El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 21, 2011

El acoso de la palabra


Una polémica espectacular -en el más literal de los sentidos del adjetivo- se ha erigido sobre la faz del ambiente cultural argentino a partir de las derivaciones de un artículo de opinión escrito por Juan Terranova para la revista El Guardián, acerca de las implicancias de una campaña de la organización Hollaback! en nuestro país encabezada por su representante, Inti María Tidball-Binz. En el blog de Terranova se recopilan menciones al caso.

La ferocidad de la refriega ha sido creciente. Tanto es así que se abrió un espacio donde algunos escritores suscriben su apoyo a Terranova y coiciden en victimizarse despotricando contra lo que entienden como una escalada de censura y puritanismo. La división de aguas, a pesar de algunos intentos de adscribirla linealmente con la puja entre bandos "Nac&Pop K" y "progres Anti-K", reconoce adhesiones mixturadas y jugosas posturas como la de la escritora Elsa Drucaroff


El reclamo de derechos no es censura

No estoy de acuerdo con los que se victimizan para eludir la responsabilidad de sus actos, y usan para ello el recurso de declararse víctimas de un acto de censura en nombre de alguna supuesta moralidad represiva.

Todo derecho es social, se articula en el supuesto básico de una vida en sociedad. La libertad individual –de expresión o de acción- no es un argumento válido para imponer agresiones al otro, con ese criterio todos los actos ofensivos; verbales y físicos, no tendrían restricción ni sanción de ningún tipo. Es inadmisible que alguien alegue ser víctima de una acción represiva cuando es sometido por la justicia por sus lesiones del derecho de otros. Hay muchos violentos, estafadores, golpeadores y asesinos que la juegan de perseguidos por la moral represora de la sociedad; y en este listado pueden ingresar -obviamente que con una gravedad menor- los calumniadores, difamadores e injuriantes a través de la palabra. La tipificación de los delitos de calumnias e injurias, presentes en nuestro antiquísimo código penal, se ha ido adaptando a las particularidades de la expresión actual para proteger la palabra del periodismo frente al poder. Está bien que la ley actúe contra formas de agresión institucionalizadas solo que en el caso de lo atinente a las expresiones del lenguaje hace falta fijar bastante más especificidad en los alcances, un debate social profundo sobre cuales son los límites de la libertad de expresión en el humor, si es que existen. No será tarea fácil legislar sobre un potencial infinito que implica la inconmensurable diversidad de la expresión humana.


Discriminación de la discriminación

El sexismo macho-hembra no recibe la misma reacción escandalizada que otros casos de discriminación como las expresiones contra la homosexualidad, el judaísmo o las razas. Dentro del rechazo a la discriminación también se discrimina, no se miden todas con la misma vara. Y en esto hay diferencias de concientización mezclada con cierta pose frívola y snob que acostumbra hacer oir su voz solo ante las que se han instalado más mediáticamente notorias. Burlarse por ejemplo de un judío, un gay o un negro pareciera suscitar rápidas reacciones, pero de un católico y hasta de un musulmán suena progre y piola. Pero lo que demuestra esta evidente menor respuesta hacia los fenómenos de interacción entre el sexo femenino y el masculino es que existen contenidos culturales ligados al juego de la violencia sexista demasiado arraigados en el sentido común popular. Ciertos contenidos característicos del machismo sexual cotidiano parecen aceptarse en un nivel profundo y su reconocimiento aparece extrañamente asociado a una idea de "liberación del puritanismo", como si implicaran la manifestación de un deseo prohibido. El estereotipo del macho avasallador poco amigo de las escrúpulos a la hora de ejercer su iniciativa, es festejado como parte de las fantasías deseables, y las mujeres que lo cuestionan se las suele asociar con ligeraza a posturas extremas. Vemos a diario casos de violencia de género que son repudiados, pero también como el sentido común popular, de mujeres y hombres por igual, instala en el lugar de ídolos a personajes que interpretan un accionar machista y violento. Es un gran tema digno de la más abarcadora indagación desde un punto de vista interdisciplinario.

También se discrimina de acuerdo a la debilidad simbólica de la contendiente. Supongamos que la interlocutora del debate hubiera sido en vez de una curadora de arte desconocida sin aparente influencia en los medios una notoria mujer con poder, por caso una política, por caso una dueña de medios, por caso una presidenta de la nación ¿Se hubiera atrevido Terranova a cerrar con la misma ironía?

