ese tipo de carencias básicas. Una cosa es mantener a los marginados del patio del fondo sanos, gordos y abrigados –esto está logrado por el estado-, otra muy diferente es hacerlos pasar al living de la centralidad identitaria. Ese tipo de inclusión no se puede delegar en un estado, en los principios asistencialistas del humanismo cívico o académico, hay que hacerla ensuciándose las propias manos.

El planteo de Massei me parece correcto sólo como una parte del asunto, en el que el brote tiene que ver con frustraciones trans-supervivenciales; no se trata de hambre o marginación del tipo carnal latinoamericano, es decir: cagarse de frío, no tener ni para un kilo de pan, lavarse la cara con agua podrida o mendigar un medicamento. Pero creo que no es determinante ni suficiente en si mismo, ya que las motivaciones de las reacciones tienen que ver con un choque contra un muro compuesto probablemente por un cóctel donde se mezclan la falta de movilidad social típica de las sociedades europeas -muchos más estables y estancas en materia de ascensos- y la falta de inclusión social-cultural de los marginados. No me parecen convincentes los argumentos a favor de mostrar cuán integrados están esos periféricos, basados en que son segunda o tercera generación o de que conviven con los franceses en escuelas y fábricas. Desde el momento que existe el ghetto por ejemplo, podrán ser de octava generación pero si siguen viviendo en el ghetto e identificados como tales.

El mecanismo psicológico de la avidez renovada del consumo hace que los objetos de fijación del deseo muten ascendentemente a los escalones superiores ni bien se hace pié sobre el terreno firme de alguno de ellos. Al traspasar una frontera escapando de frustraciones primarias, tener trabajo y comida sirve durante un tiempo, pero luego es insuficiente para calmar los nuevos deseos y la “opresión” psicológica de la exclusión.

En las opulentas sociedades industrializadas ese muro de la cerrazón a la inclusión se levanta de pronto y aparece como inexpugnable. Y es económico a la vez que etnológico-social y cultural. Sucede que el acceso en primeras instancias a cierto nivel interesante de bienestar es relativamente fácil, pero luego se ingresa a una zona de meseta que se va descubriendo cerrada por mil candados. El acceso a trabajos de mayor responsabilidad se hace remoto, las vías de expansión se estrechan y la sociedad parece marcarle claramente quién es quién y cual es el límite, cuando paralelamente las tentaciones del consumo se multiplican. Hasta ahí si, más de ahí no. No es pasar de la moto de 1000 a las de 15000 euro, es pasar de la periferia a la centralidad.

Nadie quema autos solo porque de pronto súbitamente se da cuenta de que no puede subir un peldaño en el escalón de consumo, hay un componente mucho más denso y multidimensional que ha hecho madurar el encendido de la mecha. No se trata de un problema de falta de asistencia social, sino más bien de su exceso, y las consecuencias de su condenatoria eternización.

diciembre 14, 2005

Hargentina florida

Una buena noticia para mi es ver que hoy el excelente sitio español El Florido Byte ha citado una vez más un texto de este blog. Gracias a sus hacedores por el eco

diciembre 13, 2005

Papeles pixelados

Apuntes sueltos sobre la cuestión de los libros y los libros.


Leyendo el reclamo de Margulis en Kaputt dominical, me pareció muy ajustado el señalamiento de Acteón en los comments de una contradicción: si el e-book ha de plantearse como medio alternativo no puede esperar que su difusión sea ofrecida por las mismas estructuras "críticas" vinculadas -en una tradición negociada- a sostener lo producido por las editoriales tradicionales. No es que sea el reclamo me parezca carente de razones, pero la prensa central somete a ninguneo no solamente al e-book sino a todo tipo de expresiones culturales que se hallan fuera del circuito establecido: discos, libros, muestras de artes visuales, teatrales, etc, y todos sabemos que si se paga el espacio o se llevan avisos es altamente probable que se publique una reseña de cualquier cosa, sea texto electrónico, virtual o impreso con una Citizen de matriz de punto sobre papel higiénico. Lo que me parece que se deja notar como la contracara de la argumentación un tanto despechada de Margulis, es que existe en el ambiente cultural una fuerte y marcada discriminación hacia las publicaciones electrónicas, no se considera que “eso” ( un e-book ) sea una obra digna de ser tomada en serio. Vamos a los hechos: predomina muy fuertemente la idea de que escritor que existe es el que publica en editoriales reconocidas y cuya reseñas salen en los medios grandes, todo lo demás guarda un sabor amateur, de segunda o por qué no de cuarta, por más revestido que aparezca con los fosforescentes esmaltes de toda la nueva ola virtual, alternativa, internética o informática. Muchos se extrañarían que alguien que ostentase el antecedente de haber “publicado” e-books o sólo material en web, tuviera el tupé de hacerse llamar “escritor”. Dan por sentado un proceso: que el filtro editorial es la solemne garantía de selección de calidad. Parece mentira que cuando hay tantas demostraciones de lo contrario a plena luz de los días, se crea de modo obcecado en esta visión. Se aplica, en su más irracional versión, el viejo y calamitoso “por algo será”: si lo editó Editorial Fulana debe ser bueno, debe haber pasado el tamiz de la aprobación de los supuestos consagrados catadores de literatura. Como si entre las intrincadas situaciones que determinan el lanzamiento comercial de un libro o no, que van desde el juego de las más sórdidas cadenas de influencias hasta las más desnudas tramitaciones comerciales, mediara un tribunal de evaluación arstística de las obras compuesto por representantes inobjetables de la más confiables de las sabidurías literarias. Por consiguiente, si no lo pasó y es un pobre cretino refugiándose en las ratoneras alternativas de la vulgarizada web, no debe ser muy bueno que digamos, por algo lo rebotaron. Los cerebros de muchos consumidores -y peor aún de evaluadores de cultura- descansan sobre este norte orientativo que dentro del medio cultural todavía goza de una férrea supervivencia. Ayesha debiera empezar al menos por armar un buen cóctel de presentación de sus e-books, en el salón de algún buen hotel, con buenos tragos y sanguchitos de miga.


Voy a escapar de pensar sobre los condicionamientos recíprocos entre soporte y contenido. Vamos a la cruda praxis de los objetos. Lo que debe resolver la edición electrónica primero es el trabajo sucio de difusión y valoración, toda vez que el público, por lo general carente de aquellas referencias de calidad mencionadas, está totalmente desorientado ante el encuentro azaroso de publicaciones. Todavía no existe una red crítica alternativa, faltaría construirla sumando firmas de prestigio que ejerzan la crítica literaria en la web –con el riesgo de reproducir el mal anterior- o bien inversamente de construir prestigio (¿) sobre las firmas que ya son publicantes de la web.
La red permite con un saltito astuto traspasar los alambrados de púas de la otrora obligatoria mediación editorial. La descarga paga es un primer gran paso, el primer gran acierto para comenzar con una posibilidad de que el escritor obtenga algún peso por su trabajo, más allá de que los riesgos de la piratería o del libre intercambio imparable prometan estrangularla a poco de que comience a respirar. Luego el tema es que puede hacer el lector con ese archivo si no quiere leerlo en pantalla. Creo que la clave va a estar en una cuestión técnica: que haya alguna forma de hacer imprimir ese texto en forma casera a un relativo bajo costo. Lo he intentado con mi impresora láser hogareña, me fue imposible calcular el costo, pero supongo que para una máquina grande bajaría. Si le compro el libro a Ayesha y resulta ser una interminable novela, pero puedo imprimirlo en algún lugar y tenerlo en un formato tipo anillado o cuadernillo, no estaría tan mal. Costaría esfuerzo pensar que “eso” podría poblar nuestra biblioteca pero es cuestión de costumbre, o tal vez recordar si alguna vez estudiamos que tal vez el apunte que más nos enseño en la facultad era aquel fajo informe de hojas fotocopiadas que guardamos con todo cariño en algún cajón.


