El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

febrero 28, 2007

El estatuto del utopista


"Para no incomodar, para no llamar la atención, con el afán de evitar sobresalir, en función de lograr un equilibrado entendimiento, a partir de la idea de impedirme sembrar el pánico...."



Casi oxidada por el desuso me decido a reabrirme La Tapa De Los Sesos

febrero 26, 2007

Resaca de una noche de Oscars

En realidad se trata de un par de interrogantes y alguna que otra afirmación imprecisa que pude anotar después de ver anoche -en parte- la 79 gésima entrega de los Oscars.

¿Por qué el insoportable Clint Eastwood, con su carita lampiña de halcón republicano aligeraba en su traducción al inglés el sentido de las palabras que en grave y claro italiano emitía el notable músico Ennio Morricone? ¿Será que Eastwood no es capaz de estornudar sin temer ofender a la industria a la que se debe y a la que le debe, como buen panfletario de la crueldad de la competencia y adalid abanderado del resignado sometimiento a las leyes imperiales y fascistas de la desaparición de los más débiles con sus filmes de mensajes arteros?

Scorsese, como Ford Coppola, ¿será otro de los buenos filmadores de violencia mafiosa con prestigio intelectual que esconden por vergüenza su origen italiano?

Poner en celuloide una asquerosa masacre para que salte sangre por la pantalla puede adquirir diversos resultados. Si lo dirige Juan Pelotas Smith con 500.000 dólares de presupuesto es una película clase B o C. Si se la dejan a Scorsese y le dan 200 millones, el tipo refina la cosa bastante, es cierto, y la transforma en “obra maestra” para regodeo de críticos y obsecuentes del género. Y por último, si ponen en la silla al sobrevaluado Quentin Tarantino con unos, digamos, 100 milloncitos, el muchacho nos entregará una fabulosa revelación del nuevo-hollywood o del post-hollywood.

La filmación de asesinatos demuestra ser la receta universal, inagotable, eterna e inmutable de este cine. Y cómo si no tuviéramos bastante con la violencia “made in Hollywood”, ahora hasta los grandes estudios se trepan a la moda de hacer sus propias versiones de las orgías de terror y violencia orientales - provenientes de China, Hong Kong, Japón- como es el caso de filme ganador "Los Infiltrados" (The Departed) cuyo origen creativo se remonta a ser un refrito de "Infernal Affairs".



Funde a negro....



Música- Ennio Morricone-Joan Baez La balada de Sacco y Vanzetti

febrero 22, 2007

Con las manos en la masa III

Aunque creo se va agotando el tema y ya he leído suficientes análisis y opiniones que me tranquilizan, trato de despedirme del asunto con algunas nuevas vueltas de tuerca surgidas de recientes lecturas.

El artículo de Jorge Panesi es una perlita negra. Argumentar la literatura como suspensión de la moral para justificar el afano de Di Nucci es de un grado inconcebible de imbecilidad intelectual. Un título que daría para debatir concepciones filosóficas del arte y de los valores estéticos y morales en un plano general no puede usarse para este menester de exculpar un afano doméstico. Es como si me robo un cuadro para venderlo en una feria y al ser capturado le digo al juez que me amparo en “la suspensión de la moral en las artes plásticas”. Los actos donde se manipulan obras literarias que se someten a las leyes civiles que nos afectan al común de los mortales ciudadanos de este país no son excusables bajo la fianza de una aplicación absurda de una pseudo-teoría literaria.

Percatado Panesi de que hay en torno al tema un costado civil-ético-legal y otro artístico, divide las aguas: primero se sitúa fuera del hecho civil y se interna en el campo artístico para cometer una reivindicación estética del robo en la literatura con la sencilla premisa de que “todos roban”, “todo es un robo”, para en el final cerrar celebrando lo que para él fue “un robo bien hecho”. Que lástima por Panesi, ni siquiera en ésta acierta, porque un robo bien hecho es aquel que no es descubierto. Después reconoce la competencia legal en el tema, niega el plagio pero acepta el robo, por lo que lisa y llanamente hunde al pobre Di Nucci más en la oscura ciénaga de la vulgar estafa, y sólo le faltaría aprobar la revocación del premio en ese caso. No se entiende su extrañeza con el jurado porque “cuando la leyeron como literatura la premiaron” y luego al aplicar la ley y saber la verdad la revocaron. Es obvio, la incidencia del robo en el resultado literario es la prueba más elocuente del calibre del fraude cometido y la esencia de los méritos que Di Nucci usurpó con toda intención para único beneficio de si mismo, para su gloria y prestigio como autor individual.

