El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

abril 26, 2011

¿La autonomía está al alcance de una elección personal?



Leyendo (Vía Ana Worman) el artículo donde Lilia Moglia Mizrahi reelabora un reportaje al pensador Cornelius Castoriadis, me he planteado el interrogante que da título a este post.

"Individuos que pueden tomar distancia respecto a su propia herencia, esto es la autonomía, someter lo que se ha recibido en el proceso de socialización como lo "natural" inherente a la vida, y someterlo a un examen lúcido y reflexivo, de manera de decidir por si mismo que retener y que desechar"

"Una colectividad autónoma recíprocamente es aquella que mantiene una actitud lúcida, reflexiva y libre en relación con sus instituciones igualmente impuestas como "naturales". De allí su capacidad para cambiarlas o desecharlas si lo necesita o lo desea, con conocimiento de causa y a partir de una elucidación creativa. Pero una sociedad autónoma no es posible si los individuos que la animan no son a su vez autónomos"

¿El alcance de la autonomía depende de la voluntad de algún sujeto super-concientizado de su situación? La pregunta es cómo ser autónomo en una sociedad donde el poder ya está instituido, repartido y en pleno ejercicio activo a la hora que nos toca asumirnos como sujetos y como tal nos condiciona hasta en nuestros más mínimos actos de supervivencia. Las instituciones de la sociedad que operan en un nivel imaginario como bien dice Castoriadis, tienen detrás realidades duras que las crean y sostienen. No basta con querer ser autónomo a base de conciencia y distancia crítica del poder si los que tienen el poder sobre nosotros están dispuestos a no permitirlo.

Volvemos a la vieja discusión, si se puede ser autónomo sin luchar contra el poder que lo impide. La ilusión de hallar un atajo que solo a base de voluntad y concientización nos de la autonomía es en cierta forma una ficción adolescente, un escape de la realidad. Porque solo seríamos lo poco autónomos que nos dejara el poder regente, gozaríamos de autodeterminación en los ratitos y los rincones cuando el poder hace la vista gorda, en algunos de tus intersticios que no ocupa con su opresión. Cuesta creer que llegaran más allá de cierto crecimiento básico porque les costaría romper el cerco de ser minoría, pero la historia guarda siempre cartas impredecibles. Mientras tanto ¿el resto de la población qué? La “salvación” del pequeño grupo, aunque cándida y noble en su realización, que pone en práctica principios de organización socioeconómica antagónicos a los dominantes, no deja de ser apenas una salvación individual ampliada, sin alcanzar significación social por una simple cuestión cuantitativa.

Empezamos con la ilusión de “cambiar el mundo sin tomar el poder”, pasamos a un más pequeño e íntimo aunque realista “cambiar mi mundo sin tomar el poder” y pronto llegamos a que “no puedo cambiar nada sin tomar el poder” o “el poder ni siquiera me permite cambiar mi mundo”. Es un hecho que no podemos eludir el poder que nos afecta, si no influimos sobre él de modo de alterar su naturaleza no lograremos que nada cambie. Los que poseen el poder no están interesados en que cambie el mundo, y no piensan permitir que nadie lo cambie así como así.

Pero si no es una opción de proyecto político de alcance general, bien puede validarse una vez más como proyecto de vida a nivel individual o grupal, el beneficio de la duda siempre le será otorgado en cuanto a su proyección extensiva. Vale la pena el intento desde la base de desafiar lo naturalizado y experimentar hasta que punto sería posible incorporar a la sociedad en una transformación que surgiera viralmente, por ejemplo por la acción contagiosa de redes cooperativas que se expandieran sin prisa pero sin pausa.

2 comentarios:

Jorge dijo...

Muy bueno!

Jorge dijo...

muy bueno!