El blog como soporte es muy flexible y admite muchos usos. ¿Acaso no hubo un blog que fue una novela por entregas? Ninguna novedad, el blog aquí mezclaria cosas del libro y del diario (periódico) . Total unidad conceptual. El cuento por ejemplo, ¿no es un género amigable al soporte blog o website? ¿No se podría acaso publicar o bien un libro de cuentos directamente o si el trabajo tiene 10 o 15 cuentos publicar uno por semana? Gustavo Nielsen es el que más ha “experimentado” en eso; pensemos si leer un cuento de los suyos es tan diferente en pantalla que en papel. Pero sería interesante fijar un umbral, ¿cuanto ustedes pueden leer en pantalla un texto corrido? En mi caso no pasa de unos 15-20 minutos, pasado ese lapso empiezo a sentirme cansado, las sucesivas bajadas de pantalla me marean. Una idea: lo que comienza a molestar y cansa es el hecho de que el texto no tiene “unidades visuales cerradas”, es decir, páginas que se puedan leer sin generar “movimientos” de enfoque visual en la pantalla, y hay que usar esa insufrible barra o el mouse para bajar y enfocar. Mi ideal sería si tuviera un texto metido en un programa de lectura que presente la página entera legible desde un solo golpe de vista -habría que considerar los tamaños relativos de tipografía y pantalla- y cuyo cambio de página responda a un solo click, sin usar la barra ni el mouse para moverse. Si la unidad de texto queda fija creo que se reduce el cansancio.

diciembre 09, 2005

Entre tenedores

Los síntomas son desenfoques visuales, regurgitaciones, dolor de cabeza y asfixia por la fealdad existencial de los días que se pegan cada vez más veloces unos a otros, sumiéndonos en una especie de flatulencia aérea que sobrevuela cada uno de nuestros actos y de nuestras dudas. Un cosmos dominado por las fases enfáticas, los códigos anoréxicos, las crueles medianías que oscilan entre el infierno de un ascenso de saciedad insuficiente y un hundimiento de evacuación irremediable. Trozos de apetitos cuidados entre algodones, porque ese desenfado obsceno que llaman postmodernidad en decadencia es nada menos que el emputecimiento de las variables maleables de un entorno que se autodestruyen en veinte segundos. Los hitos de la cuestión se dejan ver como anuncios publicitarios. Hay proclamaciones, denuncias, novedades, pequeños pinchazos inesperados, histerias e historias. La curiosidad dejó de ser una virtud, es una condición necesaria en la supervivencia frente al poder del entretenimiento. Criarse en estos tiempos es dotarse para ser un bien entretenido, para extraer del entretenimiento que dan las pantallas un oxígeno vital, es la nueva fotosíntesis humana.
El poder es entretener, que es una categoría de dominación más sofisticada y efectiva que el sencillo tener o poseer, que implica solamente un estado independientemente de la calidad del vínculo. Entretener es sostener la cautividad de los Otros dentro del marco inofensivo de la docilidad y del regocijo. Entretenedores, entre tenedores nos tienen para devorarnos a sorbitos el cerebro un poquito en desayuno, almuerzo, merienda y cena. Entretener es atrapar, y atrapar puede tomar mil nombres: captura transitoria, detención efímera, privación legítima, momentánea y voluntaria de la libertad de repudio, absorción flotante.

La literatura no está exenta de esta peste arrasadora. El libro queda reducido al combate entre las fuerzas que me instan a dejar la página y las que se oponen intentando retenerme en ella. El lema unánime de la literatura es atrapar al lector. ¿Quién renuncia a ello? Los talleres literarios deben ser el lugar a donde han llevado a la literatura para repararla. Y como en todo buen taller lo que no saben arreglar lo descomponen. Porque se ocupan de la magna monumentalidad del lector, ese ganado escurridizo, vacunado de sentidos y sin tiempo para resistirse a la red que lo debe atrapar. Y así pululan bajo la pálida y cadavérica luz de escritorios y computadoras, practicantes y estudiantes de la escritura en busca de la cumbre, engrampar al lector, encerrarlo, adherirlo, esposarlo, mantenerlo en concubinato, enredarlo. Y no hay diferencia entre el lector y el crítico, ya que cada vez más el crítico es el único lector. Los textos deben emanar unas fuerzas centrípetas, para ello se desguazan fórmulas, se dan recetas caseras como esas para ir bien de cuerpo y espíritu, se dilatan todo tipo de orificios en pos de la caza de bultos.
Se enseña que la literatura es tejido.

Dos fases quedan firmes después de remover sus tejidos inútiles: impacto y retención. El golpe es eficaz como sacudimiento, pero es insuficiente, se debe golpear para bajar guardias y defensas, pero también se debe tejer los lazos de la red que garantice la imposibilidad de la huida. Toda corriente de realidad es conducida a su pronta digestión y disecación, sus frutos secos acompañarán la mesa servida y vaciada. Todo se transforma y todo se recicla, todo volverá a ser lo que fue, el mundo como cloaca de reciclaje. La era del vacío de Gilles Lipovestky se está llenando.

Hay que mantener renovable el recurso que alimenta la industria: la avidez. Todo parte de inspiraciones conceptuales físicas y fisiológicas. Por una parte sabemos desde la física que el azar es un recurso renovable, la satisfacción del conocimiento del número de quiniela que salió hoy inaugura la expectativa de número que ha de salir mañana. El secreto de la renovación vacía es la dinámica de lo que se presume será diferente mañana pero cuya única novedad es que será igual. Aquí yace el milagro de renovar infinitamente la avidez por entretenerse. El otro apoyo es trabajar sobre el mandato fisiológico de la repetición. El ser humano está estructurado por la repetición, no por la innovación, por la repetición de la repetición y por la expectativa de la repetición. Los latidos del corazón son repetitivos, lo es la respiración, en su repetición representan la plena expresión de la sanidad. Hábitos, ritos, costumbres, son nombres inadecuados para describir semejante potencia de condicionamiento. Y la Norma y la Regla son sus hijas más famosas, que nacieron para homenajear a su padre la repetición, para darle respeto.

El sexo es repetición, se busca volver a obtener el placer ya conocido, no se va en pro de un nuevo placer desconcertante. Por ahí se fantasea con la posibilidad de sentir algo nuevo pero lo que termina dando placer es reconocer el placer anteriormente experimentado. El alivio de la cara conocida. Freud casi hablaba de un mecanismo de carga de tensión que producía displacer y una corriente que partía en busca de la distensión – y eso no era otra cosa que el mecanismo del deseo-. Ese dispositivo se reciclaba sucesivamente, pero hay una novedad bajo el sol: la distensión se hace presa de la repetición y de la imitación, ha cargado en memoria un tipo de distensión y se hace dependiente de él y es probable que vaya progresivamente perdiendo la posibilidad de sentir placer con otro.

Repetirse es vivir. Las sugerencias son explícitas hasta la exasperación. Los dientes del sentido común trituran significados dispersantes como procesadoras de residuos. Yo sigo usando símiles alimentarios, y necesito empezar urgente una dieta para bajar diez kilos.

diciembre 02, 2005

Será injusticia

No entiendo la inclinación notoria en los jueces y abogados en demostrar que lo jurídico no tiene nada que ver con la justicia a la que apelan cuando sienten la necesidad de justificar las aberraciones e ineficiencias del sistema del que forman parte. Cuando al mismo tiempo y por otro lado, cuando les conviene para darle solemnidad, status y poder simbólico a su tarea, no dejan de llamar de forma rimbombante “Justicia” a todo aquello que tenga que ver con cualquiera de sus oscuros trámites. Así es que no dejan de nombrar esa palabra en todas las formas posibles e invocar la noción y el concepto de “Justicia” toda vez que pueda infundirlos de sacralidad y hacerlos sentir iluminados pro-hombres ejecutores de tan magnas tareas muy por encima de la común trivialidad del resto de los mortales. El colmo es que en muchos actos administrativos se dice el solemne, presuntuoso y falso “Será Justicia”. Otras veces cuando se dan cuenta que la justicia es una concepto filosófico y social demasiado significativo para andar manoseándolo entre las acrobacias de los expedientes prefieren decir ¨ajustado a derecho¨.

noviembre 28, 2005

Para atrás


Advertencia:
Cuando empecé este blog me propuse excluir expresamente al fútbol como tema. Pero uno es lo que su naturaleza le dicta, como decía aquel cuento de la rana que picó igual al escorpión sin pensar que significaba su propia muerte. Y como este post se propone ser un homenaje al lugar común, recurso retórico que tiene en el fútbol precisamente uno de sus clientes más fieles e intensos, no me pienso ahorrar ninguno. Confieso que soy futbolero de alma, de corazón y hasta de intestinos. Desde los 8 años, cuando la mayoría de los colegas blogers seguro tenían madres o padres visionarios que los introducían en la magia de la literatura universal, yo leía todos los martes, religiosamente, la revista El Gráfico. Dicho esto me instituyo con cierta autoridad para opinar y expresar desde posibles interesantes reflexiones sociológicas derivadas como así también vulgares y futboleras calenturas. Estoy tentado a pedir ininputabilidad en este caso. Al menos de algo estoy seguro, y es que el fútbol logra ponerne como pocas cosas en el mundo al borde de la irracionalidad obnubilante, la exageración vindicativa, me deja la sangre a punto de hervor y me hace merodear en los jardines de la locura tan fácilmente como en los de la esclarecedroa sensatez y la justiciera racionalidad. Entre todos esos abismos y paraísos casi siempre no hay más que un gol de diferencia


A los que no entienden de fútbol -¿sería mejor que directamente que no leyeran el post?- intento al menos ponerlos en tema: la diosa fortuna quiso que se diera esta semana en el torneo Apertura 2005 de la AFA un hecho totalmente bizarro: que dos equipos desearan más perder que ganar sus partidos para no favorecer a sus archirivales en la obtención del campeonato. Y pasó lo que todos sabían que iba a pasar pero se empecinaron en negar durante la semana previa. River y Estudiantes dejaron ganar a Gimnasia y Boca respectivamente. ¿Es reprobable? No lo sé, en definitiva es una justa deportiva y en ellas valen reglas del deporte. ¿Por qué no puede ser lícito dejarse ganar? Lo que resulta enervante es la campaña del periodismo y los propios jugadores y técnicos para negar lo que es obvio, lo que sucede delante de los ojos de todos. Las vergonzantes declaraciones de Jorge Burruchaga – director técnico de Estudiantes- anoche movían a una reacción, no es posible creer que exista tanta capacidad de creer que la gente es estúpida para sostener el mismo discurso aún después de lo visto en el campo. Me irrita mucho más que Estudiantes o River se dejen hacer un gol contra Boca o Gimnasia para asegurar las desgracias de sus eternos rivales, el soportar toda la parafernalia dialéctica sobre la honestidad, las suspicacias injustas, las culpabilizaciones ajenas, etc. Pareciera que tomar a la gente por idiota es lo primero que aprende un futbolista de elite.