En otra semejante confusión caen varios de sus defensores, la mayoría de ellos vinculados a la facultad de calle Puán donde Di Nucci enseña.
Daniel Link denuncia algo así como que toda la intolerante reprobación al hecho pasa porque se aplica un concepto de propiedad intelectual capitalista. Parece que la posmodernista posliteratura necesita un concepto de propiedad diferente. Sólo pensar que la posmodernidad, que podría bien considerarse el doctorado consagratorio del capitalismo, pueda implicar una lógica que contradiga su concepto de propiedad es un desvarío insustancial; tal vez algunas propiedades intelectuales –como las vinculadas a la industria discográfica- dejen de importar si ya no es negocio defenderlas, pero otras como las farmacéuticas o de tecnologías industriales por ejemplo, gozan de buena salud. Después un tal Julián aporta una interpretación casi en el mismo sentido acusando a los que reprobaron la actitud de Di Nucci de obedecer a la “legalidad burguesa”. Este argumento se refuta en primera instancia con el sólo análisis de la actitud de Di Nucci. Si aún aceptáramos que se trata de una actitud sólo condenable dentro dicha “legalidad burguesa”, el despremiado copiador participa y acepta sus reglas de juego -más aún su concepto de propiedad intelectual- al firmar como autor en busca de obtener un premio concebido desde una lógica y un entorno pertenecientes al más puro varietal burgués. No mencionó el libro que copió torpemente, tampoco invocó intertextualidad alguna, sólo sustituyendo nombres y algunas palabras que le sonaban muy “españolas” explotó un trabajo ajeno para hacerlo pasar por suyo y hacerse acreedor en forma egoísta de los méritos y beneficios individualistas -y burgueses ya que está- de su autoría, con desprecio de la autora robada y de los otros colegas que limpiamente enviaron sus trabajos. Distinto es si Di Nucci hubiese presentado o editado en forma de libro este trabajo de copia como un ejercicio de transformación de textos inscripto en una concepción o en un contexto donde sea explícito su apartamiento de la autoría individual, y obviamente no estampara únicamente su nombre –en este caso su seudónimo- en la tapa. Si Di Nucci no creía en el supuesto concepto burgués de autoría ¿por qué que lo firmó con su nombre y nada más que su nombre, y además salió en los medios a hacerse cargo del triunfo?

No me parece que la discusión central deba enfocarse hacia la literatura intertextual contra la original, o el uso de las citas explícitas contra las implícitas, sino hacia la esencia del acto que es el fraude y que no es para nada un concepto burgués. Explotar por la espalda el trabajo de otro autor para recibir recompensas personales es condenable desde cualquier concepción por más socialista o libertaria que sea. La propiedad intelectual puede que sea un asunto regulado por los derechos económicos, pero el respeto a la autoría y las creaciones de las personas es un derecho humano básico esencial; las obras de una persona son inviolables como la persona misma, y no pueden ser robadas ni explotadas sin consentimiento. Cometer fraude respecto de terceras personas con el único fin de obtener un beneficio personal es un acto condenado en todas las ideologías antiburguesas. Por otra parte es falso que exista un concepto socialista negador de la autoría, si así fuera Marx no hubiera firmado sus libros como autor individual, ni nadie le daría tal reconocimiento por su obra, pues se trataría de una hipotética concepción que no reconocería vínculo creador alguno entre una persona determinada y una obra. El concepto socialista apunta, muy por el contrario, a preservar los derechos humanos naturales e inalienables de los autores con sus obras -entendiendo como obra el fruto de su trabajo honesto y su auténtica y libre expresión- para protegerlos de las maniobras de ”explotadores” como Di Nucci que los sustraen vilmente para obtener un beneficio personal.


