El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

noviembre 14, 2005

El pensamiento experimental

El miedo al error

Pareciera que en toda disciplina creativa es bien vista la experimentación, menos en el pensamiento. En torno a él sobrevuela una obligación inexcusable de pensar sólo conclusiones acertadas, verificadas, pasadas en limpio y ataviadas para su presentación bajo las cámaras de una publicación. Como buen tradicionalista, quizá un pseudo-revolucionario de las tradiciones, no me voy a privar del gusto de escribir una frase de difusión. Así que imaginen que ven un cartel enorme y las negritas son las luces de neón:

Es incapaz de crear un pensamiento propio aquel que sólo quiere demostrar que no está equivocado.

Quitarse la obsesión por el resultado suele ser una herramienta colosal para cualquier tipo de expresión, nos acerca a la fruición expansiva, a la ruptura de lo esperado y de lo previsible. Conviniendo que experimentar no debiera entenderse como sinónimo de improvisar –cosa que sucede a menudo sobre todo en música-, el campo del pensamiento necesita como ninguno de la experimentación para sacudir su tendencia a la inmovilidad y la repetición eternas.


En la literatura

Evitar riesgos es como en todo arte una sepultura paulatina de la creatividad y la innovación, es la tumba anticipada de los nacimientos. La literatura, supuestamente el máximo ámbito albergante de las experiencias del lenguaje revelantes y reveladoras, a la vez que exentas de ataduras metodológicas y estructurales, está rodeada sin embargo de una luctuosa compulsión a la versión corregida. El producto final pareciera proporcionar una necesaria dosis de elemental consumación, de “objetuación” básica para preservar al hecho literario de la contradicción y la dispersión irreconstruible. Sin embargo, tanta preocupación por el objeto terminado puede que contribuya negativamente a la calidad del resultado creativo, toda vez que es motivador de férreas y compulsivas auto-correcciones y autocensuras del autor que pueden privarnos de deliciosos hallazgos.

Ahora bien ¿Alguien dentro de la literatura publicaría un libro con la salvedad de que se trata de textos experimentales? Los experimentos no se publican hasta que hayan sido debidamente “probados”, ese el fuerte mensaje de la ciencia positiva y del mercado de negociación, donde las correcciones más obsesivas y rigurosas que se puedan, suponen siempre una garantía de obtener el máximo “valor” de dicha “obra”. El horror de que vea la luz una versión en borrador o sin corrección, es precisamente ese riesgo de desvalorización.


La ciencia encadenada

La fatiga mental que produce el enorme peso del conocimiento preexistente es una pesada mochila que extenúa cualquier virginal ansiedad de producción, sumado a los consejos de malos maestros que aseguran que para poder escribir algo hay que leerse a todos los que escribieron antes que uno, como si se tratara de una carrera de postas. La ciencia - una vez más pobre, y van…- tiene la culpa, con esa mierdosa ley de que su verdad es una sucesión de enmiendas a los errores anteriores, lo que nos dice que si no descubrimos algún error en lo antecedentemente pensado por otros, más vale nos ahorremos el trabajo de pensar. La sucesiva supresión de errores no es la verdad ni puede ser el objeto final del pensamiento. La ciencia está obligada por el imperativo de su método a aceptar como verdad la última versión que se demuestra correcta. La verdad científica sería así la mentira todavía no descubierta, hecho que posee su connotación positiva al sostener la sabia idea de que toda verdad aparente puede ser susceptible de refutación, pero que conlleva el aspecto negativo de establecer una excesiva dependencia de la herencia establecida. El pensamiento no necesariamente científico – al que podríamos llamar de cualquier modo: filosófico, literario, artístico- sería un pensamiento que no se propone renunciar a toda operación de lógica argumental para convertirse en orgía de la arbitrariedad conceptual, sino que rescata de la ciencia algunos de sus instrumentos comunicacionales pero que cuestiona sobre todo el destino de corrección sucesiva de una misma idea original que su método supone, el pensamiento como una enésima pasada en limpio de lo precedente.