“El jugador de fútbol siempre quiere ganar”

“Hay que rescatar la honestidad del jugador de fútbol”

“No me importa lo que diga o presione la hinchada, yo voy a salir a ganar”

En lugar de todo esto que se oyó hasta el hartazgo en la semana previa debió leerse primero:

"Acá estamos para hacer guita grande"

Y segundo:

"Vamos a hacer lo que la hinchada nos indique, ya conocemos bien cuán persuasivos suelen ser los muchachos de la barra, como esa vez que se nos acercaron con palos, cadenas y varias 9mm para dialogar sobre la táctica futbolística, y también sabés que si ellos se nos ponen en contra no jugamos más en el club y nos perdemos una torta de guita, nos perdemos, que es lo único que importa."

Ayer, mirando después de los partidos las transmisiones de los canales deportivos argentinos, se oyeron algunas voces al menos que sintieron que debían decir algo ante lo evidente, pero no faltaron los que pretendían seguir encabalgados en las mentiras de la semana previa, como buena parte del canal oficial del fútbol y un conocido ex violador técnico que cacareaba, con su notable forma de expresión oral, una vez más el discurso de la “honestidad del jugador y del técnico”, y todo el rosario de estupideces arteras que se oyeron en la semana para engañar a la pobre gente, a los giles que se la creen toda.

“La carrera del futbolista es corta, ¿viste? Hay que apurarse a hacer diferencia.”

Varios jugadores de Banfield en su partido con el paupérrimo San Lorenzo se hacen amonestar para cumplir la suspensión la próxima fecha y no perderse el match de la última fecha contra Gimnasia porque saben que en ese partido contarán con la posibilidad de ganar los jugosos premios que Boca o Independiente (el equipo que pelee con Gimnasia) paguen como incentivo a sus “naturales” ímpetus ganadores.

“Justo te vas a perder ese partido donde va haber guita”

“Hay que irse afuera o un club grande”

Son los mismos que después en un acto mezcla de apogeo de las más pútrida demagogia y de las más obscena pusilanimidad, meten un gol a un equipo donde jugaron y no lo gritan “por respeto a la hinchada del equipo donde jugué”. Son los “códigos”. Claro, vivan los códigos, los mismos que hacen que la pierna más baja vuele a la altura de la garganta del rival, o que esa verdadera arma mortal que es la suela de un botín repleta de tapones, impacte a alta velocidad de forma perfectamente perpendicular sobre las tibias y peronés inermes del habilidoso contrario, un “compañero de trabajo”.


La tragicomedia mayor llega cuando extrapolamos estos ejemplos y podemos pensar que pueden ser indicadores de comportamientos sociales, porque nada nos niega que se actúe en la sociedad y en la política como se actúa en el fútbol. (Que descubrimiento ¡). El fútbol es un fiel tubo de ensayo de la puesta en escena de los valores. Quedó demostrado que a las hinchadas, a eso tan esquivo y estelar que llamamos la "gente" en definitiva, le importa un carajo la honestidad, lo que importa es cagar al enemigo, al rival, a la contra, “al enemigo ni justicia” ( ? ). Los valores deportivos “made in argentine“ son así, pesa más el deseo de derrota del enemigo que la propia dignidad, que la propia vocación de ganar siempre. La limpieza no es un valor siquiera tenido en cuenta. Honestidad es para “la gente” un valor ajeno, lejano, hueco, les suena a algo extraño; el único código que se entiende es que para cagar al otro todo vale y todo sirve, hasta una ficción de partido, todo se festeja como una gran viveza. ¿Invocar la honestidad propia para perderse una ocasión de humillar al rival? ¿Invocar la honestidad para de alguna forma beneficiarlo? Ni loco. Los jugadores hicieron lo que quería la hinchada, no deja de ser un baño de realismo, un acto de profundo sinceramiento y acatamiento de la voluntad popular. Ahora bien, ¿las barras representan la voluntad mayoritaria de los hinchas? Difícil decirlo, a veces se hacen encuestas y los resultados suelen ser diferentes si se toma al núcleo más fanatizado o a todo el conjunto de “simpatizantes”. Desconozco si antes de estos partidos se hicieron sondeos serios pero es muy difícil medir este tipo de opiniones ya que quién puede controlar que los entrevistados o votantes de una compulsa sean verdaderamente hinchas de un determinado cuadro y no de otros?

No estoy para análisis sociológicos, pero me salen algunos apuntes que darían para un abordaje más profundo y académico en alguna otra oportunidad. ¿Se podría definir cual es la filosofía o la ideología del fútbol? ¿Existe algo así?

Para empezar, en el mundo del fútbol campea el más cruel de los “resultadismos”, de los exitismos más desenfrenados e irracionales; el resultado es lo único que importa y motiva la idolatría extrema o el desprecio más devastador. No hay lealtades ni reconocimientos racionales o sentimentales, cuando el resultado es negativo el hasta ayer ídolo es brutalmente despreciado por su ineficiencia, despreciado humana y profesionalmente... “ incapaz, burro, no puede jugar más, se tiene que ir.... hijo de puta, ladrón, vendido...” No hay razones que puedan equilibrar los juicios, no hay justificaciones intermedias, si se gana es Gardel y si se pierde es el demonio. No hay misericordia con el que ha trabajado, con el que tiene trayectoria, si perdió es una mierda sin remedio. Por el otro lado hasta el más odiado y basureado pasa a ser ídolo si gana, el triunfo hace olvidar todo sus antecedentes de incapaz, pedante, chorro, o lo que fuera. Si gana se transforma en Gardel aunque haya vendido a su madre o se haya violado a su hijita de 5 años. Este síndrome se parece demasiado al eficientismo despiadado que el neoliberalismo impone como modo de gestión de las grandes empresas, donde la crueldad del resultado y el dictamen de los números son preservados de toda intromisión “humanitaria” que obre como atenuante ante un caso de aniquilamiento de personal por ejemplo. Es que el patrón conceptual del mundo del fútbol no parece ser otro que el autoritarismo más sádico y salvaje. Por eso los dirigentes deben tolerar y proteger a las barras bravas pues en su violencia, en su prepotencia, en su capacidad de combate, éstas expresan los símbolos populares más arraigados de pertenencia a una divisa deportiva. Toda una iconografía del poner huevos, transpirar la camiseta, dejar la vida en la cancha, se pone de manifiesto como valor supremo, pero después ante un mal o buen resultado se pisotea o idolatra a quién sea. Así las hinchadas son modelos de intolerancia, autoritarismo, resultadismo eficientista, ingratitud, insensibilidad humana e irracionalidad.

¿Por qué esta salvaje actitud de desprecio humano, porque esta inmoralidad encubierta de pasión, que consiste en denigrar a una persona porque perdió un partido sin respetar ni tener en cuenta nada de su conducta, sin experimentar el más mínimo sentimiento de comprensión racional o emocional hacia las circunstancias que lo rodearon? Arriesgo preliminarmente que puede ser tal vez una dependencia enfermiza de la identificación colectiva con el triunfo, es un tema que merece una investigación psicosocial profunda. Yo mismo me he sorprendido a veces al experimentar “levemente” esa sensación, cuando ante malos resultados y actuaciones terminé deseándoles fervientemente algún tipo de flagelación a varios jugadores y técnicos de Racing, amén de recordar con todo ahínco e ironía a sus respectivas putas madres.

noviembre 24, 2005

¿Arde París? Nacionalismo e integración ( II )

La mirada argentina y latinoamericana

A los argentinos nos resulta difícil entender estos nacionalismos ya que somos una sociedad de escaso sentimiento de identificación nacional positiva. Más bien hacemos gala de una ambigua relación con la nacionalidad, que pasa del límite de una identificación súbita y pasional con la soberbia hegemónica -suele atacarnos ante determinadas circunstancias donde nos sentimos partícipes de una superioridad aplastante-, hasta la más habitual denigración que podemos vocalizar en coplas donde nos ponemos afuera de ”país de mierda”, verbalización que costaría imaginar ni siquiera en broma en boca de un francés, un alemán, un estadounidense o un brasileño. A nuestra condición fuertemente anacional se suma nuestra amalgama racial, somos un flujo inmigratorio en un momento dado de la ignición histórica de su explosiva y particular mezcla, y más allá de que no podemos negar que existen prejuicios de raza en determinados sectores de la población –tema bastante tabú que sabemos esconder bien- nos parece mayoritariamente ridícula la idea de una segmentación tipo “ghetto” por ejemplo en función de ese tipo de tensiones. Nuestro origen aporta bastante para que a una parte mayoritaria seguramente de nuestra población le parezca un acto natural el hecho de que cualquier inmigrante de cualquier parte del mundo se instale en nuestra sociedad como Pancho por su casa. Nuestro umbral de tolerancia a las mezcolanzas está en un punto infinitamente más alto que el europeo.