A pesar de que estoy convencido que ningún ser humano con talento e inteligencia que quiera ser escritor se le ocurriría ir a la Facultad de Letras de Buenos Aires a “formarse” para ello con “maestros” como Panesi, Link, Di Nucci y compañía, siento miedito por los todos los que allí concurren a que les enseñen que toda literatura es robo, sobre todo porque de allí saldrán docentes que exportarán esta visión de la literatura como indeclinable cementerio de la creación. Sospecho con benevolencia que no es un cinismo canallesco el que los anima, sino tal vez una mezcla de defensa corporativa de intereses con despechos estructurales. Esto último es común en el resentimiento de los estériles que elevan su baja autoestima racionalizando su infertilidad intelectual con la idea de que todos la padecen. Los que están condenados por haber llegado tarde al reparto de talento creador, y que han vivido llenando de arrugas sus pupilas para analizar lo que creaban los demás usurpando el talento ajeno y alimentándose de él como ingrata carroña, de pronto se quieren convencer que nadie jamás hubo creado nada. Preocupa que las opiniones de semejantes desgraciados del intelecto sobre el talento ajeno sean para algunos una referencia seria de crítica literaria a tener en cuenta.

febrero 21, 2007

El menor de los análisis VIII

Tesis-Antítesis-Nulidad

En el orden social humano, convivir es tener oposición antes que cooperación, y tener oposición es estar limitado, es estar recortado por la existencia del otro. De la oposición nos prometieron que nacía una síntesis. La comprobación es que lejos de la síntesis la oposición lo que trae es la frustración del principio cuando no su anulación. ¿Existe el equilibrio? La neutralización a menudo significa una pérdida en la calidad de aplicación de los dos o más principios equibrados. El equilibrio existe pero es destructivo para ambos principios por igual. La síntesis de su oposición a menudo resulta un debilitamiento y una frustración para ambos. Cuando no es equilibrio sencillamente es el dominio de uno sobre otro con cierto grado de pérdida. Existe el equilibrio, lo que no existe es la síntesis –menos que menos superadora- a partir de él. El error fue considerar que podía engendrarse a partir de dos principios antagónicos unos resultados que preservaran la esencia de cada uno de esos respectivos principios antagónicos. De la oposición no nace ninguna síntesis, ella sólo es posible si se cumple la interacción de dos principios hermanados y que van en la misma dirección, por lo que la oposición se licua y ambos principios tienden a hacerse idénticoss. Entre dos especies compatibles nace un hermoso mestizo, entre dos opuestos nace en el mejor de los casos un monstruo.

febrero 14, 2007

Ecografía de la intrascendencia

De cómo la in-trascendencia no se relaciona con la intra-ascendencia.


La intrascendencia se parece mucho a la inexistencia, pero ésta última es más vulnerable ya que puede ser contrariada con cierta facilidad en tanto pueda oponerse sobre ella una elemental firmeza vincular que casi por acto reflejo cualquier miembro de la especie humana posee. La intrascendencia es mucho más resistente a los efectos atemperantes de voluntad humana promedio, se manifiesta en un estado larval del reconocimiento incapaz de proyectarse más allá del mero territorio supervivencial, del dominio trivial reducido al pequeño círculo de una intimidad casi piadosa y vergonzante. La ausencia del éxito suficiente, los posicionamientos retrasados que se vuelven día a día irremontables, la falta de figuración en los rankings públicos, son todas las trágicas manifestaciones de un destino alevoso en su ingratitud.

La atención de los observadores es un oasis de salvación en el medio de una aridez que todo brote oscurece. La lógica de este proceso posee vericuetos muy singulares. Los intrascendentes sueñan con demostrar que no lo son, con obtener una prueba de ingreso a la trascendencia, y dicha prueba suele ser el reconocimiento de algunos trascendentes establecidos, quiénes a su vez deben su trascendencia al reconocimiento de la masa de los intrascendentes. Por consiguiente, ¿por qué no ir en busca de seducir de modo directo a la masa de los colegas intrascendentes ya que son ellos quiénes podrían ungir con la gracia de la trascendencia? Primero, el camino de acceso a la masa de nos es libre, está controlado por un poder, y aún cuando el mensaje les llegara, no lo entenderían porque están condicionados para ver sólo aquello que se les dice que debe ser visto, para que elijan lo que otros ya han elegido por ellos.

Si lo único capaz de dar sentido a la emisión de un sonido solitario es el eco, entonces tenemos un problema. El tiempo pasa sin novedad y nadie te da las gracias por el sufrimiento.


Música Time Machine I can´t smile

febrero 13, 2007

Con las manos en la masa II

Una lista de notables académicos confunde lo que podría ser viable dentro de los límites de un ejercicio didáctico de facultad con la violación ética a las pautas de un concurso donde se compite por un premio bajo determinadas bases, destinado a obras inéditas y donde se halla explícito el concepto de autoría individual.

