El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

noviembre 18, 2005

Intima ficción

Todavía no estás levantado, pero tampoco puede decirse que estés dormido. Estás gravitatoriamente depositado sobre la piel textil que protege el colchón, pero la cabeza que es lo que importa no se ha desinstalado todavía del estado larval, latente, desconciente, fronterizo, imberbe y discapacitado. Son maneras de hacerse reaccionar, de sacudirse la conciencia, con ciencia y con magia negra imbricadas en fogonazos de aturdimiento, en lentejuelas rescatadas de trajes de fiesta de fin de curso que tu hermanita abandonó en aquel cajón. Una posibilidad que se concreta es meterse en la ducha de agua helada, el hada que se corporiza como muñequita asexuada primero, como niña angelical mezcla de ángel de la guarda y virgen de estampita, pero que el bruto olor a mujer que despide el estarle cerca la transforma en manjar para el más sufriente apetito fornicador insatisfecho. Pero toda ansiedad está condenada a no sostenerse más que hasta su instantánea bifurcación, es este un mundo de transfiguraciones arbitrarias donde nada se deja retener, donde todo se esfuma de solo presentirlo. Presente en sucio y pasado en limpio, pluscuánperfecta matricería de ayeres y hoyes indiferenciados que objetan toda felicidad de afirmación, balancean el placer como si lo dejaran flotar por no saber ahogarlo, por una especie de santa inocencia de la oscuridad que jugando de local no luce mortuoria sino felina y fértil. El ruido es el enemigo más respetado, porque sabemos que nos puede quitar este mundo cuando quiera, nos puede hacer orinarnos de cerveza barata creyendo que nos estamos eyaculando dentro de una reina. El ruido es autoritario, ya lo denunciaste mil veces, y viola la libertad de silencio. El sueño, el dormir, el embotamiento natural, es un simulacro de muerte sucesiva, una función diaria de tragicomedia gratuita.

Deshelar mañanitas entre mates y amarguras. Encender hornallas y tirar el fósforo a cualquier parte. Entre galleguitas y galletitas, entre tetitas chupables y blandengues ortos deformables por el tiempo. Apenas sin lavar la taza beberse la huella del café de ayer, dejarse sorprender de nuevo por la pegajosa velocidad de renovación del vencimiento de tu carne. La consigna que se rescata es aprender a obrar, aprender a masacrar la duda, humillar a la postergación. Obrar en ayunas es contradecir la posibilidad de renunciar, obrar sin haberse lavado la cabeza es rendirse de nuevo y sin más condiciones que las mismas de ayer. Tapar el pozo con tierrita suelta, consumir los años como horas, pero saber sacarle el jugo a esa estrecha franja aprovechable entre la ficción y la obediencia. Esa carnecita al borde del hueso.

El te bastante caliente ya está sobre la mesa, insípido, inodoro y absurdo, y al menos tenemos ganada ya una buena frase para cuando nos toque dar las disculpas absolutas. Podrán reprocharnos no haber sido más competitivos, podrán juzgar nuestras pasiones y nuestros terrores, podrán compadecernos por nuestro pronto olvido, pero quién podrá negar que hemos obrado según nuestra más íntima ficción.


“Ojalá sueñes que tu pene
es ese bomberil extintor capaz
de lanzar esa blanca espuma
que todos los fuegos apaga

Que todos los fuegos apaga….”

7 comentarios:

Reina dijo...

"Esa carnecita al borde del hueso". Algunos paladares saber del sabor más íntimo y doméstico de lo que puede ser comido con las manos, lamido hasta que deja ese restito de sal,de ganas, de más.
Bellísimo!.

Tino Hargén dijo...

Estoy encantado de que hayas captado justo eso Daniela! Cuantas cosas encierran esos manjares sútiles, especiales, mínimos, laterales ,pero a la vez tiene un sabor de transgresión, de juego, de cosa prohibida hecha a hurtadillas, de concesión que nos damos a nuestra leve animalidad, rompiendo reglas de urbanidad. Recuerdo otro: pasar el pancito por el tuquito o el juguito que queda en el plato...y obviamente, eso proyectado a otros aspectos...

Gracias y saludos!!!!!!!

Reina dijo...

pues te dediqué el último post porque tu comment de mi comment me dio qué escribir. beso, d.

Tino Hargén dijo...

Gracias Daniela!!!!!! realmente un gran halago, me inflo como un globo.....

Un beso

Anónimo dijo...

buenisimo, ahora tiene ritmo de tango o me parece a mi?
te felicito

Tino Hargén dijo...

Gracias anónimo, o del tango no me lo hubiera imaginado. Lo mío es el rock sinfónico y el rock pesado, aunque el tango para cualquier hargentino es una marca en algún lugar del corazón.

Silvia Sue dijo...

Bueno, sí que habría que asociarlo a una entonada rockera, con decirte que después de leerlo me puse a tararear "quiero ver, quiero entrar..."