El concepto debatido sobre la campaña contra los piropos: ¿Se debe criminalizar el piropo grosero? ¿Un piropo es acoso sexual?

Pasar por una obra en construcción, o por una canchita donde haya varios hombres jugando al fútbol, eran situaciones donde las mujeres al menos en Argentina recibían piropos que en algunos casos, depende del ingenio y zarpe del piropeador, podían implicar el uso de una jerga erótica popular que a veces no se anda con mucha metáfora a la hora de comunicar. Nena, te hago quintillizos. ¿Aquí hay ofensa del buen nombre y honor? ¿Violencia de género en grado de amenaza? ¿Discriminación?

En ese sentido estoy de acuerdo con buena parte del contenido conceptual de la nota de Terranova. Creo que Inti ha extrapolado el concepto que anima a la organización Hollaback! de Estados Unidos que a través de su página deja entender que lucha contra el acoso y las agresiones sexuales en lugares públicos orientado a defenderse de las conductas de abusadores. Homologar en estas categorías a los piropos callejeros típicamente argentinos me parece un despropósito, porque sería igualar un acto de grosería con un crimen o una lesión de la integridad de una persona que significa cualquier tipo de abuso sexual. Analizar los orígenes culturales de esos dichos y los contenidos de violencia implícita contra el género femenino es muy interesante pero de ahí a igualar al piropo soez con un delito sexual hay una gran distancia.

No se puede homologar cualquier expresión soez a un delito sexual por más que en origen de la expresión haya componentes culturales ligados a la agresividad sexista.

Judicializar la ironía y el humor no es nuevo, los juzgados estuvieron y están llenos de demandas de ciudadanos contra publicaciones humorísticas por las ofensas propinadas por sus sarcasmos.


La expresión final de Terranova y la reacción de Inti

En las posturas que condenan duramente los dichos de Terranova y avalan las acciones posteriores de Inti encuentro un denominador común: se identifica, se interpreta, como alusión clara a la violación algo que no lo es, o puede interpretarse que no lo es porque suena como una imitación irónica de un piropo soez de los que se dicen en una tribuna de fútbol si pasa una chica con un sentido de expresar un deseo de acto sexual sin que implique necesariamente la violación. Si profundizamos sociológica y psicológicamente encontraremos resabios culturales de agresión sexista en el origen de esas expresiones, pero ese es otro tema, no se puede homologar una expresión concreta a un acto criminal solo por una interpretación de origen; es un tema de debate cultural.

La expresión de Terranova es infeliz, perjudicada por el contexto que lo antecede, sin nada que haga presagiar un remate irónico o de humor, y que la frase –extrañamente en Terranova que es hábil para redondear sus textos- aparece demasiado colgada y tajante lo que debilita su intención irónica y no se hace ostensible su naturaleza humorística.


Todos los caminos conducen a la interpretación

¿Habrá que constituir un tribunal que analice expresiones? ¿Una ley que establezca frases prohibidas y frases permitidas? Parece muy complejo e irrealizable todo. ¿Un chiste de judíos dicho por Don José mientras juega al truco con sus amigos en una cantina de Barracas donde se menciona lo de “hacer jabón” es punible? ¿Si lo escucho debo denunciarlo a la justicia? ¿Bajo qué cargo? ¿Apología del holocausto? Cuando criminalizamos la palabra y somos tan pero tan amplios en los alcances del celo inquisidor de la hipersensibilidad a la ofensa, nos metemos en un gran problema. No debe ser excusa para rehuirlo, y por algo se ha avanzado en materia legislativo en relación a la discriminación.


El reclamo no debiera incluir acciones como el lobby o el pedido de cesantía que implican acallar las voces, es decir censura.

Me hubiera parecido lógico que Inti pidiera por un lado derecho a réplica en la revista y confrontara los dichos de Terranova por la misma vía, buscando que la cuestión se dirimiera en el campo de la sanción social a través de las conclusiones que los lectores sacaran de ella, y por el otro iniciara las acciones que pudieran corresponderle ante los organismos judiciales o institutos del estado para tal fin, si creía que habían sido lesionados sus derechos. Pero pedir que echen al periodista o usar el poder de lobby empresarial para que retiren publicidad no me parece que sea un acto ciudadano éticamente sano, porque implica una intención de censurar y acallar mediante el tráfico de influencias.



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