La literatura es una de las representantes más seductoras del milagro de la creación humana, una testigo clave de la autenticidad liberadora de su locura y una portadora orgullosa de su honesta y esclarecedora enfermedad. Estos fúnebres roedores, administradores y clasificadores han profanado la órbita sagrada del arte con esta verdadera apología del fraude y de la impotencia creadora. Enredados en las teóricas telarañas manipuladoras de su burocrática mediocridad de espíritu, no pueden ver que el cielo brilla mucho más allá del alcance de sus prisioneros ojos.

Me propuse jugar con el texto de su declaración un rápido ejercicio de “intertextualidad” para en el mejor de los casos expresar que pienso lo contrario.

Ante la decisión, dada a conocer por una lista de profesores de letras, antropólogos, curadores y ex-comisarios de dirigirse al diario La Nación en relación a su sorpresa respecto del retiro del Premio de Novela 2006 a Bolivia Construcciones de Bruno Morales, quién abajo firma quiere manifestar su sorpresa por los motivos aducidos.

Bolivia Construcciones no hace explícitas, ya desde su título, ninguna de las dificultades de componer una novela que busque representar desde dentro una realidad aprehensiblemente propia para cualquier autor argentino que como el citado haya compartido mucho tiempo con los inmigrantes bolivianos. Por ello, no me explico por qué recurre a una serie de fraudes literarios de larga data. Uno de ellos, ignorado por esta lista de notables, es el de transformar pasajes de otros textos con una finalidad estética imprecisa apropiándose de todos y cada uno de los detalles que hacen a su identidad en la obra original. No hace falta insistir que los casos de plagio como han sido corrientes en las literaturas occidentales desde la Antigüedad, del que tantos autores han sido robados vilmente y se han beneficiado con el trabajo y la creación ajenas.



Tal como ha señalado la crítica especializada, se trata de un procedimiento que enriquece los valores de Bolivia Construcciones y constituye uno de sus títulos de neta originalidad. Su empleo, conviene destacar, no es en modo alguno ocioso o injustificado, sino que responde a razones estructurales que obran en la novela. Todo ello, por lo tanto, no hace más que acentuar la influencia medular del plagio en el resultado final de la obra, ya que demuestra que la apropiación textual es determinante en la calidad de la misma, lo que agrava el tenor de la defraudación cometida contra la autora y contra los jurados, y el perjuicio contra el resto de los concursantes.

De este modo, valiéndose de la copia de ambientes, personajes y situaciones de Nada (1944) de Carmen Laforet, escrita en español, que podría conseguir y leer en Buenos Aires el joven protagonista de Bolivia Construcciones, así como cualquiera de los lectores de esta novela, el autor crea un marco para aquellos capítulos en los que, como en un sueño, en una deliberada idealización, dos realidades contrastantes se funden generando una nueva realidad. No justifica para nade este uso que desde el interior de los diversos planos de significación, haya valorado la crítica la presencia constante de un nivel alegórico que coexiste con el realismo.

No entiendo la inapropiada puesta fuera de contexto del párrafo citado de Bioy Casares en su prólogo a La Celestina “Componer obras interesantes y hermosas, con frases destinadas a otros párrafos, a otras situaciones, a otros temas, ha de ser, por lo menos, tan difícil como componerlas con frases inventadas por uno mismo”. A menudo robar para algunos resulta bastante más difícil que crear, depende de las asignación de talentos que cada uno disponga, pero lo que se discute aquí no es cuán difícil es una u otra cosa.

Sin la creatividad natural del artista la literatura no existiría. Así, los textos de Laforet copiados no puede decirse que hayan sido transfigurados para dar lugar a textos y situaciones diferentes.


Por eso considero a la vez injusto y paradójico que se pretenda una reivindicación de Bolivia Construcciones por aquello que constituye la raíz de la acción fraudulenta de su autor, y que un grosero plagio sea confundido con una rica trama de intertextualidades.

febrero 12, 2007

Con las manos en la masa

"....No nos tomen más el pelo, dejen de insultar nuestra buena fe y nuestra inteligencia, como si no supiéramos que cosa es inspirarse en obra anterior y que otra es copiar párrafos enteros de una obra ajena y presentarlos como propios. Pongamos fin a esta torpe igualación entre copisteros y honestos creadores. Siempre la explicación de que se trataba de un “homenaje” o una obra basada en “la reescritura” basada en no se cual estética es un argumento que se esgrime después que los descubren con las manos en la masa, y habiéndose pavoneado como auténticos creadores por ahí...."