¿Podría establecerse como insinuaron algunos una analogía entre el fenómeno social de nuestras poblaciones pobres de conurbano bonaerense y el de los centros urbanos principales, con lo que sucede en los suburbios parisinos? Creo que no, porque la tan mentada integración es un tema que va más allá del tener un salario, una vivienda, un transporte o una comida diaria asegurada. Pasa en general en casi toda Latinoamérica, la población tiene su propia cultura, su sistema de entretenimiento y representación, sus circuitos de su música, sus ritos, sus bailes, sus punteros políticos, su carnaval, su fútbol, sus programas de TV, de radio, sus revistas, sus ídolos. Es protagonista, no se siente excluida del imaginario referencial colectivo, está reflejada en los medios, está contestada su llamada desde el marco de las superestructuras sociales referenciales.

Dicho en otras palabras, los marginales latinoamericanos son Latinoamérica, y se sienten lo que son. En París los africanos y asiáticos sienten que no son Europa, y les hacen sentir que no lo son. La marginalidad latinoamericana se manifiesta en lo económico social, a través de la experimentación de carencias y pesadillas materiales relativas de todo tipo: insuficiencias de nutrición, de empleo, de salud, de transporte, de vivienda, de posibilidades de progreso, etc., pero poseen algo que la mantiene viva y insertada en el sistema, su protagonismo superestructural. Puede que esté destruida en lo económico pero no está desintegrada en lo cultural como puede ser el caso de algunos procesos inmigratorios europeos como el francés. La cacareada integración no se logra con civismo libresco aprendido en liceos y universidades, ni menos que menos con instrucciones ideológicas moralizadoras, es un acto que proviene de la historia de “la carne y del espíritu” que en Latinoamérica se sustentó en la mixtura coital, la imbricación reproductiva de etnias, colores de piel y costumbres; no halla otra raíz que la pueda sustentar.

noviembre 21, 2005

¿Arde París? Nacionalismo e integración ( I )

A pocos días de notar como se ya se van apagando los ecos mediáticos de las masivas quemas de automóviles parisinas me siento a intentar desenredar madejas conexas al fenómeno. Yo sigo inclinándome en que se trató – o se trata, ya que no se si terminó o terminará- de una reacción de cuerpo extraño ante todo, vinculada a como una sociedad como la francesa vive el fenómeno inmigratorio. He leído en varios lugares que en definitiva se trató de una rebelión ante la discriminación donde la variable principal era la pobreza. No estoy de acuerdo, en el caso de estos marginales franceses primero se es inmigrante y extranjero, es decir un invasor extraño que viene desde fuera a contaminar un lugar que no le pertenece, segundo se es de raza y religión diferente a la mayoría, y tercero se es pobre. Más allá de si se trata de inmigrantes recientes o de segundas y terceras generaciones, cuando no existe la integración esa diferencia se reduce, lo mismo que las categorías de legalidad e ilegalidad, tener papeles o no tenerlos. La intolerancia al extraño es la contracara de todo nacionalismo duro.


La inmigración: de la necesidad a la molestia

Las sociedades capitalistas desarrolladas en la medida que crecen en su status de bienestar y nivel educativo, generan zonas de empleo abandónicas, es decir, los empleos y labores más duras y menos calificadas son abandonadas por los ciudadanos. Por más pobre que sea un francés ya no va a ir a limpiar baños a una estación ni a palear hormigón a Normandía, antes se queda con el seguro de desempleo, ahí aparece la solución mágica de la inmigración marginal que se ocupe de esas tareas. Ese proceso de sustitución de roles marginales creo en menor medida se da en todas las sociedades desarrolladas y son alentadas a menudo desde iniciativas de los gobiernos y responden a acciones en el mismo sentido de las empresas privadas que necesitan contar con el aporte de ese tipo de mano de obra en determinado sectores. Los Estados Unidos por ejemplo son el reino del “pragmatismo inmigratorio”, me contaba un amigo que hace tiempo vive allá “ …la distribución del trabajo en la sociedad yanqui en una realidad: los estadounidenses blancos-no latinos-protestantes no realizan trabajos de baja remuneración, sucios o duros, todos ellos quedan en manos de diferentes grupos de inmigrantes. Pero eso si, ningún trabajo por mas peligroso que sea -muy bien pagos- si requiere algún grado de sofisticado conocimiento será estos inmigrantes. Estos tipos han hecho su país así”. (x)


¿Como opera el sentimiento nacional?

Aclaro que trato de describir como funciona esa lógica y no estoy tomando partido por ella o contra ella por ahora. Creo que tiene poco que ver con la bandera y el espíritu competitivo que habitualmente se cree fundamental. El orgullo por la sociedad en la que se vive es vivenciado como un logro, como el resultado de un esfuerzo para alcanzarlo, en sentirse protagonista del nivel de vida alcanzado por la sociedad y por el cual, seguramente, se ha pagado el precio de sacrificios, esfuerzos y superación de momentos malos, propios y de los antepasados inmediatos. Quién internaliza ese sentimiento de arraigo de responsabilidad y protagonismo constructivo tiende naturalmente a sentir una sensación de injusticia si observa la llegada de oleadas inmigratorias. A los ojos de esta “opinión nacional” los que vienen siempre estarán ocupando un lugar que no corresponde, gozando de los frutos de una sociedad que no construyeron, y si encima son pobres constituirán una carga que ningún buen ciudadano tendrá el agrado humanitario de costear. Esa tensión se refleja en ambos lados. Los marginados la reciben, entienden el mensaje que se manifiesta en una multiplicidad de gestos, como una mirada que les está diciendo “vuélvete, no ocupes más lugar y si ocupas vete al lugar que te den, se agradecido y no rompas más las bolas”. Así opera básicamente el sentimiento de arraigo nacional en su contracara xenófoba, aunque se los haya traído para solucionar problemas de mano de obra, aunque hayan contribuido con su trabajo a la sociedad, aunque se deslomen haciendo los trabajos que el resto de los ciudadanos no quieren hacer, siempre se sentirá que todas sus “exigencias” son cargas, que el aporte que puedan hacer ellos es menor ante lo mucho bueno que aprovechan del desarrollo alcanzado de la sociedad que los recibe, y al cual no contribuyeron, aunque vayan a contribuir.

La irritabilidad de la población “local” frente a la “extranjería” se exacerba a medida que esas poblaciones no integradas dejan oír sus reclamos, se reacciona con una actitud similar a quién diera acogida en la propia casa a un desconocido que viene de vivir en pésimas condiciones, y una vez instalado se queja de que tiene calor o no le gusta la comida. Pero se equivocan los que creen que esa lógica es solamente expresión de un egoísta individualismo burgués, más bien se trata del costado comunitarista del nacionalismo cuando expresa un sentimiento de identificación y apropiación de logros colectivos, una justicia social que premia a los que se han ganado el derecho de gozar de los logros obtenidos. Esta visión social del nacionalismo parece muy sensata pero si nos fijamos en las palabras que se juntan se nos eriza la piel: nacional–social.

El etnocentrismo europeo no es nuevo. No es que esté acusando de racistas a los franceses, nada de eso por favor, sólo paso revista sobre que no se necesita ser racista para operar a favor de la segmentación, la exclusión y la desintegración de la inmigración extraña. Basta con experimentar algún tipo de sencillo y cívico nacionalismo. Es tratar de entender y de aprender del caso francés como la derecha -y una derecha tan fiera, xenófoba y aberrante como la que encarna el lepenismo- gana espacio a caballo de los temas en los que la gente común se interesa y que son donde la izquierda tiene garantizada su impopularidad. El mal manejo del tema inmigratorio y el de la inseguridad ciudadana son los baluartes que suman día a día rechazo a la izquierda y adhesión a la derecha. Para muestra veamos las consecuencias políticas de las quemazones parisinas: Sarkozy aumentó 11 puntos su popularidad y el 61 % de los encuestados estarían dispuestos a votarlo como presidente francés en el 2007. El detalle lo pueden ver acá.