Un pensador donde se puede encontrar una mirada compatible a este esquema es Niestzsche, cuyo modo de ejecutar el pensamiento rescataba su condición experimental, alejándose de los modelos de sistemas filosóficos tradicionales. Su obra se expresa mayormente en resúmenes, aforismos, trozos sin conexión aparente más relacionados con la literatura y no a los sistemas filosóficos.

"El pensamiento experimental no desea persuadir, sino inspirar, inspirar otro pensamiento, poner en marcha el pensamiento. Las convicciones son los enemigos de la vida más peligrosos que las mentiras"

El pensamiento de Nietzsche no presentó un "sistema" de ideas cerrado, lo que constituyó plena coherencia de su parte, ya que no sería posible entender ni creer su crítica a los sistemas filosóficos si hubiera estado planteada como otro riguroso sistema con los mismos errores que quería abolir. Esto llevó a muchos a considerarlo algo así como un híbrido entre un filósofo y un escritor: demasiado poético para ser asimilado a los pesados sistemas de pensamiento de colegas como Aristóteles y Hegel, de los que precisamente e trató de apartar, y demasiado filosófico y estructurado para ser asimilado a los confines estéticos de la literatura.

“.....Los filósofos del futuro tienen el derecho, acaso también la injusticia, de llamarse experimentadores. En mi peregrinación a través de numerosas morales, más delicadas y más groseras, que hasta ahora han dominado o continúan dominando en la tierra he encontrado ciertos rasgos que se repiten juntos y que se coligan entre sí de modo regular: hasta que por fin se me han revelado dos tipos básicos, y se ha puesto de relieve una diferencia fundamental. Hay una moral de los amos y una moral de los esclavos —me apresuro a añadir que en todas las culturas más altas y más mezcladas aparecen también intentos de mediación entre ambas morales, y que con mayor frecuencia aún aparecen la confusión de las mismas y su recíproco malentendido, y hasta a veces una ruda yuxtaposición entre ellas— incluso en el mismo hombre, dentro de una sola alma. “


Milan Kundera en relación a esto escribió:

“El que piensa no debe esforzarse en convencer a los demás de su verdad; en tal caso se encontraría en el camino de un sistema; en el lamentable camino de "el hombre de convicciones"; a algunos hombres políticos les gusta calificarse así; pero ¿qué es una convicción? Es un pensamiento que se ha detenido, que está inmovilizado, y el "hombre de convicciones" es un hombre limitado; el pensamiento experimental no desea persuadir sino inspirar; inspirar otro pensamiento, poner en marcha el pensamiento. Las convicciones son enemigos de la vida más peligrosos que las mismas mentiras.”

También Hanna Arendt participa de este lado del asunto: pensar sin barandilla o, mejor aún, pensar sin red, pensar a la intemperie. Es un pensamiento provisional, experimental, dialógico, socrático en un sentido preciso: no intenta adoctrinar ni convencer sino compartir ideas, en la convicción de que la tradición, en filosofía moral y política, se ha quebrado y hay que orientarse entre tinieblas.


La degradación de la opinión

Por último, otro coletazo relacionado a la mirada desconfiada al pensamiento experimental es la degradación de la opinión argumentada. Estigmatizada como articulación menor del pensamiento, y principalmente descalificada bajo el cargo de subjetividad, anda por allí cercana a la banalidad azarosa del gusto o de la preferencia trivial. La autoridad occidental del saber, desde el viejo reinado de lo sagrado-religioso pasando por el monarquismo absoluto hasta el positivismo de la ciencia, se las ingenió en ambos casos para sustraer la subjetividad de toda idea de sabiduría sustentable. Las consecuencias fueron lesivas para la expresión del pensamiento del entorno subjetivizada en la experiencia personal. Despojada de las construcciones artificiales de las estructuras, exenta del disfraz de suprema objetividad, tuvo que cargar una perversa presunción: cualquier mirada personal estaba siempre más cerca del “ peligroso desvío” que del hallazgo revelador. La opinión argumentada en primera persona inició así su degradación social, y pasó a ser vista como un género menor aún en la literatura, yendo a parar tal vez al refugio del periodismo, donde lamentablemente no es muy bien tratada tampoco y por ahí deambula en un confuso rol de “hermana menor” teniendo que justificar su existencia entre la soberbia dictadura de la noticia como crónica objetiva.

No hay comentarios.: