El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 24, 2011

El acoso de la palabra III



Meterse en un debate apasionante puede causar daños al equilibrio en la asignación de los tiempos y espacios. Hago una nueva extensión que supongo será la última, y pido disculpas porque seguramente pecaré de reiterativo.


-Aquí una disección del caso por Sebastián Lalaurette, escrita con bastante chispa.


Recapitulando a modo de conclusión -ahora está de moda decir "recalculando"-

Nada excusa a Terranova de hacerse cargo de sus dichos. Su recurso retórico incluyó expresiones ofensivas, injuriosas e invasivas hacia la intimidad de la persona a la cual fue dirigido. Dicha persona hizo las denuncias que creyó correspondientes en los organismos, aunque en mi criterio tergiversó la realidad amplificando los hechos al acusar al autor de amenaza de violación, además de impulsar represalias censoras a través de un lobby empresarial. Ojalá el INADI se expida atendiendo a lo creo es el justo encuadra de la situación.

Lo actuado por Hollaback en este caso, más allá de que su objetivo institucional es plausible, está lleno de sobreactuación, desproporción, manipulación y actitud censora. Lo más grave fue haber afirmado que había “amenaza de violación” en la frase cuando es evidente que no la hay.

Notemos como se ha tergiversado la traducción y como esta nota en inglés en el sitio Change.org ya se da por instalado un hecho: “Periodista argentino amenaza con violar para demostrar un punto”. Luego la traducción de la frase es tendenciosa, omite los modos potenciales e introduce un término que no existe en el original como “violar” (rape):

"Termino así con un deseo para este 2011: encontrar a Inti María Tidball-Binz en un versnisagge, tomar juntos una copa y luego decirle que me encantaría romperle el argumento/culo a pijazos. Salud"

"I finish here with a wish for 2011: to meet Inti Maria Tidball-Binz at a vernissage, share a drink, and later tell her that I would love to rape her in the ass."



No creo que para proteger los derechos de la mujer, combatir la violencia de género -incluyendo la violencia simbólica a través de la palabra-, todos los tipos de acosos sexuales en todos los ámbitos y todos los tipos de discriminación haya que apelar a una inquisición simbólica sobre la expresión basada en interpretaciones teñidas de gruesas deformaciones de subjetividad.

Instalar la inquisición simbólica generalizada no es la mejor forma de combatir todas las discriminaciones, violencias naturalizadas e injusticias de este tipo enquistadas en la sociedad. En el caso de la violencia y la discriminación de género, alimentar absurdas desproporciones en la calificación de los hechos y en las demandas de sanciones no hace más que perjudicar su causa, porque la convierte en una persecución sexista de la palabra que dejará una sensación de miedo a todos los que escriban o hablen. Y el efecto social será el contrario al que se busca porque en tal afán puramente revanchista, represivo e intimidatorio producirá un enorme rechazo en la sociedad que van a pagar desgraciadamente las personas que luchan coherentemente contra el problema y lo enfocan desde la apuesta sensible y equilibrada a la convivencia. Y siento que cuanto más se avanza en la concientización positiva cosas como esta lo echan a perder.

Si estas prácticas prosperan quedaremos totalmente condicionados ante un nivel casi arbitrario de susceptibilidad en las interpretaciones y temo que cualquier palabra que se diga referida a cuestiones sexuales o de género pueda ser interpretada como violencia simbólica. No podremos escribir más pija, falo, ni siquiera hablar libremente de sexualidad, porque estaremos bajo el arbitrio inquisitorio de la “sensibilidad” dispuesta a hacer las asociaciones más disparatadas con tal de demostrar que en realidad estamos haciendo apología de la violencia de género o discriminando o amenazando con violar o violentando a alguien. A esta altura que un escritor se sienta amenazado o intimidado ante la idea de escribir una ironía es un despropósito inadmisible en democracia, un regreso al oscurantismo represor del peor de los autoritarismos. De ahí al Ayatollah Khomeini y Salman Rushdie hay un solo paso.

En los debates me asusta el nivel alucinante de prejuicio de algunas líneas de interpretación que se han utilizado para encontrarle el carácter machista, misógino y ofensivo a cualquier frase que se refiera a la sexualidad o implique una referencia al género femenino. Montada en las obvias consideraciones históricas con fondo psicoanalítico que describen el origen del paradigma cultural del sojuzgamiento femenino se instala un prejuzgamiento estigmatizador sobre los dichos masculinos en relación a la sexualidad y de ello resulta un aura de sospecha de género que hace que a todos los hombres se los trate como violadores en potencia y en cualquiera de sus dichos se reconozca intenciones de agraviar al género femenino o discriminarlo o relegarlo a una concepción servil. De más está decir lo peligroso de esta manera de razonar “si es hombre y dijo pija es evidente que está pensando en la violación”. Es comparable al mecanismo del prejuicio racial o social que lleva a interpretar; “si es villero seguro que me va robar”, “si es judío seguro que es usurero”, “si habla de conquista social seguro es guerrillero”.





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