Superada la descripción se puede decir que si tomo partido: es evidente que las políticas inmigratorias que se queden en la explotación de este sentimiento –la derecha- o que no lo tengan en cuenta a favor de un romántico laissez-passer humanitario –la izquierda- , y no vayan más allá, amenazan llevar las cosas peligrosamente cerca del abismo, de ahí la necesidad urgente de que Europa aborde políticas inmigratorias coordinadas y serias desde una perspectiva humana superadora: Basta de fomentar el ingreso indiscriminado de gente para hacer trabajos baratos que van a parar a cualquier parte, avanzar en la integración económico-cultural de los poblaciones establecidas, y por último consensuar con los diversos países involucrados políticas bilaterales que tengan en cuenta lo complejo del fenómeno.


(x) Update
A eso se suma el trabajo offshore, Nike fabrica sus zapatillas en países pobres de Asia, enorme ahorro de costo de mano de obra, pero como decía Vivianne Forrester en aquel bello par de libros “El horror económico” y “Una extraña dictadura”: el precio de las zapatillas en los negocios yanquis no baja por eso, Nike las vende al mismo precio que antes o más. Esta nueva variable permite matar varios pájaros de un tiro, no se necesita traer inmigrantes ya para que cosan zapatillas, se puede mandar las zapatillas a que sean cosidas allá, todo más barato y efectivo.

noviembre 18, 2005

Intima ficción

Todavía no estás levantado, pero tampoco puede decirse que estés dormido. Estás gravitatoriamente depositado sobre la piel textil que protege el colchón, pero la cabeza que es lo que importa no se ha desinstalado todavía del estado larval, latente, desconciente, fronterizo, imberbe y discapacitado. Son maneras de hacerse reaccionar, de sacudirse la conciencia, con ciencia y con magia negra imbricadas en fogonazos de aturdimiento, en lentejuelas rescatadas de trajes de fiesta de fin de curso que tu hermanita abandonó en aquel cajón. Una posibilidad que se concreta es meterse en la ducha de agua helada, el hada que se corporiza como muñequita asexuada primero, como niña angelical mezcla de ángel de la guarda y virgen de estampita, pero que el bruto olor a mujer que despide el estarle cerca la transforma en manjar para el más sufriente apetito fornicador insatisfecho. Pero toda ansiedad está condenada a no sostenerse más que hasta su instantánea bifurcación, es este un mundo de transfiguraciones arbitrarias donde nada se deja retener, donde todo se esfuma de solo presentirlo. Presente en sucio y pasado en limpio, pluscuánperfecta matricería de ayeres y hoyes indiferenciados que objetan toda felicidad de afirmación, balancean el placer como si lo dejaran flotar por no saber ahogarlo, por una especie de santa inocencia de la oscuridad que jugando de local no luce mortuoria sino felina y fértil. El ruido es el enemigo más respetado, porque sabemos que nos puede quitar este mundo cuando quiera, nos puede hacer orinarnos de cerveza barata creyendo que nos estamos eyaculando dentro de una reina. El ruido es autoritario, ya lo denunciaste mil veces, y viola la libertad de silencio. El sueño, el dormir, el embotamiento natural, es un simulacro de muerte sucesiva, una función diaria de tragicomedia gratuita.

Deshelar mañanitas entre mates y amarguras. Encender hornallas y tirar el fósforo a cualquier parte. Entre galleguitas y galletitas, entre tetitas chupables y blandengues ortos deformables por el tiempo. Apenas sin lavar la taza beberse la huella del café de ayer, dejarse sorprender de nuevo por la pegajosa velocidad de renovación del vencimiento de tu carne. La consigna que se rescata es aprender a obrar, aprender a masacrar la duda, humillar a la postergación. Obrar en ayunas es contradecir la posibilidad de renunciar, obrar sin haberse lavado la cabeza es rendirse de nuevo y sin más condiciones que las mismas de ayer. Tapar el pozo con tierrita suelta, consumir los años como horas, pero saber sacarle el jugo a esa estrecha franja aprovechable entre la ficción y la obediencia. Esa carnecita al borde del hueso.

El te bastante caliente ya está sobre la mesa, insípido, inodoro y absurdo, y al menos tenemos ganada ya una buena frase para cuando nos toque dar las disculpas absolutas. Podrán reprocharnos no haber sido más competitivos, podrán juzgar nuestras pasiones y nuestros terrores, podrán compadecernos por nuestro pronto olvido, pero quién podrá negar que hemos obrado según nuestra más íntima ficción.


“Ojalá sueñes que tu pene
es ese bomberil extintor capaz
de lanzar esa blanca espuma
que todos los fuegos apaga

Que todos los fuegos apaga….”

noviembre 16, 2005

Amenazas, intimaciones y juicios

Amenazas e intimaciones

La comunidad blogueril anduvo sacudida estos días por el Zicarelligate originado cuando la gente del blog P.U.T.O dio a conocer la intimación -o intimidación- que recibieran de parte de este asesor cultural de la Patricia Bullrich. La reacción de varios blogs fue muy rápida y tan intensa que el propio intimador terminó retractándose y aprovechando la volada para confesar su inclinación sexual. Ojalá termine abriendo un blog, sería un lindo final. Las reacciones en este caso mostraron un más que saludable espíritu de cuerpo en los bloggers, lo que en tiempos donde rigen los más pétreos egoísmos, no es un dato menor. Más allá de que entienda y comparta a veces el exabrupto de algunos insultos, lo que no me gusta es cierta carrera contagiante a la demonización del ocasional personaje vituperado que se da en estos casos. Por ejemplo, si yo me hubiera dejado ganar por la tentación de un desborde temperamental hubiera escrito de este tal Zivarelli cosas como “tilingo y matoncito de cuarta”, “ pseudo-neoliberal gay de décima”, “trepadorcito de baja estofa que ante el vacío de militancia de un partiducho derechoso condenado a la más inoperante minoridad se supo acomodar en ese absurdo puesto de asesor cultural, y pretende con eso ganar puntos antes su jefa con eso de que ‘los intimé a estos del blog, je, je,’ ". Pero no lo escribí. En cambio prefiero reflexionar más en frío sobre la cuestión.

Las demonizaciones y descalificaciones automáticas y reflejas “ en espejo” no son buenas consejeras, ya que al final si se las usa indiscriminada y desproporcionalmente, terminan agrandando a los enemigos, y lo que es peor, provocando ulteriores solidaridades de amigos y de infiderentes hacia ese enemigo, que de otra forma no se generarían. Además de peleas y discusiones entre amigos, que es peor que peor aún.

De acuerdo con Massei, amenaza judicial es una expresión desafortunada. No se puede considerar como amenaza el anuncio de que un ciudadano va a hacer uso de sus derechos civiles. Es un contrasentido, que una persona le anuncie a otra que va hacer uso de sus legítimos derechos bajo una normativa jurídica democrática común es una situación de plena convivencia. Lo que si introduzco es una distinción donde me acerco a la posición de los demás: existen casos donde el anuncio del ejercicio de estos derechos, que no pueden ser en sí una amenaza, son usados como amenaza, lo que los transforma en tales. Sucede todo el tiempo y hay gente que así lo hace como práctica de apriete habitual. Se apela a recursos como la carta documento, la nota, la intimación, la llamada, etc, con el fin de amenazar y amedrentar políticamente a los demás, aprovechándose del miedo, la indefensión e inexperiencia del otro. No se trata de una acción fundada en un deseo evaluado de obtener justicia, sino una mera operación rutinaria de coacción psicológica, muy popularizada en Argentina en todas partes, desde la DGI que nos acosa a exhortaciones al cadalso si no pagamos en término o estos chantapufis de comité que acostumbran a hacer sentir el rigor de sus influencias. Y esto si me parece que fue lo que ocurrió en este caso, lo que es totalmente condenable y abominable. Aunque lo bueno de esto, si es que hay algo bueno, es que este tipo haya sentido que la publicación en un blog era importante.

Pero sucede que la gente de P.U.T.O sacó la solicitada, el objetivo de Zicarelli se cumplió aparentemente, un blog tuvo que modificar su contenido, por eso más vale pensar en esas consecuencias antes que seguir puteando. Hace tiempo escribí algo al respecto, los bloggers somos aficionados a la expresión ejerciendo en un medio impersonal el derecho constitucional de publicar nuestras ideas, y como tales estamos en pelotas legalmente, no tenemos asesores ni experiencia ni estructuras de editoriales que nos avalen, ni sabemos tampoco a todo lo que nos podemos exponer con lo que publicamos. No se trata de salir a hacer gala de valentías o de me “chupa un huevo”, sino de estar preparados para no caer bajo la garra de estas carroñas. Les pasó a unos amigos de un pueblo cercano que pusieron hace unos años una FM con esa onda de hacerse los machos bravíos “tenemos bolas y nos bancamos decir lo que se nos canta” , “Acá estamos, que nos vengan a buscar” y al año quedaron en pelotas, con la radio embargada y casi van presos por decir boludeces no se de quién, y todo por no contar con la más mínima preparación. Si te vas a meter a pelear hay que saber que alcance tienen las armas del enemigo, el cementerio está lleno de héroes al pedo y de pobres gauchos víctimas de su ingenuidad. Ojalá algún día los bloggers contemos con la debida asesoría legal.

