El hombre de hoy es un siamés
Simetría y evolución - Del hombre mono al mono-hombre
Esto es nada más que una breve introducción de una teoría que está en pleno desarrollo y de la que soy autor. Es una teoría literaria –por ahora sin pretensión científica, nada más que por ahora- y plantea sencillamente que antes de conocerse esta versión siamesa del hombre -en el sentido antropológico- tal cual lo conocemos hoy día y del que todos formamos parte como especie, existió una versión única, unitaria, “single”, “mono-volumen”, asimétrico o como quiera llamársele, que se parecía a cada uno de nuestras mitades espejadas. Lo que constituyen nuestras mitades simétricas es el producto de la unión siamesa de dos seres ocurrida muy atrás en la evolución.
No venimos de los monos, venimos de los “mono-hombres”. Nuestro antepasado era un ser que tenía una sola pierna y un solo brazo, un solo ojo, un solo lóbulo cerebral, respiraba por una sola fosa nasal y por un solo pulmón.
¿Que pasó? Caprichos de la evolución que se le escaparon al viejo Darwin. El accidente de la naturaleza que produjo el ser siamés fue realmente un verdadero milagro que transformó la historia de la humanidad. Este nuevo ser binario se rebeló infinita e inesperadamente superior en capacidad mecánica y psíquica a los pobres y originales hombres unitarios, ya que prácticamente multiplicaba exponencialmente todas sus prestaciones: podía usar ambas piernas y brazos al mismo tiempo, sostenerse y moverse con mayor velocidad, aparte de desarrollar un perfecto equilibrio que potenciaba su destreza locomotiva dada su ajustada simetría y su distribución de pesos. Sería tedioso describir todas las ventajas que obtenía este nuevo engendro “dual” respecto de su predecesor, por ello sólo destacaremos algunas. La boca del ser original era una única hendidura casi circular dotada de una única fila de molares, la nueva dentadura de doble fila simétrica permitió aumentar la capacidad de alimentación potenciando el crecimiento y la supervivencia. El originario lóbulo cerebral se mantuvo dentro de una estructura ósea única de cabeza fortalecida y agrandada, pero derivó en dos hemisferios unidos que sumados y complementados fueron aumentando geométricamente sus facultades neuro-sensoriales. Así fue que el accidente siamés –un verdadero “aborto genético”- terminó eclipsando el reinado del pobre “mono-pié” y “mono-mano”. Tras unos cuantos millones de años de evolución, los siameses sobrevivieron y se expandieron enormemente transformándose en el homo faber (su versión actual) y los “singles” se extinguieron irremediablemente, producto de su propia incapacidad de sobrevivir en el entorno, y de la masacre y esclavización a que los sometieron los propios siameses convertidos en nuevos reyes.
Como todo siamés, el nuevo ser unificado producto de la fusión biológica y genética, debe tener muchas partes de su cuerpo “únicas” o “compartidas” para poder existir como unidad y no disgregarse, y la zona de mayor unión se dio en el conjunto tórax-abdomen. Allí vemos como algunos órganos internos no pudieron conservarse simétricos y quedar “duplicados” en el nuevo ser, y se mantuvieron en una sola unidad, tal es el caso principal del corazón, el estómago y el hígado. Los intestinos también permanecieron en una única expresión agregada porque eran unas tripas groseras que directamente se amontonaron acomodándose en el mayor espacio abdominal de la unión. Es evidente que estas partes donde ambos seres unitarios deben compartir un solo órgano resultan ser su “talón de Aquiles”, su peor defecto, debilidad e imperfección. No por nada el corazón del ser siamés –apenas un poco más grande que el de su unitario antecesor- es un punto débil del organismo, que entra a menudo en colapso a causa de no poder abastecer las exigencias mecánicas de dos “singles” unidos En cambio, los órganos que se conservaron separados quedaron duplicados y a menudo resultaron más resistentes y eficientes para solventar las nuevas exigencias, caso de los riñones por ejemplo, como prueba el caso de que al ser extirpado uno de ellos, el ser siamés cuenta con altas probabilidades de sobrevivir sólo con el otro.
El corte que imaginaba Genovese en su cuento de Kaputt podría ser en realidad la búsqueda de Dios, la del Uno original, antes de la malformación que nos convirtió en estos ridículos aparatos unificados con dos mitades iguales y espejadas. Somos un par en extraña convivencia forzosa. Esto también explica en parte la naturaleza conflictiva del ser humano consigo mismo. Aquella metáfora de que existe un verdadero “combate” en su interior no es descabellada, ya que se trata en definitiva de dos seres diferentes que fueron unidos por accidente, que lograron convencerse de una única y fundida identidad, pero que lleva guardado el contenido latente de una disputa. También vemos como nuestro sistema nervioso se rebela contra esta obligada y equitativa yuxtaposición penetrada, y como resabio de aquella genética anterior nos rebela mensajes muy claros en ciertos detalles neuro-motores: tal es el caso de los miembros hábiles o del “lado fuerte” de las extremidades. Así es que somos diestros o zurdos para usar piernas, brazos o manos, con evidente mayor sensibilidad, potencia y precisión en un lado. Es que la supremacía de uno de ellos se manifiesta todavía en ese combate. Si la fusión siamesa fuera perfecta tendríamos exactamente igual sensibilidad, habilidad y fuerza en cada lado de nuestras extremidades, pero para lograr eso faltan todavía unos cuantos millones de años de reproducción y evolución.
A esta altura muchos ya habrán deslizado un interrogante sugestivo: como era el aparato genital de los viejos seres unitarios. Muy fácil, el masculino obviamente era mono-testicular con un pene fino, la unión derivó en este pene un tanto más grueso y mantuvo ambos testículos separados unidos en su escroto.
¿Y el aparato sexual femenino? Ese y otros detalles como el verdadero origen de la raya central de los glúteos serán explicados en el próximo capítulo.
7 comentarios:
Atrapante y seductora teoría Tino, de lo mejor que he leído útimamente en los blogs. Espero la continuación.
Un saludo
Germán Davino
jeje
"podía usar ambas piernas y brazos al mismo tiempo"
jeje
prometo mandarte mañana los poemarios, que aquí es muy tarde ya.
un beso y feliz año!
Una perlita, Tino.
Habrá que esperar la próxima entrega.
Lo de la raya me tiene preocupado hace décadas.
Los glúteos también. Siempre me he preguntado por qué nos gusta tanto patear ahí. Al mismo tiempo pienso que no lo hacemos tanto como debiéramos.
Te mando un fuerte abrazo, buen comienzo de año. En la palabra y en otras cosas también.
Gracias Luis, y un mejor comienzo de año para vos!!
vou fazer um link para este artigo
Gracias I !!
Tino, muy buena tu teoría. Llegué a ella por una frase de mi novio que cito en mi blog comenzado recién hoy. Nobleza obliga, tuve que citarte, asi que ahí te veras... linkeado...
Muy original.
http://saledemi.blogspot.com/
saludos
Publicar un comentario