En mis colaboraciones para el excelente blog colectivo Nación Apache siempre envié textos madurados al fresco devenir de algunas jornadas de decantación. Pero esta vez decididamente fue la simple y plebeya calentura la que me urgió a escribir en torno a las repercusiones del revocado premio de novela La Nación.

febrero 09, 2007

El menor de los análisis VII


La compulsión a la cruz



Todos los principios tienen oposición, ninguno gobierna despóticamente la realidad, ninguno está solo en este mundo, todos deben convivir.


En la medida que los principios -filosóficos, morales, ideológicos- se socializan, pierden su condición absoluta. La socialización es una funcionalización, una puesta en práctica que los saca del aislamiento en el cual fueron generados, del microcosmos filosófico artificial que cobijó el acto de su enunciado, y los ubica en un terreno donde se ven forzados a la convivencia. Toda definición de un concepto implica un aislamiento artificial de ese concepto, que en el campo del discurso es eficaz en tanto argumento. Pero esta artificialidad básica del aislamiento del concepto se destruye en su puesta en escena donde la naturaleza es gregaria tanto para los seres reales como los ideales. No hay principios absolutos sencillamente porque lejos del espacio ideal hay un impedimento físico para que cada uno pueda serlo. En esta imaginaria comunidad conceptual los principios se entrecruzan todo el tiempo, puros encontronazos de entidades ideales no nacidas para vivir inmersas en la relatividad de la confrontación, y que deben adaptarse a este habitat tan dificultoso para resolverse.

En el campo ideal del discurso todo principio conceptual goza de una aparente “libertad individual” lograda al fuego de un puro voluntarismo semántico, de un espacio reservado a si mismo que nos hace creer que puede andar alejado de cualquier intromisión con solo proponérselo. El discurso en ese caso es un paraíso; pero ni las personas, ni los hechos ni los conceptos socializados gozan de esta prerrogativa.

Las doctrinas sociales y políticas, cuando no filosóficas, han tratado siempre de establecer jerarquías a partir de esta aparente emancipación de los principios. Es que los principios se han usado siempre por los líderes políticos como herramientas para convocar a los comportamientos sociales a favor de una determinada intención. Que poco convocante sería un discurso de tribuna que en vez de presentar la guía emocional de unas pocas unidades de concepto como Libertad, Igualdad o Justicia, quisiera ofrecer en cambio una explicación acerca de un entramado complejo y contradictorio de ideas donde la nobleza de cada término se contaminase embebida en un enjambre de relaciones.

febrero 07, 2007

Los fueros literarios

La literatura se despoja de la obligación de ofrecer pruebas entendibles y rigurosas, por eso ello se ampara en sus fueros de mentira autorizada; la literatura es la habilitacion de la mentira como posibilidad de exploración, como riesgo aceptado y asumido. Es la mentira como forma de conocimiento, un lujo que no puede darse la ciencia ni la experimentación científica. La filosofía si se lo podría dar y de hecho se lo ha dado todo el tiempo, aunque jamás lo habrá de reconocer.

febrero 03, 2007

El bullir de los nombrecitos


El mundo de un trabajador del intelecto que utiliza la escritura como herramienta no es diferente al de cualquier otro esclavo absoluto del reconocimiento. Cabecitas redonditas, aisladas, díscolas y celosas tratando de evitar que la enorme pala mecánica de la aglomerada realidad los levante como todos los días y los mande al basural humano de la intrascendencia, que es el destino terminal cotidiano de millones y millones de toneladas de anónimos residuos. Y en el mundo estético de la escritura la unidad de paisaje físico por la cual se representa a las personas son los nombrecitos propios individuales, que pueblan pantallas y páginas bien escritos y conservados, tratando de burbujear como microbios en un enorme caldo de cultivo indiferenciado, esperando ser agraciados por el beneficio de alguna mutación que los pueda convertir en monstruos captores y devoradores de energía.

Cada nombre y apellido es una fórmula química desactivada. Trabajar, trabajar y trabajar sólo para que esas partículas elementales se expandan y logren ponerse bajo las órdenes de las miradas; una manera de hacerse sustancia a cualquier precio.




Música: Muse Sing for absolution