El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

diciembre 19, 2005

Una exclusión asistencial (II)

Esto casi que podría haber sido un comment más en algunos de los blogs participantes, pero creo que es mejor dejarlo escrito aqui.


Continuando con el post anterior, me puse la día leyendo el artículo de Sara Vasallo ( las citas en negrita son de ese texto) citado en póstumo. Me parece muy interesante y encuentro muchos puntos de encuentro con lo que escribí en mi primer y segundo post del tema.

Emerge una contradicción básica y una incompatibilidad insalvable, brutal, que se esconde y se disimula –“racismo disimulado” dice Vasallo-, o se racionaliza, pero que está al acecho para aparecer con toda su potencia toda vez que es desafiada en alguna de sus partes sensibles. El orgullo nacional choca irremediablemente con el rechazo al extraño. Los rebotes del pasado colonialismo llegan dando ruidos opuestos, mezclando de forma torpe el eco de las culpas con las pesadas cargas de las reparaciones históricas, los arrepentimientos y los rencores. Y me parece una contradicción no resuelta, al menos en mi capacidad de sacar conclusiones y tomar posición. No me inclino a creer que estas manifestaciones de exclusión del lado de los franceses sean producto de “desprecio humanista”, sino más bien correlatos del encuentro con su propia encarnación nacional desideologizada, despojada de epopeyas literarias.

"¿O "indígenas" de la república”, "bárbaros que rechazan la asimilación", como lo declara Radio Courtoisie, que utiliza el concepto de "guerra étnica" proponiendo reemplazar la palabra "inmigración" por "invasión"?

"..¿cómo salir de la contradicción inherente al discurso colonialista. humanista que soñaba con reunir a sus súbditos bajo la férula de una república para todos que unificara todas las diferencias? ¿Es posible recubrir todas las diferencias? Ese discurso se resquebraja ahora. Lo que queda en descubierto es el desprecio humanista (y el odio del despreciado)."

Es como se pone evidencia la impotencia de los valores democráticos y políticos del campo del discurso, contra los mandatos de la sangre acerada en los valores de una cultura y una nacionalidad, de sentimientos y valores arraigados desde las vísceras con los que se ha construido esa identidad soberana. Por un lado un “yo” cultural que se pone en evidencia, muestra las hilachas de su condición de gigantesca racionalización, de expresión idealizada de altura cívica y construcción intelectual, de un estiramiento imaginario y sobrevaluado de la propia capacidad moral. Un reino de la tolerancia, del fraternalismo internacionalista, de la construcción común, un “Todos seremos uno y no habremos de discriminar a la gente por su raza, origen o condición”. Mentiras. Es que del otro lado está el “ello” de una identidad que se basa en la necesaria diferenciación de los diferentes, de eso se trata, gobernada por un poderoso instinto básico nacional, un instinto que es racial aunque no llegue necesariamente a ser racista.

El Otro nunca es parecido a nosotros, sino no sería el Otro. El Otro es a veces un impuesto a pagar por la civilización, una consecuencia a pagar de nuestras debilidades sentimentales y de nuestras literaturidades ideológicas. Los hechos son siempre más reaccionarios que las palabras.
A la hora de salir del trabajo cansados y angustiados todos somos más de derecha que a la hora de ver una película.

Pero para no poner el foco solo en un lado, de parte de los revoltosos a la comprensión se llega desde la deformación. El razonamiento desde el rechazo podría ser “¿Así les pagan a una sociedad a la que “invadieron” y de la que se valieron para matarse el hambre y gozar hoy día de un status mínimo pero abismalmente mejor en lo material que el de millones de padecerores de los países atrasados?”. Pero es también literatura de héroes esperar que se pueda experimentar este tipo de procedimientos morales para grupos sociales que se pegan al borde escabroso de una cultura occidental que no es otra cosa que la cultura del hecho consumado, de la medición fría y despiadada de resultados y relaciones de fuerzas, y donde no hay lugar para gestar lógicas de lealtades y gratitudes sociales inexistentes, o de escrupulosas especulaciones. Nada importa más que exigir lo que se pueda tomar hoy según la posición, tomar todo lo que se pueda. Llevar la zapatilla de marca no es una elección, es una recolección de una posibilidad que está disponible, y la sociedad de consumo de occidente enseña que si está debe ser usada. Todo signo suelto debe ser capturado y devorado, es la forma de alimentarse, sea una moto, una zapatilla o un tatuaje.


"...Sí, muchos de ellos odian a Francia y son franceses nacidos en Francia. Reaccionan a la imagen que les devuelven los medios, que transforma las periferias en zoológicos dignos de curiosidad en los momentos puntuales de las campañas electorales. Sí, odian al que los desprecia."

El rencor y el recelo están a la orden del día. De acuerdo, en la parte II de mi primer post mencioné la importancia de los medios en la construcción de la inclusión. No se en que grado de consenso los medios reflejan esta actitud en Francia.

2 comentarios:

Fernando Guzmán dijo...

Sobre el tema de los medios, te comento algo que vi escrito que por ahí te aclara el panorama: un blogger francés escribió en su perfil:
"Escribe Moshan. Nació, vive, trabaja y vota en Francia. Hijo de un FRANCÉS (TACHADO) inmigrante nacido en un municipio francés en Argelia, quien ha vivido siempre en Francia. Mohsan es entonces FRANCÉS (TACHADO) inmigrante de segunda generación, y luego padre de dos FRANCECES (TACHADO) inmigrantes de tercera generación, según la definición de los medios y los políticos franceces."

http://jeblogue.blogspot.com/ (arriba a la derecha)

Tino Hargén dijo...

Gracias Fernando, este ejemplo muestra que la cosa es realmente pesada en cuanto a la estigmatización.

Saludos