El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

noviembre 21, 2005

¿Arde París? Nacionalismo e integración ( I )

A pocos días de notar como se ya se van apagando los ecos mediáticos de las masivas quemas de automóviles parisinas me siento a intentar desenredar madejas conexas al fenómeno. Yo sigo inclinándome en que se trató – o se trata, ya que no se si terminó o terminará- de una reacción de cuerpo extraño ante todo, vinculada a como una sociedad como la francesa vive el fenómeno inmigratorio. He leído en varios lugares que en definitiva se trató de una rebelión ante la discriminación donde la variable principal era la pobreza. No estoy de acuerdo, en el caso de estos marginales franceses primero se es inmigrante y extranjero, es decir un invasor extraño que viene desde fuera a contaminar un lugar que no le pertenece, segundo se es de raza y religión diferente a la mayoría, y tercero se es pobre. Más allá de si se trata de inmigrantes recientes o de segundas y terceras generaciones, cuando no existe la integración esa diferencia se reduce, lo mismo que las categorías de legalidad e ilegalidad, tener papeles o no tenerlos. La intolerancia al extraño es la contracara de todo nacionalismo duro.


La inmigración: de la necesidad a la molestia

Las sociedades capitalistas desarrolladas en la medida que crecen en su status de bienestar y nivel educativo, generan zonas de empleo abandónicas, es decir, los empleos y labores más duras y menos calificadas son abandonadas por los ciudadanos. Por más pobre que sea un francés ya no va a ir a limpiar baños a una estación ni a palear hormigón a Normandía, antes se queda con el seguro de desempleo, ahí aparece la solución mágica de la inmigración marginal que se ocupe de esas tareas. Ese proceso de sustitución de roles marginales creo en menor medida se da en todas las sociedades desarrolladas y son alentadas a menudo desde iniciativas de los gobiernos y responden a acciones en el mismo sentido de las empresas privadas que necesitan contar con el aporte de ese tipo de mano de obra en determinado sectores. Los Estados Unidos por ejemplo son el reino del “pragmatismo inmigratorio”, me contaba un amigo que hace tiempo vive allá “ …la distribución del trabajo en la sociedad yanqui en una realidad: los estadounidenses blancos-no latinos-protestantes no realizan trabajos de baja remuneración, sucios o duros, todos ellos quedan en manos de diferentes grupos de inmigrantes. Pero eso si, ningún trabajo por mas peligroso que sea -muy bien pagos- si requiere algún grado de sofisticado conocimiento será estos inmigrantes. Estos tipos han hecho su país así”. (x)


¿Como opera el sentimiento nacional?

Aclaro que trato de describir como funciona esa lógica y no estoy tomando partido por ella o contra ella por ahora. Creo que tiene poco que ver con la bandera y el espíritu competitivo que habitualmente se cree fundamental. El orgullo por la sociedad en la que se vive es vivenciado como un logro, como el resultado de un esfuerzo para alcanzarlo, en sentirse protagonista del nivel de vida alcanzado por la sociedad y por el cual, seguramente, se ha pagado el precio de sacrificios, esfuerzos y superación de momentos malos, propios y de los antepasados inmediatos. Quién internaliza ese sentimiento de arraigo de responsabilidad y protagonismo constructivo tiende naturalmente a sentir una sensación de injusticia si observa la llegada de oleadas inmigratorias. A los ojos de esta “opinión nacional” los que vienen siempre estarán ocupando un lugar que no corresponde, gozando de los frutos de una sociedad que no construyeron, y si encima son pobres constituirán una carga que ningún buen ciudadano tendrá el agrado humanitario de costear. Esa tensión se refleja en ambos lados. Los marginados la reciben, entienden el mensaje que se manifiesta en una multiplicidad de gestos, como una mirada que les está diciendo “vuélvete, no ocupes más lugar y si ocupas vete al lugar que te den, se agradecido y no rompas más las bolas”. Así opera básicamente el sentimiento de arraigo nacional en su contracara xenófoba, aunque se los haya traído para solucionar problemas de mano de obra, aunque hayan contribuido con su trabajo a la sociedad, aunque se deslomen haciendo los trabajos que el resto de los ciudadanos no quieren hacer, siempre se sentirá que todas sus “exigencias” son cargas, que el aporte que puedan hacer ellos es menor ante lo mucho bueno que aprovechan del desarrollo alcanzado de la sociedad que los recibe, y al cual no contribuyeron, aunque vayan a contribuir.