Varios insinuaron que una hipotética acción en este caso de P.U.T.O versus Zicarelli no tiene el más mínimo sustento jurídico, yo también lo creo así pero no soy abogado y bueno sería saberlo de boca de algún especialista. Recuerdo a la revista Humor de los 80, que aparte de sufrir el apriete físico del proceso, su director pasaba más horas en Tribunales contestando demandas por calumnias e injurias que dirigiendo su revista, y era un medio gráfico de cierta entidad económica-empresarial que contaba con abogados asesores. Que queda para muchos blogger por ejemplo que sólo pretenden hinchar las pelotas por Internet.



Juicio

Más allá de lo que rodea al caso Cromañón, que daría para cientos de posts por lo vasto y complejo de los temas y las implicancias que se suscitan, vivimos el caso de un político como Ibarra, un verdadero afortunado de la política, que agotó el usufructo y explotación de condiciones externas que nada tenían que ver con su capacidad propia de generar adhesión. Primero su condición de “anti-demonio” frente a Macri, exacerbada hasta el extremo más abusivo a través del ejercicio de la falsa opción. El “Es Macri o Yo” le proporcionó infinidad de votos ajenos y le permitió gozar de una especie de “salvoconducto de impunidad política” ante cualquier inoperancia o tropelía de su gestión. En segundo término, fue gozar de otras “extras” como la protección, asistencia, cuidado, manutención y becado de parte del gobierno nacional. Pero tanta prédica vacía y ciega por su salvación unipersonal, terminó agrandando a Macri en las preferencias del electorado, trayéndole votos que antes no tenía, e instalando costos que perjudican todo el arco ideológico de centro izquierda que supuestamente él representa. En este caso, que le toque ir a juicio político me parece totalmente normal y saludable, ya que sus responsabilidades son políticas, y si la comisión halló suficientes elementos –entre las habilitaciones truchas y otras graves anomalías- como para llevarlo a juicio, pues que se dirima su suerte gobernante en este ámbito. Me resultan llamativas tantas voces de la prensa instalando teorías delirantes como el “golpismo” para ejercer el enésimo intento de victimizacíon que pueda salvarlo una vez más. Es inadmisible que haya tanta preocupación por el costo político que pueda pagar un simple y vulgar personaje más del fracasado “frente de la ineptitud y la corrupción”, ante el costo en vidas que pudieron haberse pagado de probarse sus supuestas negligencias y contubernios.

Hay algo peor en los políticos argentinos que su corrupción, su doble discurso y sus traiciones: lo duros y porfiados que son para reconocer la caída y darse por vencidos, vamos viejo, cuesta tanto mirarse al espejo y decir “fuiste loco!”.

Actualización 17-11-05:
Dos miradas interesantes del caso Ibarra: una periodística, y la otra simplemente desopilante.

noviembre 14, 2005

El pensamiento experimental

El miedo al error

Pareciera que en toda disciplina creativa es bien vista la experimentación, menos en el pensamiento. En torno a él sobrevuela una obligación inexcusable de pensar sólo conclusiones acertadas, verificadas, pasadas en limpio y ataviadas para su presentación bajo las cámaras de una publicación. Como buen tradicionalista, quizá un pseudo-revolucionario de las tradiciones, no me voy a privar del gusto de escribir una frase de difusión. Así que imaginen que ven un cartel enorme y las negritas son las luces de neón:

Es incapaz de crear un pensamiento propio aquel que sólo quiere demostrar que no está equivocado.

Quitarse la obsesión por el resultado suele ser una herramienta colosal para cualquier tipo de expresión, nos acerca a la fruición expansiva, a la ruptura de lo esperado y de lo previsible. Conviniendo que experimentar no debiera entenderse como sinónimo de improvisar –cosa que sucede a menudo sobre todo en música-, el campo del pensamiento necesita como ninguno de la experimentación para sacudir su tendencia a la inmovilidad y la repetición eternas.


En la literatura

Evitar riesgos es como en todo arte una sepultura paulatina de la creatividad y la innovación, es la tumba anticipada de los nacimientos. La literatura, supuestamente el máximo ámbito albergante de las experiencias del lenguaje revelantes y reveladoras, a la vez que exentas de ataduras metodológicas y estructurales, está rodeada sin embargo de una luctuosa compulsión a la versión corregida. El producto final pareciera proporcionar una necesaria dosis de elemental consumación, de “objetuación” básica para preservar al hecho literario de la contradicción y la dispersión irreconstruible. Sin embargo, tanta preocupación por el objeto terminado puede que contribuya negativamente a la calidad del resultado creativo, toda vez que es motivador de férreas y compulsivas auto-correcciones y autocensuras del autor que pueden privarnos de deliciosos hallazgos.

Ahora bien ¿Alguien dentro de la literatura publicaría un libro con la salvedad de que se trata de textos experimentales? Los experimentos no se publican hasta que hayan sido debidamente “probados”, ese el fuerte mensaje de la ciencia positiva y del mercado de negociación, donde las correcciones más obsesivas y rigurosas que se puedan, suponen siempre una garantía de obtener el máximo “valor” de dicha “obra”. El horror de que vea la luz una versión en borrador o sin corrección, es precisamente ese riesgo de desvalorización.


La ciencia encadenada

La fatiga mental que produce el enorme peso del conocimiento preexistente es una pesada mochila que extenúa cualquier virginal ansiedad de producción, sumado a los consejos de malos maestros que aseguran que para poder escribir algo hay que leerse a todos los que escribieron antes que uno, como si se tratara de una carrera de postas. La ciencia - una vez más pobre, y van…- tiene la culpa, con esa mierdosa ley de que su verdad es una sucesión de enmiendas a los errores anteriores, lo que nos dice que si no descubrimos algún error en lo antecedentemente pensado por otros, más vale nos ahorremos el trabajo de pensar. La sucesiva supresión de errores no es la verdad ni puede ser el objeto final del pensamiento. La ciencia está obligada por el imperativo de su método a aceptar como verdad la última versión que se demuestra correcta. La verdad científica sería así la mentira todavía no descubierta, hecho que posee su connotación positiva al sostener la sabia idea de que toda verdad aparente puede ser susceptible de refutación, pero que conlleva el aspecto negativo de establecer una excesiva dependencia de la herencia establecida. El pensamiento no necesariamente científico – al que podríamos llamar de cualquier modo: filosófico, literario, artístico- sería un pensamiento que no se propone renunciar a toda operación de lógica argumental para convertirse en orgía de la arbitrariedad conceptual, sino que rescata de la ciencia algunos de sus instrumentos comunicacionales pero que cuestiona sobre todo el destino de corrección sucesiva de una misma idea original que su método supone, el pensamiento como una enésima pasada en limpio de lo precedente.

Un pensador donde se puede encontrar una mirada compatible a este esquema es Niestzsche, cuyo modo de ejecutar el pensamiento rescataba su condición experimental, alejándose de los modelos de sistemas filosóficos tradicionales. Su obra se expresa mayormente en resúmenes, aforismos, trozos sin conexión aparente más relacionados con la literatura y no a los sistemas filosóficos.

"El pensamiento experimental no desea persuadir, sino inspirar, inspirar otro pensamiento, poner en marcha el pensamiento. Las convicciones son los enemigos de la vida más peligrosos que las mentiras"

El pensamiento de Nietzsche no presentó un "sistema" de ideas cerrado, lo que constituyó plena coherencia de su parte, ya que no sería posible entender ni creer su crítica a los sistemas filosóficos si hubiera estado planteada como otro riguroso sistema con los mismos errores que quería abolir. Esto llevó a muchos a considerarlo algo así como un híbrido entre un filósofo y un escritor: demasiado poético para ser asimilado a los pesados sistemas de pensamiento de colegas como Aristóteles y Hegel, de los que precisamente e trató de apartar, y demasiado filosófico y estructurado para ser asimilado a los confines estéticos de la literatura.