La irritabilidad de la población “local” frente a la “extranjería” se exacerba a medida que esas poblaciones no integradas dejan oír sus reclamos, se reacciona con una actitud similar a quién diera acogida en la propia casa a un desconocido que viene de vivir en pésimas condiciones, y una vez instalado se queja de que tiene calor o no le gusta la comida. Pero se equivocan los que creen que esa lógica es solamente expresión de un egoísta individualismo burgués, más bien se trata del costado comunitarista del nacionalismo cuando expresa un sentimiento de identificación y apropiación de logros colectivos, una justicia social que premia a los que se han ganado el derecho de gozar de los logros obtenidos. Esta visión social del nacionalismo parece muy sensata pero si nos fijamos en las palabras que se juntan se nos eriza la piel: nacional–social.

El etnocentrismo europeo no es nuevo. No es que esté acusando de racistas a los franceses, nada de eso por favor, sólo paso revista sobre que no se necesita ser racista para operar a favor de la segmentación, la exclusión y la desintegración de la inmigración extraña. Basta con experimentar algún tipo de sencillo y cívico nacionalismo. Es tratar de entender y de aprender del caso francés como la derecha -y una derecha tan fiera, xenófoba y aberrante como la que encarna el lepenismo- gana espacio a caballo de los temas en los que la gente común se interesa y que son donde la izquierda tiene garantizada su impopularidad. El mal manejo del tema inmigratorio y el de la inseguridad ciudadana son los baluartes que suman día a día rechazo a la izquierda y adhesión a la derecha. Para muestra veamos las consecuencias políticas de las quemazones parisinas: Sarkozy aumentó 11 puntos su popularidad y el 61 % de los encuestados estarían dispuestos a votarlo como presidente francés en el 2007. El detalle lo pueden ver acá.

Superada la descripción se puede decir que si tomo partido: es evidente que las políticas inmigratorias que se queden en la explotación de este sentimiento –la derecha- o que no lo tengan en cuenta a favor de un romántico laissez-passer humanitario –la izquierda- , y no vayan más allá, amenazan llevar las cosas peligrosamente cerca del abismo, de ahí la necesidad urgente de que Europa aborde políticas inmigratorias coordinadas y serias desde una perspectiva humana superadora: Basta de fomentar el ingreso indiscriminado de gente para hacer trabajos baratos que van a parar a cualquier parte, avanzar en la integración económico-cultural de los poblaciones establecidas, y por último consensuar con los diversos países involucrados políticas bilaterales que tengan en cuenta lo complejo del fenómeno.


(x) Update
A eso se suma el trabajo offshore, Nike fabrica sus zapatillas en países pobres de Asia, enorme ahorro de costo de mano de obra, pero como decía Vivianne Forrester en aquel bello par de libros “El horror económico” y “Una extraña dictadura”: el precio de las zapatillas en los negocios yanquis no baja por eso, Nike las vende al mismo precio que antes o más. Esta nueva variable permite matar varios pájaros de un tiro, no se necesita traer inmigrantes ya para que cosan zapatillas, se puede mandar las zapatillas a que sean cosidas allá, todo más barato y efectivo.

2 comentarios:

Jack Celliers dijo...

Justo escribí algo en mi blog sobre eso. Tu análisis me parece bueno en la descripción, pero insustancial en la solución.

Que "Europa aborde políticas inmigratorias coordinadas y serias desde una perspectiva humana superadora" y que se debe "...avanzar en la integración económico-cultural de los poblaciones establecidas, y por último consensuar con los diversos países involucrados políticas bilaterales que tengan en cuenta lo complejo del fenómeno." es lo que los gobiernos europeos repiten sin cesar una y otra vez, sin atinar a hacerlo jamás.

Y es que va contra la lógica del mercado: los inmigrantes son MUY necesarios en su doble papel: depresores del mercado de trabajo y (por lo tanto) chivos expiatorios. Por otra parte - para redondear la trampa perfecta - son ellos mismos quienes desean ponerse voluntariamente en ese papel.

No hay tratado que valga: la presión de oferta y demanda es demasiado fuerte, y lo que es más importante: NADIE está interesado en cambiar las cosas. La clase media europea (como toda clase media) no cuenta. Lo que cuenta es, amigos, el gran capital.

Je, me pa que voy a poner otro post.

Tino Hargén dijo...

Jack: un post no da para todo, y así fue que dentro de texto cuyo objeto era enimentemente descriptivo, intenté plantear al menos -en forma de brevísimos enunciados genéricos- alguna toma de posición, para no dejar huérfano al escrito en ese aspecto. Cuando las desarrolle verás que no son nada insustanciales como aparentan.
Este tipo de temas llevan ese problema, las cosas se encadenan, se conectan y se necesita siempre más desarrollo. La parte II del post la estoy terminado y trata muy brevemente de plantear otro tema conexo: como es la situación de latimoamérica en comparación a nivel integración cultural.
Gracias por tu lectura tan aguda y leeré con sumo interés tu p