“.....Los filósofos del futuro tienen el derecho, acaso también la injusticia, de llamarse experimentadores. En mi peregrinación a través de numerosas morales, más delicadas y más groseras, que hasta ahora han dominado o continúan dominando en la tierra he encontrado ciertos rasgos que se repiten juntos y que se coligan entre sí de modo regular: hasta que por fin se me han revelado dos tipos básicos, y se ha puesto de relieve una diferencia fundamental. Hay una moral de los amos y una moral de los esclavos —me apresuro a añadir que en todas las culturas más altas y más mezcladas aparecen también intentos de mediación entre ambas morales, y que con mayor frecuencia aún aparecen la confusión de las mismas y su recíproco malentendido, y hasta a veces una ruda yuxtaposición entre ellas— incluso en el mismo hombre, dentro de una sola alma. “


Milan Kundera en relación a esto escribió:

“El que piensa no debe esforzarse en convencer a los demás de su verdad; en tal caso se encontraría en el camino de un sistema; en el lamentable camino de "el hombre de convicciones"; a algunos hombres políticos les gusta calificarse así; pero ¿qué es una convicción? Es un pensamiento que se ha detenido, que está inmovilizado, y el "hombre de convicciones" es un hombre limitado; el pensamiento experimental no desea persuadir sino inspirar; inspirar otro pensamiento, poner en marcha el pensamiento. Las convicciones son enemigos de la vida más peligrosos que las mismas mentiras.”

También Hanna Arendt participa de este lado del asunto: pensar sin barandilla o, mejor aún, pensar sin red, pensar a la intemperie. Es un pensamiento provisional, experimental, dialógico, socrático en un sentido preciso: no intenta adoctrinar ni convencer sino compartir ideas, en la convicción de que la tradición, en filosofía moral y política, se ha quebrado y hay que orientarse entre tinieblas.


La degradación de la opinión

Por último, otro coletazo relacionado a la mirada desconfiada al pensamiento experimental es la degradación de la opinión argumentada. Estigmatizada como articulación menor del pensamiento, y principalmente descalificada bajo el cargo de subjetividad, anda por allí cercana a la banalidad azarosa del gusto o de la preferencia trivial. La autoridad occidental del saber, desde el viejo reinado de lo sagrado-religioso pasando por el monarquismo absoluto hasta el positivismo de la ciencia, se las ingenió en ambos casos para sustraer la subjetividad de toda idea de sabiduría sustentable. Las consecuencias fueron lesivas para la expresión del pensamiento del entorno subjetivizada en la experiencia personal. Despojada de las construcciones artificiales de las estructuras, exenta del disfraz de suprema objetividad, tuvo que cargar una perversa presunción: cualquier mirada personal estaba siempre más cerca del “ peligroso desvío” que del hallazgo revelador. La opinión argumentada en primera persona inició así su degradación social, y pasó a ser vista como un género menor aún en la literatura, yendo a parar tal vez al refugio del periodismo, donde lamentablemente no es muy bien tratada tampoco y por ahí deambula en un confuso rol de “hermana menor” teniendo que justificar su existencia entre la soberbia dictadura de la noticia como crónica objetiva.

noviembre 12, 2005

Vagina uno

La palabra leída no es fácil de rendir
Hasta los perros vagabundos te ponen trabas en la sed
enbardunan las manos de oclusiones
te sodomizan cualquier intención como táctil alarma.

El libro te transmite su probable
olor de humedad como archivo
como dulce sepultura ceremonial
manosearlo es hacerle resucitación
inscribirlo en el éxito de la contenplación vigente
roerlo para darle madurez.

La sensación en la boca de la mente
se hace proyectil
te sucede como si fueras como él
a respirar en una caja
y pernoctar en las estanterías
Manipularlo sin cuidado es mimetizarse
con su ser objeto repulsivo
bajo su indiferente atracción asexuada.

Abrir un libro
es como acomodar el cuerpo de una mujer para hacerle el amor
El comienzo es internacionalmente sencillo
las primeras hojas se entregan casi por una inercial cortesía
Las páginas centrales
son las más dificiles de doblegar
hay que equilibrar presiones
y resistir la tendencia al cierre
cuando ambas mitades se sopesan equivalentes

Y la sensación es de haberlo penetrado
Una mitad descubierta, vulnerada, encinta
y la otra incógnita, obnubilante, apetecible.
Y el final, el final siempre debe estar lejos
para mantenerse a salvo de cualquier desilusión anticipada.

Todo libro abierto pugna naturalmente por cerrarse
mantenerlo páginas pa'rriba es una conquista
un estado de transitoria belleza
milagrosa durabilidad, erección efímera.

Toda mujer abierta pugna por cerrarse…

noviembre 07, 2005

La anglofilia patética

Después de mirar por televisión el test-match entre la selección argentina de rugby -Los Pumas- frente a la de Sudáfrica me doy cuenta cuán curiosa y contradictoria es la historia que me une a este deporte y motiva estas anotaciones, tan ovaladas y saltarinas como la pelota que usan.

Jamás lo practiqué, pero como niño y adolescente aficionado a casi todos los deportes -cuyo obra semanal de cabecera era la revista “El Gráfico”- me gustó siempre el rugby y he seguido constantemente los pasos de la selección argentina. Pero esta moderada condición de simpatizante no exenta de miradas recelosas, tuvo un abrupto desengaño a poco de terminado el pasado mundial de la especialidad jugado en el año 2003 cuando terminó por caerme una ficha y directamente pasé a sentirme atragantado y desencantado ante tanta soberbia y tanto patetismo. Como especialidad deportiva podrá gustar mucho o poco, pero más allá del entusiasmo que provoca esa tan trillada “garra” que efectivamente es bueno reconocer se ve plasmada dentro de un campo de rugby, convengamos que el juego en si se parece mucho a una aberración fisiológica donde no tiene demasiado lugar la técnica y el talento sino una brutal exhibición de exhuberancia física, exaltando la condición animal del ser humano, el poder de la fuerza bruta sobre cualquier otra expresión de habilidad, coordinación o ingenio corporal. Un deporte bien lógico donde el poderoso puede y debe pisar al débil que se contenta con una derrota digna aceptada con humildad.

Pero el dato más excluyentemente significativo es que se trata de un deporte imbuido casi como ninguno de una fortísima y casi asfixiante ortodoxia británica, transmitidas a casi todas sus colonias luego emancipadas que supieron conservar una zona de reserva étnica y cultural para sus costumbres eminentes. Los reflejos de todo el entorno rugbístico constituyen todo un verdadero reservorio de la vieja soberbia imperial británica -por suerte caída en desgracia a nivel político-económico-. El resto de los países donde el deporte se practicó con cierta intensidad fueron históricamente tratados como convidados de piedra y son sometidos a todo tipo de discriminaciones. Francia por su desarrollo logró ser la excepción más firme, e Italia es la última de las aceptaciones en nombre de una modernización europeísta inevitable.

Más allá de la eterna condición paria y de segundo orden de nuestra selección en cuanto al nivel deportivo, saca de las casillas ver toda esa resignación a la profanación de la dignidad en pro de una anglofilia reverencial. Ser convidado de piedra perenne y partenaire oficial de una festividad británica armada y concebida por ellos y para ellos, y a la que no les interesa en lo más mínimo que una sudaca representación se inmiscuya, por más que nuestros burgueses crean que les asiste un ganado derecho ante tanta succión de calcetines. Esta verdadera construcción moral de admiración-sumisión se sustenta en la fortísima tradición anglófila de la alta burguesía argentina, cimentada desde la misma educación preescolar de los niños de clase alta que tiene epicentro en zonas como el norte residencial del gran Buenos Aires y San Isidro más específicamente. Dicha formación escolar ligada a los valores británicos, cocida al rancio vapor de un mundo bilingüe que es mamado desde la temprana infancia en dobles turnos de instituciones-ghettos que se vanaglorian de poseer “espíritu inglés” bien alejados de cualquier contaminación criolla. Desde allí se los instruye en la admiración y en la obediencia de la superior cultura inglesa y de todo un sistema de valores que se establecen para honrarla y venerarla, que en el mejor de los casos los pueda llevar a ser dignos aspirantes a esa extraña condición de converso por mérito.

Muy difícil de tolerar es todo lo que rodea el rugby como fenómeno comercial en la Argentina. Por un lado los sponsors, mega-empresas desesperadas por promover sus productos muy caros entre una afición que se estima de altísimo poder adquisitivo. En otro lugar los insufribles programas-homenaje de televisión donde estos rugbiers pasean su patéticos cerebros primarios y hacen gala de su primitivismo neuronal, sus hiper-simplistas posturas fascistoideas, exaltando como la fuerza y el espíritu de elite ayudaron a “templar el carácter” de clase dominante de los jóvenes afortunados destinados a ser los inconmovibles dirigentes que las grandes empresas. El rugby les ayudó a cicatrizar esos “valores”, que sus corazones sean de acero y sus cerebros de hormigón para poder servir con excelencia a los sagrados imperativos del poder y estar alejados de cualquier desviación flagelante de experimentar la tentación de sentimientos sociales indignos de un gladiador mayor. Así es que se ven desfilar en esas notas-homenaje a caducos ex rugbiers que recuerdan desde sus sillones de gerentes de alguna multinacional -vestidos con rigurosas camisas de seda italiana y corbata- las viejas giras donde cosechaban casi siempre supinantes derrotas que son revividas con luterana resignación y nostalgia casi romántica. A eso le sumamos también algunos “programas especiales” protagonizados por conocidos rugbiers en actividad que se relaciona con un ejercicio de “supervivencia” donde se disfrazan de
carapintadas para jugar a vivir bajo condiciones semejantes a las de una guerra.

La discriminación que comete el poder institucional que maneja este deporte pasa por ejemplo por no dejarlos competir ni aceptarlos a los argentinos en los torneos internacionales oficiales que se hacen regularmente entre los mundiales, y pareciera que es una forma de mantenerlos aislados y echarles en cara su condición de “outsiders” plebeyos que deben aprender a aceptar ese rol con respetuosa sumisión: esperar solamente los partidos amistosos y el mundial donde ya sabemos que lugar que se le reserva en el deseo. Esas competencias intermedias obviamente podrían ayudar incrementar su nivel al punto de hacerlos temibles contrincantes. Después la historia está poblada de ejemplos: referees SIEMPRE sajones o “british origin” que sutilmente se las arreglan para conducir todos los matches infiltrando, desde la sutileza a la alevosía, todo tipo de actitudes que perjudican el juego del equipo argentino. De penales dudosos o descuentos ilimitados en caso de estar en ventaja, los Pumas reciben siempre la caricia fatal de los árbitros representantes SIEMPRE de las “potencias” de este deporte. Ante la mínima duda, siempre los fallos son en contra, así se trate de un amistoso o un mundial. El único episodio que amagó a instalar una situación “fuera de lugar” fue aquel histórico partido contra Irlanda en 1999 por un lugar entre los cuartos de final en el mundial disputado dicho año en Gran Bretaña. Reconocido por el valor con que nuestros jugadores defendieron un resultado a puro tackle en tiempo de descuento, fue una señal de alerta que el british power supo leer a tiempo y poner de inmediato en marcha el mecanismo de su licuación: en el grotesco mundial jugado en el 2003 de casi 2 meses de duración se buscó por todos los medios que Irlanda “pusiera las cosas de nuevo en orden” a través de irritantes favoritismos en el calendario y en los tiempos de descanso.

No quisiera pecar de inexacto ni de exagerado, pero supongo que aquel referee que dirigió Argentina-Irlanda en 1999 y descontó 7 minutos a la espera del try salvador que acomodara las cosas, y repentinamente decidió dar por terminado el macht decretando el triunfo argentino - ¿le habrá dado vergüenza?- debe estar dirigiendo partidos de cricket sobre el hielo de alguna remota población de Alaska.

octubre 31, 2005

Repudio a una diosa omnipresente

Se trata de un repudio a una diosa, a una reina, a una monarca absoluta de la arquitectura occidental. Y de la arquitectura argentina, por si quedaban dudas. De ningún modo esto es un homenaje, ni un tributo, ni un reconocimiento a su constante e inexorable presencia. No. Todo lo contrario. Se trata de un enérgico repudio, de un grito desaforado de BASTA! También de un escandaloso pedido de clemencia, de una súplica de graciosa cesación. La forma más fácil de decirlo es simplemente hacerles saber que “No la quiero ver más! “. Es un alarido de hartazgo, es un aullido desesperado que pide un poco de piedad y reclama una necesaria reflexión crítica. Solicitar, al menos, que se nos conceda una breve tregua a su insufrible e insultante unanimidad.

Ya no consigo soportar verla en TODOS los proyectos de vivienda. Oronda, imponente, siempre ocupando un lugar protagónico, central, vital, hegemónico, siempre acaparando el estrellato, siempre previsible, convirtiéndose en espantosa rutina de celebración estandarizada. Sin que nos demos cuenta ella fue matando todo brote de imprevisibilidad en la arquitectura residencial, ese encontrarla brillando en todos los planos y reproducciones, grande o pequeña pero igualmente eufórica e infalible, fueron pequeñas y constantes dosis de arsénico sobre nuestra sensibilidad arquitectónica. Que acabaron por envenenar esa capacidad de asombro que a través de milenios de refulgente historia supo conseguir el noble arte de la arquitectura todo, y la arquitectura de la vivienda en particular. Estoy total y absolutamente harto de su presencia garantizada en cualquier proyecto de casa que haya sido concebido o esté por concebirse aquí o en cualquier lugar de la estratosfera occidental. Y digo occidental porque es el mundo que más conozco pero no me extrañaría que si indagamos la arquitectura oriental, que la muy puerca ande por allí haciendo de las suyas.

Estoy total y absolutamente podrido de su insistente inclusión, de su injusta popularidad, de su insolente soberbia y de su inconmovible caradurismo para invitarse a permanecer en cualquier tipo de proyecto. Aunque en el fondo no puedo negar que la admiro, y que he hecho uso y abuso también yo de sus servicios. Porque tampoco puede negarse su generosidad y su vocación altruista que se demuestra en prestar su prestigio y su efectividad a todos los arquitectos del mundo, sin distinción de credos ni razas estéticas. Ella es generosa y regala incondicionalmente lo mejor de si, pero es de destacar también que TODOS la adoptan y la usan con orgullo y agradecimiento. Ella es una especie de panacea de unidad, un núcleo de consenso y respeto común capaz de unir a los estilos y escuela de diseño más rabiosamente opuestos y antagónicos. Todas las diferencias proyectuales, ideológicas, conceptuales, filosóficas, ambientales, religiosas, políticas, académicas, formales, funcionales y sexuales quedan licuadas a la hora de esta inexplicable coincidencia cósmica. Se extinguen de un suspiro todas las controversias, las irascibles polémicas se transforman en acariciantes mancomuniones, las feroces disputas se desvanecen en el aire ante la ineluctable amiga en común que logra acercar los abismos más distantes. Porque ella está siempre ahí, ubicada como con una invisible autoridad a pesar de su innata timidez. Una autoridad que enhebra bajo un raro ecumenismo todos los signos: es monárquica y es democrática, es nacional y es internacional, es tradición y es moda, es atea y es religiosa. Por momentos nos hace pensarla como un tótem constructivo, un fetiche funcional, un hechizo tridimensional, la encarnación simbólica de un animismo pagano, una ofrenda a la gracia fecundante del hábitat. Su lengua y su mensaje son absolutamente universales, y no necesita de traducciones ni de hermenéuticas.

Ella se yergue de mil formas, se corporiza de mil maneras, con las más variados y disímiles materiales. Ella adopta la forma de su amo, se entrega como esclava, totalmente y sin reservas. La veremos servir a amos racionalistas, orgánicos, formalistas, funcionalistas, maximalistas, minimalistas, semióticos y antisemióticos, modernos y posmodernnos, depredadores y ecologistas. En realidad todos los amos son esclavos de ella. Porque a pesar de discursos, de teorías y de manifiestos, de sintaxis y de semántica, de tratados y de manuales, de ortodoxias y de heterodoxias, todos son débiles a la hora de ceder a la tentación de ponerla en sus proyectos. Pero seguramente algunos de ustedes me dirá, ¨ En los proyectos de Estados Unidos, Europa, Japón, Holanda, Luxemburgo.... no puede ser así ......¨. ¿Que no? Yo los desafío, tomen la revista de arquitectura más refinada y exclusiva que encuentren, la más cara, la que posea las mejores fotos, y hojeen, hurguen entre las imágenes y las reproducciones de planos, vean. Bajo la máscara de algunos infames disfraces constructivos, ocultas tras las configuraciones más rebuscadas que puedan imaginarse, protegida detrás de los más insólitos subterfugios ornamentales, esculpida con los materiales más inverosímiles, sofisticada con las más ultramodernas tecnologías, pero está...impertérrita, inconmovible, tiesa, diabólica, santa.

Creo que ya ha sido suficiente explicación para este verdadero anti-homenaje a esta embustera de la arquitectura. Esta aparentemente simpática, cálida e ingenua señora que se las ha arreglado la muy maldita para hacerse unánime, para hacerse la única estrella indiscutible de cualquier proyecto y amenaza en transformarnos en sus meros administradores. Por eso es que hago un llamamiento a todos los arquitectos del mundo que se encuentren con la posibilidad de proyectar una gran vivienda unifamiliar, y a todos los dichosos clientes que estén por encargarla: por favor, díganle BASTA, stop, out, finish, fuck you, nunca más.....o al menos díganle NO por una sola vez, más que un llamado es una súplica. Extírpenla de sus proyectos, evapórenla de sus cabezas, de sus fantasías, asesínenla, volatilícenla. Si así lo hacen, tengan la plena seguridad que cometerán el acto más revolucionario en la arquitectura de los últimos milenios, inscribirán su nombre en los bronces de la historia como auténticos héroes que han derribado a una gigante, a una Diosa, a una verdadera Deidad hasta ahora invulnerable.


Nota del autor:
Para aquellos que no se hayan dado cuenta de quién se trata, a modo de adivinanza, hagan click en los comments y conocerán la respuesta